Don DeLillo
Traducción de Javier Calvo
Editorial Seix Barral, Biblioteca Formentor,
Barcelona, 2016, 318 páginas.
Seix Barral publica en español
Zero K (2016), la última novela de Don DeLillo, el escritor de Bronx, referencia
imprescindible en la literatura norteamericana (narrativa de ficción, teatro,
ensayo, guiones cinematográficos). El reconocimiento unánime lo alcanzó en 1985
con White Noise (Ruido de fondo en la traducción española), si bien se sigue
considerando a Underworld (1997, Submundo en la traducción española) su
mejor novela. Ganador de los grandes premios de las letras estadounidenses,
eterno candidato al Nobel, sus ficciones reinciden en más de una ocasión en el
destino del ser humano, el ancestral miedo a la muerte y aquellos hábitos
consumistas y tecnocientíficos que nos introducen en quimeras y fáusticas
aspiraciones para evitarla. Cero K se
inscribe en esta línea por retener la vida, por eludir ese destino que es la
muerte.
Obsesionados por la muerte que acecha de mil
maneras y a la vuelta de cualquier esquina, los personajes de su ficción
intentan conjurarla, luchando incluso contra ella mediante el sometimiento
voluntario y transitorio a sus exigencias: por medio del fallecimiento
inducido, la congelación mediante un procedimiento criogénico secreto (el
proyecto Convergencia, organizado por una secta apocalíptica), en espera de que
los avances tecnológicos futuros sean capaces de curar sus enfermedades y
recuperar cuerpos y mentes. Cero K es la unidad especial de ese ultra secreto
complejo y donde los pacientes que han adoptado la decisión de morir, harán la
transición al siguiente nivel (la muerte artificial y la congelación a la
temperatura del cero absoluto o cero k en la escala de Kelvin). Evitan así la
muerte natural.
La esposa de Ross Lockhart, discapacitada
por varias enfermedades, elige esa forma de muerte artificial / suicidio
asistido. Pero de pronto su marido cuya salud es perfecta, decide acompañar a
su esposa y someterse igualmente al procedimiento criogénico. A una comuna
situada en Kazajistán, rodeada de rocas precámbricas, son conducidos los billonarios que aspiran a
la inmortalidad, entre ellos Ross, principal inversor del proyecto Convergencia
y su esposa Artis Martineau. Pero la ficción hace así mismo que hacia allí
viaje Jeffrey Lockhart, narrador homodiégetico
y conductor de la historia, para asistir a los últimos momentos de su
madrastra que pondrá fin a una versión transitoria de la vida para acceder a
otra más permanente. Mas Jeffrey mantiene una visión escéptica de ese
procedimiento / espectáculo extravagante en el que participan su padre y su
esposa, por más que el padre pretenda, en una comunicación adornada de
sentimientos, que el hijo apoye su decisión vital, la forma de poder revivir
algún día. Morir para no morir. Jeffrey se rebela contra la decisión paterna,
consciente de que le habían lavado el cerebro y de que lo que pretende hacer su
progenitor es un crimen mafioso en el que al morir en forma humana le sucederá
algún día un revivir convertido en un dron isométrico.
En buena parte todo sucede como estaba
previsto, pero la novela, en su desenlace, se convierte en una celebración de
la vida mortal, la de este mundo repleto de enfermedades, achaques, guerras,
catástrofes, caos, terrorismo. Es la voz del protagonista quien nos lo
transmite de una forma muy simple: “No necesitaba la luz del paraíso. Ya tenía
los gritos maravillados del niño” (página 318).
Cero K
no es una novela complaciente, una golosina literaria, pero sí un relato sin
concesiones, de potencia demoledora, que nos invita a interrogarnos sobre el
poder y los límites de la tecnociencia, esa ciencia que altera todas las
creencias previas. Aún admitiendo que la secta apocalíptica de la Convergencia
tuviera, mediante criopreservación, la posibilidad de devolver la vida a
aquellos a los que previamente se la había quitado, la pregunta kantina “¿Qué
debo hacer?” sigue estando ahí, con la misma fuerza con que la formuló el
filósofo de Könisberg. La tecnociencia ha agrandado de forma casi infinita el
campo del quehacer humano, el futuro de nuestra especie, hoy perfectamente
moldeable. Mas aquello que es moldeable, también es susceptible de ser
controlado. El mismo Don DeLillo lo dice a través de la voz de su protagonista:
“Me pregunté si estaba mirando el futuro controlado, hombres y mujeres
subordinados, de forma voluntaria o no, a alguna forma de mando centralizado”
(página 168). Vidas convertidas pues en maniquíes.
Aunque sin censuras inquisitoriales, no
podemos admitir sin más el imperativo tecnológico: “poder implica deber”; la
quimera de la inmortalidad de los millonarios por otro lado que viajan hacia el
renacer, está totalmente fuera de esa narración que denominamos Historia, y
produce en la voz narradora un verdadero sobrecogimiento.
Atendiendo a su arquitectura compositiva, Cero K, tras plan
tear
su núcleo argumental, nos sumerge en profundas reflexiones, a veces dialogadas,
sobre las relaciones padre-hijo, la identidad personal y la posibilidad del
despojamiento de la propia persona, entendida en el sentido etimológico griego
(máscara); cavilaciones así mismo sobre el sentido de la muerte y el elemento
definitorio que es la vida y que algún día terminará. Un comienzo quizás demasiado
abstracto y filosófico, al que sigue el meollo de la trama. La descripción del
complejo Convergencia, sus pasillos laberínticos, habitaciones sin ventanas,
guardianes que parecen más una forma de vida que seres humanos. En definitiva
un ambiente kafkiano. Y el relato con tintes de ciencia ficción de como se
prepara a Artis y a otros candidatos
para su tránsito hacia un futuro renacer.
Con gran acierto introduce el autor un
monólogo de Artis desde la cápsula en la que reposa su cuerpo criopreservado,
inquiriéndose si es alguien o son
solamente las palabras las que le hacen creer que es alguien.
Son muchos y variados los recursos
narrativos de Don DeLillo, entre ellos las analépsis, eses saltos hacia el
pasado que hacen inteligible las razones del punto de no retorno de la relación
padre e hijo. También el nuevo lenguaje para poder definir ese morir momentáneo y la fe de
sentirse vivo en el futuro. Una lengua que se ajusta a la tonalidad de la
novela y a la complejidad de sus temas:
alejada de cualquier floritura complaciente, seca, fría, precisa, quizás
minimalista, pero no por ello menos contundente.
Francisco
Martínez Bouzas
Fragmentos
“-
¿Conoces los procedimientos por los que vas a pasar, los detalles, cómo lo
van a hacer?
-Los
conozco exactamente.
-¿Piensas
en el futuro? ¿En cómo será volver? El cuerpo será el mismo, sí, o incluso
mejorado, pero ¿qué pasa con la mente? ¿La conciencia no se verá alterada?
¿Serás la misma persona? Te mueres siendo alguien con un nombre determinado, y con tu historia,
tus recuerdos y tu misterio reunidos en esa persona y ese nombre. Pero ¿te
despiertas con todo eso intacto? ¿Es simplemente como dormir durante una noche
muy larga?
-Ross y yo tenemos un chiste recurrente. ¿quién
seré yo al despertar de nuevo? ¿Acaso mi alma habrá abandonado mi cuerpo y
habrá migrado a otro? ¿Cuál es la palabra adecuada para el proceso? ¿O bien me
despertaré convencida de que soy un murciélago de la fruta de Filipinas? Con
hambre de insectos.”
…..
“Amor
de una mujer, sí. Pero me acordé de lo que habían dicho los gemelos Stenmark en
la sala de piedra, hablando directamente con los ricos benefactores. Dad el
salto, les habían dicho. Vivid el mito de la inmortalidad para los
multimillonarios ¿Y por qué no hacerlo ya?, pensé. ¿Qué más le quedaba por
adquirir a Ross? Dales a los futuristas su dinero manchado de sangre y ellos te
permitirán vivir para siempre.
La
cápsula será su mausoleo por derecho.”
…..
“Aquellas
figuras, aquellos santos del desierto, momificados, disecados en su cámara
mortuoria subterránea, el poder claustrofóbico de la escena, el ligero hedor a
podredumbre. Estuve un momento sin poder respirar. ¿Acaso podía interpretar
aquellas figuras como la versión ancestral de los hombres y las mujeres
erguidos en sus cápsulas, humanos reales al borde de la inmortalidad? Yo no
quería interpretación. Quería ver y sentir lo que había allí, por mucho que no
estuviera a la altura de la experiencia que se estaba desplegando a mi
alrededor.”
(Don DeLillo,
Cero K, páginas 56-57, 136, 153-154)
Admirada de tanta riqueza que nos compartes
ResponderEliminarUna obra realmente interesante, que confirma el Principio de Pareto...
ResponderEliminarSaludos
Muy interesante, amigo. Un gran escritor sin dudas. Me gusta ese estilo directo, la economía de palabras, y por supuesto, el tema de la vida y la muerte, los sueños. Un abrazo agradecido.
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