martes, 4 de octubre de 2016

COLOMBIA: "LLANTO Y RABIA POR UN PAÍS FLORIDO"




   En estas horas de dolor, esperanza y de acrecentada conciencia de la necesidad de reconciliación de un país polarizado entre el SI y el NO y con una increíble altísima abstención -la gran triunfadora en la noche del 2 de octubre-, no me parece desacertada la idea de reproducir un texto del poeta gallego Antón Avilés de Taramancos que, en el año 1989, tras su regreso a España, dedicó a Colombia, “la quinta provincia del corazón”, el país que acogió amorosamente su exilio / emigración.
   Contextualizo el artículo del poeta y narrador gallego con una breve noticia de su odisea vital. Antón Avilés de Taramancos (1935-1992) es el ortónimo y uno de los heterónimos con que firmaba y fue conocido José Antonio Avilés Vinagre, uno de los grandes poetas gallegos de la segunda mitad del pasado siglo. Buena parte de la vida de este escritor monolingüe en gallego, transcurrió en Colombia; y a evocar, desde la distancia una vez retornado en Galicia, sus vivencias en el país andino, “mi otra casa”, dedicó un poemario Cantos caucanos (1985), catalogado por la crítica entre las mejores obras líricas gallegas del siglo XX. Y también un volumen de relatos bajo el título de Nueva crónica das Indias (1982). Poeta colosal, elevó, como señaló Ramiro Fonte, la escritura gallega hasta sus últimas fronteras donde aúlla el puma en la madrugada.
   Colombia, el país que acogió el exilio del poeta y le dio una esposa, dialoga con su obra literaria. En algún lugar del país andino duerme la materia vital que le dio fuerza a la forma tan especial de Avilés de Taramancos de contemplar la vida. Con casi veinte años de estancia en Colombia, años de aprendizaje y realización profesional, divididos en dos períodos: poeta transterrado en Bogotá (1961-1970), y la realización profesional como librero en Cali y relativa bonanza económica (1971-1980), donde José Pardo Llada le otorga el título virtual de Marqués de Taramancos.
   La obra literaria de Avilés de Taramancos se halla gobernada por referencias míticas que se acrecientan a raíz de sus incursiones en el Amazonas, donde conoció al cacique Pataraíña, un gallego que era jefe de una tribu; al chamán “Azulay”, un curandero que no sabía ni leer ni escribir; a Kapax al que localizó en el municipio de Ibagué cuando en 1976 remontaba  nadando los setecientos kilómetros del Magdalena, desde su nacimiento hasta su desembocadura; al “Cura Pérez”, el sacerdote zaragozano Manuel Pérez Martínez, comandante en jefe del ELN y un anticipo de la Teología de la Liberación. En Nova crónica das Indias recrea ficcionalmente Avilés de Taramancos historias localizadas en Colombia: la caza de la xaguarana  negra, “tigre hambriento, animal excomulgado en la selva oscura del Caquetá en compañía de Carlos Zamorano, Nereo, originario de las llanuras del Meta y curtido en la guerrilla y el negro Nicomedes. En otro relato refiere el encuentro en Buenaventura con su paisano José Tobío, “Andrucho”, patrón del velero “Olga”, un hombre aventurero que huyó desde Galicia a América, y desde Brasil, navegando por ríos infinitos, llegó a Colombia donde comerció y colaboró con la guerrilla, con Pedro Antonio Marín, alias Manuel Marulanda Velez, “guerrillero nómada”, que acababa de fundar las FARC después del bombardeo de Marquetalia donde estaba asentado un grupo de liberales y comunistas. “Andrucho” introdujo, desde tierras brasileñas, la primera remesa de armas para la guerrilla del bajo Caquetá.
   Mas sus relaciones no se circunscriben a personajes rodeados de leyenda. Sus contactos con el mundo cultural colombiano están documentados: intelectuales, escritores, artistas, e incluso presidentes de la república como Guillermo León Valencia y su hermano Álvaro Pío. Entre ambos se fragua una gran amistad, motivada por el hecho de que los dos hermanos eran hijos del poeta modernista Guillermo Valencia. Está igualmente documentada su relación y amistad con los poetas y escritores León Greiff, Pablo Rokha, Jorge Gaitán, Hernando Valencia  Goekel, Eduardo Cote Lamus, Gabriel García Márquez, Gustavo Álvarez Gardeazabal… o los pintores Ómar Rayo, Armando Villegas y Botero. También la amistad con Celia Cruz, Miguelito Valdés, Mr. Babalú, Daniel Santos, el anacobero, Pacho Galán y su orquesta y tantos otros.
   No es de extrañar, por consiguiente, que desde la lejanía, ya en Galicia recuerde con nostalgia Avilés de Taramancos las noches de Cali:
                            
(…) Ningunha noite tan fermosa
como a noite de Cali. Dionisios unxía os corpos
dun frensí inegotábel e a danza era  un rito iniciático
unha ceremonia necesaria…”
                                                Cantos caucanos, página 26
Traducción al español de Ánxeles Penas, página 45:
                            
(…)”Ninguna noche tan hermosa
como aquella de Cali. Ungía Dionisios a los cuerpos
de inagotable frenesí y la danza era un rito iniciático
una ceremonia necesaria…”

   O que rescate con el fuego sagrado de la poesía, el recuerdo de Colombia, el paraíso perdido, en el sobrecogedor canto elegíaco “Crónica ferida” con el que Antón Avilés de Taramancos pone el ramo a Cantos caucanos:
                                            
( … )
Ouh territorio aberto, planura do confín, miña outra casa,
terra
onde o pan é frutal e o ar encelma a sede máis enxoita e
corrosiva,
ai amor que me fenden os raios da saudade, e quero ollar a
estancia,
encravar na pupila para despois da morte
esa luz que me cruza, ese olor que me chega,cilantro e malvasía
ese amor meu que nunca.
É deste sofrimento que aluma a miña teia, é deste sofrimento,
é desa luz que vivo, do carcomer perene de apreixar o olvido
e te-lo tenso, roxo nas brasas da memoria.
                                              ( …  )
                                                Cantos caucanos, página, 62
Traducción al español de Ánxeles Penas, página, 98:
Oh territorio abierto, llanura del confín, esa otra casa, tierra
donde el pan es frutal y el aire encelma la sed más seca y
/corrosiva
ay amor que me hienden los rayos de añoranza, quiero
/mirar la estancia,
clavarla en la pupila para después de muerto
esa luz que me cruza, ese olor que me llega, cilantro y
/malvasía,
ese mi amor que nunca.
Es de este sufrimento que ilumina mi tea, es de este
/sufrimiento,
es de esa luz que vivo, del carcomer perenne de agarrar el
/olvido
tenerlo tenso y rojo, en ascuas de memoria.”

Francisco Martínez Bouzas
                                                     
Antón Avilés de Taramancos y su esposa Sofía Baquero, natural de Cáqueza (Cundinamarca)
…..

“LLANTO Y RABIA POR UN PAÍS FLORIDO”
    
“Era  la rosa de Jericó, la rosa de Cauca, la rosa de Bolombolo. Los jardines de Antioquia, los cafetales de Armenia, los algodonales de Sinu, los manglares de Buenaventura. Un país para soñar, desde Macondo con sus mariposas amarillas hasta las llanuras de Villavicencio, ese otro mar sin fin en la tierra bañada por tres mares: el Pacífico, el Atlántico y el Amazonas. Después los mil río como nervaduras que recorren la piel y llenan de hartura y de caminos la geografía más intensa que va desde el páramo a la ribera blanca.
   Se ama a Colombia desde lo más profundo de sus entretelas; a la gente abierta y popular, siempre dispuesta a ofrecer cobijo; a la tierra misma, ubérrima en las sabanas, en las vegas y en los valles, y áspera en las cumbres nevadas donde el frailejón  luce solitario como una bandera triunfal. Uno quisiera despertar alegre, pongo por caso en Manizales o en Ibagué o en Neiva, y ver la luz de un día diferente, como solamente allí se puede dar, y ver en las faenas de la siembra a todo el pueblo cantando con esperanza y con gallardía, que ese es su cariz más inmediato.
   Ahora las fuerzas negras del terror abrieron su navaja de seis cortes y arrojan todo el esplendor de su oro maldecido en el molino del desastre y el país bambolea como una pluma en el aire. Son los «narcos», ese ejército de hambrientos de la vida de los demás, los que izan la bandera y arremeten contra un pueblo inerme y soñador.
   De los treinta millones de colombianos, solamente unos cincuenta mil fueron capaces de corromper las estructuras del país. Más de la mitad del ejército, más de la mitad de la policía, más de la mitad de la guerrilla están contaminados por la «mierda del diablo» que son los dineros de la coca, del crack y de la marihuana nacional, primeros productos de exportación.
   Los esfuerzos de Colombia por levantar su industria del tejido y la metalmecánica, que fueron ejemplares en América del Sur; el gran empeño por variar el monocultivo del café y llenar los mercados del mundo de flores y de frutas; el gran ímpetu con el que se emprendió la nacionalización  efectiva de las minas de esmeraldas de Muzo y Coscuez, de nada sirvieron ante la avalancha de la miseria  que introdujo la droga y su comercialización. Una economía paralela que brotó por fuera hasta reventar al país.
   En este momento de tristeza en el que está muriendo gente honesta por dar la voz de alarma; en que viejos amigos y conocidos sufren atentados y temores, yo, que también soy colombiano, quiero pediros amigos, que levantemos la copa como quien alza un cáliz, y pidamos que Colombia encuentre su sosiego y su libertad.
   Que la sangre que hoy corre sea sangre de redención.”

(Antón Avilés de Tarmancos, Revista Barbanza nº 37, 1ª - 09 – 1989. Artículo recogido así mismo en el libro Obra viva de Antón Avilés de Taramancos, páginas 121-122. Traducción al español por Francisco Martínez Bouzas)

2 comentarios:

  1. En cada línea puesta aquí encuentro un hombro como colombiana que busca hacer latente un sueño donde no exista la barbarie ni la muerte. Donde la paz no sea humillada por la prepotencia y arrogancia de dictadores de guerra y sangre.

    Me ha estremecido el final de esta puesta donde encuentro un abrazo solidario a nuestra tristeza de hoy y que aunque nos acongoja no puede detenernos para seguir luchando por este sueño colombiano.

    Me ha robado unas lágrimas de patria herida, aún duele la traición y el silencio de los hermanos.

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