Sandro Veronesi
Traducción de Xavier González Rovira
Editorial Anagrama, Barcelona, 2014, 72 páginas.
En una selección aprobada por
el autor, Anagrama publica tres textos de Baci
Scagliati Altrove del escritor Sandro Veronesi (Florencia, 1959), uno de
los grandes narradores italianos de nuestros días. La edición original (Roma, 2011)
contiene catorce cuentos en los que está presente la vida, la muerte y sus
rostros dramáticos y misteriosos, reflejados por la pluma magistral y siempre
lúcida de Sandro Veronesi. En la edición española, rotulada con el título del
primer texto de la italiana, el lector se encuentra con tres de los textos más
significativos de Veronesi, comprimidos en muy pocas páginas y que tematizan
las relaciones entre padres e hijos en ese trance en el que damos el salto de
la adolescencia inocente o inconsciente a la madurez adulta, en la que ya somos
capaces de percibir el mal, aunque sea en forma de resentimientos, de dolor o
de anuncio sibilino y profético de la propia muerte que se incrusta en nuestra
alma a partir del fallecimiento del progenitor.
“Profecía”, el primero de los relatos y el
más extenso, es una verdadera gesta literaria, una historia magistral que nos
hace estremecer porque nos pone delante de los ojos asuntos con circunstancias
terribles en el entorno de las relaciones humanas más próximas, como lo son las
paterno-filiales. Sandro Veronesi, en un monólogo emitido, aunque sea de forma
ficcional, por el propio autor (“Yo sé
quién eres, Alessandro Veronesi…) presenta la historia de un hijo que
acompaña la agonía y la muerte de su progenitor. Una de las historias más
antiguas del mundo: el hijo que entierra al propio padre. Sin la más mínima
reticencia y vibrando con la trágica profundidad del tema, el narrador que
habla de una forma trepidante, caótica, pero poética, sin apenas utilizar
puntos y apartes, describe la agonía y la muerte del padre del escritor al que
se dirige. El protagonista se esfuerza por proporcionar al padre las mismas
atenciones y terapias que prestó a su madre; intenta así mismo recuperar lo más
sustancial e importante de las vivencias familiares, reviviendo en la agonía
paterna episodios traumáticos de su infancia. Y con una lucidez desazonante, expone
sin tapujos lo indecible: que la eutanasia ya existe, es una práctica
terapéutica, si bien camuflada por eufemismos (“protocolo nivel A, protocolo
nivel B”), que el instinto de matar al padre es tan antiguo como el mundo.
Un monólogo sorprendente y perturbador que
se aproxima al tema de la enfermedad y de la muerte como acontecimientos
universales, pero expresado con una voz insólita, evocativa, seca, concentrada
únicamente sobre la angustia del sujeto, sin la más mínima concesión al entorno,
que convierte a “Profecía”, a pesar de su brevedad, en un relato perfecto,
hermoso, una pequeña y extraña joya literaria en el maremágnum de un universo
editorial dominado por la falta de sustancia literaria de tantos best sellers.
Las relaciones padre-hijo aparecen
igualmente en los otros dos relatos de la edición española, escritos con prosa
igualmente cortante como el filo de un cuchillo que nos hiere en lo más
profundo. Aunque, en comparación con “Profecía” poseen menos entidad literaria.
En “Muerte por algo”, Ropiten, un joven adolescente que desde los seis años
acompaña a su padre en sus partidos de billar en un club, lleva el conteo de
los puntos sin equivocarse nunca. Muerto
de un infarto el progenitor, un día se le ocurre hacer trampas y más
tarde dejar de hacerlas, provocando un caos entre los jugadores. Entonces pudo
decir que su padre había muerto por algo.
Victorias y derrotas entre padres e hijos es
el hilo conductor del relato “Lo que ha sido será”. La batalla entre un padre
dominante, siempre con cara de verdugo, y su hijo empeñado en hundirse
voluntariamente en su destino, y así vengarse de la figura paterna, empecinada
en buscarle un amigo del alma para compararlos y así humillar al hijo.
Respuesta simbólica la del hijo -que incluso suspende voluntariamente los exámenes
escolares- , aunque el futuro dejará sorpresas impensadas, tragedias pequeñas o
mayúsculas para unos seres que deambulan en la vida familiar como en una
guerra.
Sandro Veronesi sabe plasmar en sus relatos,
con enorme sabiduría narrativa, acontecimientos vitales que estremecen -la
muerte, incrustada en el misterio de la vida-; otros de menor calado, referidos
siempre a la relación padre-hijos, mas llenos igualmente de paradojas,
sorpresas, contradicciones, que son y seguirán siendo siempre la esencia de
nuestra existencia. Así pues, una pequeña gran obra literaria, llena de magia y
sobre todo de profundidad.
Francisco
Martínez Bouzas
Sandro Veronesi |
Fragmentos
“Yo
sé quién eres, Alessandro Veronesi, conozco tu intuición, y te digo que te las
ingeniarás y te las apañarás para que tu padre no muera en una cama de hospital
sino, según su voluntad, en la suya, en el corazón de su morada, en el primer
piso del edificio racionalista de la calle Bruno Buozzi, 3, en Prato,
proyectado por el mismo en 1968, donde tu fuiste niño. Harás eso por él pocos
meses después de haberlo hecho por tu madre. Sé también que, en consecuencia,
asumirás la responsabilidad de hacer que le suministren todas las terapias
domiciliarias que va precisar, incluidas las necesarias para hacer frente a las
frecuentes emergencias provocadas por su graves enfermedades concomitantes, y
te digo que te esmerarás en hacer esto sin llamar nunca al 118, con el fin de
evitar el peligro de un ingreso, salvo obviamente en los eventuales casos de vida o muerte, y por eso te estoy
diciendo que, a pesar de carecer de competencia médica, asumirás la
responsabilidad de distinguir tales emergencias de los eventuales casos de vida
o muerte -por ejemplo, una oclusión intestinal-, y que vas a hacer esto pocos
meses después de haberlo hecho por tu madre.”
…..
“(…)
ya no será el doctor Ciulli sino el doctor Benenato, bajo cuya dirección
empezarás por tanto a suministrarle sulfato de morfina a tu padre -primero en
comprimidos, MS Contin de 30 mg, uno cada doce horas, luego cada ocho, luego
cada seis, luego de 60 mg, luego ya la ampolla, Oralmorph solución oral en
recipiente monodosis de 10 ml, una cada ocho horas, luego cada seis, cada
cuatro-, y te descubrirás manteniendo una relación con su cuerpo drogado
bastante más estrecha y profunda que la que mantendrá él mismo, te encontrarás
manipulando, lavando y secando, por ejemplo, masajeando, estimulando y
friccionando ese cuerpo, y de éste, del cuerpo enfermo de tu padre, te
convertirás en pastor, afeitarás su rostro con la Braun de cuatro cabezales
giratorios que le habrás regalado por Navidad.”
…..
“(…)
pero también, Alessandro, yo te digo aquí que esta lucidez suya va a durar tan
sólo unas horas, y que tras la siesta vespertina se despertará presa de ambas
cosas, paranoia y dolor, y rugiendo te acusará de ser la causa y te ordenará
que lo saques fuera de allí, fuera de allí, fuera, fuera, y por desgracia tengo
que decirte que tú no lo entenderás, y que lo tomarás al pie de la letra, y le
contarás con toda la dureza posible que no puedes llevártelo fuera de allí, que
ésa es su casa, y le recordarás que él siempre ha dicho que no quería dejarla,
etcétera, y él se exasperará, y casi llorará, al ver que su hijo sigue sin
entender, y se desesperará, y gritará, y sostendrá que se lo habías prometido,
y tú seguirás sin entender, y dejarás de llevarle la contraria para no hacer
que se cabree todavía más, pero seguirás tomándolo al pie de la letra y
seguirás sin entender lo que te está pidiendo, y de todas formas harás
igualmente lo que él quiera que hagas, y que será llamar por teléfono a
Benenato y decirle que hay una emergencia,
y Benenato se encontrará en las inmediaciones y acudirá en persona al cabo de
pocos minutos, y tu padre te lo agradecerá y se calmará enseguida, y se calmará
aún más cuando Benenato decida inyectarle la morfina por vía intramuscular, y
cuando se haya marchado, diciéndote que si tu padre no se calma y no se duerme
después de esa inyección, él tirará a la basura todos los libros con los que ha
estudiado, tu padre te dará las gracias y te pedirá que te eches a un lado, y
te cogerá la mano, y te encargará que sus cenizas -que en ese momento, quién
sabe por qué, llamará arenas- sean esparcidas en el mar, en el mismo lugar en
que pocos meses antes habréis esparcido las de tu madre…”
(Sandro Veronesi, Profecía,
páginas 11-12, 19-20, 28-29)
No he leído nada de Sandro Veronesi y puesto que los relatos me gustan, me anoto este libro, que parece perfecto para estrenarme con el autor y ese primer relato parece que merece muy mucho la pena.
ResponderEliminarGracias y un saludo
Excelente resumen !
ResponderEliminarSaludos
Gracias a ti, amigo, entro en contacto con este escritor y su obra, que me cautiva y provoca. Un abrazo.
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