martes, 2 de septiembre de 2014

"PROFECÍA": LA DRAMÁTICA BELLEZA DE UN RELATO PERFECTO



Profecía
Sandro Veronesi
Traducción de Xavier González Rovira
Editorial Anagrama, Barcelona, 2014, 72 páginas.

   En una selección aprobada por el autor, Anagrama publica tres textos de Baci Scagliati Altrove del escritor Sandro Veronesi (Florencia, 1959), uno de los grandes narradores italianos de nuestros días. La edición original (Roma, 2011) contiene catorce cuentos en los que está presente la vida, la muerte y sus rostros dramáticos y misteriosos, reflejados por la pluma magistral y siempre lúcida de Sandro Veronesi. En la edición española, rotulada con el título del primer texto de la italiana, el lector se encuentra con tres de los textos más significativos de Veronesi, comprimidos en muy pocas páginas y que tematizan las relaciones entre padres e hijos en ese trance en el que damos el salto de la adolescencia inocente o inconsciente a la madurez adulta, en la que ya somos capaces de percibir el mal, aunque sea en forma de resentimientos, de dolor o de anuncio sibilino y profético de la propia muerte que se incrusta en nuestra alma a partir del fallecimiento del progenitor.
   “Profecía”, el primero de los relatos y el más extenso, es una verdadera gesta literaria, una historia magistral que nos hace estremecer porque nos pone delante de los ojos asuntos con circunstancias terribles en el entorno de las relaciones humanas más próximas, como lo son las paterno-filiales. Sandro Veronesi, en un monólogo emitido, aunque sea de forma ficcional, por el propio autor (“Yo sé quién eres, Alessandro Veronesi…) presenta la historia de un hijo que acompaña la agonía y la muerte de su progenitor. Una de las historias más antiguas del mundo: el hijo que entierra al propio padre. Sin la más mínima reticencia y vibrando con la trágica profundidad del tema, el narrador que habla de una forma trepidante, caótica, pero poética, sin apenas utilizar puntos y apartes, describe la agonía y la muerte del padre del escritor al que se dirige. El protagonista se esfuerza por proporcionar al padre las mismas atenciones y terapias que prestó a su madre; intenta así mismo recuperar lo más sustancial e importante de las vivencias familiares, reviviendo en la agonía paterna episodios traumáticos de su infancia. Y con una lucidez desazonante, expone sin tapujos lo indecible: que la eutanasia ya existe, es una práctica terapéutica, si bien camuflada por eufemismos (“protocolo nivel A, protocolo nivel B”), que el instinto de matar al padre es tan antiguo como el mundo.
   Un monólogo sorprendente y perturbador que se aproxima al tema de la enfermedad y de la muerte como acontecimientos universales, pero expresado con una voz insólita, evocativa, seca, concentrada únicamente sobre la angustia del sujeto, sin la más mínima concesión al entorno, que convierte a “Profecía”, a pesar de su brevedad, en un relato perfecto, hermoso, una pequeña y extraña joya literaria en el maremágnum de un universo editorial dominado por la falta de sustancia literaria de tantos best sellers.
   Las relaciones padre-hijo aparecen igualmente en los otros dos relatos de la edición española, escritos con prosa igualmente cortante como el filo de un cuchillo que nos hiere en lo más profundo. Aunque, en comparación con “Profecía” poseen menos entidad literaria. En “Muerte por algo”, Ropiten, un joven adolescente que desde los seis años acompaña a su padre en sus partidos de billar en un club, lleva el conteo de los puntos sin equivocarse nunca. Muerto  de un infarto el progenitor, un día se le ocurre hacer trampas y más tarde dejar de hacerlas, provocando un caos entre los jugadores. Entonces pudo decir que su padre había muerto por algo.
   Victorias y derrotas entre padres e hijos es el hilo conductor del relato “Lo que ha sido será”. La batalla entre un padre dominante, siempre con cara de verdugo, y su hijo empeñado en hundirse voluntariamente en su destino, y así vengarse de la figura paterna, empecinada en buscarle un amigo del alma para compararlos y así humillar al hijo. Respuesta simbólica la del hijo -que incluso suspende voluntariamente los exámenes escolares- , aunque el futuro dejará sorpresas impensadas, tragedias pequeñas o mayúsculas para unos seres que deambulan en la vida familiar como en una guerra.
   Sandro Veronesi sabe plasmar en sus relatos, con enorme sabiduría narrativa, acontecimientos vitales que estremecen -la muerte, incrustada en el misterio de la vida-; otros de menor calado, referidos siempre a la relación padre-hijos, mas llenos igualmente de paradojas, sorpresas, contradicciones, que son y seguirán siendo siempre la esencia de nuestra existencia. Así pues, una pequeña gran obra literaria, llena de magia y sobre todo de profundidad.

Francisco Martínez Bouzas


Sandro Veronesi

Fragmentos

“Yo sé quién eres, Alessandro Veronesi, conozco tu intuición, y te digo que te las ingeniarás y te las apañarás para que tu padre no muera en una cama de hospital sino, según su voluntad, en la suya, en el corazón de su morada, en el primer piso del edificio racionalista de la calle Bruno Buozzi, 3, en Prato, proyectado por el mismo en 1968, donde tu fuiste niño. Harás eso por él pocos meses después de haberlo hecho por tu madre. Sé también que, en consecuencia, asumirás la responsabilidad de hacer que le suministren todas las terapias domiciliarias que va precisar, incluidas las necesarias para hacer frente a las frecuentes emergencias provocadas por su graves enfermedades concomitantes, y te digo que te esmerarás en hacer esto sin llamar nunca al 118, con el fin de evitar el peligro de un ingreso, salvo obviamente en los eventuales  casos de vida o muerte, y por eso te estoy diciendo que, a pesar de carecer de competencia médica, asumirás la responsabilidad de distinguir tales emergencias de los eventuales casos de vida o muerte -por ejemplo, una oclusión intestinal-, y que vas a hacer esto pocos meses después de haberlo hecho por tu madre.”

…..

“(…) ya no será el doctor Ciulli sino el doctor Benenato, bajo cuya dirección empezarás por tanto a suministrarle sulfato de morfina a tu padre -primero en comprimidos, MS Contin de 30 mg, uno cada doce horas, luego cada ocho, luego cada seis, luego de 60 mg, luego ya la ampolla, Oralmorph solución oral en recipiente monodosis de 10 ml, una cada ocho horas, luego cada seis, cada cuatro-, y te descubrirás manteniendo una relación con su cuerpo drogado bastante más estrecha y profunda que la que mantendrá él mismo, te encontrarás manipulando, lavando y secando, por ejemplo, masajeando, estimulando y friccionando ese cuerpo, y de éste, del cuerpo enfermo de tu padre, te convertirás en pastor, afeitarás su rostro con la Braun de cuatro cabezales giratorios que le habrás regalado por Navidad.”

…..

“(…) pero también, Alessandro, yo te digo aquí que esta lucidez suya va a durar tan sólo unas horas, y que tras la siesta vespertina se despertará presa de ambas cosas, paranoia y dolor, y rugiendo te acusará de ser la causa y te ordenará que lo saques fuera de allí, fuera de allí, fuera, fuera, y por desgracia tengo que decirte que tú no lo entenderás, y que lo tomarás al pie de la letra, y le contarás con toda la dureza posible que no puedes llevártelo fuera de allí, que ésa es su casa, y le recordarás que él siempre ha dicho que no quería dejarla, etcétera, y él se exasperará, y casi llorará, al ver que su hijo sigue sin entender, y se desesperará, y gritará, y sostendrá que se lo habías prometido, y tú seguirás sin entender, y dejarás de llevarle la contraria para no hacer que se cabree todavía más, pero seguirás tomándolo al pie de la letra y seguirás sin entender lo que te está pidiendo, y de todas formas harás igualmente lo que él quiera que hagas, y que será llamar por teléfono a Benenato  y decirle que hay una emergencia, y Benenato se encontrará en las inmediaciones y acudirá en persona al cabo de pocos minutos, y tu padre te lo agradecerá y se calmará enseguida, y se calmará aún más cuando Benenato decida inyectarle la morfina por vía intramuscular, y cuando se haya marchado, diciéndote que si tu padre no se calma y no se duerme después de esa inyección, él tirará a la basura todos los libros con los que ha estudiado, tu padre te dará las gracias y te pedirá que te eches a un lado, y te cogerá la mano, y te encargará que sus cenizas -que en ese momento, quién sabe por qué, llamará arenas- sean esparcidas en el mar, en el mismo lugar en que pocos meses antes habréis esparcido las de tu madre…”

(Sandro Veronesi, Profecía, páginas 11-12, 19-20, 28-29)

3 comentarios:

  1. No he leído nada de Sandro Veronesi y puesto que los relatos me gustan, me anoto este libro, que parece perfecto para estrenarme con el autor y ese primer relato parece que merece muy mucho la pena.

    Gracias y un saludo

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  2. Gracias a ti, amigo, entro en contacto con este escritor y su obra, que me cautiva y provoca. Un abrazo.

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