La interpretación de un libro
Juan José Becerra
Editorial Candaya, Avinyonet del Penedés (Barcelona),
2012, 124 páginas.
La interpretación de un libro
es la primera novela que se publica en España del escritor argentino Juan José
Becerra (Junín, Buenos Aires, 1965), ensayista, novelista y articulista. Edita
la novela la catalana Editorial Candaya, uno de los pocos sellos editoriales
que apuestan por escritores innovadores. Una novela donde una vez más la
metaliteratura actúa como plataforma narrativa y nos deja percibir, y también
apropiarnos de todos sus frutos, sin entorpecer el desarrollo de la historia,
que en una escueta sinopsis se podría contar en dos líneas: un hombre conoce a
una mujer y deciden ir a vivir juntos. Lo hacen y poco más tarde se separan.
A primera
vista, una cuotidiana y banal historia de amor entre dos seres humanos,
pero resulta que en el fondo esa historia de amor es por los libros. Una obsesión
amorosa, enfermiza, corrosiva, delirante proyectada en los libros. Por eso
mismo, la novela de Juan José Becerra no solo es reiteración de ese discurso de
la literatura dentro de la literatura -una matrioska literaria más-, sino un
relato sobre el libro convertido en objeto de deseo, objeto fetiche.
El corazón de la trama nos presenta a un
escritor, Mariano Mastandrea. Acaba de publicar una novela titulada Una eternidad. Pero su libro no termina
en las manos lectoras, sino en pilas polvorientas de ejemplares acumulados en
las mesas de saldo de las librerías de la Avenida Corrientes. El autor pasa los
días sumergido en la contemplación de su fracaso: miles de ejemplares y ningún
lector. Y en una obsesiva pesquisa: recorre la ciudad de Buenos Aires intentando
descubrir a alguien que lea su libro. Y la pesquisa detectivesca un día da sus
frutos. Mastandrea halla un día en el tren subterráneo bonaerense a una joven y
bella mujer portando en sus manos un ejemplar de su libro. Es Camilla Pereyra,
la “loca de los libros”, tal como la conocen los empleados del Jardín Botánico.
El escritor sigue sus pasos y, sin otra presentación que la de ser el autor del
libro que ella se dispone a leer, la
aborda y la interroga sobre las razones de su elección lectora.
Es el inicio de una relación entre ambos que
terminan convertidos en pareja. Será, sin embargo, una relación amorosa muy
peculiar: la del autor y el lector, porque, a lo largo de la novela, se
amalgaman tanto los sentimientos que entre ellos surgen, como los que brotan
del acto de crear convertido en un delirio, una suerte de religión marginal,
como la define el escritor. Y también de la lectura cuando ésta es así mismo
una compulsión enfermiza. La relación intempestiva entre el frustrado escritor
y su única lectora.
Pero así como La interpretación de un libro tiene un comienzo, tras el paso de
los días tediosos y estáticos en el monoambiente de Mastandrea, también llega
el final: el escritor que ya no escribe y la lectora que ya no lee, se rinden
ante la distancia sentimental que los está separando, porque en realidad viven en mundos tan distantes e idealizados
que jamás confluyen. Vegetan únicamente a expensas de sus sueños y estos
solamente se entrecruzan en un breve período de tiempo.
Es reseñable en la novela de Juan José
Becerra la sutura de ficción y realidad que se produce en la relación de ambos
personajes: las personas físicas terminan convertidas en personajes de ficción.
El escritor argentino crea así mismo una novela que él mismo define como omnívora:
asimila cualquier cosa: el ensayo, un tratado de amor, una crítica de arte.
Incluso una guía telefónica podría tragarse con la seguridad de que nada le va
a ocurrir. La metaliteratura juega igualmente un papel importante: el hilo
conductor de la fracasada historia de amor es la literatura, que en este libro
actúa como un fetiche entre un escritor que en su monoambiente se convence de
que su fracaso es el gran triunfo y una lectora loca que lee con el cuerpo. El
autorrobo que Becerra hace de uno de sus libros, utilizando párrafos enteros de
su novela larga Miles de años, tiende
a reforzar ese talante metaliterario, ya que una novela empieza a tener vida en
otra novela. Echa mano así mismo el escritor de elementos del lenguaje pictórico,
por ejemplo los cuadros de Hopper que, desde la llegada de su lectora
compulsiva, empiezan a decorar el interior del monoambiente. Cuadros que son la
representación más plástica posible de mujeres entregadas al vicio de la
lectura. En definitiva, una excelente reflexión sobre el desamparo amoroso
condimentado con buenas dosis de literatura entendida como un talismán obsesivo.
Francisco
Martínez Bouzas
Juan José Becerra |
Fragmentos
“Pero
por alguna razón el libro fue un fracaso. Las revistas de literatura no lo
reseñaron, ni siquiera refirieron su existencia, y pronto terminó apilado en las mesas de saldo que Mastandrea controla,
sin que surjan novedades, cada día, cada semana. En algún momento de su
recorrido en tren, el novelista emerge del subsuelo y patrulla las librerías de
oferta de la Avenida Corrientes con una modalidad similar a la que utiliza como
pasajero del ramal D: de punta apunta, de ida y vuelta, del margen izquierdo y
del derecho, y varias veces. Es un desplazamiento que obedece a la táctica del
rastrillaje, un tipo de movimiento que comienza la exploración y la termina
completamente pero que en su recorrido pierde los detalles más profundos que desea extraer,
siempre borrado por el exceso de atención.”
…..
“La
emisión de Mariano Mastandrea, desde el punto de vista de Camila Pereyra, no es
de índole sexual sino literaria. El fluido se desprende de sus depósitos
calefaccionados, viaja a gran velocidad por los tubos interiores –mangueras finas
en el interior de mangueras gruesas- y se esparce en las amígdalas, la lengua,
las encías, los dientes y el paladar de la lectora; y ésta, purificada por la
bendición del arte verbal, ya no sólo piensa sino que experimenta la analogía.
El líquido blanco entrando en el cuerpo oscuro es para Camila un trazo de tinta
a mano alzada inscribiéndose en el papel que lo absorbe, lo conserva en forma
de letra, de palabras, de frase y le da un sentido.”
…..
“El
distanciamiento del novelista y su lectora en el interior del departamento se
ha hecho tan ancho y tan profundo que la vida cotidiana que han estado llevando
gracias a coincidencias espontáneas y naturalizadas se ha convertido en dos líneas
paralelas de hábitos basadas en un doble uso horario. Si Mastandrea duerme de
noche, Camila lo hace de día, y así van rotando, turnándose en las salidas sin
compartir ninguna, y omitiendo los encuentros básicos, aunque a veces, en los puntos de encastres de las líneas
que arman la rueda del día, encastran ellos mismos de manera todavía apasionada
y silenciosa.”
(Juan José Becerra, La interpretación de un libro, páginas 19, 79, 106)
Realmente interesante!
ResponderEliminarFeliz Navidad
Mark de Zabaleta