Joseph Roth
Traducción de Miguel Sáez
Acantilado, Barcelona, 2013, 73 páginas.
El Leviatán es un relato o novela breve perteneciente a la
narrativa de la última época de Joseph Roth y publicada póstumamente en 1940. Esta
pequeña obra maestra la escribió Joseph Roth (1894-1939) en su exilio francés,
antes de alcanzar los cuarenta y cinco años. Joseph Roth es uno de los grandes
escritores del pasado siglo. Un autor esencial, sobre todo del período de
entreguerras. Roth nació en Brody, una aldea ucraniana que formaba parte del
Imperio Austro-Húngaro. Era un judío rural que, al trasladarse a la ciudad,
perdió la conciencia de su judaísmo -para él algo tan accidental como su bigote
rubio, que igualmente hubiera podido ser negro- y en su madurez se convirtió al
catolicismo. Desterrado tanto de su lengua como de su tierra, su existencia fue
un continuo deambular por las capitales de la Europa Occidental, haciendo de
los hoteles su domicilio, pero siempre con la botella en la mano y en un
constante despedirse de su propia identidad, como sobre él escribió Caludio
Magris. Su vida es un ejemplo paradigmático del lento suicidio provocado por el
alcohol, consumación de la miseria en la que se había convertido su vida. En
medio de tanta turbulencia existencial fue, no obstante, capaz de escribir
excelentes obras de ficción, la más conocida, sin duda, es La marcha de Radetzky (1932).
El
Leviatán es una nouvelle escrita
al año siguiente de la llegada de Hitler al poder. Al poco tiempo los libros de
Roth arderían en la hoguera y con la quema, su memoria debería arder también y
desaparecer para siempre de la faz de la tierra. Y en efecto, su memoria, igual
que la de otros grandes escritores como Stefan Zweig, se disipó años más tarde,
pero afortunadamente de las cenizas de la pira incendiaria nazi ha renacido con
fuerza la figura y el prestigio de este gran escritor.
Esta pequeña obra de fina orfebrería
literaria transporta al lector a la pequeña ciudad de Progrody donde vive
Nissen Pieczenik, judío pelirrojo, comerciante y artesano de corales por los
que siente una ternura poco menos que familiar. Analfabeto pero muy respetado
en la comarca debido a su honradez y a la fiable calidad de sus corales a los
que considera animales vivos que solo por inteligente modestia fingen ser
plantas, para eludir el ataque de los tiburones. Sin embargo, en consonancia
con las tradiciones judaicas, afirma que son animales marinos, administrados en
el fondo primitivo de las aguas por el Leviatán, si bien su ardiente deseo es
emerger a la superficie, ser trabajados por los orfebres para cumplir el
verdadero cometido de su existencia: adornar a las hermosas aldeanas.
Nissen Piczenik siente una inmensa nostalgia
del mar y por eso un día viaja a Odesa acompañando a un joven marinero, ya que él
mismo siente que su patria son las aguas marinas, igual que sus corales. Pero
de pronto aparece en su vida Jenö Lakatos que, en una población vecina abre una
tienda de corales mucho más baratos que los de Piczenik. Son corales artificiales
hechos de celuloide. No obstante, el diablo le mete en la cabeza la idea de
comprarle algunos y mezclarlos con los auténticos. Y así, seducido por el
demonio, supera al mismo diablo y se traiciona a sí mismo y como consecuencia
el destino se vuelve en su contra, aunque su trágico final paradójicamente
supone una realización de su íntimo anhelo: ver realizado el deseo nostálgico
al que cree pertenecer.
Con un estilo directo y sencillo,
hermosamente pulcro, escribió Joseph Roth esta breve fábula, una historia
redonda que transmite con suma eficacia el tono de una parábola talmúdica. Un
breve pero sutil apólogo que echa mano de unos pocos personajes arquetípicos
para explorar la complejidad del ser humano y postular la necesidad de la
autenticidad y la integridad personal. Sirviéndose de un lenguaje que imita la llaneza de los cuentos tradicionales
transmitidos de forma oral, la prosa de Joseph Roth es capaz de comunicar, a
través de sugestivas imágenes, una verdadera lección moral, en la que el trágico
castigo por dejar de ser fiel a la propia autenticidad, es al mismo tiempo la
consumación de la más íntima aspiración: fundirse con las aguas marinas a las
que el protagonista, igual que sus corales, cree que pertenece. Parábola pues
sobre la traición de la propia identidad, transmitida a través de escasos
personajes arquetípicos y el ensamblaje de la tradición judía en una perfecta
pequeña historia.
Francisco
Martínez Bouzas
Joseph Roth |
Fragmentos
“Tenía
su propia teoría, muy especial, sobre los corales. En su opinión eran, como ya
he dicho, animales marinos que, en cierto modo sólo por inteligente modestia,
fingían ser árboles y plantas, a fin de no verse atacados y devorados por los
tiburones. Los corales deseaban ardientemente ser cogidos y llevados a la
superficie de la tierra, tallados, pulidos y ensartados, para servir finalmente
al verdadero fin de su existencia: ser joyas de las hermosas aldeanas. Sólo allí,
en el cuello blanco y firme de las mujeres, en la proximidad más íntima de la
arteria palpitante, hermana de los
corazones femeninos, los corales revivían, adquirían brillo y hermosura y
ejercitaban su mágico poder innato de atraer a los hombres y despertar pasiones
amorosas. Verdad era que el viejo dios Jehová lo había creado todo, la tierra y
sus animales, los mares y todas sus criaturas. Sin embargo, al Leviatán, que se
enroscaba en el fondo primitivo de las
aguas, el propio Dios había confiado por cierto tiempo, es decir, hasta la llegada
del Mesías, la administración de los animales y plantas del océano, y
especialmente de los corales.”
…..
“De
esta forma tentó el diablo al comerciante de corales Nissen Piczenik por
primera vez. El diablo se llamaba Jenö Lakatos, era de Budapest e importaba los
corales de celuloide que, cuando se encienden, arden tan azuladamente como la
cortina de fuego que rodea el infierno.
Cuando
Nissen Piczenik llegó a casa, besó indiferentemente a su mujer en ambas
mejillas, saludó a las ensartadoras y comenzó, con ojos un tanto confundidos,
confundidos por el diablo, a contemplar sus queridos corales, los corales
vivos, que no le parecieron tan perfectos, ni con mucho, como las falsas
piedras de celuloide de su competidor Jenö Lakatos. Y el diablo sugirió al
honrado comerciante de corales Nissen Piczenik l idea de mezclar corales falsos
con los auténticos.”
(Joseph Roth, El Leviatán, páginas 10-11,
59-60)
Excelente presentación.
ResponderEliminarGracias.
Feliz Navidad