No era de extrañar. Muchos de los que hemos
podido leer Intemperies, la novela de
Jesús Carrasco, escritor debutante, editada a principios del año por Seix
Barral, lo presentíamos. Y en efecto el
Gremio de Libreros de Madrid la ha elegido como la mejor obra de ficción de
2013. El jurado valora sobre todo la aparición de “una voz nueva en el panorama
literario español, que es a la vez clásica y moderna, una voz que, con un
lenguaje intenso y poderoso, se inscribe en la mejor tradición narrativa de
nuestro idioma”. La novela, prosigo con el dictamen del jurado, “adentra al
lector, con un estilo sin concesiones, en un universo rural -claro protagonista
de la historia- de tremenda dureza y violencia ancestral en la que los
personajes se mueven, rodeados de sequía y miseria, en un tiempo y espacio
indefinidos, pero en el que los valores universales como la amistad, la
solidaridad y la compasión prevalecen”.
El 24 de febrero de este año, en este Cuaderno
de crítica literaria, tuve la oportunidad de reseñar Intemperie, coincidiendo en buena medida con el criterio de los Libreros
madrileños Como homenaje a la buena
literatura que surge de donde uno menos lo piensa, reproduzco aquella reseña.
Las obras finalistas a juicio del jurado de
los Libreros de Madrid son En la orilla de Rafael Chirbes, editada
por Anagrama y reseñada en esta bitácora; Las
lágrimas de San Lorenzo de Julio Llamazares (Alfaguara); La ridícula idea de no volver a verte de
Rosa Montero (Seix Barral e igualmente reseñada en este blog) y Nada se opone a la noche de Delphine de
Vigan, editada igualmente por Anagrama. A continuación, mi juicio valorativo de
Intemperie:
“INTEMPERIE”,
EL MIEDO Y LA DIGNIDAD EN EL PAISAJE DE LA DESOLACIÓN
Intemperie
Jesús Carrasco
Editorial Seix Barral, Barcelona, 2013, 223 páginas.
Intemperie es el debut
afortunado de Jesús Carrasco, hasta ahora redactor publicitario, porque antes de que su novela apareciese publicada
en español, trece países ya habían adquirido en la Feria de Franckfurt los
derechos de edición. Seix Barral, el sello editorial barcelonés está
promocionando la novela en España comparándola con la riqueza de Miguel Delibes
y con la fuerza de Cormac McCarthy. Todo ello, amalgamado en una voz propia,
fresca y diferente. Hoy Intemperie se
ha convertido en una de las grandes apuestas editoriales de Seix Barral para
2013.
Intemperie
se yergue sobre el miedo y la dignidad como temas de fondo desarrollados a
través e una historia extremadamente austera y de unos actantes, un niño
acosado y un cabrero anciano, prácticamente como únicos materiales. Todo lo
demás es atemporal y ajeno a cualquier
geografía concreta. Solamente sabemos que ese dúo de protagonistas y sus
perseguidores se mueven por un páramo calcinado por el sol y que el muchacho
huye de algo, sin que se nos diga el qué, aunque sospechemos que se trata de
situaciones malignas. También del desamparo.
Todo da comienzo en un agujero en el que un
niño se esconde después de haber escapado de su casa. Los vecinos lo buscan.
Ese es el peligro. Cuando pasa, se encuentra caminando hacia el norte evitando
senderos y perdido en una inmensa llanura de terrones de arcilla y piedra,
asolados por la sequía. Hasta que se encuentra con un viejo cabrero. Uno y otro
irán atravesando el paisaje hostil, sin ningún destino concreto. El niño
huyendo de la implacable persecución de un alguacil de quien guarda un obsceno
secreto. Ambos, el niño y el cabrero, parecen unir sus destinos porque luchan
por la supervivencia en aquel paisaje desolado, atenazados por la sed, la
insolación -las leyes del llano- y la violencia del alguacil y sus hombres
cuando los localizan.
A partir de aquí el relato revienta en
ciertas constantes que lo configuran: el
miedo, la violencia y la presencia del mal, un mal viscoso, nunca nombrado de
forma explícita, pero que ha estado esclavizando al niño. Y una cierta ética
como la que impone el deber de enterrar a los cuerpos a los que se ha abatido.
Intemperie
-lo reconoce Jesús Carrasco- es una novela que forma parte de su propio proceso
de aprendizaje. El referente más inmediato parece ser sin duda La carretera de Cormac McCarthy: esa
itinerancia hacia el sur de un hombre y un chico en un mundo apocalíptico. Pero
la novela de Jesús Carrasco es mucho más
escueta y desnuda, lo que le permite manejar con más precisión los elementos
narrativos. En la novela, ni el cabrero, ni el niño, ni ningunos de los
perseguidores tienen nombres. Tampoco los lugares. Todo esta difuminado en ese
medio sumamente hostil y de este modo surge nítida la sustancia de la ficción:
la relación del ser humano con el medio por más desolado que sea y la opción
por la justicia con la toma de partido frente a la violencia. Los personajes
además tienen mucho de arquetipo: ellos son la víctima propicia e inocente, el
perseguidor corrupto y la frágil figura del cabrero, paradigma de una justicia
primitiva. Por eso mismo, la novela transita toda ella hacia el terreno de la
fábula.
Entre los muchos méritos de la ficción de
Jesús Carrasco desearía destacar ante todo lo apropiado del desarrollo
narrativo, con variación de ritmos: lento cuando narra el trasiego interminable
por ese paisaje desolado, quemados los protagonistas por el sol y la sed. Vertiginoso cuando el miedo se convierte en
acontecimiento real e inminente. Y junto a ello, el exquisito laboreo
estilístico. El autor es un gran observador. En esa llanura desolada -“un mar
de arena brava”- funcionan todos los sentidos, nuestra plena animalidad, la
sensorialidad que es capaz de convertir un secarral en algo estético. Y en esa
rica relación con el entorno, el escritor se siente apoyado por el rescate de
una prosa tradicional -veja le llama él- que busca la palabra justa,
rescatándola muchas veces de un corpus léxico de voces arcaizantes, arrancadas
de la vida rural y que hoy parecen olvidadas. Con ellas, una sintaxis simple y
precisas y sobrias aunque abundantes descripciones que convierten al erial
desolado en protagonista así mismo de la narración, hilvana Jesús Carrasco una
buena novela, en la que, si algún pero puede atribuírsele, es un cierto desajuste al poner en boca de un
niño interrogantes y razonamientos impropios de sus edad.
Francisco
Martínez Bouzas
Jesús Carrasco (Foto de Claudio Álvarez) |
Fragmentos
“Descendieron
por una vereda estrecha conteniendo al burro, que perdía apoyo a cada paso. Las
cabras, cada una por su lado, najaban haciendo que se deslizaban sobre hachas,
hasta llegar al fondo de la sima donde algunas de ellas fracturaban costillas
prístinas. Huesos en todas las etapas posibles de degradación. Sedimentos de
polvo cálcico, hileras de vértebras vacunas, poderosas pelvis. Arcos
costillares y cornamentas. Una res sin ojos a la que todavía le aguantaba el
pellejo. Un saco hediendo en medio del día que despuntaba. El faro de su
descanso.”
…..
“Entendió
que el viejo no sería quien le entregara la llave al mundo de los adultos, ese
en el que la brutalidad se empleaba sin más razón que la codicia o la lujuria.
Él había ejercido la violencia tal como había visto hacer siempre a quienes le
rodeaban y ahora, como ellos, reclamaba su parte de impunidad. La intemperie le
había empujado mucho más allá de lo que sabía y de lo que no sabía acerca de la
vida. Le había llevado hasta el mismo borde de la muerte y allí, en medio de un
campo de terror. Él había levantado la espada en lugar de poner el cuello.
Sentía que había bebido la sangre que convierte a los niños en guerreros, y, a
los hombres, en seres invulnerables. Creía que el viejo le haría pasar,
coronado de laurel por un esclavo, bajo el arco de la victoria.”
(Jesús Carrasco, Intemperie,
páginas 68, 162)
Brillante!
ResponderEliminarFeliz 2014