miércoles, 6 de noviembre de 2013

"LISTA DE DESAPARECIDOS": DOS LENGUAJES PARA RETRATAR LO ORDINARIO



Lista de desaparecidos

Andrés Barba

Pablo Angulo

Epílogo de Enrique Vila-Matas

Editorial Siberia, Barcelona, 2013, 117 páginas.



   
    El que fuera finalista en el año 2001 del Premio Herralde de Novela con La hermana de Katia, Andrés Barba (Madrid, 1975) es sin duda uno de los escritores más interesantes de su generación, uno de esos literatos capaces de abrir nuevos derroteros para la escritura. Así lo acredita la acogida del público, de críticos y escritores como Mario Vargas Llosa o Rafael Chirbes, para quien Barba se ha vuelto un escritor imprescindible. Creador de personajes sumidos en un patetismo turbulento, se ha atrevido con algunos de los problemas de nuestro tiempo más existenciales y espinosos como el desorden y el deterioro que produce el Alzheimer, la reconstrucción de la vejez, la decadencia y la muerte. O el tema de la pedofilia. Sus incursiones en el campo ensayístico son así mismo interesantes y de palpable actualidad, como lo demuestra su ensayo La ceremonia del porno (Premio Anagrama de Ensayo).

   En la publicación que comento, Lista de desaparecidos, publicada al alimón con el pintor y escultor Pablo Angulo, Andrés Barba se instala en otro formato: en el del relato breve y nos ofrece la recompensa inmediata: una colección de historias minúsculas, pero de gran calado y hondura existencial, tan incisivas y descarnadas como la de las tramas de sus novelas. Una colectánea de escenas y esbozos que tienen su correlato pictórico en los retratos de Pablo Angulo que en blanco y negro es capaz de captar la tonalidad y la hondura del instante narrado o la expresión interior del personaje descrito.

   Retrato sentimental de una ciudad, cuyo referente geográfico posiblemente es Madrid, con sus anónimos habitantes, entre los que predominan los personajes femeninos, aunque tampoco está ausente el protagonismo masculino, y en algunos casos, el animal. Una lista de desaparecidos en el sentido más literal, porque Andrés Barba creó en el taller de su escritorio los personajes y Pablo Angulo buscó en sus taller de dibujante a esos personajes, a esos desaparecidos, que plasmó en un retrato robot.

   Doce rótulos (Habitación, Vagón, Colegio, Oficina, Plaza, Frutería, Peluquería, Gimnasio, Restaurante, Taquilla, Bar y de nuevo Habitación) suturan estos microrrelatos, teñidos de un nostálgico sentimentalismo, que nos permiten asomarnos al mundo interior de cuarenta personas anónimas. Detrás de esos retratos descritos y dibujados y que son con los que cada día nos cruzamos en la calle, laten historias profundamente humanas, muchas de ellas preñadas de desasosiego, y en las que el amor actúa, como casi siempre, de tema de fondo e hilo conductor.

   El resultado es efectivamente una novela colectiva de personajes, como confiesa el propio escritor. Personajes inmovilizados en una instantánea captada por la pluma y el lápiz  y que nos introducen, sobre todo, en sus dimensiones internas. El recorrido sentimental por esa innominada ciudad da comienzo en una habitación y concluye en otra. Dos reductos íntimos. El resto de los espacios podrían entenderse como el itinerario de ese viaje por áreas públicas, aunque la idea de aislamiento impone su ley también en los espacios públicos. Personajes muy comunes, urbanitas que viven aislados y cuyo bosquejo pictórico los dota de carne. Carne, sin embargo, poco literaria, porque, si de algo huyeron escritor y dibujante, fue de darle cabida en esta publicación a aquella gente no prescindible, no “desaparecible”.

   Literatura intimista con un deje de melancolía, escrita con minúsculas pinceladas, pero dotadas de gran fuerza y aderezada con originales y brillantes metáforas; con un claro protagonismo narrativo de la segunda persona, en la que dos lenguajes -la escritura y el dibujo- interactúan entre sí. Un breve epílogo de Enrique Vila-Matas, escrito con la misma tonalidad que el resto del libro, cierra esta publicación.



Francisco Martínez Bouzas



 
Andrés Barba y Pablo Angulo


Fragmentos



“Venía, se acercaba, se esfumaba, de pronto estaba ahí otra vez, le mirabas, te parecía alguien frágil y al segundo no, como si te separara de él una pared más fina que el hueso de un pájaro, le acompañabas casi hasta su parada, se iba otra vez y estaba de nuevo al día siguiente con los ojos abiertos sobre el paisaje: no le podías empezar a querer y tampoco le podías empezar a odiar, estar con él en aquel vagón te parecía estar constantemente al borde de lo posible, descendiendo, nada de lo que sabías del amor te ayudaba.”



…..



“No era muy distinto el amor de los perros, pero siempre te pareció que tenía algo de repugnante (tal vez por lo humano): se olían, se ladraban, giraban uno en torno al otro, el macho trataba de montarla sin éxito y daba tres golpes sordos al vacío que sonaban como tres palmadas sin gracia en un escenario, tras una función penosa. Tu perra siempre aguardaba inmóvil y luego abría unas fauces llenas de dientes, como si bostezara. Parecía una perra distinta entonces, una perra personificada como una damita aburrida de una novela decimonónica que hubiese estado haciendo, y con toda naturalidad, un acto aberrante. Luego se recomponía, ladraba un poco al incauto, casi por compromiso, y se volvía hacia ti como si preguntara «¿Qué, volvemos?».



…..



“Tu amor se ha marchado y ya no sabes cómo estar con él, ni si transcurrirá lenta o rápida esta tarde en el gimnasio, ni quién te mirará desnuda cuando llegues a casa. No eres tú la que grita, es el mundo el que retumba al compás de la música. Tratas en vano de comparar la vida con cosas sencillas: unos zapatos, una casa de comidas donde todos piden lo que desean y nadie lo obtiene, un avión averiado en el que viajan noventa y cuatro personas que se creen dignas de ser amadas. Y todo es un poco cierto y un poco mentira: que tú hayas sido feliz, que le eches de menos, que después de cuatro años apenas puedas decir nada de él con seguridad, que se parezca a Dios en ciertas cosas.”



(Andrés Barba, Pablo Angulo, Lista de desaparecidos, páginas 26, 56, 82)

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