La novela perdida de Borges
Pablo Paniagua
Ediciones Nowtilus, Madrid, 2013, 238 páginas.
Esta novela, si le hacemos
caso a la presentación editorial, es un “prodigioso ejemplo de novela fractal”.
El fractal (“fractus”, fraccionado) es una conquista de la ciencia moderna o
posmoderna, esa ciencia que surge como
ruptura frente a la arquitectura racionalista. Trasladada esa
infinita dirección al campo literario, el mismo Pablo Paniagua la define así: “aquella
que multiplica lo signos lingüísticos dentro de un orden sintáctico, como si se
tratara de un juego de espejos que busca en su repetición, en ese juego, una
dinámica dentro de lo infinito, de lo laberíntico o lo circular”.
Pocos
escritores poseen el bagaje de Pablo Paniagua para afrontar
el reto de escribir una novela fractal. Porque este madrileño, trasterrado a
Guanajuato (México), escribe sobre todo literatura experimental, convencido
como está de que es preciso abrir nuevos caminos. Artista conceptual, emplea la
palabra como material de trabajo. Iconoclasta, antisistema, periférico, utiliza
con frecuencia la literatura para subvertir. Y en esta novela, Pablo Paniagua
asume la apuesta de narrar el mundo con las mismas herramientas con las que lo
hace la ciencia y, como en su día, ya lo hicieron Cortázar (“Continuidad de los parques”), Borges (“El Jardín de senderos que se bifurcan”) o Georges Perec (“El
aumento”).
Pero en La
novela perdida de Borges, además de múltiples detalles fractales, también
hay una trama y sobre todo una desmitificación de Borges. La trama deriva su
desarrollo de las respuestas a un interrogante: Jorge Luis Borges nunca escribió
una novela en formato largo. ¿Cuál fue el motivo? ¿Qué razones psicológicas originaron
tal hecho? John Lehninger, un discutido
y polémico historiador canadiense, expulsado de México por haber declarado que
la imaginación y la creatividad de Juan Rulfo eran muy limitadas, se
dispone a responder a esa pregunta en
una conferencia que imparte en Madrid, en la que revela que Borges era, en
efecto, incapaz de componer un texto literario extenso, inepto “para extender
el tiempo narrativo” (página 23), a la vez que se regodea con la adicción de
Borges a utilizar palabras aparatosas, como el adjetivo “inextricable”, con el
que el historiador canadiense titula su conferencia (“El inextricable Borges”).
Intenta probar la primera hipótesis haciendo
referencia a un inconcluso manuscrito de 69 páginas que ha podido cotejar, y
que Borges fue incapaz de finalizar debido a la sumisión a una madre dominante
y a su falta de virilidad que lo convertía en Georgie. Entre el público que le
abuchea -otros le aplauden-, hay un joven que le asesina al grito de “¡Viva
Borges!”. Asisten a la conferencia y son
testigos del asesinato dos estudiantes de Literatura, el madrileño Jorge Luis,
que se empecina en llamarse Witold Borges y la mexicana Aurora Yazbeck. La chica,
en buena medida por sus atributos físicos, convence a Jorge Luis para trasladarse
a México e ir tras las pistas del manuscrito de Borges. Y en efecto se
trasladan al país azteca, a la ciudad de
Guanajuato, donde serán testigos y se verán inmersos en una historia repleta de
peripecias: dudas, recelos, sexo, chantaje, traición.
La novela concluye con un apéndice ensayístico
(“¿Qué es la literatura fractal?”) en el que Pablo Paniagua muestra de manera
práctica las características más significativas de la literatura fractal
(Desdoblamiento, Visión caleidoscópica, Dinámica circular, Dinámica cíclica,
Dinámica laberíntica, Dinámica en la repetición, Dinámica en la mutación, Juego
de espejos, Dinámica concéntrica, Proceso invertido). Muchas de esas marcas de
una lógica fractal aplicada a la literatura cobran vida en La novela perdida de Borges. Desdoblamiento, duplicidad o
triplicidad de voces: el Borges argentino y el joven estudiante madrileño,
Jorge Luis Borges que, a su vez, se irá transformando en Witold Borges. Pero
es, sobre todo, en el capítulo 22 (páginas 83-86) donde el autor nos ofrece un
amplio muestrario de la multiplicación de elementos que constituyen la dinámica
fractal que fecunda la novela, multiplicación asentada en la repetición, en una
autgeneración de formas, del número 69, tal como en el año 1985 concibió la
geometría fractal Benoit Mandelbrot. Son 69 capítulos los que tiene la novela,
como las páginas del manuscrito perdido de Borges. El 69 es el número de la
habitación en el hotel de la secretaria del conferenciante canadiense; el corazón
de Aurora late a 69 pulsaciones por minuto y son 69 así mismo los años que tenía
Borges cuando en el año 69 se tomó una fotografía en París; 69 es el número que
representa el yin y el yang; Witold Gombrowicz, el contrario y
a la vez complementario de Borges, falleció en el año 1969…en fin, el 69 es la postura en la que
por primera vez el Borges madrileño hace el amor con Aurora.
Escrita en primera persona, con
desdoblamiento de voces, que en realidad son la misma voz, más la de un
ensayista, La novela perdida de Borges
desmitifica desde la audacia e irreverencia la obra y la figura del escritor
argentino. Pero en la novela, mezcla de géneros y profundamente metaliteraria,
coexisten otros planos narrativos que pueden ser del agrado de aquellos
lectores que huyen de los experimentalismos literarios: componentes eróticos,
tramas policíacas, misterio, breves textos ensayísticos…pueden ser así mismo un
buen reclamo para acercarse a esta novela.
Francisco
Martínez Bouzas
Fragmentos
“Me
llamó Jorge Luis Borges y soy todos los
Jorge Luis Borges, tanto el famoso poeta y creador de opúsculos metafísicos,
como el joven estudiante de literatura y aprendiz de escritor, y también
narrador de una parte temporal de este libro, que acaba de presenciar, en
compañía de la preciosa Aurora, la impecable disertación de John Lehninger. El
primer Borges, al final, supo de mi existencia cuando el segundo aún ni la
sospecha, pues yo soy el generador de esa conciencia que se multiplica en todos
los instantes de sus vidas, un flujo fractal como reflejo repetido de una misma
idea, de una imagen con nombre y apellido: para un hombre que fue joven y para
un joven que será hombre, como el yin y el yang que mutuan siendo opuestos para encontrase, para intercambiar sus
papeles, en un juego sin fin. Ésa es la ventaja de saberse conciencia, de ser,
de poder transitar por el espacio y el tiempo sin un cuerpo físico, como un alma que entrapara gobernar la materia, un
pensamiento, traspasando ese simple estado para escrutar el acontecer y
situarse por encima del mismo pensamiento, para convertirse en conciencia reinspiración:
el pensamiento que sabe sobre su propio pensamiento, sobre su razón de ser.”
…..
“Según
parece, ya Jorge Luis sospecha de mi existencia y no sabe si obro por cuenta
propia o es una parte desconocida de su ser: la voz del escritor. Ambas cosas,
diría yo. Es la parte creativa que está por encima de la conciencia y sus
pensamientos, son otros instantes y sus circunstancias u otras circunstancias
con sus instantes. Ya está naciendo el Jorge Luis Borges que luchará contra el
otro Jorge Luis Borges para marcar la diferencia. ¡Qué divertido juego! Yo
luchando a través de otro conmigo mismo, pues yo soy, como ya dije, los dos
Jorge Luis Borges. ¡Eso es lo que hago para subsistir y superar lo que fui!”
…..
“Después
de la comida, Aurora me llevó a una habitación y dijo nada más entrar:
-Ésta
es la habitación de Marta.
No
sabía para qué subíamos o por qué me quiso mostrar la habitación de su hermana,
ni qué cosa importante tendría que decir, pues sólo se limitó a mirar con ojos
libidinosos y a empujarme sobre la cama, a reclinarse sobre mi cintura,
desabrochar el cinturón, los pantalones, y buscar mi pene para meterlo dentro
de su boca, con un succionar lento de arriba para abajo. Yo estaba en la
gloria, en el mismo paraíso, sabiendo que mi parte más íntima y querida estaba
dentro de la boca de la mujer soñada. Ella chupaba como una verdadera profesional,
mientras yo la observaba complacido. Luego, cesó en su tarea y nos besamos.
Alargué una mano para empezar a quitarle la camiseta; ella se echó para atrás,
supuse que para hacerlo por si misma y enseñarme por primera vez sus pechos,
pero nada de eso pasó y tan sólo se limitó a decir:
-Si
quieres que continúe, tienes que hacerlo primero con mi hermana.”
(Pablo Paniagua, La
novela perdida de Borges, páginas 27, 81, 131)
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