Una reina en el estrado
Hilary Mantel
Traducción de José Manuel Álvarez Flórez
Ediciones Destino, Colección Áncora y Delfín,
Barcelona, 2013, 493 páginas.
Hilary Mantel (Glossop,
Derbyshire, 1952) es sin ningún género de dudas una de las plumas que mayor éxito
están cosechando en el subgénero de la novela histórica. Autora de una decena
de libros, algunos de ellos inspirados en su experiencia en un hospital geriátrico,
en sus estancias en Botswana y en Arabia Saudí. Sin embargo su gran éxito se lo
ha proporcionado su narrativa histórica: Wolf
Hall, 2009 (En la corte del lobo,)
y Bring Up the Bodies, 2012 (Una
reina en el estrado). Con ambas novelas ha logrado lo que solamente antores
de la talla del Nobel Coetzee o Peter Carey habían conseguido: ser galardonada
con ambas piezas por el prestigioso Man
Booker Prize a la mejor novela original en lengua inglesa. Bring Up the Bodies fue además declarada
Libro del Año en la ceremonia del National
Book Award. Estos galardones y el éxito del público, -acrecentado quizás por sus críticas a Kate
Middleton (“a shop-window mannequin, with no personality”, “un maniquí de
escaparete, sin personalidad”)- , con más de 400.000 ejemplares vendidos en
Inglaterra, demuestran que se puede construir
una obra de ficción de gran éxito
comercial sin desertar de la calidad literaria.
El fondo de la historia de esta segunda
entrega de la trilogía destinada a reflejar ficcionalmente la historia de
Enrique VIII y su tiempo, es de sobra conocido a través de no pocos productos tanto
literarios como cinematográficos (la reciente serie televisiva “Los Tudor”, las
películas, “La vida privada de Enrique VIII (1933), “Las hermanas Bolena”
(2008) o la novela de Maureen Peters, Enrique
VIII y sus seis esposas. Hilary Mantel sitúa al lector en la Inglaterra de
1535. El rey Enrique VIII se ha divorciado de la tía del emperador Carlos V, Catalina de Aragón y ha contraído matrimonio con Ana Bolena, una de las damas de
compañía de la reina. Tras el consiguiente enfrentamiento con el papado y con
el emperador, que intriga para que el pueblo se subleve, el monarca inglés
vuelve a sentirse atrapado en una unión matrimonial, incapaz de proporcionarle
lo que el rey desea ardientemente: un hijo varón que asegure la continuidad de
la dinastía Tudor. Es entonces, en medio de esa situación explosiva, cuando
surge la figura del estadista Thomas Cromwell, miembro de la corte y persona de
confianza del monarca. Poder y confianza que ha sabido conquistar desde sus orígenes
humildes. En efecto, “el hijo del herrero” iniciará un juego de astutas
intrigas para que el rey despose a Jane Seymour, sin que se produzca una
revuelta interior y no crezca el aislamiento europeo. Pero lo que sobre todo
narra la novela es una cadena de episodios aterradores: el final de Ana Bolena,
su destrucción, la aniquilación de su reputación y poco más tarde de su vida.
La novelista ha sabido elegir una
perspectiva muy original: encauzar y contarnos la historia desde el punto de
vista de Thomas Cromwell, al que convierte en el gran protagonista de su
relato. Y del estadista y consejero del rey nos transmite lo bueno y lo malo.
Cromwell fue en efecto un personaje avanzado para su tiempo, con ideas
plenamente modernas, que creía en la igualdad de oportunidades para la mujer, planteó
crear una especie de seguridad social que amparase a los trabajadores con el
dinero recaudado a los ricos y los bienes de la Iglesia. Pero también un
protector de la imagen del rey y una especie de manager de sus asuntos
amorosos. Un juego peligroso que le deparó múltiples enemigos y finalmente un
final sangriento.
Lo novedoso de la escritura de Hilary Mantel
y que hace de Una reina en el estrado
una buena novela histórica, es la veracidad de la descripción de la corte de
Enrique VIII, con matices y detalles. Su planteamiento históricamente realista
de la figura de Thomas Cromwell en una situación sumamente sinuosa, un
verdadero torbellino político agudizado por la Reforma religiosa. Con una
narración en primera persona, la autora disecciona a Cromwell: describe
perfectamente al personaje
contextualizado en su época: su mente maquiavélica en una época
turbulenta y sumamente procelosa. Muestra así mismo con gran verismo el tiempo
y los lugares, la cuestión de la Reforma religiosa a la que el rey se agarra
como un clavo ardiendo en su enfrentamiento con el papado. Tampoco está ausente
de la novela el reflejo de la política internacional, descrita con exactitud y
rigor histórico, sin dejarse llevar por la falsa creencia de que Inglaterra era
ya una potencia mundial en los días de Enrique VIII. Tampoco tiene reparos H.
Mantel en mostrarnos la terrible miseria en la que vive la mayoría de la
población, víctima de la codicia de un grupo de nobles, defensores a ultranza
de sus privilegios.
Y entre los méritos de la novela es preciso
mencionar así mismo la labor de reconstrucción que va en contra de creencias
asentadas, como el desmonte de la figura
de Thomas Moro, aureolado por la santidad que le otorgó la Iglesia católica y por
la imagen que de él proyectó en su día Fred Zinnemann en la película “Un hombre
para la eternidad” (“Un hombre de dos reinos” en Latinoamérica), cuando en
realidad fue un hombre de estado que aniquilaba con saña a sus adversarios políticos.
Una buena novela histórica acerca del poder
y su influencia y maldición sobre los que lo ejercen, narrada con prosa
brillante y referida con una preponderancia de diálogos y la inmediatez de una
narración de aquel momento histórico, mas no como hechos del pasado sino como
acontecimientos del presente.
Francisco
Martínez Bouzas
Hilary Mantel |
Fragmentos
“Sus
hijas caen del cielo. Él observa desde la silla del caballo, atrás se extienden
acres y más acres de Inglaterra; caen, las alas doradas, una mirada llena de
sangre cada una. Grace Cromwell
revolotea en el aire tenue. Es silenciosa cuando atrapa su presa, y silenciosa
cuando se desliza en su puño. Pero los ruidos que hace entonces, el susurrar y
el crujir de plumas, el suspiro y el roce del ala, el pequeño cloqueo de la
garganta, ésos son sonidos de reconocimiento, íntimos, filiales, casi
reprobatorios. Tiene franjas de sangre en el pecho y le cuelga carne de las
garras”
…..
“Se pregunta (Ana
Bolena) si se dormirá alguna vez y qué soñará. No está en privado más
que en sus sueños. Thomas Moro solía decir que uno debería construir un retiro,
una ermita, dentro de su casa. Pero eso era Moro: capaz de cerrar la puerta en
la cara de todo el mundo. La verdad es que no puede separarlos, su yo público y
su yo privado. Moro creía que podías, pero al final arrastró a hombres a los
que él llamaba herejes a su casa de Chelsea para poder perseguirlos allí cómodamente,
en el seno de su familia.”
…..
“La reina está sola ya, tan sola como ha
estado toda su vida. Dice: Cristo ten piedad, Jesús, ten piedad, Cristo recibe
mi alma. Alza un brazo, de nuevo sus dedos van hacia la cofia, y él piensa:
baja el brazo por amor de Dios, baja el brazo, y no podría desearlo más si… El
verdugo dice con voz aguda:«Dadme la espada». La cabeza con la venda en los
ojos gira. El hombre está detrás de Ana, que se equivoca de dirección, no lo
siente. Hay un gruñido, un solo sonido de toda la multitud. Luego un silencio
y, en ese silencio, un suspiro agudo o un sonido como un silbido a través del
ojo de una cerradura: el cuerpo se desangra y su plana y pequeña presencia se
convierte en un charco de sangre.”
(Hilary Mantel, Una
reina en el estrado, página 19, 343, 477)
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