Ilya Ehrenburg
Tradución de Lina Buzarra Hermosilla
Capitán Swing Libros, Madrid, 2013, 368 páxinas
De forma oportuna, reedita Capitán Swing
Libros un terxto publicado por primera vez en 1922, Julio Jurenito, considerado la mejor novela de Ilya Ehrenburg (Kiev,
1891 – Moscú, 1967). Julio Jurenito
que puede presumir de ir rotulada con uno de los títulos más largos de la
narrativa de todos los tiempos que, por curiosidad, reproduzco aquí (“Las extraordinarias aventuras de Julio
Jurenito y sus discípulos Monsieur Delet, Karl Schmidt, míster Cool, Alexei
Tishin, Ercole Bambucci, Ylya Ehrenburg y el negro Aisha. En días de paz y
guerra y revolución, en París, en México, en Roma, en Senegal, en Kinieshma, en
Moscú, y en otros lugares, y también las distintas opiniones del Maestro. Sobre
el arte de fumar en pipa, sobre la muerte, sobre el amor, sobre la libertad,
sobre el juego de ajedrez, sobre la raza hebrea, sobre la construcción y otras
muchas cosas”), es un libro poco conocido, pero que en las manos lectoras
se convierte en una verdadera joya literaria, disparatada y genial en igual
proporción. Tan soviética como antisoviética, tan occidental como
antioccidental. Novela de humor extremo y rayando el absurdo, que lo satiriza
todo: el viejo continente europeo, tan alienado o esquizofrénico que se
precipitó, casi sin darse cuenta, en la carnicería de la Primera Guerra Mundial;
la utopía de la Revolución bolchevique; la religión y casi todas la convenciones
y hábitos sociales. “En Jurenito, escribe el mismo Ehrenburg, estigmaticé toda
suerte de racismos y nacionalismos, denuncié la guerra, la crueldad, codicia e
hipocresía de los hombres que la provocaron”.
Pero ¿quién es esta mente autorial que
escribe no para las élites, élites actuales de inútiles y perdidos, sino para
los pueblos venideros, para que no caigan en los mismos errores del pasado?
Considerado el corresponsal de guerra más popular de toda la prensa soviética
(Vasili Grossman), Ehrenburg fue un escritor y periodista soviético, de
ascendencia judía, que cubrió la mayoría de las guerras. Tras su participación
en las revueltas estudiantiles en la Universidad de Moscú de 1905, emigró a
París donde inició su carrera como escritor bajo la influencia de Verlaine. En
la capital francesa trabó así mismo amistad con Picasso, Apollinaire y Fernand
Léger. Corresponsal en los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial, en
1917 retornó a su país. Aunque simpatizaba con la revolución bolchevique, no se
sentía a gusto en la Unión Soviética, y en 1921 volvió a autoexiliarse. Ese
mismo año escribió Julio Jurenito.
Corresponsal más tarde en la Guerra Civil española, escribió varias obras que
lo reconciliarían con el régimen soviético. A partir de 1950 se convirtió en
una destacada personalidad, sobre todo cultural, de la URSS.
La acertada combinación de humor, sentido
del absurdo y agudas sátiras sociales convierten a Julio Jurenito en una novela tan original como actual. En la misma
Ehrenburg crea la ficción del Maestro mexicano Julio Jurenito, un personaje que
amalgama en su figura la sabiduría, la ironía y un acusado sentido de lo
pintoresco. Personaje sin principios, a pesar de que los defiende
apasionadamente, se rodea de una “selecta” tropa de discípulos que, más que personajes de lo
más variopinto, son estereotipos de sus propias nacionalidades y de los que se
sirve para revelar y satirizar, deformándolos hasta el esperpento, los defectos
de las mismas. La denuncia de este profeta de artistas excéntricos, banqueros,
filósofos y parias, delineada con un toque bastante iconoclasta, no resulta por
ello menos contundente.
En treinta y cinco capítulos Ehrenburg,
escribiendo con un ritmo ágil, nos sirve en bandeja y a través de una lupa
deformadora los avatares surrealistas del Maestro mexicano y de su troupe de estrafalarios discípulos entre
los que se incluye a sí mismo, pues Ehrenburg ejerce a de autor, narrador y
personaje representante de los judíos, a los que satiriza con la misma intensidad con la que retrata al
resto de nacionalidades.
Novela esperpento pero muy coherente con la
realidad que capta y plasma, de la que es fiel reflejo, y que no ha perdido
actualidad porque las condiciones en las que fue escrito Jurenito en 1922 son en esencia las mismas de nuestros días, aunque
las designemos eufemísticamente con otros nombres: la guerra sigue instalada en
el corazón de los pueblos, muchos países siguen siendo colonizados por el
subdesarrollo y la explotación, navegamos, quizás más que nunca, por mares y
océanos de crisis, inseguridades y falsedad, se sigue discriminando a los
pobres y continúa habiendo sociedades que son al mismo tiempo socialistas y
nacionalistas. Y el fascismo no ha muerto, porque, incrustado en el corazón de
muchas personas, pocas veces se le hace frente de la misma forma que refleja
este breve texto de Ilya Ehrenburg: “En
la Europa de los años treinta, inquieta y humillada, era difícil respirar. El
fascismo avanzaba, y avanzaba impunemente. (…) Pero hubo de pronto un pueblo
que aceptó el reto. No se salvó a sí mismo ni salvó a Europa, pero si para la
gente de mi generación queda algún sentido de las palabras «dignidad humana» es
gracias a España.”
Francisco
Martínez Bouzas
Ilya Ehrenburg |
Fragmentos
“Julio
Jurenito también nos contó cómo había organizado en México una «Agrupación de
Prostitutas para la ayuda a las damas de sociedad». Las prostitutas, al ver con
qué envidia las observaban en el café las «damas virtuosas», y a fin de
corresponder a las distintas empresas filantrópicas de las mundanas señoras, se
dirigieron a ellas patrocinadas por Jurenito con el siguiente llamamiento: «Queridas
colegas, nuestro análogo trabajo es igualmente duro y exige solidaridad. Si
nosotras sufrimos a causa de la variedad, entregadas al eterno disfrute de
vuestros maridos, que con frecuencia os resultan repulsivos, realizáis un
trabajo no menos duro. Por eso hemos decidido acudir en vuestra ayuda. Aquella
de vosotras que guste de las caricias de su marido puede hacer la
correspondiente declaración en nuestra «Sección de defensa del matrimonio».
Limitaremos el derecho de asistencia a nuestros establecimientos de dichos
maridos a una sola vez al mes, obligándoles además, mediante un recibo formal,
a dedicarse a sus esposas no menos de treinta y seis noches al año. Pero
existen otras entre vosotras que ansían en vano las alegrías del sexo. Nosotras,
entre miles, a veces encontramos uno, dos, tres, un pianista, un chulo, un huésped
ocasional, pero estas pobres se ven condenadas a los tormentos de la prisión.
Organizaremos para ellas unos «martes» especiales, prometiéndoles guardar el
secreto, y una inspección por parte de la Agrupación de los más dotados de
nuestros huéspedes». Jurenito nos dijo que «el grupito» gozó de un éxito sin
precedentes, pero que medio año después, fue descubierto por la policía y
arrestaron a su presidenta.”
…..
“En
el mitin de las prostitutas Alexei Spiridonovich se despachó a discreción
recordando entre sus citas a Soniechka Marmeladova y a santa María Egipciaca.
Pidió a todos perdón y, por su parte, también perdonó a todos; luego contó su
vida, y finalmente propuso a las allí reunidas que se «lavaran» en las aguas
del Jordán revolucionario y luego se dedicaran a coser los calzones «de los
valientes defensores de la libertad y de la patria». Muchas lloraron. Después
algunas ciudadanas exigieron el alza de tarifas. Alexei Spiridonovich intentó
hablar de nuevo, pero rompió a llorar de emoción, y fue consolado por una
compasiva María Egipciaca que murmuraba: «¡Camarada caballero, es usted
terriblemente atractivo!» El mitin de los ministros se caracterizó por su parte
por la extraordinaria afluencia de personas, ya que asistieron a él todos los
antiguos, actuales y futuros ministros de numerosos gobiernos. Por entonces la
gente no permanecía mucho tiempo en el cargo de ministro, y cualquiera podía
esperar convertirse, de un día para otro, en ministro de algo. Al circo
llegaron, en efecto, no menos de dos mil personas. El Consejo debió ser
aplazado por tan funesto motivo, y todos los ministros, incluso los futuros, se
arrepintieron y prometieron que aunque fueran ministros nunca iban a serlo en
realidad. Nos hablaron entonces muy poéticamente, sobre el mar, el ocaso, las
herrumbrosas cadenas y llaves que abren corazones. En general yo temo a los
ministros, pero estos no parecen en absoluto temibles.”
(Ilya Ehrenburg, Julio Jurenito, páginas 78-79, 245-246)
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