Pepe Ribas
Ediciones Destino, Colección Áncora y Delfín,
Barcelona, 2013, 351 páginas.
Esta novela nace de un desplazamiento -un
viaje a Berlín en septiembre de 2008-, de la curiosidad despertada por un
pequeño museo, un lugar que había albergado en los años cuarenta una fábrica de
escobas, gestionada por judíos ciegos ante las propias narices de la Gestapo, y
de la lectura de varios libros, entre ellos, Sobre la historia natural de la destrucción de W. G. Sebald. Todo
ello y la conexión con jóvenes documentalistas que estaban intentando recuperar
la memoria histórica de los alemanes resistentes a los nazis, acabó de
introducir al periodista Pepe Ribas, fundador de la mítica revista de
contracultura española, Ajoblanco, en
un mundo que poco tiene que ver con la historia oficial, a la vez que le
permitió sumergirse en el Berlín vanguardista del siglo XXI y recuperar, a
través de la memoria viva de la gente que había sobrevivido a la barbarie, la
historia de familias centroeuropeas aniquiladas por la hambruna, las bombas y
las deportaciones.
Así surge Encuentro en Berlín, una historia, en palabras de su autor, sobre
la lealtad, erguida a golpe de thriller, aunque alejada de las fórmulas
trilladas del suspense y del espionaje. Sus protagonistas son un joven
activista chileno, hijo de una mujer torturada por la dictadura pinochetista,
que se instala en Berlín y allí conoce la historia familiar oculta, y un
miembro de la inteligencia ucraniana, vinculada a los lobbys del gas en la Europa Oriental, y que, en secreto, también
ejerce de cosaco nacionalista frente a
la corrupción estatal. Ellos dos y tres mujeres que entran en escena a
lo largo de la novela y cambian el paisaje planteado por la ficción, le
permiten a Pepe Ribas escribir una novela de acción, que aborda al mismo tiempo
los valores culturales de la vieja Europa.
La trama de la novela nos sitúa en efecto en
Berlín. Allí el joven activista chileno, Ernesto Usabiaga, que busca su identidad
familiar, conoce a Maksim Kazantev, el cosaco ucraniano relacionado con los
servicios secretos. La relación pasional que entre ellos surge, relación intensa
y brutal, nos envuelve en una tupida tela de araña que nos intriga, atrapa y y
cautiva. Porque la vida de estos dos personajes se convierte en una verdadera
odisea por sus afanes de hallar huellas del pasado familiar, y para sobrevivir
en una geografía convulsa cuyos hilos mueven los jerarcas militares y políticos
que controlan los negocios del gas natural en la Europa del Este.
Los temas nucleares de la novela son, sin
duda, la intensidad de la pasión amoroso entre dos hombres y la fuerza sin
resquicios del poder que acaba, por ejemplo, con la revista defensora del medio
ambiente que editaba en Chile Ernesto Usabiaga y que estorbaba a la industria
del cobre y a las grandes bodegas del vino chileno. El mismo poder que manipula
a Maksim Kazantev y destroza las vidas de los progenitores y abuelos de ambos.
Un poder invisible que nos hace pensar en la presencia continua del mal como
motor del relato y que se hace patente en hechos como la entrega a Stalin por
los ingleses de miles de rusos
anticomunistas que lucharon con los alemanes en la Segunda Guerra Mundial y que
serían ejecutados. Y en una distancia temporal más cercana a nosotros, en la
red de negocios furtivos, entrega de información, componendas de los oligarcas,
mafias uzbekas, azeríes, ucranianas e israelíes. Sin olvidarnos de las
actuaciones, al margen de cualquier norma, de los servicios secretos.
El lector se enfrenta a un thriller escrito
con calidad, con gran despliegue de datos históricos referidos a la convulsa
existencia de la Europa del Este a partir de la revolución bolchevique.
Una novela que se inicia “in media res”. Pepe Ribas, en efecto
comienza el relato en un punto medio del tiempo de la historia (cuando el joven
chileno se encuentra en Berlín en julio de 2007). Luego la retrospección o
analepsis nos pone al corriente de la historia anterior. Un historia -la anterior
y la posterior- que se yergue aglutinando episodios, tramas secundarias,
personajes, escenarios y cuyo resultado es una novela que se desparrama en
multitud de hilos diegéticos y da lugar a una novela de acción de gran
dinamismo que nos transmite una acertada visión de nuestro mundo complejo de
hoy.
Francisco
Martínez Bouzas
Pepe Ribas |
Fragmentos
“Eva
Ramírez, separada de su padre definitivamente hacía trece años, compartía con
Herminia Wojkiewicz una casita de una planta rodeada de un pequeño jardín en el
apacible barrio de Bellavista. Ambas eran amigas desde el orfanato católico al
que fueron a parar de muy crías. Los años en los que la salud se lo permitía,
su madre daba clases de literatura alemana en una escuela de Santiago a cambio
de una paga escasa. Desde que Ernesto estaba en Europa, también vivía del
alquiler del apartamento de Providencia, donde Ernesto había vivido los últimos
años de universidad y tuvo su sede la revista. Su madre era una mujer abatida,
que se mostraba casi siempre ajena, en un infinito brumoso. Pocas veces daba su
opinión sobre algo, y cuando hablaba de literatura lo hacía como si hubiera
olvidado lo mucho que había leído.
¿Cuándo
oyó decir por primera vez que su madre había estado en una celda de castigo?
De
lo que no había duda era que su madre, tras el golpe de Estado, estando presa
había sido torturada. El padre de Ernesto, un joven coronel del Ejército
chileno, fue quien finalmente la interrogó. Lo que no estaba claro, como en más
de una ocasión le había sugerido su buen amigo Leandro Aparicio, era si su
padre, además de interrogarla, también la había violado.”
…..
“El
6 deseptiembre, Karin, Igor y Eva Krynovi atravesaron el umbral de un caserío
medio derruido en las afueras de Lviv y cubrieron el suelo con rosas blancas en
memoria de los miembros de la familia Krynovi. Una familia grande que el
maldito siglo XX se llevó por delante. Sólo tres supervivientes (…)
Fue
entonces cuando Rose se aproximó a Ernesto junto a Wolfram y le entregó en mano
un informe con fotos y documentos de los Weide y una carpeta que iniciaba el
proceso de recuperación legal de lo que, por derecho, era de Eva Krynovi.
Cuando
los bailarines finalizaron su danza, Karin, Igor y Maksim cantaron junto a
ellos y a los músicos de Majnovina, la canción de los cosacos rebeldes de
Kronstadt. Más tarde, brindaron y comieron hasta bien entrada la noche el
ternero el ternero que unos hombres habían asado en la era.”
(Pepe Ribas, Encuentro
en Berlín, páginas 30-31, 349-350)
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