(El 15 de julio de 2003 fallecía en
Blanes (Cataluña), unos de los grandes autores latinoamericanos, sólo comparable
a Borges, Cortazar o García Márquez. Un clásico del siglo XX con una influencia
decisiva sobre todo en la renovación de la literatura. Semanas más tarde, quien
esto escribe publicaba en el periódico El Correo Gallego de Santiago de
Compostela un texto glosando la figura de Bolaño, que ahora reproduzco, traducido
al español, como modesto homenaje al autor de Los detectives salvajes o 2666.)
Roberto Bolaño con Paola Tinoco y Sergio González en Barcelona ( Hotel Condes de Barcelona) |
ROBERTO BOLAÑO: UN TRAPECISTA SIN RED DE
LA LITERATURA
Su muerte fue noticia en la mitad del pasado
mes de julio. Pero no fue un fallecimiento inesperado. Roberto Bolaño, el
escritor chileno, expiró en Blanes mientras estaba a la espera de un trasplante
de hígado que nunca llegó. En el amanecer del pasado 15 de julio. El doctor que
debía avisarlo cinco horas antes de la intervención quirúrgica, no tuvo esa
oportunidad. Al día siguiente, sus cenizas fueron lanzadas al mar, en la playa
de Blanes, por su hijo Lautaro. En las cercanías y a su alredor, un montón de turistas franceses y alemanes, ajenos
totalmente a la ceremonia y deseosos de tostar la piel bajo un sol que iluminó
el último período de una vida que Roberto Bolaño pasó encerrado y escribiendo
de una forma obsesiva.
Había llegado a Blanes por azar, después de
incontables años de vagabundeo, de adiestrarse en los más delirantes oficios,
de iniciarse en el trotskismo y probar
las mazmorras de la dictadura pinochetista, en su Chile natal a donde había
regresado desde México para vivir la aventura de la revolución.
En Barcelona, la ciudad en la que, según sus
propias palabras, se confundía la política con la fiesta, con la liberación
sexual y con deseo frenético de inventar cosas constantemente, se había
estrenado como escritor. Y desde entonces, Roberto Bolaño entrará en una suerte
de ebriedad narrativa que nos abruma en el desconcierto o en la admiración.
Era un tipo obsesivo, también en su vida
personal. Estaba al acecho de todo, pero sobre todo de la literatura, de todo
lo que tuviese que ver con la literatura. Un loco compulsivo, afectado por ese
mal que su amigo, Enrique Vila-Matas, llamó “el mal de Montano.
Escribía sin tregua entre pitillo y pitillo,
durmiendo pocas horas y leyéndolo todo. Y así, tardíamente, pero a un ritmo
frenético, se inició en la escritura. Su primera novela, Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce es de
1984. Seguirán otros textos, entre ellos una obra desconcertante e inclasificable
de 1966, La literatura nazi en América.
Y dos años más tarde, su gran novela, Los
detectives salvajes, Premio Herralde de Novela y Premio Rómulo Gallegos,
considerado el Nobel de las letras hispanas.
Desde entonces el arrebato creador de Roberto Boñaño no tuvo descanso: Mousieur Pain, Nocturno de Chile, Putas
asesinas, Amberes, Una novelita lumpen.
La crítica internacional saludó las
fabulaciones de Bolaño como los mejores exponentes de la actual literatura que
se escribe en lengua española. Por eso con
Bolaño perdimos uno de los grandes escritores de las letras hispanas.
Roberto Bolaño disponía de la rara habilidad
de suturar biografía y fantasía -si bien sus textos nada tienen que ver con la “imaginería”
tropical de los autores del boom- para recuperar la memoria de las batallas
perdidas y las obsesiones que expulsaron del paraíso a los hombres y mujeres de
su generación. Era capaz de dotar a sus novelas y relatos de un sutil sentido
del humor, de la exquisitez de Sergio Pitol, el escritor mexicano al que nunca
dejó de admirar, así como del sentido rupturista de Juan Villoro, Rodrigo Rey
Roa, César Aira. Enrique Vila-Matas,
Pedro Lemebel o Roberto Brodsky.
Se ha dicho de Roberto Bolaño que fue un
provocador iconoclasta. Mas, a pesar de que arremetió sin piedad contra Ángeles
Mastretta porque la mexicana no estuvo de acuerdo en que le otorgaran el premio
Rómulo Gallego, y de que afirmó que José Donoso era un escritor “con una línea
de flotación jodida”, Bolaño nunca mantuvo el pose del enfant terrible que le atribuyen. En el fondo Roberto Bolaño fue un
rebelde vagabundo de la escritura, dueño de un territorio literario personal y
muy exclusivo. Un territorio que no se cerró definitivamente con su muerte,
porque el escritor chileno dejó inéditas dos obras, El gaucho insufrible que en breve publicará su editora de siempre,
y la macronovela 2666, un texto sumamente ambicioso de más de mil páginas que quedo
sin concluir y que dará lugar a una
pentalogía. En una de sus partes, los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez “brillan
con luz negra”.
En el funeral laico que despidió sus restos
mortales el día 16 de julio, su editor, Jorge Herralde, lo describe de la única
forma posible: por aproximación. Pero acierta plenamente porque Roberto Bolaño es
sin ninguna duda el explorador audaz, el buceador a pulmón libre del mundo literario,
el trapecista sin red del arte de la escritura.
Francisco
Martínez Bouzas
(Texto publicado en el periódico El Correo Gallego de Santiago de Compostela el 7 / 9 / 2003 )
Realmente un gran artículo !
ResponderEliminarSaludos
Mark de Zabaleta