Laura Restrepo
Editorial Anagrama, Barcelona, 129 páginas.
(LIBROS DE FONDO)
“¿Cómo puedo yo decirle que nunca la va a
encontrar, si ha gastado la vida buscándola?” Pocas veces vamos a hallar una
pregunta tan enigmática para el inicio de un texto ficcional como este con el
que Laura Restrepo da comienzo a su novela La
multitud errante, reeditada en España en la colección “Narrativas
hispánicas” de la Editorial Anagrama. Los lectores latinoamericanos ya conocían
esta cruda exploración polos senderos de
los desplazados en la Colombia del pasado siglo, desde el año 2001, fecha en la
que Laura Restrepo publicó este retrato fabuloso de un país que echa a andar a
través de incontables seres humanos por caminos y albergues, a la búsqueda de una tierra prometida, de un
destino, de las huellas de una mujer desaparecida y también de amores posibles
e imposibles.
Laura Restrepo (Bogotá, 1950) conocida en
España sobre todo por sus novelas, Leopardo
al sol, Dulce compañía (Premio Arzobispo Juan de San Clemente, 2002) y Delirio (Premio Alfaguera, 2004), es una
de las plumas literarias más leídas en Latinoamérica y traducida a más de
quince idiomas. En sus obras amalgama investigación periodística, experiencias
personales y ficción que, por lo general, se desarrolla en su país natal,
Colombia.
La escritora colombiana es una experta muy
sensibilizada en las injusticias y miserias que genera la guerra y la tiranía
de su imperio cruel. Fue miembro de la Comisión negociadora entre el gobierno
colombiano y el grupo guerrillero M-19, experiencia de la que extrajo abundantes materiales para su libro Historia de un entusiasmo, un
extraordinario reportaje sobre aquellas negociaciones y sobre la amenaza de
muerte que la obligó a exiliarse.
Y en el momento en el que las voces de la
guerra resonaban cada vez más próximas, su poderosa forma de relatar, tejida
con hilos de una imaginación tropical, telúrica y a la vez humanizadora, le
ofrece al lector en esta breve novela una magistral parábola sobre el desamparo
del ser humano en tiempos de contiendas bélicas. La guerra nos envuelve a
todos, es un aire sucio que se infiltra en nuestro sentido olfativo, e incluso
aunque no sea ese su propósito, el que huye de ella, se convierte
inexorablemente en su difusor.
Los protagonistas de La multitud errante andan siempre buscando entre las bárbaras
coordenadas de la guerra. Peregrinan constantemente en la búsqueda de una
tierra prometida, de un destino, del rastro de una mujer desaparecida, de su
amor imposible. La multitud errante
nos habla de ese inexorable destino que obliga a todo un país a comenzar a
transitar por los caminos y a refugiarse en albergues, cuando la violencia
macabra pende sobre sus habitantes. Procesiones fantasmagóricas de millones de
desplazados forzosos protagonizan los dramas más llamativos de la civilización
contemporánea. El juicio que en su día emitiera Gabriel García Márquez sigue
siendo válido para enmarcar esta novela: “Laura Restrepo da vida a una singular
amalgama entre la investigación periodística y la creación literaria. Así la
miseria y la violencia que anidan en el corazón de la sociedad colombiana están
siempre presentes, mas también lo están en sus fascinación por la cultura
popular y en el juego de su irreprochable humorismo (…) que salva a sus novelas
de toda tentación de patetismo o melodrama, convirtiéndolas en una lectura
irrefutablemente placentera.”
Francisco
Martínez Bouzas
Fragmento
“-A
Matilde Lina la maltrataron, la arrancaron el niño y la llevaron arrastrada
hasta algún lugar del cual no se tuvo noticia -me dice la señora Perpetua,
haciendo silbar las eses contra esa prótesis dental que tanto la martiriza y la
orgullecer.
A
partir de entonces el rastro de Matilde Lina se borra del mundo de los hechos y
se entroniza en las marismas de la expectativa. De nada le valieron las patadas
de potranca que sabía repartir, ni los tarascazos que pintaron la marca de sus
dientes en tanta piel ajena. ¿La doblegaron trincándola el cabello, la tildaron
de perdida y de demente, la obligaron a hincarse entre el barro, la quebraron
en dos, le partieron el alma? ¿Retumbaron sus alaridos por las hondonadas del
monte? ¿O lo que erizó las pieles fue el currucutú del búho saraviado, o el
graznido de algún otro pajarraco, de todas las aves que conocían su nombre y
que empezaron a gritarlo en letanía atolondrada?
(Laura Restrepo, La multitud errante, páginas 49-50)
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