Nos acostumbraremos
Zoyâ Pirzâd
Traducción de Isabel González-Gallarza
Ediciones Siruela, Madrid, 2014, 257 páginas.
Prácticamente desconocida en España, como en
general toda la literatura iraní, Zoyâ Pirzâd es sin embargo, la escritora
persa más reputada en el panorama internacional. Nacida en el seno de una
familia cristiana en Abadán (1952), ha conseguido ver toda su obra traducida al
francés. Su última novela, Adat Mikonim, a
otros muchos idiomas, entre ellos al español. Escribió y publicó relatos breves
y en el año 2001 su primera novela, Cheragh
- ha ra man Khamush mikonam recibió
múltiples premios tanto en su país como en Francia (Prix Courier Internattional
2009).
La temática predominante en su escritura son
las relaciones familiares a las que se acerca desde un punto de vista
feminista. Por eso mismo sus textos, abordan, sobre todo, las normas sociales
impuestas a las mujeres por su propia familia y por una sociedad profundamente
machista. Zoyâ Pirzâd, muy concienciada de su rol femenino, aborda en sus obras
las principales preocupaciones de la existencia de las mujeres dentro de los
diferentes estratos sociales. Y sobre todo, quiere aportar visibilidad a sus
problemas, a sus conflictos, confrontando con frecuencia dos generaciones para
resaltar precisamente esas disonancias que se producen entre las actuales
mujeres iraníes y las que forman parte
de las generaciones que las preceden.
En ese contexto y con esos mimbres teje la
novela que Isabel González-Gallarza traduce del francés y edita Siruela, Nos acostumbraremos
La novela está protagonizada
por Arezu, una mujer iraní que ronda los cuarenta, culta y emancipada. Vive en
Teherán donde dirige una agencia inmobiliaria, heredada de su padre, lo que le
permite sostener dos casas, a su madre y a su hija y pagar las deudas que su
progenitor había dejado en el negocio familiar. Está divorciada y habita con su
hija y su madre, que viven de espaldas a la realidad, atadas por sus caprichos
y, en el caso de la madre, por las convenciones sociales, con las que
diariamente se tiene que enfrentar Arezu. Sus días, a pasar de la rutina,
trascurren velozmente entre las obligaciones laborales y las ataduras
familiares. Hasta que un día, por medio de su amiga Shirine, que actúa como una
celestina, conoce a Sohrab Zaryu, un cliente de la agencia. Pronto surge entre
los dos una relación amorosa que en un primer momento las personas cercanas a
la protagonista, excepto su madre, ven con buenos ojos, pero, cuando Arezu
decide contraer matrimonio, las cosas cambian y la protagonista se verá en la
tesitura de tomar una difícil decisión: seguir la llamada del amor o ceder a la
voluntad de sus familiares y amigos.
La novela de Zoyâ Pirzâd pivota sobre dos
pilares que mantienen toda su estructura: la historia de amor de la
protagonista y Zaryu y la imagen del Irán actual. Ambos soportes están
construidos, sin embargo, de una forma un tanto superficial: una historia de
amor en la que falta la expansión de los sentimientos y emociones y que se
limita a un ir y venir por restaurantes, viajes en coche… que silencian los
latidos del corazón. La imagen que la novela refleja del actual Irán, es
demasiado plana. Falta la descripción profunda del alma de un país, substituida
por una suerte de guía turística.
Resalto, no obstante, la imagen que la
narración ofrece de la situación de la mujer en el actual Irán, que contradice
esa relación que llega de Occidente, de mujeres ultrajadas, humilladas,
lapidadas o forzadas a huir de su país. La autora se esfuerza en demostrar que,
aunque atadas a muchas constricciones tradicionales, ser mujer hoy en Teherán
es algo muy similar a serlo en cualquier otra parte del mundo: las mujeres
iraníes trabajan duramente como la protagonista, estudian, luchan, afrontan los
problemas de cada día e intentan obtener las cosas que ansían, que son de su
agrado. Justamente como hace Arezu, la protagonista de la novela. En realidad,
como en cualquier otro rincón del mundo, entre las mujeres iraníes existen formas
muy diversas de vivir su identidad femenina. Es la gran lección que transmite
esta novela.
Francisco
Martínez Bouzas
Zoyâ Pirzâd |
Fragmentos
“Ni
uno ni otro pronunciaron palabra hasta que llegaron a la verja Bagh-e melli.
Arezu se preguntaba por qué aplazaba siempre lo que debía y quería hacer. Si
les constaba a Ayeh y a Mah-Monir su decisión, ¿qué ocurriría? Mah-Monir
seguramente montaría su clásico numerito, y puede que incluso refunfuñara. Y
Ayeh le soltaría algunas pullas, o quizá no. Al final Sohrab terminaría por
hablar con ellas, ese hombre sabía muy bien lo que hacía. Era muy capaz de
hablar con ellas…¿Por qué no se lo permitía? ¿Por qué no se decidía? ¿Por qué?
Dudaba, pero ¿de qué? ¿Acaso tenía miedo? Sohrab se detuvo ante la gran puerta
de hierro forjado, levantó la vista y miró hacia el parque.”
…..
“Arezu
se tendió en la cama. Con las manos detrás de la nuca contempló el techo,
preguntándose por enésima vez: «He tomado la decisión correcta?» Lamentaba que
su padre ya no estuviera ahí para aconsejarla. Pero ¿en qué habrían cambiado
las cosas? Su padre siempre estaba de acuerdo con lo que decía o con lo que
quería. Y con Mah-Monir, igual. Poco importaba que madre e hija no estuvieran
nunca de acuerdo entre sí. «¿Cómo hacía para contentaros alas dos?», se preguntaba Arezu. Se volvió
sobre la cama y contempló el tocador, los frascos de perfume, los tarros de
crema, los tubos de pintalabios, la foto de sus padres a la orilla del río,
aquella otra foto, más grande, de Ayeh de niña que sonreía mostrando los huecos
dejados por los dientes que se le acababan de caer.”
(Zoyâ Pirzâd, Nos acostumbraremos, páginas 186, 210)
Simplemente terrible...
ResponderEliminarSaludos
La temática me gusta, porque me interesa acercarme a sociedades y costumbres que me son lejanas (físicamente), no quedarme ajena ni al margen. En ese sentido tomo nota de este libro, aunque un poco con la mosca tras la oreja por el tema de la superficialidad.
ResponderEliminarGracias y un saludo