domingo, 17 de noviembre de 2013

SOBREVIVIR EN MEDIO DE LA DEGRADACIÓN HUMANA



El bosque es grande y profundo

Manuel Darriba

Caballo de Troya, Barcelona 2013, 154 páginas





   En los últimos años, y cada vez con mayor frecuencia, se está produciendo un fenómeno normalizador entre la literatura publicada en castellano y la que lo hace en las restantes lenguas peninsulares. No pocos autores que escriben normalmente en las lenguas periféricas, editan al mismo tiempo en castellano, en versiones propias o mediante alguna traducción. Un caso sin duda prototípico es el de Manuel Darriba que el pasado septiembre vio publicada en español y gallego su novela breve El bosque es grande y profundo / O bosque é grande e profundo, en edición respectivamente de Caballo de Troya y Ediciones Xerais.

   El autor, Manuel Darriba (Sarria, Lugo, 1973) es un claro exponente de la narrativa más innovadora  que en estos momentos se está escribiendo en Galicia. Narrador, poeta, periodista y guionista es autor de una obra narrativa no esclava de las urgencias y cuyo último eslabón es esta novela de límites, de interrogantes cruciales para el devenir de nuestra especie, cuya condición está sujeta, quizás como pocas veces a lo largo de la historia, al  más pavoroso sitio y degradación. Caballo de Troya, sello de Random House Mondadori, una editorial “para entrar o salir de la ciudad sitiada” pone a disposición de los lectores que leen en lengua cervantina, esta pequeña novela en cuanto a su extensión. Preñada, sin embargo, de sentido profundo y originalidad.

   Es sin duda afortunada la definición que de la novela se hizo en la edición gallega: “Novela de límites, de cuestiones definitivas, de la mano de un autor que concibe la literatura como laboratorio de experimentación artística y discurso indagatorio en el bosque de lo real”. Presto especial atención a las dos últimas líneas porque me recuerdan el intento de caracterización de su propia narrativa que Manuel Darriba hacía hace  doce años. “Como decía Stendahl, la literatura es poner el espejo a la orilla del camino. Los temas más recurrentes en mi obra son la idea de soledad, la incomunicación, el azar…” Estas palabras servían para precisar muchas de las características de la novela del autor Velada do billarista (año 2000) y delimitan no pocos aspectos, sobre todo técnicos, de su más reciente aportación en el campo narrativo: El bosque es grande y profundo. De nuevo una novela de relatos, incrustada de lleno en los mundos utópicos y apocalípticos, tan frecuentados, sobre todo la literatura apocalíptica, en los últimos tiempos.

   El género apocalíptico, tanto el bíblico que ese extendió durante cuatro siglos (dos antes y dos después de Cristo), como el de la actual narrativa es un fenómeno literario propio de las épocas de crisis, en las que se mira al futuro, ya que tanto el presente como el pasado solamente ofrecen desengaño y desconfianza. He aquí pues la relación entre utopía y apocalipsis. Pero como el lector no ignora, al lado de las utopías positivas, existen las negativas, las distopías o antiutopías, adelantamientos  de la historia haciendo hincapié en los aspectos negativos, derivados de catástrofes o puntos débiles del tiempo presente. Las sociedades distópicas son escenarios donde se desenvuelve la historia más negativa. Y en estos escenarios se situarían todas las tramas apocalípticas, o dicho con mayor precisión, las postapocalípticas.

   En la infinitud de la utopía y en las tramas postapocalípticas se inserta esta novela de dos relatos, un epílogo y un postfacio de Manuel Darriba. La primera  parte o el primer relato nos acerca a  misterioso viajero que viene de la ciudad huyendo de la noche y de la guerra. Se interna en el bosque y el relato sigue su caminar azaroso en este espacio sin nombre  que semeja de otros tiempos históricos. Allí viven seres humanos con oficios y relaciones personales que parecen extraídas de épocas pretéritas. En vez del  hogar que busca el viajero, halla seres deshumanizados, ambientes desolados, un mundo frío, obscuro, batido por el viento y que le llega a parecer un baile de esqueletos cuando luce la luna. El viajero en sus huída-internamiento divisa cabañas entre la bruma y el hambre, gente que vive de oficios de otras épocas, hombres  mujeres que viven en comunas que brotan en la copa de los árboles. Parias. Y sobre todo una repugnante deshumanización: “El hombre y la mujer son planetas en órbitas alejadas” (página 44). Su nomadismo por este bosque frío, grande y profundo, con aldeas y gentes sin nombre, enzarzadas en rapiñas y luchas, semeja un western postapocalíptico, mas de cada encuentro con sus  extraños moradores extrae el viajero algún nuevo aprendizaje o experiencia.

   La narración del segundo relato acerca al lector a la Ciudad. Y en la misma observará otra forma de supervivencia, esta vez ciertamente apocalíptica. Refugiada en un sótano desvencijado, una niña en compañía de su profesora de música y de unos inquietantes vecinos, sobrevive al horror de la guerra. Buscar agua o hallar comida se convierte en una verdadera y arriesgada odisea. Fuera, un paisaje dantesco: bombardeos de aviones, calles llenas de cráteres, casas y coches calcinados, árboles arrancados, hambre y nada que llevarse a la boca. La supervivencia es el único objetivo.

   Dos historias brutales, próximas en algunos momentos a situaciones kafkianas, repletas de profundas cargas simbólicas. El referente más inmediato de la novela de Manuel Darriba es sin duda Cormac McCarthy en novelas como The Road. No obstante, los dos relatos de Manuel Darriba son mucho más concisos, lacónicos, desnudos de cualquier adorno, lo que le permite manejar con precisión los elementos narrativos. Párrafos cortos, tajantes, oraciones con ritmo rápido debido a la supresión de nexos y adornos. Manuel Darriba, como ya señalé, pone el espejo a la orilla del camino y observa, reflejando aspectos, acciones y diálogos de sus personajes con una extrema economía de recursos lingüísticos. Da la impresión de que al autor solamente le interesa reproducir estos dos ambientes hostiles y de esta manera surge nítida la relación del ser humano con el medio, por más desolado que sea, con el desamparo y la devastación por él mismo provocadas.

   Así pues una fértil utilización de la técnica objetivista, del recurso al minimalismo y a veces a diálogos absurdos que convierten a esta novela breve de relatos en una de las obras más originales e innovadoras de la literatura en castellano y gallego de los últimos tiempos.



Francisco Martínez Bouzas





Manuel Darriba


Fragmento



“El viajero trae los zapatos destrozados; los cortes entre los dedos supuran un líquido amarillo. Delante se agrupan los cazadores, olisqueando el aire. La niebla empezó a despejar; deja al descubierto la corteza de los abedules

-No parece de por aquí- dice un cazador, mirando los pies heridos.

-No soy de aquí- admite el viajero.

-¿ Por qué quieres entrar en el bosque?- pregunta otro, con gesto de mando.

El viajero se encoge de hombros.

-Atrás no queda nada- murmura.

-Es un chico de la Ciudad- gruñe un tercero –Otro más que atraviesa la Garganta.

-Sí- asiente el viajero, bajando la cabeza.

Los cazadores intercambian miradas. El aire del bosque está fresco; trae olores ácidos. El viajero ensancha el pecho y el aire entra como una zarpa. Mete la mano en el morral para extraer los paquetes arrugados. Las cabezas de los cazadores se mueven a la vez; un oleaje de manos ahoga el tabaco.

El viajero esquiva el grupo y entra en el bosque caminando entre abedules que huelen a niebla.”



(Manuel Darriba, El bosque es grande y profundo, páginas 9-10)

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