María
Ángeles Pérez López
Abada
Editores, Madrid 2019, 84 páginas.
Reconoce María Ángeles Pérez López que para ella el haikús es una forma
de atrapar en un instante muy breve algo intenso, una fibra de luz, pero que
ella solamente es capaz de escribir sobre aquello que le impulsa por algún
motivo especial. Entonces se desata la tormenta íntima y esas fibras de luz
nacen espontáneas, raudas, como brotando de la fiebre de la escritora. La autora,
profesora titular de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de
Salamanca, lleva la poesía en sus genes. Seis libros de poemas y dos
plaquettes, frutos de elaboradísima escritura y construcción formal. Y también
escribe haikus pero “desobedientes”,
como ella confiesa en el epílogo (“Sin tablero ni jaque ni mate”).
Series de haikus que no se ajustan
estrictamente a los presupuestos de las formas japonesas, porque ellos mismos
se saben ser partes de otros tiempos y de otros lugares, de realidades y
tradiciones distintas. Por esa misma razón diferencial, los haikus que escribe
María Ángeles Perez López son haikús, haikús
con tilde y no se sienten reflejo exacto de las instantáneas de la realidad
japonesa. Haikús pues que no son orientales ni escindidos; son desobedientes
como bien los expresa el “kaikús de los haikús” (páginas 77-78). Tampoco
consideran imprescindible -añade la autora, en una oportuna cita de Blyth,
conformar una sensación poéticamente percibida.
Diecisiete
alfiles es un libro de haikús, pero escritos al
margen, al menos en parte, de la ortodoxia canónica de esta bella poesía
japonesa, pero tampoco todos los estudiosos del haikus están de acuerdo en el
reparto de sílabas del haikus clásico y moderno. Hoy se aboga porque el rasgo
distintivo de la forma del haikus (tres versos sin rima de cinco, siete y cinco
sílabas) pueda componerse con un reparto más libre y variado. Sin embargo, las
treinta y dos series en las que la autora
agrupa sus haikús recompilados en estos Diecisiete alfiles, mantienen las exigencias métricas, como ya puso
de relieve la prologuista, Erika Martínez, y
al mismo tiempo los aires de otra estrofa: la “soleá”, tan lejana de
Oriente, pero tan sugerente porque es la que en gran medida pone la música. Del
ajuste a las diecisiete sílabas extrae la autora el nombre: diecisiete alfiles.
Cabe señalar que los mismos japoneses ya no
son tan exigentes en la escritura del haikus, y con frecuencia actualizan dicha
estrofa. Por eso se puede decir que la poeta se acerca a la ruta poética
japonesa desde la superación de actitudes excluyentes del purismo. María
Ángeles Pérez López no es que se sienta lejos de la bella traducción oriental,
sino del modo en que puede y debe de hacerse personal una forma poética que ya
lleva cien o más años practicándose en español.
En algunos de los haikús
de María Ángeles Pérez López hay kigo,
la manifestación de la naturaleza, pero no de la estación en la que el poema se
desarrolla. Solamente se circunscribe al asombro ante las realidades naturales.
Lo que a la autora le seduce -y esa es a mi entender la esencia del haikús- es atrapar de forma
muy breve algo intenso, algo que nos emociona, una fibra de luz. Ese es el
espíritu del haikús: plasmar en palabras escritas el asombro. No podrá ser la
fascinación ante el cerezo florido o la azalea bravía, que son estacionales y
no abundan entre nosotros. Pero lo más inapreciable es que la autora es capaz
de manifestar su estupefacción ante los
hierbajos: “En el baldío / también las amapolas. / Todo el tronío” (página 42).
La contención y el asombro, un modo de contemplar el mundo, que se traduce en
tres versos y diecisiete sílabas.
Tampoco en los haikús de María Ángeles
Pérez López hallamos una puerta hacia lo sagrado, una constante en mucho haikus orientales, porque dialoga desde otra
lógica y otras ópticas, pero se sirve de la tradición japonesa y la relee desde
distintos imaginarios científicos; y otros surgen por el simple hecho de
curiosear en lo más cotidiano. Haikús sin justificación, movidos únicamente por
la libertad jubilosa de quien solo quiere mostrar el asombro. En la gran
variedad temática y semántica de las treinta y dos series recogidas en el
libro, hay sin embargo haikús que no excluyen aspectos transcendentales del yo:
asuntos ´íntimos, personales e incluso metafísicos como la propia identidad o
la soledad en la que con frecuencia se desarrolla nuestra existencia.
Haikús puramente hispánicos, como se ha
dicho, que reflejan un cierto sentido gozoso de la existencia. Cada uno de
ellos es autónomo, pero genera, al mismo tiempo, una impresión de unidad con el
resto de la serie de la que forma parte.
Sin duda que hay influencias, quizás
intertextualidades, y la autora las reconoce como lazos compartidos entre otros
con Eduardo Chirinos, Gloria Fuertes, Robert Frost, Rosario Ferré, José Luis
Gómez Toré, Emiliy Dikinson o Montserrat Villar, entre otros.
Sin concesiones -la brevedad del haikús no
lo permite-, prescindiendo frecuentemente del verbo o conjugándolo en presente
-, así lo exige la captación del instante-, echando mano de la paradoja, de la
singularidad, del suspense, de la tensión elíptica, de lo epifánico y de lo que
nos asombra, María Ángeles Pérez López nos ofrece poemas autónomos y al mismo
tiempo imbricados, con gran variedad semántica. Las series de haikús de María
Ángeles Pérez López son valiosas por su aspecto estético y por el amplio
contenido que nos ofrecen y sobre el que nos invitan a reflexionar. Y
finalmente, y sobre todo, porque son verdaderos. Como decía Quitsura: fuera de la verdad no existe haikus.
Y no quiero olvidarme de las palabras finales del epílogo escrito por la
autora: “En diecisiete alfiles se juega el mundo”
Francisco
Martínez Bouzas
María Ángeles Pérez López |
SERIES DE HAIKÚS
Haikús de Epicuro
“Frente a los páramos
desnudan los jardines
sus pies de sándalo.
∞
Papiro vivo
que escribe la derrota
de los castigos.
∞
Dones cercanos:
hambre y sed acalladas
Fuera, los álamos.
∞
Palabras del aire.
Cicatriz que se cierra
Tras los herrajes.
∞
Heraldo blanco
que anuncia la alborada.
Sin puertas, campo
∞
Ni estatuas ciegas
ni ofrendas de la sangre.
Solo la hiedra.
∞
Libar la vida.
Que en su juego se empapen
Omega y sigma”
Haikús
de los hierbajos
“La mala hierba.
Su desparpajo verde.
Rala impaciencia
∞
Canción de espino
que rasga los estambres
y los pistilos
∞
Lenguaje humilde
de los que nada espera
pero resiste.
∞
Alambre vivo.
Ramitas que abandonan
Sus escondrijos
∞
En el baldío
también las amapolas.
Todo el tronío.”
Haikús
de los haikús
“Esqueje de de aire
en que silban deprisa
sus tres alfanjes
∞
Tilde insolente.
Ni oriental ni escindido:
Desobediente.
∞
Baile y cadencia
de diecisiete dedos:
arpa de ausencia.
∞
Medida pobre
de lo que era semilla
a abre sus dones.
∞
No hay cinta métrica
que contenga sus números
tanta impaciencia.
∞
Lluvia liviana.
silabario pequeño
que todo orvalla.”
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