Ralf Rothmann
Tradcción de Marina Bornas
Libros del Asteroide, Barcelona 2018, 230 páginas.
Peter
Handke ha dicho de Ralf Rothmann (Schleswig, 1953) que es el autor más significativo de su generación.
Otros han afirmado que es el único sucesor digno de Heirich Böll. Mas nadie que
haya leído Morir en primavera precisa
rótulos y etiquetas laudatorias sobre la obra de Rothmann en la
que la narración alcanza cumbres difíciles de remontar. Ralf Rothmann es un
antor que se dio a conocer en la década de los ochenta y, hoy en día, está
considerado como uno de los escritores más destacados de la literatura alemana
después de la Segunda Guerra Mundial.
Si en Morir en primavera Rothmann nos emocionaba,
a la vez que nos inquietaba, con aquellos dos jóvenes que caen en la encerrona
de las SS: ya a finales de la Guerra son reclutados para ir al frente en las
filas de las Waffen-SS, capeando uno de ellos la Guerra como puede y viéndose
obligado a ponerle a su amigo la soga al cuello, Luz de juventud que hoy comento es absolutamente distinta. Rothmann
nos traslada a los años sesenta en la cuenca del Ruhr, con relatos desde la
mirada curiosa y abierta a todas las experiencias de un adolescente de doce
años, hijo de un minero y al que la fuerza de las circunstancias le empuja a
asumir demasiado pronto el aprendizaje de la vida.
Publicada
originalmente en el año 2004 con el título Junges
Licht, Marina Bornas la traduce para Libros del Asteroide con el título Luz de juventud. Esa luz de la mirada
casi inocente de un niño que se abre, sin llegar a entenderlas del todo, a las
relaciones complejas de los adultos y a las reacciones de sus propias hormonas,
así como a la atracción de la vecina Marusha que con quince años relumbra como
una mujer formada.
La
novela, más que una trama argumental con sus partes canónicas, es un retrato de
la Alemania de la década de los sesenta. Rothmann traza su narración, sin
grandes aventuras, sin suspense ni desenlace, pero su contrapartida es
brillante. Diseña un espléndido boceto de la Alemania obrera, aunque ya casi
reconstruida, con sus familias y amistades, centrando la descripción en la
cuenca minera del Ruhr. El protagonista, el niño Julian, de apenas doce años
despliega un sorprendente conocimiento de las actividades en una mina de carbón.
Y el día a día, tanto en el colegio como
en su casa, con la mentalidad de un preadolescente. El cansancio de la madre
abrumada de trabajo casero que le hurta buena parte del cariño que su hijo
precisa. El agotamiento del padre que aún supera al de la madre. Y una compleja
relación de vecinos. Es el contexto con otras familias en las que crece y deja
de ser niño. Especialmente con la chica de quince años Marusha cuyos pechos bambaleaban
un poco y que llega a ver por primera vez. Pero todo eso es lo que le da
sentido a su vida, sobre todo a esa
primavera con el sol, los pájaros y hasta las motas de polvo que con el paso de
los meses retornan. Lienzo pues pintado con una escritura que transciende a
todo un grupo comunitario.
Novela
sin grandes aventuras -más bien escasas-, aunque buen reflejo de la penuria que
atenazaba a grandes y a niños, como a Sophie, la hermana pequeña. Un verdadero
relato de formación en un momento de transición
tanto del país como del protagonista que siente la adolescencia en el
estampido de sus hormonas.
Y todo
ello relatado con una técnica narrativa en la que el autor juega con la
alternancia de un narrador omnisciente y con la primera persona, la voz de
Julian.
Como ya
señalé más arriba, esta novela fue escrita en el año 2004. Han pasado cerca de 20 años. Años quizás
de aprendizaje de un escritor. Por eso, Luz
de juventud no admite comparación con Morir
en primavera. Rothmann sigue colocando en las mentes de los lectores un relato rebosante del “dinamismo” de
una rutina diaria, del día a día en el que la gente come, discute, planea diversiones,
ve la televisión, juega, se muda de casa sin dramatismos.
Novela-crónica
con altas dosis de aprendizaje y de un erotismo
bien temperado. Abundancia de diálogos, estilo sobrio y sencillo, prosa depurada,
limitada a aquello que es estricto y esencial y tendiente no a la sorpresa ni a
las galas formales ni al dramatismo, sino sobre todo a la objetividad. Esa es la
tonalidad y el punto de vista de la novela.
Francisco Martínez Bouzas
Recensiones hechas con mucha calidad y cuidado literario, Francisco. Gracias, son un estímulo para conocer grandes autores. Un abrazo.
ResponderEliminarTeo.