Elena Poniatowska
Editorial Seix Barral, Barcelona, 2016, 414 páginas
Como hiciera con Josefina Bórquez, Jesusa
Palancares en Hasta no verte Jesús mío,
con Tina Modotti en Tinísima, con
Angelina Beloff en Querido Diego, te
abraza Quiela o con Leonora
Carrington en Leonora, Elena
Poniatowska, ella misma una leyenda en el México mítico post revolucionario, ha
rescatado del olvido a personajes dejados de lado en el gran teatro de la
Historia. En su última novela, Dos veces
única, le presta su voz y sus fantásticas imposturas a otra mujer, Lupe
Marín, esposa primero del pintor Diego Rivera y más adelante del químico y
poeta Jorge Cuesta. En una novela apasionada, como suelen ser todas las suyas,
la hija de un príncipe polaco y de una mujer mexicana rescata en efecto a esta
mujer olvidada, dueña de una intensísima vida entre los personajes más
relevantes de la intelectualidad mexicana del siglo XX, y no carente de voz
porque ella misma publicó dos novelas literaturizando su relación con Diego
Rivera y con su segunda pareja, el poeta suicida Jorge Cuesta.
La novela, otra amalgama de géneros, de
biografía y ficción, es a la vez el retrato de una mujer que se siente
doblemente única, y la crónica de un país que respira a través de las leyendas, un enorme mural
literario de México en buena parte del pasado siglo. También otra intensa
mitificación de una mujer mexicana de arrolladora personalidad, libre, pero
ensombrecida y “tragada” por completo por Frida Kahlo. Retrato descarnado,
sincero en lo bueno y en lo malo, y sobre todo, muy substancioso de Lupe Marín, la indómita fiera de ojos tapatíos,
la única, la dos veces única, porque solo ella y ninguna otra mujer de las
cuatro, sin contar las amantes, que tuvo Diego Rivera se caso con el pintor por
la ley civil y eclesiástica y la que le dio dos hijas.
La imperiosa necesidad de escribir esta
biografía-ficción de Lupe Marín y el fresco del rompecabezas mexicano, surge de
una entrevista que Elena Poniatowska realizó en 1976 a Lupe Marín, mientras
cosía con su máquina Singer para la alta sociedad mexicana. Antes y después,
otras entrevistas con sus hijos, nietos y otras personas que la trataron y
amaron. De esas conversaciones nace en la escritora la necesidad de documentar
un país por medio de otro de sus personajes, en sí mismo, un “territorio
florido y contradictorio”.
En una trama que explota en mil direcciones,
Elena Poniatowska no escribe la biografía de Guadalupe Marín, fabula la vida de
una persona tan potente como paradójica, que se convierte en personaje
protagónico de la novela. Pero, al contrario de lo que suele ocurrir, la
escritora mexicana no solamente centra su interés en su mundo interior, en la
percepción de la existencia de Lupe Marín. Recupera también su universo
externo, hasta el punto de convertir Dos
veces única en un grandioso mural de un país como México en buena parte de
la pasada centuria. El debilitamiento de las barreras entre géneros hace
posible que podamos considerar la novela de Elena Poniatowska historia más
ficción, literatura de hechos o “Nonfiction”, como se la ha denominado
en Norteamérica.
Ese personaje de arrolladora personalidad,
rescatado del olvido, la guadalupense Lupe Marín había decidido, desde el
primer encuentro con Diego Rivera, que viajaría a la capital del país para
enamorar a la montaña alta y gruesa con manos diminutas y casarse con él. Y así
lo hizo la jalisciense, logrando incluso casarse por la Iglesia, porque, por
ser ateo el muralista, nada le importa. Ella, alta delgada, morena, con ojos de
sulfato de cobre verdes-azules, les gana la partida a su madre y hermanas
porque ha conquistado al hombre más famoso de México, el “Gran Panzón” como
ella le llama. Pero muy pronto se da cuenta de que la vida junto a Diego Rivera
está lejos de ser el paraíso soñado; y, aunque le gusta brillar con la luz
refleja de la celebridad del marido con el que tiene dos hijas, muy pronto
surgen los enojos, la quemazón de los celos. Diego, absorto en su pintura, solo
le hace el amor al mural y además anda “pirujeteando” con cualquier mujer que
se pone a su alcance, especialmente con la fotógrafa italiana Tina Modotti que
se convierte en la gran pesadilla de Lupe. El viaje a Rusia de Diego Rivera en
1927 para celebrar el décimo aniversario de la Revolución, pone fin a la
relación matrimonial. Lo abandona, mas pronto se siente halagada por el ingenio
y la sagacidad del químico y poeta Jorge
Cuesta. Le importa saberse deseada por este hombre atormentado y, aunque le
aterran sus cambios de humor, sus súbitos silencios, su sentido absoluto de la
perfección, se une a él. Mas la vida con el químico, el Alquimista, es un pozo
de tedio. Se siente sola y desplazada, especialmente en el campo de Potreros
que devora ideas y sentimientos. Con Jorge Cuesta pronto será prieta y gritona.
Pare un hijo al que no quiere, al que nunca querrá, del que nunca habla, hasta
el punto de que Jorge Cuesta se pregunta si recordará que dio a luz. Una
relación tormentosa que concluye de forma trágica y definitiva, cuando Jorge,
en su desesperación, creyendo estarse convirtiendo en mujer, intenta con un
picahielo reventar sus testículos. Poco después, internado en un sanatorio
psiquiátrico, se suicida colgándose con las sábanas de los barrotes de la cama.
La ficción de Lupe Marín no termina aquí. El
libro recorre las vidas de de Diego Rivera, de Jorge Cuesta, incluso después de
las separaciones; las de sus hijas, también la de su hijo al que siempre odió y
rechazó. Y plasma, en una narración rica en detalles, el México del siglo XX,
un hervidero de personajes como los Contemporáneos, los únicos que leen libros;
el decreto de expropiación petrolera, firmado por el presidente Lázaro Cárdenas
que devolvía a México el petróleo explotado por la Standard Oil y la Shell,
disfrazadas con nombres mexicanos; el arribo a México de Trotski, su estancia y
atentado en la Casa Azul; las experimentaciones que hace Jorge Cuesta en su
cuerpo con una droga alucinógena en 1942 y que años más tarde se conocerá como
LSD…, en fin, la masacre de estudiantes en Tlatelolco.
Retrato de Lupe Marín por Diego Rivera |
El perfil que Elena Poniatowska brinda de
Lupe Marín, poco tiene de complaciente. Retrata sus luces y sus sombras. Jamás
se amilanó, ni doblegó ante sus parejas; nunca aceptó el papel de la abnegada
madrecita mexicana que aguanta las infidelidades del marido y también sus
golpes. Al contrario, era ella la que le lanza porrazos y bofetadas a Diego
Rivera. Pero al mismo tiempo es carne viva demandante de cariño, maternal con
el muralista al que le lleva la comida al andamio. Nunca fue culta pero leyó
mucho y siempre estuvo a la altura de sus parejas, especialmente del “Gran
Panzón”. Llegó incluso a publicar dos novelas (La Única y Un día patrio).
Mujer de arrolladora personalidad, una fiera de ojos verdes que, al contrario
de Angelina Beloff (una “toalla mojada”), jamás se inmoló. Un amasijo de
contradicciones que no conoce los remordimientos, ni el alcance de sus hechos y
de sus palabras: fue capaz de levantar la enagua de Frida Kahlo en la
celebración del matrimonio con el pintor y gritar: “miren por qué par de
piernas me cambió Diego Rivera”. Y sin embargo, será asidua de la Casa Azul con
sus antojitos culinarios para la pareja.
Pero en lo que más insiste la escritora es en
la carencia de instinto maternal de Lupe Marín: le estorbaba la vida que crece
dentro de ella, y ocuparse de sus hijas y especialmente de su hijo, le parece
falso. Lo hará, no obstante con sus nietos, con intensa dedicación. A lo largo
de los años se apagan sus impulsos y la que era una bruta que enamora a Diego
Rivera, terminará transformándose en una mujer de mundo, convencional.
La técnica con la que Elena Poniatowska
recrea acontecimientos y vidas, es una hibridación de realidad y ficción: narra
acontecimientos reales o inventados, imaginándolos a partir de sus propias
experiencias, o recuperados de numerosas entrevistas y de un minucioso trabajo
de investigación bibliográfica, y después los rellena con diálogos, sostenidos,
al igual que los textos descriptivos y narrativos, en una lengua fuerte,
incontenible y con frecuencia arrebatadora, a la vez que maneja con absoluta
soltura los registros del español de México. Altísima literatura, con grandes
historias entre lo cotidiano y lo insólito, que no debería dejar de leer quien
desee conocer la personalidad arrebatadora y tempestuosa de una mujer en el
teatro de un país post revolucionario, tan legendario como tormentoso.
Francisco
Martínez Bouzas
Fragmentos
“Adentrarse
en la geografía de Lupe Marín es recuperar la Revolución y sus armas calientes,
el costurero con su Singer, sus hilos y agujas, los arrayanes, el vértigo de
los Contemporáneos, al gran Lázaro Cárdenas y su heroica expropiación
petrolera. Es caminar por el mercado de la Merced e ir a pie al Monte de Piedad del Zócalo y a la
Secretaría de Educación en la calle de Argentina, en el centro histórico. Es
abrir la puerta del impresionante despacho de Narciso Bassols y su educación
socialista, asomarse al balcón del palacio Nacional bajo el estallido de los
cohetes y los fuegos de artificio, esquirlas de luz en la noche del Grito cada
15 de septiembre. Inclinarse sobre Lupe es descifrar la biblia en los murales
de los Tres Grandes pero también el dios mineral de Cuesta de la mano de José
Gorostiza y el «torpe andar a
tientas por el lodo» de su muerte
sin fin. Lupe canjeó los brazos de un gigante subido en andamios por los de un
desesperado poeta y alquimista que se movía -como el mismo escribe- en «raquítico medio intelectual».”
…..
“Al
principio, Lupe le preguntaba cuántos metros cuadrados había pintado pero
pronto abandonó su interrogatorio porque Diego llegaba exhausto y farfullaba: «Hoy pinté seis metros» y caía dormido apenas ponía la cabeza en la almohada.
Al menos antes, cuando pintaba solo un metro, le ofrecía ir a ver a Carlos y
Dalila Mérida o a los gringos Tina y
Edward Weston, pero ahora solo quiere dormir.
-¿Y
cuándo vamos a hacer el amor?
-Por
lo pronto solo le hago el amor al mural
(…)
Diego
le cede en todo a Lupe. Angelina Beloff, la rusa se inmolaba, dispuesta al
sacrificio; Diego, cuchillo en mano, le cortaba un dedo, una oreja; en cambio,
Lupe busca lo suyo. No es solo la esposa ni la compañera ni la madre, sino una
carne viva y demandante. Su pura subjetividad exige más que la de Angelina y la
de la fogosa Marievna Vorobiev
Stebelska, rival de Angelina en París, que la de Rivas Cacho saciada por
el público. La noche en blanco de los primeros días se prolonga y Diego se
atemoriza ante la exigencia de su mujer. De ponto, al hacer una calca, se
sorprende pintando a Lupe con un puñal. Lupe lo trastorna y el único trance en
el que quiere vivir es en el de su pintura”
…..
“En
la noche, sola en su cama, Lupe piensa que ese miembro que Jorge quiso cortarse
estuvo dentro de ella, es parte de su cuerpo y que el sufrimiento debió ser
terrible. Aunque no quiere visualizarlo atentando contra de sí mismo, la hostiga la imagen de Jorge
mutilándose. ¡Qué inmenso desorden es la vida! La sangre de Jorge la persigue y
Lupe no comprende cómo Lafora le permitió salir de la clínica después de todo
lo que le contó. A ella le consta que Jorge es una enciclopedia viviente, sabe
más de los que hay en los libros, es superior a cualquier médico. Desde joven
se la pasa inyectándose para el progreso de la ciencia. Huxley lo consulta,
muchos extranjeros vienen a México a buscarlos y sus conocimientos son
superiores a los de Lafora. Lupe es un amasijo de contradicciones y no tiene
conciencia del efecto de su acusación. Insiste en que Jorge no solo sabe de
enfermedades mentales, sino de la castración intelectual porque también su
espíritu crítico lo castró.”
(Elena Poniatowska, Dos veces única. Páginas 11-12, 50-51, 235-236)
Muy interesante...
ResponderEliminarBueno, una aventura que sería un pecado no leer, siendo una mexicana, creo que la figura de Lupe en la historia de mi país, que aunque fue ensombrecida por Frida Kahlo, tiene mucho que decir, así que no me la perderé. Muchas gracias, conozco la obra de Elena Poniatowska y ya es garantía de que me encantará, un abrazo Francisco, gracias por el privilegio que me das al leerte. Excelente reseña.
ResponderEliminarSería un imperdonable pecado que una mexicana o un mexicano, amantes de las letras y de la intrahistoria de México, se perdiera esta joya de Elena Poniatowska. Un canto tremendo y a la vez terrible y apasionante a la protagonista, Lupe Marín, a Diego Rivera,a Frida Kaholo,a Tina Modotti y a tantos otros y otras. Y a le vez un retrato de la geografía más mítica y más interesante del México post revolucionario. Elena Poniatowska narra y describe todo eso con mano maestra y llena de fuerza. Gracias por tu palabras Araceli.
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