Antonio Piñeiro
Traducción de Estela Villar
Pulp Books, Cangas do Morrazo, 2016, 86 páginas
Como ha hecho en otras
ocasiones, la editorial canguesa Pulp Books (sello de Rinoceronte Editora)
publica en español la traducción de As Fiandeiras,
una novela breve aparecida originalmente en gallego y ganadora hace cuatro años
del Premio de Novela García Barros. Una novela que de una forma intensa y con
una prosa “muy plástica y cinematográfica…nos acerca a la historia de un tiempo
pasado”, en opinión del jurado que le otorgó el galardón. Ese pasado es el
contexto convulso de las Juntas Revolucionarias y de las insurrecciones
cantonales en los primeros años de la Revolución de 1868. Su autor, Antonio
Piñeiro (Santa Uxía de Ribeira, A Coruña, 1962) compagina la docencia, la edición
artesanal y la escritura, la narrativa especialmente, en sus distintos formatos.
El núcleo argumental de la novela se centra
en el proceso al que son sometidas unas hilanderas, aprendices de costureras
que, en un cruce de comercios como era la villa pontevedresa de A Estrada, al
final del colapso de la Primera República y comienzos de la Restauración
borbónica, son acusadas de cantonalismo por intentar vender su producción
textil al margen del monopolio explotador de la empresa madrileña “La Minerva”.
Un proceso con cierto aire inquisitorial que la novela pretende condensar en
los recuerdos de una de las aprendices, una adolescente que narra desde la
madurez; y aunque lo hace en primera persona, el suyo es un relato coral, ya
que habla en nombre de sus compañeras sometidas al proceso.
Si algo destaca en la novela es el absoluto
protagonismo femenino. La narradora, como acabo de señalar, es la voz de un
personaje colectivo que lucha por sus derechos en un ambiente de tiranía y de
imposición de la empresa monopolista y de las instituciones estatales del
liberalismo, enemigas de la liberación laboral y económica de las mujeres. Con
la colaboración aquiescente de la
Iglesia, representada por el cura párroco, don Álvaro.
La narradora relata de forma fragmentaria y
retrotrayéndose a base de analépsis a la
infancia y adolescencia para justificar el presente (“…el presente es sólo un
dedo que asoma del pasado.”, página 13). El delito de estas adolescentes
ansiosas de instrucción -ninguna sabía escribir- es su pretensión de
convertirse en expertas confeccionadoras de telas de corsetería para venderlas
a través de tratantes ajenos a “La Minerva”. Pero eso, en un tiempo de
cantonalismo federalista, es considerado delito de sedición. Habrá pues cárcel
y un final deprimente en el que se nos dice que todo sigue igual: amnistía sí,
pero imperio monopolista.
Acierta, en mi opinión, el novelista en sus
elección de la narradora que, en su adolescencia, presencia los hechos,
especialmente los interrogatorios a los que son sometidas sus compañeras,
contemplándolos desde una ventana de la sala donde tienen lugar. De forma
fragmentaria, Antonio Piñeiro construye la novela, con saltos en el tiempo, amalgamando
las fases de los interrogatorios con el aprendizaje de las hilanderas, en su
propósito de vender por sí mismas el fruto de su trabajo y adquirir una
elemental instrucción escolar. Reproduce con amplias descripciones lugares,
ambientes y personajes; la atmósfera convulsa de la época: son los años del
vapor, el metileno, los nuevos inventos como la máquina de escribir que el
escribiente de la sala de los interrogatorios teclea de forma porfiada. Es la
era moderna, pero también comienzan a
oírse gritos reivindicativos: “Arriba el trabajo. Abajo los consumos. La tierra
para el pueblo” (página 28). Retrato de una villa gallega que bascula entre el
conservadurismo represor de las instituciones y los impulsos populares
renovadores. Con presencia de indianos retornados, como el Sucuruco que, tras
ganar cuatro duros en Cuba, regresa y abre un negocio de barbero y practicante.
El protagonismo colectivo de las mujeres
tiene su punto de fuerza en la unión, como proclama el consejo que a las otras
adolescentes, representadas por la narradora, les da la Chiva, hilandera
experimentada: “Y recuerda:: para que no se rompa, las hebras deben estar
siempre bien unidas” (página 83). En tiempos, quizás imposibles, estas jóvenes
mujeres también intentaron romper techos de cristal.
Una pieza narrativa breve bien construida,
cimentada en una estrategia fragmentaria que demanda lectores que llenen los
huecos. Y con un estilo de lengua basado en un registro lingüístico esmerado,
rutilante que no pierde su brillo en la traducción al español.
Francisco
Martínez Bouzas
Antonio Piñeiro |
Fragmentos
“-¿Y para quién son esas telas, Chiva?
El
modo en el que se movían sus dedos, liando los delicados hilos, no sé, me
recordaba algo a los trazos de la letra, al aula de costura, cuando doña Benita
nos ponía las muestras de escritura. Las otras hilanderas, al escuchar la
pregunta, estallaron en una carcajada.
-Pues
estas telas, chicas; estas telas nos las van
a pagar muy bien, pero que muy bien, los señoritos -todo entrecortado de
murmullos y de risas.
-Pero
que muy bien.
-Sí.
-Sí.
Y a los de La Minerva que les vayan dando.
-Eso.
Que les den.
-Que
les den. Que les den.”
…..
“-Esas
cuatro perras chicas que os pagan son un insulto -los federalistas murmuraban
por las esquinas-. Es indigno de nuestra condición. Arriba el trabajo. Abajo
los consumos. La tierra para el pueblo.
“Cartagena,
todo el sur, se había convertido en un hervidero. En Betanzos se querían
levantar. Gentes y bullicio por todas partes. Ingleses. Franceses. Las mujeres
reían. Cruzaban las calles en alboroto. Viva la Revolución. Abajo los consumos.
Viva la Gloriosa.
El
aire, la fragancia de la pólvora.”
…..
“A
las diez menos cinco desarrollaron el bulto y descubrieron los tules. Sonaba la
copla y las finísimas, delicadas telas de
corsetería que las hilanderas habían decidido comenzar a elaborar para vender, a
través de los tratantes de la tendera, pasaban, en las manos, como las hojas del
cuaderno. El caro, femenino tejido de ropa interior, teñido de rojo, de rosa o de
púrpura, listo para las vedetinas, para las vainicas, los encajes, los aljófares
y los guipures, desafiando el contrato que, desde que se recordaba, tenían con la
fábrica de tejidos La Minerva . El beneficio para quien lo trabaja. La tierra para
quien la labra.”
(Antonio Piñeiro, Las Hilanderas, páginas 42-43, 62,78)
Excelente querido Francisco, una reseña que me invita a leer al autor, sobre todo por el toque de feminismo que distingue a la obra, y la lucha de tantas mujeres por sobrevivir, gracias,por tu siempre invitación, un fuerte abrazo.
ResponderEliminarCiertamente una interesante recomendación...
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