Que octubre es por excelencia un mes galardonístico en el terreno de la literatura lo pone en
evidencia la concesión de Premio Nacional de Narrativa otorgado el pasado día 7 a Rafael Chirbes por su
novela En la orilla y sobre todo la concesión del Nobel de Literatura. La Academia sueca acaba de hacer público
que el elegido este año es el escritor francés Patrick Modiano, argumentando la
concesión del Premio a Modiano “por su arte de la memoria con el que ha evocado
los destinos humanos más difíciles de retratar y desvelado el mundo de la ocupación” (la ocupación nazi de Francia). Patrick Modiano, nacido precisamente
al final de la II Guerra Mundial, de padre italiano y madre belga, publicó su
primera novela, La plaza de la estrella en
1968. Otras cuatro novelas salieron de su pluma hasta 1978 en que recibió el
Premio Goncourt por La calle de las Tiendas
Oscuras.
Autor de una amplísima obra
narrativa, por lo general de paginación mediana y ambientada en la época de la ocupación
nazi de Francia, que él no vivió personalmente, pero a la que considera un “período confuso y vergonzoso” de la
historia francesa que constituye su propia prehistoria personal. El último
libro de Modiano publicado en Francia hace apenas una semana, Pour que tu ne te perdes pas dans de le quartier
(Para que no te pierdas en el barrio)
hace el número veintiocho de una obra narrativa que se desarrolla en
buena medida en el barrio XVI de París, un barrio burgués y anodino, no
bloqueado por la historia.
Veinticuatro títulos de esa extensa obra
narrativa están traducidos al español y publicados por distintos sellos
editoriales (Monte Ávila, Alfaguara, Martínez Roca, Espasa Calpe, Seix Barral,
Debate, Cabaret Voltaire, El Aleph), aunque desde 2007 es Editorial Anagrama la
que ha editado o reeditado buena parte de sus obras. Un pedigrí (2007), En el café
de la juventud perdida (2008), Trilogía
de la Ocupación (2012) que reúne en un solo volumen sus tres primeras novelas: El lugar de las estrellas, La ronda nocturna
y Los pasos perdidos. Vendrían más
tarde dos novelas nunca publicadas en España, aunque sí en español por la
venezolana Monte Ávila: Calle de las
Tiendas Oscuras y Villa Triste. Y
finalmente en mayo de este año La hierba
de las noches.
Cuatro de sus novelas han sido llevadas al
cine: Une jeunesse por el
realizador Moshé Mizrahi (1981); Villa
triste adaptada por Patrice Leconte en la película El perfume de Yvonne (1994); Dimanches d’août que inspiró el filme Te quiero dirigido por Manuel Poirier
en 2001. Finalmente en 2006 Mikhaël Hers adaptó De
si braves garçons en Charell
Personalmente en este Cuaderno
de crítica literaria he tenido la oportunidad de comentar y valorar el pasado
24 de agosto la última novela de Modiano publicada en España, La hierba de las noches que rescato
ahora como una muestra de la autoficción poético-policial de Modiano y de un
estilo de escritura hipnótica y seductora. “La escritura como lucha contra el
olvido”
Patrick Modiano
Traducción de María Teresa Gallego Urrutia
Editorial Anagrama, Barcelona, 2014, 166 páginas.
Patrick Modiano está considerado por muchos
lectores como el novelista vivo más importante. Y cuando sus novelas son
traducidas al español por María Teresa Gallego Urrutia, como la que acabo de leer, la valoración se
acrecienta. Obras como El libro de
familia, Calles de las Tiendas Oscuras, Premio Goncourt, Un pedigrí o El lugar de las estrellas, La ronda nocturna, Los paseos de
circunvalación publicadas en castellano por Anagrama en un solo volumen (Trilogía de la Ocupación) así lo
confirman. El género que más frecuenta Modiano es la novela breve (nouvelle) y La hierba de las noches no se aparta de esas coordenadas; ni
tampoco se aleja del estilo habitual de su prosa: escritura sutil, minuciosa y
sobre todo poética, que es la marca de
toda su escritura. Hay además en la narrativa de Patrick Modiano varias
ideas-eje: la escritura como medio de lucha contra el olvido, como recuperación
del ayer. Contra el olvido de todo: familiares, personas amigas, las calles del
viejo París y, sobre todo, la barbarie que avasalló el siglo XX. Otra es esa
fascinación por penumbras inquietantes, sus incursiones en pasados turbios.
Todo eso configura lo que se ha llamado “Universo o país Modiano”, centrado en
torno al París mítico de los años 60,
hoy desaparecido, poblado por climas nebulosos, brumas, cafés, calles donde el
escritor vivió y creció en su niñez, adolescencia y juventud. Y sobre todo,
mucha nostalgia porque ese París es una ciudad que solamente existe en los
libros de Modiano.
En La
hierba de las noches Modiano no desentona de ese clima escritural de sus
anteriores novelas. En ella, el escritor retorna de nuevo a un pasado ya
desaparecido, a una época que solamente cobra vida en los recuerdos que Modiano
llega a confundir con los sueños; evocaciones llenas de elementos huidizos que
el escritor había anotado en una libreta, como confirmación de su existencia y
que, no obstante, llegan a constituir un verdadero enigma. Y como casi todas
sus novelas, también ésta brota del mismo manantial: el tiempo misterioso,
inquietante, frecuentemente peligroso de su adolescencia, habitado por
personajes que acaban de salir de la clandestinidad, como su propio padre de
origen judío, con frecuentes incursiones en el mercado negro.
Jean es el protagonista y voz narradora de
la novela y seguramente alter ego del propio Modiano. Es escritor dependiente
de esa libreta negra en la que apunta
infinidad de notas. Solitario y perdido en un mundo hostil y a la vez
atrayente, el París de los 60. Gracias a esa libreta, muchos años después puede
mirar hacia atrás y reconstruir la etapa de su vida que se corresponde con esos
años. Desde el presente se ve obligado a enfrentarse a varios personajes que
conoció en aquellos momentos pretéritos: un antiguo amor, Dannie dice llamarse,
que arrastra un pasado enigmático y misterioso que ella misma no desvela. Y a
su par, una colección de “personas raras”, los golfantes huéspedes del Unic Hôtel como Ghali Aghamouri, Langlais,
Chastagnier, Duwelz o Gérard Marciano, cuyas verdaderas identidades se esconden
bajo antifaces y que evaden las preguntas de Jean. El relato se centra en el
paseo recordatorio del protagonista por
el viejo recinto urbano de su vida, tan alterado por el paso del tiempo. En ese
recinto, el protagonista habrá de enfrentarse con lo que fue su desasosiego
sentimental, que tenía lugar a la vez que las revueltas populares de la Francia
poscolonial, o el secuestro de Ben Barka. Y un enigma que el lector no
descubrirá hasta el final de la obra.
Novela erguida con el aire que respira la
memoria, tal como ésta se conserva muchos años después. Recuperando los recuerdos,
el pasado, en una beligerancia contra el olvido, mas con la particularidad de
que La
hierba de las noches está escrita como una novela negra, como un thriller policial.
Rescate y elegía del pasado en el que una investigación policial viene a ser la última frontera de las
geografías pretéritas que, en el presente, se convierten en tiempo ido, en
vejez. No sin razón, La hierba de las
noches ha sido considerada como el culmen de una autoficción
poética-policial. Porque el escritor nacido en Boulogne-Billancourt es capaz de
amalgamar una trama de novela negra (un aire de suspense se incrusta en su
esencia), con un texto escrito con finas suturas poéticas. No porque la prosa
de la novela remede la poesía, sino porque el escritor es capaz de crear, con
lengua precisa y mediante numerosas elipsis, una especie de estado onírico en
la mente del lector, que debe completar
lo oculto y velado. En cuanto a su arquitectura interna, Modiano sitúa esta
novela breve en las antípodas del canon compositivo tradicional. Aquí no hay
introducción, nudo y desenlace. Solamente París y Modiano y esa aura melancólica,
y por lo mismo triste, que produce la vivencia, muchos años después, del tiempo
ido que solamente pervive en la memoria.
Francisco
Martínez Bouzas
Fragmentos
“Ayer por la noche fui recorriendo con
el dedo índice en el mapa el trayecto de París Feuilleuse. Era remontar el
curso del tiempo. El presente no tenía ya importancia alguna, con esos días
todos iguales con su luz sin brillo, una luz que debe de ser la de la vejez en
la que nos da la impresión de estar sobreviviendo. Me decía que volvería a
encontrar la hilera de árboles y las cercas blancas. El perro se me acercaría
despacio, recorriendo el paseo. Había pensado a menudo que, aparte de nosotros,
era el único habitante de la casa, e incluso el dueño.”
…..
“Sí,
a veces la vida es monótona y cotidiana, como hoy, cuando estoy escribiendo
estas páginas para dar con líneas de fuga y evadirme por las brechas del
tiempo. Estábamos sentados los dos en el banco del paseo central, entre la
parada de taxis y el hotel Taranne. El año siguiente me enteré también de que
allí, en aquella acera, habían cometido un crimen, detrás de donde estábamos nosotros.
Obligaron a subir a un coche -que dijo ser de la policía- a un político marroquí,
pero de hecho fue un rapto y, luego, un asesinato. Y el nombre de «Georges»,
ese que estaba a menudo en el vestíbulo del Unic Hôtel salió en los periódicos
como el de uno de los ejecutores de aquel crimen…”
…..
“Las
estaciones cambian y se confunden en el recuerdo como si éste, con el paso de
los años, viviera su propia vida, una vida vegetal, y no fuera nunca una imagen
fija y muerta. Sí, las estaciones se mezclan a menudo; la primavera del
invierno, el veranillo de San Martín… Cuando llegamos bajos los soportales,
estaba lloviendo, una lluvia muy fuerte o, más bien, uno de esos chaparrones
que lo pillan a uno desprevenido en verano.”
(Patrick Modiano, La hierba de las noches, páginas 43-44, 104-105, 114)
Realmente interesante poder conocer su obra...
ResponderEliminarGracias
Gracias, Paco, gracias, =)
ResponderEliminarMe encanta cómo explicas la literatura que te gusta. Cuando leo tus críticas no me queda más remedio que evocar retazos de mi propia vida y, sobre todo, me crece el deseo de entrar en esas mismas páginas para encontrar quién sabe si recuerdos que también pueden ser míos... Como aquel en el que al entrar en la catedral de Chartres recorrí con la yema de mi dedo índice el laberinto y sentí una luz que estallaba en mi centro y una ganas inmensas de vomitar un pasado mugriento, aún sigo sin saber cuál...