Verde oliva
Xavier Alcalá
Nowtilus, Madrid, 2012, 382 páginas.
Xavier Alcalá (Miguelturra, Ciudad Real,
1947) es un claro ejemplo de esa nómina no demasiada extensa de escritores nacidos
fuera de Galicia, pero perfectamente integrado en su sistema literario, en el
que ha publicado éxitos de público, crítica y lectores como A nosa cinza, uno de los best
seller de la narrativa gallega o la
trilogía “Evanxélica Memoria” (Entre
fronteiras, Nas catacumbas, Unha falsa luz) o Alén da desventura (Premio Blanco Amor 1998). En 1982 Xavier Alcalá
se inicia en un tema que, con el paso del tiempo, será recurrente en su macrotexto:
el mundo de la emigración gallega en el continente americano, con el propósito
de recuperar la memoria histórica gallega desperdigada por tierras de Latinoamérica.
Y lo hace echando mano de diversos géneros: crónica de viajes a caballo entre
la ficción literaria y la memoria histórica, relatos con un transfondo
biográfico o novelas, verdaderos
docudramas, como Verde oliva,
novela en la que el autor inventó muy poco, fruto de sus viajes a Cuba,
reflejados alguno de ellos en Habana
Flash. Un libro polémico que le acarreó al autor la prohibición-sugerencia,
llegada por vía diplomática de no volver nunca a la Isla.
Mas de escritor monolingüe gallego, Xavier
Alcalá ha derivado en sus últimas publicaciones hacia un bilingüismo, hoy
frecuentado por otros literatos gallegos. Un hecho asumido hoy con normalidad,
pero piedra de escándalo hace años para ciertos guardianes de la ortodoxia
lingüística. Tal es lo que ocurre con Verde
oliva. El propio autor es el padre de la edición en gallego (Editorial
Galaxia) y de la española, que edita Nowtilus.
Xavier Alcalá es un verdadero maestro a la
hora de transformar la intrahistoria en historia, en historias inventadas, pero
con bases reales, extraídas de conversaciones, viajes o cualquier otro tipo de
documentación. Maestro así mismo, como ya señalé, cuando escudriña el mundo de
la emigración gallega y profundiza en el espacio y en la memoria del
galleguismo transterrado. En Verde oliva
Xavier Alcalá se acerca a Cuba, mejor
dicho a la Revolución cubana, inventando
muy poco y poniéndose al lado de los perdedores, tomando partido -son palabras
suyas- por la gente que estaba contra los hermanos Castro y la tropa castrista.
Los perdedores son para Xavier Alcalá los compañeros de los castristas que
lucharon contra el “batistato” sin renunciar a los principios democráticos.
El lector de esta larga novela no debe
olvidar que el viajero, y también el narrador suele encontrar lo que busca. Y
desde el año 1989 sabemos que para Xavier Alcalá, Cuba es la inercia absoluta y
Fidel es el Supremo (cínico, traidor, sanguinario). Remito a la crónica de sus
viajes a la Isla, Habana flash. Sin
embargo no osaría afirmar que Xavier Alcalá encuentra lo que busca en esta
historia real de la joven Marina, agente secreto del Movimiento 26-J. Nacida en
Galicia el año 1936, hija de padre gallego habanero y de una criolla, alter ego
de Juana Maseda, personaje real de setenta y siete años que vive en la
actualidad en una aldea de Lugo, arriba a la capital cubana con tan solo catorce años. Ella será la
voz narrativa de esta novela. Educada en un ambiente democrático y laico (su
padre había sido republicano en España) y amiga de personajes como Raúl Roa o
Eduardo Chivás Rivas, se ve inmersa por voluntad propia en la revolución
política, clasista y antirracista contra
aquel sargento mulato, convertido en dictador, que fue Fulgencio Batista.
Trabajando en la clandestinidad y en Sierra
Maestra en extraña connivencia con los
militares de Batista que la resguardan de la policía del sanguinario Ventura y
son a la vez protegidos por ella, la protagonista participa en el triunfo de la
Revolución y así mismo en una gran decepción pues un golpe interno permitió que
finalmente se impusiese el comunismo. Por eso mismo, la novela termina con un
“Epílogo necesario” en el que Mariana, o mejor dicho Juana Maseda mirando al
Cantábrico, le reprocha al “monstruo” Fidel, sesenta años después, las
traiciones a los ideales de los revolucionarios que dieron su vida por la
libertad de la Isla.
De esta manera convierte X. Alcalá la
intrahistoria en historia de intrigas, en la “historia B” de la Revolución
cubana, fusionando vivencias individuales y su personal radiografía social. Y
cediéndole la voz a la protagonista para hacer más creíble y vehemente el
relato de quien abrazó la causa de la Revolución y termina decepcionada sesenta
años después del comienzo de lo que les había unido.
La edición española que no ofrece Nowtilus,
añade a la gallega un glosario de personajes muy esclarecedor e ilustraciones
en formato fotográfico sumamente significativas que, en algún caso, son un
ajuste de cuentas con un Fidel Castro barbudo que así habla desde un pie de
foto. “Yo no soy comunista. Mi ideología política es bien clara. Nosotros,
antes que nada, sentimos los intereses de nuestra patria y de nuestra América,
que es también una patria grande…” (Página 373). Un estilo narrativo ágil, visual y
cinematográfico ayuda sin duda a que la novela entronque fácilmente con la
realidad y con los deseos de cambio que laten en la Isla caribeña
Francisco
Martínez Bouzas
Xavier Alcalá |
Fragmentos
“Esa
tarde por Radio Progreso, se supo que el presidente de las Juventudes
Batistianas estaba ingresado en el Clínico Quirúrgico, «probablemente herido de
bala»… Y pocos días después sucedía lo increíble, inaudito.
Ya
por la mañana temprano el Clínico apareció tomado por la Policía nacional.
Aquella imagen de uniformes azules oscuros contra el fondo claro del edificio
me sugirió tomar la guagua de vuelta, huir. Pero en una abertura del cordón de
guardias había gente del departamento de personal identificando a los
uniformados de blanco como yo que se incorporaban a su turno. Ya me habían
visto, no tenía escapatoria.
Allá
fui. Pronunciaron mi nombre y mi puesto en Cardiología. Pasé la primera
barrera. Detrás de ella, a la puerta de entrada de los empleados, estaba el
director de personal con una pequeña custodia. Lo saludé y me dejó pasar.
Subí
al vestíbulo. Más uniformes azules. Entre la gente que se movía por el espacio
de distribución a escaleras y corredores, busqué a quien me diese explicación
de lo que estaba pasando. Vi de lejos a Malanga empujando una cama. Me puse a
su lado e hice como que llevaba su rumbo. Él empezó a imitar cantos de
pajaritos y una cara pálida que salía de las sábanas de la cama intentó girar
los ojos hacia el imitador.”
…..
“Se
agotaba aquel día. Los militares hablaban y yo callaba, hundiéndome. Pensaba
que los esfuerzos angustias y miedos habían merecido la pena. Recordaba a Laura,
a Lucas, al doctor Carone, a papá: un
gallego metido en la pelea porque Cuba era su país.
Aquellos
hombres alrededor de mí, esperando bazofia del chino y con suerte una cerveza,
también tenían pellejo que salvar. El comandante había vuelto de Santiago,
renovado, capacitado para dar órdenes: el teniente Torres parecía animoso. Pero
con todo, desnudaban sus almas en presencia de la prisionera, del enfermero civil que se consideraba preso y del radio
sospechoso de comunicarse con el mundo. Ellos y sus compañeros declaran admirar
a Bayo, militar español que había entrenado en México a la tropa de Alejandro. La
guerra era una ciencia; era necesario estudiarla y practicarla; no valía añadir
galones y estrellas al propio uniforme con manejos políticos. Batista era un
politicón incapaz de entender que los Ejércitos no están para matar civiles;
que en un país con miles de kilómetros de costa hace falta tener Marina; que mal
se andaba sin aviación dispuesta a perseguir a «un loco acróbata» como el que
suministraba a los rebeldes.
Ventura
no escapó a la crítica mordaz por el caso Fangio: unos muchachos habían
secuestrado al as del volante ante las narices del as de la tortura. Batista,
Ventura y la camarilla de lo generales comerciantes, socios de la mafia yanqui,
solo pensaban en que La Habana siguiera
siendo un escaparate, aunque el país entero anduviese desarrapado y descalzo. A
tipos que vaciaban botellas de champaña en los cabarés, ¿qué les importaba el
hambre y la sed que pasaban los soldados?”
…..
“Carta
a Titín, Alejandro o Fidel escrita por Mariana:
Ya
mayor, pero no anciana como tú, sabiéndote vivo y consciente, te mando esta
misiva desde el lugar donde escuché que había llegado nuestro triunfo, y que tú
lo comandabas.
Desde
mi aldea en la Mariña de Lugo, te debo decir que tú eres el único cubano
descendiente de gallegos de quien me tengo que avergonzar públicamente, ante
los cubanos y el mundo entero. Usted -tú y los tuyos- no parecen cubanos,
porque llevan una vida haciendo sufrir a sus compatriotas.
A
veces vuelve a mi mente una vieja pesadilla. Veo las caras y oigo las voces de
criaturas como yo que se entregaron a la causa creyendo que tú eras nuestro
garante. Fueron muchísimos (¿sabrías contarlos?) los que perdieron la vida, y
muchos de ellos los que cayeron tras la tortura. Algunos escapamos por milagro
a las garras de la fiera.
A
mí me sacaron de Cuba para que Ventura no me matase después de
arrancarme las uñas y los ojos. Esteban Ventura era tan mal cubano como tú
llegarías a ser. Ambos hicieron sufrir al pueblo de la Bendita Isla, aunque él
no fue falso: esbirro a sueldo de Batista, proclamaba su fidelidad a «El Hombre».
Tú fuiste militante del Partido Ortodoxo
y acabaste manejando todo desde tu Partido Comunista de Cuba.
Nos
mentiste y acabaste dejando pequeño el desprecio del Mulato Lindo por las
libertades de la gente. Por lo menos él dejaba que existieran medios de
comunicación que lo criticaban; y, aunque pagaba chivatos, no todo el mundo espiaba
a todo el mundo como ocurre hoy en la cárcel que te atreves a llamar República
de Cuba.”
(Xavier Alcalá, Verde oliva, páginas 185, 273-274, 369-370)
Muy bien presentado.
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