John Lanchester
Traducción de Antonio-Prometeo Moya
Editorial Anagrama, Barcelona, 2013, 597 páginas
Anagrama nos brinda la
posibilidad de leer en español la que ha sido celebrada como la gran novela del
Londres del siglo XXI, del Londres de la crisis, aunque el tejido narrativo de
John Lanchester todavía nos sitúa en 2007, antes de que la interminable
tormenta de la crisis se precipitara sobre el mundo occidental, pero ya con sus
primeros signos, negros nubarrones, acechando en un cercano horizonte.
Con la premonición de ese gran temporal
inicia John Lanchester (Hamburgo, 1962) su novela más ambiciosa. Una pieza
literaria que, en palabras de Colm Tóibín, procede de la gran tradición de las
novelas llenas de noticias de aquí y ahora, en las que las complejidades del
momento presente son observadas con inteligencia y gusto y brillantemente dramatizadas. Para poner en escena tal drama,
John Lanchester se sirve de una calle ficticia, Pepys Road: arquitectura
victoriana, a remolque de la prosperidad británica, y ahora habitada por gente
rica, “desde un punto de vista global e incluso local” (página 13). Personal
financiero sobre todo, ganadores y perdedores.
Uno de estos “afortunados” habitantes de
Pepys Road es Roger Yount, un banquero que espera que su bonificación anual
alcance un modesto millón de libras. Tanto él como los demás personajes de esta
novela monumental mantienen los ojos cerrados ante la tormenta que, en forma de
crack, se avecina. Pero John
Lanchester fue capaz de radiografiar esa
opulenta sociedad londinense momentos antes de la crisis y por su radiografía
circula una verdadera fauna humana: grandes ejecutivos de cuello blanco,
banqueros, médicos, abogados, futbolistas en ciernes, emigrantes llegados de
todas las latitudes. También de España, niñeras españolas. Todos con la urgencia
de obviar la realidad de la tormenta que se avecina.
Es el “London Dream”, un retrato de los claroscuros
de la gran metrópoli, del Londres contemporáneo que incita al autor a
compararlo con un Londres victoriano que él intenta captar ficcionalmente como
hoy lo haría Dickens, aunque quizás con una diferencia: en la actualidad no
solo son los negocios los que bailan al son del dinero; también lo hacen el
arte y el futbol. Incluso el anonimato se puede mercantilizar y convertir en
bien de consumo. Porque se trata de ganar dinero como sea y de gastarlo
compulsivamente antes de que se haga realidad una misteriosa amenaza que los
moradores de Pepys Road descubren en sus buzones: “Queremos lo que usted
tiene”.
El friso de este Londres multirracial,
opulento y bajo la tiranía del hipercapitalismo, con no pequeñas dosis de
racismo, ocupa un corto espacio de tiempo: diciembre de 2007 a noviembre de 2008,
fecha del estallido de la crisis bancaria. Un marco temporal suficiente, no
obstante, para que se entrecrucen los personajes principales: Roger Yount, el
banquero de la prima millonaria, deseoso de tener no solo dos coche, sino dos
mujeres, pero que se queda sin trabajo; su esposa Arabella, paradigma de la
frivolidad consumista; Ahmed, un tendero pakistaní, padre de dos hijos: vago y
fundamentalista uno, laborioso y demócrata el otro; la anciana Petunia que
ignora que un escondrijo de sus casa
oculta medio millón de libras; Zbigniew, un albañil polaco; Smity, un artista
vanguardista, nieto de Petunia; un directivo de un equipo de futbol; Freddy
Kamo, una joven promesa futbolística, el Messi del Senegal. Ellos son los
representantes, los estereotipos de la
sociedad londinense del siglo XXI. Todos viven la crisis y ciertos fenómenos
inquietantes como la anónima amenaza que encuentran en sus buzones.
Novela coral y poliédrica. De gran calado,
en cuyo subgénero Lanchester es un consumado maestro como ya demostró en El puerto de los aromas. Erguida con una
arquitectura compuesta por subtramas paralelas, suturadas entre si, y por
personajes secundarios que transitan por las viviendas de Pepys Road y nos
permiten visualizar los esplendores y decadencias, la avaricia, los prejuicios
raciales. Sin embargo Lanchester no denuncia explícitamente. Simplemente
describe determinadas situaciones con la seguridad de que el lector captará
fácilmente la “denuncia implícita”.
Lanchester describe con mano maestra los distintos
ambientes representados en la novela por los personajes principales, todos
ellos marionetas de un espectáculo deshumanizador en el que lo único que
importa es el dinero. Un estilo que amalgama estructuras y formas narrativas
del siglo XIX con técnicas modernas y sutiles toques de humor viste a esta
novela realista, que desde la ficción ayudará al lector a comprender la génesis
de la crisis económica, social y humana que nos atenaza.
Francisco
Martínez Bouzas
John Lanchester |
Fragmentos
“El
propietario de Pepys Road 51, la casa que quedaba enfrente de la de Petunia,
trabajaba en la City de Londres. Roger Yount estaba en aquel momento en sus
despacho del banco, el Pinker Lloyd, haciendo sumas. Quería saber si su
bonificación de aquel año llegaba al millón de libras.
Con
cuarenta años, Roger era un hombre al que todo en la vida le había ido como una
seda. Medía casi uno noventa, suficiente para no sentir la necesidad de
disimular su estatura encorvándose, de modo que incluso aquello le iba bien,
como si la gravedad, en el momento de crecer, hubiera ejercido menos efecto
sobre él que sobre la gente del montón. La satisfacción resultante parecía,
pues, muy justificada y la sentía con tan poca necesidad de subrayar su buena
suerte respecto de los demás que era como una especie de amuleto. Ayudaba que
Roger fuese discretamente guapo, y que tuviera buenos modales. Había ido a un
buen colegio (Harrow) y a una buena universidad (Durham), tenía un buen trabajo
(en la City) y había llegado en el momento oportuno (después del Big Bang y antes de que la City se encaprichase
de los vendedores matemáticamente dotados y/o callejeros.”
…..
“En
el número 51 de Pepys Road, Arabella Yount, que en cierta ocasión leyó un libro
que decía que las mujeres eran superiores a los hombres a la hora de hacer
varias cosas a la vez, estaba haciendo cuatro al mismo tiempo: ponía estantes
en el cuartito que le gustaba llamar despensa; vigilaba a sus dos preciosos
niños, Joshua y Conrad; compraba ropa por Internet y hacía planes para darle a
sus marido un susto morrocotudo.
Para
completar dos tareas había subcontratado a otros. Los estantes los estaba poniendo
su polaco, Bogdan el albañil, al que había empezado a recurrir por habérselo
recomendado una amiga y al que ahora trataba como si fuera empleado suyo.
Bogdan trabajaba el doble de un obrero británico, era el doble de fiable y le
costaba la mitad. Algo parecido podía decirse de Pilar, la niñera española que
cuidaba de los dos niños, Conrad y Joshua. Arabella había contactado con Pilar
a través de una agencia. Tenía un título en puericultura (en realidad una
licenciatura) y permiso de conducir todavía vigente, sabía cocinar, no se
quejaba por hacer las faenas domésticas de Arabella y se llevaba divinamente
con María la de la limpieza…”
…..
“Roger
detestaba aquellas postales asquerosas que había recibido, las que traían el
mensaje de «Queremos Lo que Usted Tiene»; se habían metido en la cabeza y
empezaba a fastidiarle. Se sentía
vigilado, observado con aviesa intención. Se sentía víctima de envidias, pero
no a la manera cómoda y tranquilizadora que le gustaba a él. Que hubiera
personas que desearan su nivel de riqueza material era una idea frente a la
cual podía sentirse y suspirar, como si estuviera delante del fuego de la chimenea.
Pero no se trataba de esto. Aquello era más bien como si hubiese alguien espiándolo
en secreto y deseándole algún mal.”
(John Lanchester, Capital, páginas 23, 50, 291)
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