Jaume Cabré
Traducción de Daniel Royo
Ediciones Destino, Barcelona, 2013, 475 páginas.
Traducida del catalán por Daniel Royo y
publicada por Mondadori en 1991, reeditada en varias ocasiones y traducida así
mismo a distintos idiomas, ahora la vuele a rescatar Ediciones Destino, en la
emblemática colección Áncora y Delfin, consecuencia directa de las propias
virtudes de la novela y del impulso recibido por la favorable acogida de la crítica
y del público lector a las dos últimas novelas de Jaume Cabré, Yo confieso y Las voces de Pamano.
Jaume Cabré, un autor imprescindible en la literatura
catalana contemporánea, fusiona con habilidad en Señoría rigor y creatividad en
el subgénero de la narrativa histórica,
que además, en este caso, se sutura con el relato criminal y la investigación
detectivesca.
La novela nos retrotrae a una Barcelona finisecular.
Son los últimos días del siglo XVIII. A lo largo de las cerca de quinientas páginas
de la novela, la misma ambientación en el clima meteorológico y en el clima ético
y social de una ciudad: una lluvia
otoñiza que todo lo tiñe de obscuridad y una corrupta sociedad borbónica,
ajena por completo a los aires y al espíritu de la Revolución francesa, regida
por una clase aristocrática decadente y sumida en la frivolidad, el lujo, la
superficialidad, las prácticas injustas, la corrupción o en una beatería pacata
y farisaica. Además una red entrecruzada de cuernos daba lugar a una buena
parte de las relaciones vitales de la aristocracia venida a menos (página 323).
Y en la misma senda, una burguesía adinerada, cada vez más influyente, con las
mismas ambiciones de poder, dinero y sexo. A su lado subsistían los
insignificantes menestrales.
Todos ellos forman parte de un gran friso
coral en el que aparecen retratados la inútil aristocracia borbónica, el capitán
general, los diversos eslabones de la justicia, con un corrupto regente civil de la Real Audiencia, un ambicioso,
insaciable y foráneo jefe de la policía, influyentes eclesiásticos, mujeres con
un apetito sexual insaciable y otras que subliman sus yermos matrimonios con la
dedicación a la beatería, que se vuelve ávida cuando huelen carne de horca.
En esta atmósfera finisecular decadente,
coloca Jaume Cabré una trama de novela negra. Una intérprete lírica francesa
canta en el salón del marqués Dosrius. Luego se acuesta con un joven e
idealista poeta romántico, Andreu Perramón que será acusado del crimen, cuando
la cantante aparece asesinada a la mañana siguiente. El regente civil de la Audiencia
no duda en enviar a este joven a la horca para salvar su posición, sobre todo
cuando en el domicilio del joven poeta se descubren ciertos papeles que podrían
poner en tela de juicio al regente, su Señoría, Rafael Massó, que con la misma
frivolidad decide sobre la vida de las personas y se entretiene en lo que más
le satisface: conquistar y expiar a hermosas mujeres. Mas los acontecimientos
se vuelven en contra de su Señoría al
descubrirse su implicación en otro asesinato acontecido años atrás.
Lo más destacable de Señoría es para mi gusto esa amalgama de relato histórico y trama
criminal que le permite a Jaume Cabré no solamente provocar y mantener el interés
del lector a lo largo del entramado novelesco y su desenlace, sino sobre todo,
abordar y denunciar la podredumbre social, la degeneración del poder, en
especial del sistema judicial. La novela no degenera en un alegato retórico
gracias a que Jaume Cabré domina la gramática del relato. Aunque el relato gire
sobre todo en torno a la figura del corrupto regente y de su joven víctima, al
lector no se le concede respiro, debido, sobre todo, a la riqueza de personajes
que pueblan la novela, personajes perfectamente delineados, así como a la
exposición del retrato social, la corrupción política, la envidia, las
intrigas, el desenfreno sexual, la infidelidades… en la Barcelona borbónica
finisecular.
Jaume Cabre construye también una novela coral
ataviado con las armas de la ironía y de un humor punzante. Una escritura pues
llena de malicia, quizás redundante algunas veces, empleada para remarcar
situaciones o caracterizar personajes. En definitiva, una gran habilidad
narrativa para poner en pie una novela de intriga, ambientada en un pasado
recreado paródicamente, aunque en este caso la parodia no esté demasiado
alejada de la realidad.
Francisco
Martínez Bouzas
Jaume Cabré |
Fragmentos
“Obediente,
el matrimonio Massó fue a interrumpir la conversación de un grupo que, por el
repentino cambio de tema, debía de estar criticándolos. Buenas noches, barón,
baronesa, regente, don Rafael, sonrisas, saludos, besamanos, suspiros, ¿qué se
cuentan?, ¿saben si vendrá el capitán general?, tengo entendido que sí, señor
barón, y aquella mirada fugaz de don Rafael al poderoso tetamen de doña Gaietana,
que hay cosas que…porque don Rafael, ahora que ya no se estilaba el
espectacular miriñaque de otras épocas, sabía que era más fácil acercarse a las
damas y explorar su escote, una aventura apasionante, y a don Rafael le sudaban
las manos cuando estaba cerca de doña Gaietana, que era una manera de olvidar
el rostro de Elvira, pobrecilla”.
.....
“Le
humillaba lo indecible que con aquellos aparatos se vieran las cosas al revés,
pero todo su espíritu estaba exultante a la espera del día en que doña Gaietana
se decidiera a echar la siesta a la hora en la que él podía estar ojo avizador.
¡Oh! ¡Oh! ¡Sí! Don Rafael, entusiasmado, aplicó el ojo al objetivo. Sí, efectivamente,
se abría la puerta y, ¡oh!, doña Gaietana entraba en la habitación, bostezaba,
ah, perezosilla mía, mira qué pechitos como limones…Anda zorrona, eso no lo
haces delante de la gente, ¡eh…? Ay, ay…Doña Gaeitana empezó a quitarse la
falda, don Rafael maldecía el aire que los separaba. ¡Oh, oh, oh, menuda, oh! A
don Rafael se le caía la baba. Gaietana mía, si parece que te pueda tocar, qué éxtasis…¿Por
qué no te desnudas del todo, amor mío?
Anda mujer, que no se ve nada…Anda, amor mío…Venga sin miedo…”
…..
“Al vizconde de Rocabruna le gustaba que
de los asuntos del baño se hiciese cargo Agustina, una mujer que rondaba los
cuarenta, de muy buen ver y aunque no la criada más antigua de la casa, sí la
de más confianza. Qué hacían el vizconde y Agustina encerrados en el baño y
tragando vapores durante una hora, era algo que media Barcelona se preguntaba
pero desconocía. Lo que sí era evidente es que el vizconde salía fresco,
acicalado y a punto para una nueva jornada de amores fortuitos que, básicamente,
era todo su programa de vida. A sus veintiséis años había aprendido a la
perfección cuál era el comportamiento más adecuado para moverse con agilidad a
través de la red entrecruzada de cuernos que constituían las relaciones vitales
de la aristocracia venida a menos de la noble ciudad de Barcelona. Más de una
vez había tenido que instruir a alguna joven, llorosa y desconcertada por su
cinismo, con lecciones del estilo de mire, señora: amar a alguien está mal, tout court y, además, queda horroroso y la gente
enseguida habla y chismorrea, ¿me comprende?, y lo peor de todo es que encima
se sufre. Concluyendo, ma chérie:
vaya tirando, páseselo bien, tenga cuidado de que no la perjudiquen, no exija
nada y nada le exigirán. Ah, y procure no quedar embarazada.”
(Jaume Cabré, Señoría,
páginas 18, 103-104, 322-323)
Excelente trabajo !
ResponderEliminarMark de Zabaleta