La exposición
Claudio Magris
Tradución de Juan Octavio Prenz
Editorial Anagrama, Barcelona, 93 páginas
(LIBROS DE FONDO)
“Como Ulises, intenta no ser
nadie para salvar de las garras del poder algo propio, tu vida.
Intranscendente, escondida, marginal, pero tuya”. Así se expresaba en una
entrevista radiofónica de la RAI en el año 1986 Claudio Magris, el escritor e
intelectual italiano ganador del Premio Príncipe de Asturias de las Letras en
el año 2004. El jurado se lo otorgó considerando que Magris encarna en su
escritura la mejor tradición humanista y representa la imagen plural de la
literatura europea a comienzos del siglo XXI. Esta imagen plural aparece
reflejada en la obra de Magris sobre todo por la ruptura de géneros. En
palabras de su editor español, la obra de Claudio Magris es un ejemplo
irrepetible de los géneros híbridos, de la prevalencia de la así llamada “non
fiction” sobre la ficción o narrativa tradicional. Magris es sobre todo un
sabio desencantado, escritor, viajero, ensayista y especialmente, pensador.
Muestras paradigmáticas de este beber de todos los géneros, de la escritura
transgenérica, fruto de una utópica vitalidad que convive con una sabiduría
desencantada que explora en cada uno de sus textos todos los espacios (el
poético, el espiritual, el geográfico), pueden ser sus libros El Danubio, Microcosmos o La exposición una de sus últimas obras
publicadas en España. Otro intelectual italiano, viejo opositor antifascista, Franco
Tagliafierro considera que Magris en la Italia (pre y post) berlusconiana en la
que ya se superaron todos los límites de la decencia, es uno de los pocos
intelectuales que aún resisten. La conciencia crítica de nuestro tiempo.
Es el mismo escritor triestino el que
realiza un perfecto encuadre de su libro,
a la vez cuento, pieza teatral o libreto de ópera, erguido con una
escritura que de lo improvisto, de las
sombras, hace surgir el destino minúsculo del ser humano. Hay una escritura que
nos ofrece una visión global del mundo, una escritura hecha con lenguaje
elaborado que surge de la luz del día. Y
a su lado, de vez en cuando, aparece otra que viene del imprevisto, de las
sombras. Es la escritura nocturna, en palabras de Ernesto Sábato, formada por
cosas que no nos pertenecen o son nuestro anverso, como el negativo de una
fotografía. A ese género de escritura pertenece La exposición. Un libro difícil por consiguiente, doloroso y
violento.
El título de esta pieza singular hace
referencia a la exposición de cuadros de Vito Timmel, un pintor triestino,
discípulo e Klimt. Pero lo que verdaderamente le importa al escritor no es la
pintura sino la existencia rota del artista que, a pesar de estar atrapado por
un inmenso olvido, provocado por el alcohol y la enfermedad mental, jamás dejó
de luchar, de ningún modo se permitió la libertad del pobre hombre
esquizofrénico.
La destrucción anárquica de este “viajero
del manicomio” está reconstruida por Magris como en un gran espejo a través de
las palabras de los amigos, de los enfermeros, del director del centro
psiquiátrico. También, de su propio testimonio. Es un recordar colectivo que se
convierte en masa coral, honesta y opaca, de la que nos podemos fiar ya que no existe ningún
antifaz tras el que se oculte o disimule..
En esta gran metáfora de un destino que es La exposición, Magris hace salir a
escena al protagonista una vez concluido su funeral para simbolizar el sentido
del pasado que existe solamente como presente en cuanto permanece en la memoria
de los vivos. La exposición es pues
la autobiografía en negativo de un personaje, símbolo de aquellas vidas que se
ahogan en su propia negación, existencias rotas dramáticamente, pero capaces de
iluminar los significados y las dimensiones más frágiles y obscuras del alma
humana. La del pintor triestino es una existencia destruida y, no obstante,
llega a nosotros a través de una lengua cristalina, incluso cuando se nos
muestra articulada de una forma experimental.
Otras veces lo que le importa a Magris es
crear una atmósfera onírica y entonces echa mano de una verdadera polifonía
lingüística, en la que se enfrentan entre si diferentes registros expresivos,
los giros populares y los eruditos. Y también textos de Baudelaire. Una
verdadera babel que subraya la fragmentariedad y provisionalidad de toda
certeza. Así pues, un texto muy breve, pero sumamente paradójico, sin
representación, que testimonia que la locura entro a formar parte de nuestra
lengua, se convirtió en nuestra piel y ya no la podemos considerar como algo
alejado de nosotros mismo. Una experiencia límite, iniciática o sagrada.
Francisco
Martínez Bouzas
Claudio Magris |
Fragmento
“Director
Arte
y locura, desviación y su sublimación…, para el psiquiatra carcelario de otro tiempo
las visiones. las pesadillas, la denuncia de Timmel son «infantilismo», la rebelión
social sofocada en un delirio privado…dirigido cuanto más a la piedad
individual de un amigo, un mensaje dirigido a la sociedad y desviado a un único
destinatario. Timmel sobrevivió al fascismo, pero el fascismo le ha sobrevivido
a él, el fascismo de la Institución Psiquiátrica, el universo de la exclusión
construido sobre algo que no existe, la inexistente enfermedad mental…, y
cuando nosotros, más tarde, demasiado tarde para él, para todo, porque todavía
es pronto y la antipsiquiatría no existe aún, aunque hayamos cerrado los
manicomios, es decir los hemos abierto…(comienza a agitarse, a mover los brazos
y confundirse) los psiquiatras son locos
furiosos porque afirman la existencia de algo que no existe, mientras que
nosotros sabemos que nuestra ciencia no existe, que somos especialistas de la
nada, estudiosos de lo inexistente…”
(Cladio Magris, La
exposición, páginas 86-87)
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