miércoles, 2 de noviembre de 2016

DE LA "ENFERMEDAD" DE LA CUCARACHA GAY A LA CACERÍA SEXUAL



El amor del revés

Luisgé Martín

Editorial Anagrama, Barcelona, 2016, 272 páginas.



   A los quince años, tal como confiesa el autor, Luisgé Martín se arrodillaba y le pedía a Dios que le gustaran las mujeres, “que en mis pensamientos impuros solamente hubiera chicas”. Es el arranque sin cortapisas de esta autonovela que trabaja con las técnicas de la ficción la propia historia personal. El escritor añade que, en esos momentos cuando no le quedó ninguna duda sobre su condición homosexual, prometió solemnemente que jamás lo sabría nadie. Sin embargo, en el año 2006, se casó con un hombre ante un buen número de invitados, sin excluir a sus amigos de infancia. Pero eso es otra historia, mejor dicho biografía que poco tiene que ver con la autorreferencialidad del yo propia de la autoficción. Y es ficción, mal que le pese al autor, porque, tal como él mismo confiesa, en el libro hay cosas de su pasado idealizadas.

   El amor al revés es ciertamente ficción, pero también la segunda gran traición del juramento del autor, que brota de la urgencia de llenar de sentido ese largo y penoso episodio de su existencia. Y es, sobre todo, un sincero libro confesional “un inventario de arrepentimientos y mentiras”, que a la par de otros libros de su autoría le ahorró muchos psicólogos y le ayudó a ahuyentar el suicidio, pero únicamente porque no conocía ningún modo de suicidio para cobardes. Todo ello, fruto de la educación clerical en un colegio madrileño en el que los curas, como en tantos otros colegios y sobre todo en internados -también desde los púlpitos se siguen diciendo barbaridades-, se sentían responsables de administrar la sexualidad de alumnos y alumnas.

   Con esa promesa del secreto guardado durante toda la vida, comienza la existencia de un adolescente en el primer postfranquismo  del año 1977, una época de una educación restrictiva en la que la homosexualidad, si bien ya no era un delito de vagos y maleantes, seguía siendo considerada una enfermedad, un tabú, a veces cool, en el que primaban las apariencias. Hasta en el  estilo de fumar había que revestirse de una masculinidad postiza, fumar con “gestualidad bogartiana existencialista”.



  El tránsito de la “metamorfosis inversa a la kafkiana de Gregorio Samsa” para convertirse en ser humano que es capaz de aceptarse a sí mismo, será largo y tortuoso; repleto de cenagosas y plomizas obscuridades. Pese a no sentirse nunca acosado por causa de su homosexualidad, el autor siente muy pronto el espanto de la “enfermedad” que lo convertía en monstruo, sin que las oraciones a Dios para que le otorgara la dicha de ser un chico normal al que le gustan las mujeres, diese resultado. Son años de máscaras, de ocultamientos, de silencios, disfraces, de sentimentalidad  enigmática, muchos miedos, pero también de desnudamiento de la cucaracha.

   Mas,  a pesar de las idealizaciones, Luisgé Martín lo cuenta todo en un relato escrito desde las venas y las vísceras: el aire fétido del colegio de curas progres; el primer enamoramiento de un compañero. Es entonces cuando empieza a sentirse un niño cucaracha, pero, por miedo a  ser descubierto, se empeña en no tocar la carne desnuda, permanecer virgen. Pronto, sin embargo, advierte la inutilidad de su propósito, y a pesar del terror  a ser desenmascarado, va a los urinarios. No cejará de contravenir las leyes de la naturaleza, aunque realiza terapias conductistas para ser capaz de amar a las mujeres, terapias que solamente atacan la superficie del “mal”. Aceptará finalmente su suerte y se sumerge en las ciénagas morales tales como se consideraban en aquellos años: la sexualidad torcida, correrías por bares, cines frecuentados por gais a la espera de ser cazado, por las catacumbas del barrio de Chueca, “en busca de aventuras, amores y quimeras”. Amores efímeros que le despiertan la urgencia de encontrar un novio que le aleje del zangoloteo sexual de los homosexuales. Y en efecto, se enamora de muchos hombres, aunque solo llegará a amar realmente a tres. El último y definitivo con el que se casó en 2006. Un matrimonio con el que se cierran los años de cucaracha y la cacería sexual. Un final feliz aunque, fiel a los desenlaces de su narrativa, el autor no tiene reparos en confesar que, “si es feliz”, no es todavía el final.

   El amor del revés es un libro basado en la verdad. Escrito con la necesaria crudeza para hacerles ver a los lectores que la vida de los homosexuales es equiparable a la de los salmones saltando cascadas, esquivando remolinos, luchando  a contracorriente (página 271). Memorias morales teñidas de ficción que retratan de forma lúcida sobre todo el infierno que, en los años 70, 80 y 90, sufrían aquellos y aquellas cuya sexualidad se desviaba de la inclinación sexual hacia el sexo opuesto. Relato memorialístico ajeno a imposturas, pero también a sordideces, basado en buena medida en el diario del autor en aquellos años. Con algún exceso lacrimógeno ante los amores no correspondidos. Indiferencia ante los que se “alzan en la nada” (Cortázar). Todo ello acompañado de lo que se ha llamado una buena razón literaria: narración a tumba abierta, mas escrita con una prosa de gran calidad, repleta de matices y muy coherente con un tema tan vital como complejo.



Francisco Martínez Bouzas



                                                  
Luisgé Martin

Fragmentos



“Fue en aquellos días cuando comencé a rezar para pedirle a Dios que me permitiera enamorarme de una chica, que pusiera en mis fantasías, como en las del resto de mis compañeros de clase, el cuerpo desnudo de mujeres lujuriosas. Nunca fui beato, pero había recibido una educación católica que me hacía creer en ese poder mágico de las oraciones: si había fe y cercanía a Dios, cualquier deseo piadoso –y éste sin duda lo era-sería concedido. Si le pedía con humildad a Jesucristo que me liberara de un mal, el mal desaparecería.”



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“Yo había soportado la terrible mutación hormonal con un ascetismo admirable. Me masturbaba sin descanso, rabiosamente, pero había sido capaz  de ver pasar los peores años de la exaltación corporal sin tocar a nadie, satisfaciéndome a mí mismo con fantasías delirantes y con juegos obscenos sublimados. En los lóbulos del cerebro, sin embargo, iban quedándose poco a poco restos de esperma que corroían la pureza de mis creencias. Renovaba con frecuencia mi compromiso de no hablar jamás con nadie de lo que sentía, pero cada vez lo hacía con menos convencimiento y trataba de encontrar ardides o disculpas para burlarlo. Fue entonces cuando empecé a ir a los urinarios.”



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“Me queda la memoria desvaída de algunos rostros pintados en gris y de algunos episodios nebulosos. Un estudiante de provincias  guapo y musculoso me citó en Moncloa y me explicó que él era esencialmente heterosexual, pero que en ocasiones había imaginado a hombres desnudos y quería saber cómo funcionaba el engranaje de ese mundo. Era aún más inexperto que yo -o eso fingía- y hablaba siempre en sentido figurado. Dimos vueltas retóricamente a las hipótesis que él planteaba (yo con la paciencia que me requería el deseo) y luego fuimos a su apartamento de estudiante, que estaba en la misma calle en la que yo vivo ahora. Fornicamos con impericia, pero yo regresé a casa satisfecho. Nunca volvimos a vernos.”



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“Las mejores predicadoras del machismo, como se sabe, han sido algunas mujeres, y los mayores paladines de la homofobia han sido, a lo largo de la historia, los homosexuales, instruidos en creencias ponzoñosas que, proclamadas por ellos, transmitidas de su propia voz, acreditaban más ferozmente las acusaciones de los inquisidores. Este libro es, en cierto modo, el inventario de mis arrepentimientos, de las mentiras que acepté con mansedumbre. Algunos deterministas creen que la libertad no existe, que actuamos siempre de la única manera que podemos hacerlo tomando en consideración nuestro sistema nervioso, nuestro entorno cultural y las circunstancias exógenas del mundo. Si es así, nunca hay culpa y el arrepentimiento es sólo un acto ficticio. Pero si no es así, si queda al menos un margen de conducta guiada por la razón o por el albedrío, el arrepentimiento se convierte en un gesto e dignidad. En cualquiera de los dos casos, sin embargo, ese arrepentimiento, si es público, resulta provechoso para el futuro de los otros, de los que aún no han escuchado las mentiras.”



(Luisgé Martín, El amor del revés, páginas 20, 64-65, 138, 183-184)

3 comentarios:

  1. Excelente comentario Francisco, hace tiempo que no te leía, tu estilo me parece muy pulcro, tu comentario muy atinado; aunque no he leído el libro, estoy segura que es muy acertado. Tus comentarios invitan a leer!

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  2. Una excelente reseña querido Francisco, una obra fuera del moralismo convencional donde nos revela la lucha interior por la atracción hacia el mismo sexo, algo que hoy en día ha ganado parte de su batalla milenaria. Gracias, un gusto disfrutar de tus siempre atinada invitación a la lectura. Un abrazo.

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