El pasado sábado 17 de diciembre fallecía en Lisboa, Nélida Piñón (Río de Janeiro, 1937), primera mujer que presidió la Academia Brasileña de Letras, Premio Príncipe de Asturias en 2005, gran amante de Galicia donde se hunden sus raíces, poseedora de la nacionalidad española, y sobre todo una eminente escritora. En homenaje a su figura traslado al día de hoy la reseña que en su día publiqué en gallego de una de sus novelas más importantes: A republica dos sonhos, editada por primera vez en brasileño en 1984 y traducida a numerosas lenguas, entre ellas al gallego.
La república de los sueños
Nélida Piñón
Traducción de Elkin Obregón Sanín
Editorial Alfaguara, Madrid, 2005 – 2019
“Los mitos comen con nosotros en nuestra mesa” aseguraba Nélida Piñón, recordando una sección de su libro colección de fragmentos O pâo de cada dia. La afirmación de esta hija de gallegos, refleja una amplia querencia de la literatura latinoamericana tejida con historias que provienen de un pasado mítico, pero real y que, al difuminarse en el pasado siglo, dejaron, no obstante, un gran manantial de historias para alimento de los escritores de la otra orilla del mar. En algunos casos esos fantasmas aparecen invocados de forma explícita. Tal es el caso de Gabriel García Márquez, con sus disimuladas y continuas apariciones de la abuela en sus piezas narrativas.
Nélida Piñón forma parte de esta relación de autores latinoamericanos encuadrables en el club de escritores míticos. En buena parte de su escritura, Nélida Piñón nos empuja a conjurar a los antepasados, a sentarlos en nuestra mesa para que nos fascinen con el manjar de sus historias. Los casos más notables en la producción de la autora son posiblemente A doce cancâo de Caetana y sobre todo su obra épica monumental A republica dos sonhos.
La república de los sueños es una de las más importantes novelas de la literatura brasileña contemporánea. Una inmensa saga que refleja la obsesión fundacional de la autora en búsqueda de sus antepasados gallegos que emigraron al Brasil y allí les dieron forma y consistencia a sus sueños, tras una dura acogida que se tradujo en pan reseco, en el duro catre de una pensión barata, en la comida salada punzándoles el estómago.
La búsqueda penetra en las raíces gallegas y brasileñas. No en la dulce Galicia de los trovadores medievales, sino en el rural gallego, patria de miseria. Y al otro lado del mar, América, fuente de curación de todos los males y exconjuros de los demonios. Era la propia escritora quien reconocía que, cuando retornaba de niña a la casa del abuelo en Cotobade, Galicia fecundaba su imaginario, y le dio fuerza e impulso para escribir esta novela fundacional, esta saga sobre las aventuras de los emigrantes gallegos que llegaron al Brasil a comienzos del pasado siglo, y allí construyeron un legado cultural, con lágrimas, con sudor y, sobre todo, con sueños. La visión totalizadora que de la literatura tenía Nélida Piñón, se materializa en esta inmensa saga histórico-familiar.
Nélida Piñón
Es 1913 y dos adolescentes embarcaron en Vigo rumbo al Brasil. Son el triunfador Madruga y el soñador Venancio. Atraviesan el Océano en búsqueda de su “república de los sueños”. A través de ellos dos, podemos percibir un legado de resistencias, voluntad de supervivencia, sufrimientos, alegrías, glorias y frustraciones. Experiencias indelebles que, en las cerca de mil páginas de la novela, se convierten en una inmensa epopeya.
En el romance coexisten dos voces evocativas en primera persona: la del gallego Madruga y la de su nieta brasileña Breta (forma regresiva de Bretanha); los fragmentos paródicos de Venancio, el otro emigrante, y una voz omnisciente en tercera persona que los sutura todo de forma mágica en un juego de recuerdos personales que envuelven a Brasil, a Galicia y al mundo entero, y multiplica los hechos a través de la metaforización.
Nélida Piñón fabula la existencia de personajes que son materia viva que emerge de los seres humanos. Personajes pues arquetípicos, hechos de la suma de muchos individuos. La escritura de Nélida Piñon comulga con el movimiento que, siguiendo a Guimarâes Rosa, se encamina hacia la renovación del lenguaje. Le son suficientes rápidas pinceladas para describir esa identidad fragmentaria.
Francisco Martínez Bouzas
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