viernes, 17 de junio de 2022

EL ASOMBRO Y LA EMOCIÓN EN UNA HUMILDE CARTONERA

 

Comarca mínima

María Ángeles Pérez López

Lustraciones de Patricio Hidalgo

Nota introductoria de Lola Nieto

Libros de la Cartonera del Escorpión Azul, Madrid 2022, 49 páginas.

 

     

 

   Hoy me siento honrado por poder presentar, en las modestas líneas de esta bitácora, un libro cartonero de la Cartonera del Escorpión Azul, Comarca mínima de la profesora de Literatura Española e Hispanoamericana en la Universidad de Salamanca, excelente poeta y cultivadora además de ese género oriental que es el haikus, aunque su autora, María Ángeles Pérez López prefiere escribir haikús. Comarca íntima es un librito modesto, una cartonera que nos regala verso mínimos, pero que tienen la capacidad de atraparnos en la retinas de ojos, corazón y mente en un instante intenso, “una fibra de luz”, como escribe con relación otro libro de haikús,  Diecisiete alfiles, la misma autora.

   Los haikús de esta Cartonera se reparten en doce secciones, y cada una de ellas se explaya en composiciones que pueden ser seis u ocho. Rotuladas todas ellas por el nombre de un lugar, de un fenómeno o realidad natural, espacios, climáticos u objetos dotados por la poeta de una gran fuerza emocional: “Haikús de la isla de San Simón”, “Haikús del viento”, “Haikús de Tegucigalpa”, “Haikús del mar”, “Haikús de la escritora sobre la Alhambra”, “Haikús del perenquén”, “Haikús de la (gran) manzana”, “Haikús de niebla”, “Haikús de Ciudad Juárez”, “Haikús del sur”, “Haikús de Santa Cruz” y “Haikús del viajero”.

   Mas los haikús de María Ángeles Pérez López son “desobedientes”. Sin tablero ortodoxo ni jaque mate, como ella misma escribió en otro momento. Por eso son haikús, no haikus. No se acomodan de forma rígida a las estructuras japonesas, ya que forman parte de otros tiempos y de otros lugares, de tradiciones  distintas. Escritos pues al margen de la ortodoxia canónica; actualizados y acomodados a la tradición hispana. Con estructuras de tres versos de entre cinco, siete y cinco sílabas que la actora se permite rimar el primero y el tercero.

   Porque fui testigo de cómo la poeta atrapó, en una contemplación quizás sin palabras o con escasez de ellas, me referiré al “Haikús de la isla de San Simón”. Recién llegada de la Meseta, María Ángeles Pérez López se vio apresada anímicamente por la Ría de Vigo, y en ella por la Isla de San Simón. Una mínima isla, pero rebosante de historia, de poesía y de tragedia. Preside con su estructura bipartita, junto con la Isla de San Antón, unidas por un pequeño puente, la ensenada de San Simón. Centro monástico cantado por la lírica galaicoportuguesa medieval (Mendinho, Johan de Cangas, Martín Codax). Habitada en los siglos XII y XIII por los templarios y más tarde por los excomulgados pascualinos de San Simón; saqueada por Drake y su escuadra (Batalla de Rande). Poblada y abandonada, se convierte en el siglo XIX en lazareto. Y Finalmente en trágico campo de concentración y de exterminio de los presos políticos contrarios a la dictadura franquista. Hoy, con la recuperación de la Memoria Histórica es Isla del pensamiento y de actividades culturales.

   Su hermosa situación geográfica, su centenario paseo de buxos por ejemplo, junto con su historia, me atrevo a decir que fue el instante persuasivo que forzó  a la poeta a atraparla de forma muy breve, en una estructura no muy lejana a la forma oriental pero acomodada a la tradición hispana. El asombro ante el instante traducido en brevedad.

 

Francisco Martínez Bouzas


 


                                      María Ángeles Pérez López



Haikús de la isla de San Simón


Cantiga rota

En su lenguaje de agua

rompen las olas.

 

 

Recuento raudo:

son las penas de amores

este naufragio.

 

 

Morir, cercada,

por las ondas más crueles.

Su espuma aciaga.

 

 

Orografía

que levanta la tierra

y la castiga.

 

 

Boj y silencio.

En la madera mansa,

golpea el tiempo.

 

 

Morir, cercados,

por el miedo a la lepra

o a los soldados.

 

 

Sintaxis de algas

que se abrochan carnales,

sobre la espalda”

 

(María Ángeles Pérez López, Comarca mínima, páginas 15-16)

 

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