Max Beerbohm
Traducción de Javier Fernández de Castro
Acantilado,
Barcelona, 2019, 71 páginas.
En un pequeño volumen
independiente, Enrique Anderson
Imbert afirmó que Enoch Soames de Max Beerbohm es el mejor cuento que jamás
había leído. Publicado originalmente en 1916, fue incluido más tarde en la
recopilación Seven Men (1919) y
Borges, Casares y Ocampo lo incluyeron así mismo en la mítica Antología de Literatura Fantástica
(1940). Acantilado nos lo orece ahora como volumen independiente, como una extraordinaria pieza de literatura
humorística.
El
cuento es en buena medida una recreación del mito de Fausto por parte de un
autor Max Beerbohm, poco conocido, pero autor de buenos relatos.
En una
breve sinopsis, se puede decir que el autor nos presenta a un curioso aspirante
a poeta maldito de nombre Enoch Soames. Alberga el convencimiento de que su obra de la que apenas vendió tres
ejemplares, merece perdurar en el futuro. Y por eso se acerca a todo aquel que
lo pueda inmortalizar. Se define como “satánicamente católico”, y su existencia
está asegurada por la renta familiar. Ese es el motivo que le permite escribir
y escribir obras que nadie compra, y hacer gala de su arrogancia como camino
hacia la fama.
Ignora y
deprecia a los poeta malditos como Baudelaire o Verlaine, a los románticos, y
se mira en el espejo de Milton que lo convirtió al satanismo. Un día de junio
de 1897, Beerbohm y Soames están almorzando
en el Soho. Soames se halla deprimido ya que está convencido de que es
un gran escritor al que la sociedad no reconoce como tal, pero está seguro de
su fama póstuma. Es entonces cuando el diablo, que lo está escuchando en una
mesa vecina, se le presenta. Y a cambio de la posesión futura de su alma, le
transporta en el tiempo cien años hacia adelante. Pasa una tarde en el Museo Británico
para descubrir como lo tratará el futuro. Acto seguido, será devuelto a su
tiempo presente y al mismo lugar. Y el diablo obviamente cobra su precio.
No spoiliaré
el desenlace sorprendente que determina el destino de Soames. El relato de Max
Beerbohm es una pieza corta magistral, rebosante de figuras de la literatura
fantástica (trato con los demonios, viajes en el tiempo). Incluye así mismo un
tonalidad ciníca. En la parte final abundan los toques surrealistas que
asemejan al cuento, en algunos aspectos, a Un
mundo feliz.
Destacan
así mismo los aspectos paródicos. El propio autor se somete a la parodia y se
burla de sí mismo - lo descubrimos autoparodiado en todo el cuento como un
ingenuo que transita desde la admiración
por el personaje carente de éxito en su obra, a la conmiseración por el mismo
motivo-.
En el
cuento aparece con toda su crudeza la realidad. Al margen de la trama
fantástica, la realidad que no se transmuta con buenos deseos, ni con pactos
con el diablo, se camufla en los personajes. Tanto en uno como en otro, hay
aspectos obscuros que ceden a la vanidad. La vanidad y el ansia de inmortalidad
literaria le cobran su factura a los personajes.
En
resumen, un relato perfectamente articulado y escrito en el que nada sobra ni
nada falta. Por eso Enoch Soames
sigue siendo una obra imperecedera. Y a su autor, Maz Beebohm, autor de otros
relatos, le seguimos conociendo gracias a este.
Francisco Martínez Bouzas
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