Joseph
Roth
Traducción
y epílogo de Ibon Zubiau
Alianza
Editorial, Madrid, 2020, 120 páginas.
Alianza Editorial se suma, con la suya, a
las múltiples ediciones de este libro (Die Legende von heiligen Trinker) que han
visto la luz, que traduce y para la que ha escrito el epílogo Ibon Zubiaur.
Cuando el libro se editó por primera vez en 1949, Joseph Roth ya había
fallecido, y llevaba una década prácticamente olvidado. Murió en una habitación
de un viejo hospital parisino, exiliado, alcoholizado, y arruinado.
La
leyenda del santo bebedor, cuyo original fue escrito en 1939, fue el último
manuscrito que el autor nos legó. Un personaje que se retrata en el relato
hasta el punto de que antes de su fallecimiento, se describió a sí mismo, en
una suerte de testamento vital como “maligno borracho y poco lúcido”. Causa,
sin duda paradójica extrañeza que este hombre convirtiera al protagonista de
esta historia, Andreas Kartak, un vagabundo proveniente de de Silesia, en el
santo bebedor. Buena parte de la obra de Joseph Roth se perdió en el momento en
que los nazis arrestan a la mujer que conservaba su archivo..
La
leyenda del santo bebedor es un relato autobiográfico de Roth. Albert de
Lange, editor de Amsterdam, lo publicó póstumo. Toda la dispersa vida de Roth,
especialmente sus últimos años, ase
contrae en París, donde actúa por última vez con lucidez. Y parece que en
secreto fue fiel a su única y aparentemente inútil promesa.
Solamente los grandes genios de la escritura
son capaces de mantener su talento hasta el final. Josph Roth no fue una
excepción, y en su postrer relato, nos regala una historia extraordinaria, en
la que, en muy pocas páginas, fue capaz de atesorar y dar visibilidad a todo su
genio. Es La leyenda del santo bebedor, su
último que conecta con sus últimas experiencias como clochard en París.
La trama, situada probablemente en 1934,
sigue los acontecimientos de un alcoholizado, Andreas Kartak. Reside bajo los
puentes del Sena. Y había llegado a París proveniente de las regiones
orientales del imperio austrohúngaro, donde había trabajado como minero y había
matado al marido de su amante. Una tarde recibe doscientos francos de un hombre que había decidido
convertirse al cristianismo. Le ordena que devuelva el dinero ofreciéndoselo a Santa
Teresa de Lisieux al concluir la misa.
Andreas se empeña en restituir el dinero en múltiples ocasiones. Pero el
destino parece mimarlo y es protagonista de una serie de milagros, en forma de
dinero que le dan o encuentra. Ese dinero le ayuda aponer orden en su vida,
habituarse a hábitos decorosos, a contactar con amigos de antaño y con la mujer
amada, Karoline que había envejecido y con la que hace un viaje, se enfadan y
pasan la noche juntos, pero, al amanecer, Andreas la encuentra pálida, hinchada y con una
respiración pesada. Es el sueño matutino de la mujer que envejece.
Se viste y sale furtivamente. Compra una
cartera usada, y dentro de la misma halla un billete de mil francos. Un antiguo
compañero de escuela, ahora futbolista famoso, lo alberga y le viste desde la
cabeza a los pies. Tiene aventuras con una bailarina del casino que le roba la
mayor parte del dinero, pero él no se
ofende, porque “el placer se paga”. Pero
sigue pensando que los milagros iban a
continuar todavía más durante un cierto tiempo, y hace lo que hacen los pobres
acostumbrados a la bebida. El domingo siguiente se acerca a la iglesia, y antes
de poder devolver el dinero, se siente enfermo y muere en la sacristía, “porque
los curas -piensa- algo entienden de morir y de la muerte.”
Uno de los principales temas de fondo de la
novela es sin duda la incierta colocación social que Roth refleja en sus
novelas y relatos. Andreas, al recibir la primea donación de dinero, quiere
saber cómo la va a devolver porque él es un hombre de palabra y posee una
cierta dignidad. Andreas Kartak se mueve en la zona insegura que media entre el
bienestar y la aberración, participando, sin darse cuenta, en los ritos de la
burguesía que a la vez lo atrae y lo
disgusta. Entre el autor y Andreas existe una cierta similitud: los dos
provienen del imperio austrohúngaro conquistado por los nazis. Los dos
consumidos por el abuso del alcohol. Y sin embargo, mágicamente atados a la
vida y a sus inexplicables eventos. Llenos e esperanza y seguros de su propio
valor, a pesar de la indiferencia de quien los mira.
Francisco
Martínez Bouzas
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