miércoles, 13 de febrero de 2019

OTRO ANTIHÉROE HOULLEBECQUIANO


Serotonina

Muchel Houellebecq
Traducción de Jaime Zulaika

Editorial Anagrama, Barcelona 2019, 282 páginas.



   


    No posee dotes visionarias ni proféticas pero Michel Houellebecq sabe conectar con gran habilidad con la actualidad, con las cuestiones candentes, y es capaz de ofrecerle a sus lectores, no un análisis sereno y razonado, pero sí la dosis ansiada de carnada, una mistura que incluye el vacio vital de nuestro tiempo, el espinoso tema de la islamización de las sociedades europeas, sexo mercenario, afirmaciones polémicas y muy provocadoras y, sobre todo un retrato cáustico del malestar y del disgusto difuso que vivimos en nuestros días. Pero Houlllebecq un peón avezado de la tradición reaccionaria, a pesar de todo eso epata como intelectual progresista. Houllebecqu sigue siendo valorado sin límites ni mesuras. Y ni la concesión del Premio Goucourt por La carte et le territoire (El mapa y el territorio) en 2010 ha sido capaz de poner mesura en las fobias y en la filias hacia su figura: primera  referencia de la literatura francesa actual, el gran novelista del pueblo (Le Figaro), el último provocador, verdadero escritor, escéptico, determinista, imprescindible, desolador, mas nietzcheano que e mismo Nietzsche, misántropo, misógino, racista, antropólogo vestido de cínico. El escritor francés más leído y más odiado.

   Houellebecq irrumpre de nuevo,  para muchos con el libro más decepcionante de todos los que ha escrito, aunque, como todos los suyos, ha sido esperado como un gran acontecimiento. Un libro que se nutre del afán provocador del escritor, y en el que le da vida a las peripecias de un hombre depresivo, repugnante y merecedor de muchas más calificaciones, dueño de provocadores torpezas y tribulaciones, que va y viene por las rutas de la transgresión, como antes de él lo han hecho tantos otros. Lo que de ellos le diferencia es que lo hace desde una pose burguesa.

   La idea capital que subyace en la trama de Serotonina y a la que la mayoría de las novelas de Houellebecq hacen referencia, es que el sexo y una confusa idea del amor es el motor de la vida de los seres humanos. Y el eje temático de la novela, acompañemos o no al protagonizo el relatos de sus correrías, es la decadencia de la cultura europea: “Ya nadie será feliz en Occidente”.

   Antes de sus publicación y venciendo el hermetismo en torno al libro, se escribió que la novela podía leerse como la historia sórdida de la desintegración de un hombre, que es a su vez, la de una civilización.

   En el despegue del libro se presenta al protagonista Florent-Claude Labrouste, cuarenta y seis años, incapaz de controlar su propia vida. Combate su depresión con un nuevo medicamento: Captorix, con efectos secundarios como las nauseas, la desaparición de la libido y la impotencia. Y comienza la historia en España, en la provincia de Almería, donde el protagonista ayuda a dos veinteañeras en short a tomar posesión de las ruedas de su coche. Pero allí no sucedió nada, a pesar de que el protagonista desea chicas frescas, ecológicas y amantes de los tríos. Asqueado de la relación tóxica con su novia japonesa, cuya relación se hallaba en fase terminal: descubre los videos porno y de orgias que ella ocultaba y que follaba con un doberman. Y empachado en igual medida de su trabajo en el Ministerio de Agricultura -detestaba de París, infestada de burgueses- decide poner fin a tantas idioteces,  e inicia una huida de si, con el convencimiento de encaminarse a su propio destino. Engrosar las nóminas de los desaparecidos voluntariamente, alojándose por el momento en algún hotel en el que se permitiese fumar.

   Y desde una perspectiva fundamentalmente sexual, pasa revista a las mujeres o amantes que han estado en las entretelas de sus fracasos; relaciones sentimentales marcadas por los desastres, unas veces cómicos, otras patéticos: la danesa Kate con la que no salvó el mudo y el amor no triunfó; Claire, una semiactriz a la que encargaban tonterías intelectualoides que odiaba, una mujer que apetecía dejarse follar por ella, más que a la inversa y que seduce a  la mayoría de los amantes de su madre, lo mismo que hacía la madre con los novietes de sus hija. Y sobre todo Camille, cinco años de felicidad. Tras ellas, se queda solo con el “humus adaptado de los placeres solitarios”. Escribe su propia vida con humor ácido y deja entrever el mundo que le rodea. Se reencuentra con viejos amigos, recorre las calles de París, viaja por Normandía y entra en contacto con los productores de leche que protestaban por los bajo precios.

   El protagonista de Serotonina es un tipo que había perdido toda esperanza de ser feliz, si bien todavía ambiciona escapar de la demencia. Por eso acude al psiquiatra que le había recetado Captorix que le dice que tiene la impresión de que se está muriendo de pena y le propone sustituir el antidepresivo  por putas.

   Antes de la recta final, en un mundo sin erecciones ni masturbaciones y que se transforma para él en una superficie neutra, todavía tiene fuerzas para renegar de la cultura del mundo occidental, personificado en La montaña mágica de Thoman Mann y En el tiempo recobrado de Marcel Proust. Tras esto, la recta final.

   Lo interésate  de la novela no son sus muchas secuencias insulsas y prescindibles, sino el hecho de haberle dado forma Houllebecq a un personaje que narra su propia autodestrucción, su desarraigo, su deriva existencial, su indolencia terminal, su nihilismo sin causa. Un personaje que responde  a las visiones crepusculares que suelen anidar en el escritor francés. Es el único mérito de una novela prácticamente desprovista de argumento y en la que el autor deja caer opiniones candentes y para muchos lectores rechazables. Una clara mofa de las feministas con chistes misóginos y homófobos (Entre el protagonista y las mujeres solo median las mamadas). La repugnancia por la Europa socialdemócrata, la atracción por el ultraliberalismo. No juzga la pedofilia, la prostitución, las drogas; se siente orgulloso de su incivismo, Franco fue el verdadero inventor a escala mundial del turismo de masas. La obsesión del protagonista por el sexo, especialmente el oral, se vuelve insoportable. Y alguna reflexión certera como su rebelión contra el puritanismo o la ausencia de la libertad individual como detonante de la soledad.

   En definitiva, un redescubrimiento sentimental trufado por las ausencia de sentimientos, por relaciones fallidas, con ciertas dosis de melancolía y una cierto ensueño de felicidad. Una prosa simple, funcional, plana como una helada Siberia viste este desolador retrato del hombre occidental. Pero la verdad es que no precisaba otra cosa.



Francisco Martínez Bouzas




 
Michel Houllebecq

Fragmentos



“… era realmente alucinante la cantidad de objetos para ella indispensables para mantener su condición femenina, las mujeres suelen ignorarlo, pero es algo que desagrada alos hombres, que los asquea incluso, que acaba por darles la sensación de que han adquirido un producto adulterado cuya belleza solo consigue mantenerse barcias a artificios infinitos, artificios que pronto (sea cual sea la indulgencia inicial que puede manifestar su macho por las catalogadas imperfecciones femeninas) acaban considerando inmorales, y yo había podido darme cuenta durante nuestras vacaciones juntos del hecho de que Yuzu pasaba un tiempo increíble en el cuarto de baño: había calculado que entre el aseo de la mañana (alrededor del mediodía), el arreglo un poco más sumario a media tarde y el ceremonial interminable y exasperante de su baño vespertino (un día me había confesado que usaba dieciocho cremas y lociones diferentes), consagraba a arreglarse  seis horas al día…”



…..



“Se me reprochará quizá que concedo excesiva importancia al sexo; no lo creo. Aunque no ignoro que otras alegrías ocupan poco a poco su lugar, en el curso del desarrollo normal de una vida el sexo sigue siendo el único momento en el que involucras personal y directamente tus órganos, por lo cual el paso por el sexo, y por un sexo intenso, sigue siendo obligado para que se produzca la fusión amorosa, nada puede realizarse sin él, y todo lo demás, normalmente, dimana de él suavemente.”



…..



“-Bueno…-dijo-, el índice de testosterona es francamente bajo, eso me lo esperaba, es por el Captorix. Pero también tiene un nivel de cortisol muy elevado, es increíble el nivel de cortisol que segrega usted. De hecho…, ¿puedo ser franco con usted?

Le dije que sí que la franqueza eea más bien la tónica de nuestra relación hasta aquel momento.

-Pues bien, de hecho… -Aun vaciló, le temblaron ligeramente los labios ates de decirme -: Tengo la impresión de que usted sencillamente se está muriendo d  pena.

¿Existe un morirse de pena, tiene sentido? –Fue la única respuesta que se me pasó por la cabeza (…)

-Con el cortisol es inevitable, va engordar cada vez más, va a volverse realmente obeso. Y cuando lo sea no le faltarán las enfermedades mortales, hay para elegir (…)

-¿Entonces me aconseja dejar el Captorix?

-Pues…no está claro, como opción. Porque si lo deja volverá a la depresión, resurgirá incluso mucho más fuerte, se convertirá usted en una auténtica larva. Por otro lado, si lo sigue tomando puede tachar con un aspa su sexualidad. Lo que haría falta es mantener la serotonina a un nivel correcto, hasta ahí todo bien, todo el orden, pro bajando el cortisol, y quizás aumentar un poco l dopamina y las endorfinas, que sería lo ideal. Pero tengo la sensación de no ser muy claro, ¿sí, me sigue usted)

-No del todo, la verdad.

-Bueno… -Echo de nuevo una ojeada al papel, una ojeada un tanto extraviada, me daba la impresión de que no creía realmente en sus propios cálculos, hasta que alzó la mirada y me soltó-: ¿Ha pensado en las putas?”


(Muchel Houllebecq, Serotonina, páginas 54-55, 61, 255-256)

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