Dario Fo
Traducción de Carlos Gumpert
Ediciones Siruela, Madrid, 2016, 182 páginas.
El pasado 13 de octubre nos
sorprendió con dos noticias inesperadas: la concesión del Premio Nobel de
Literatura 2016 a Bob Dylan y el fallecimiento de Dario Fo, igualmente Premio
Nobel de Literatura en 1997. Dario Fo emuló, según el dictamen de la Academia
sueca, a los bufones medievales y defendió la dignidad de los oprimidos. Dario
Fo fue, sobre todo, un hombre de teatro: autor de piezas tan destacadas como Misterio bufo y otras comedias, Muerte
accidental de un anarquista o Aquí no
pasa nada. Dirigió y representó
así mismo como actor de escena múltiples obras teatrales en colaboración con su
esposa, la actriz Franca Rame (fallecida en 2013). No obstante, en los últimos
años, Dario Fo extendió su actividad como escritor al género de la narrativa
con base histórica. En 2014 publicaba su primera novela, Lucrecia Borgia, la hija del Papa y en 2015 C’é un re pazzo en Danimarca que, en traducción de Carlos Gumpert,
podemos degustar desde hace unos meses en español.
La idea de esta pieza narrativa surgió como
resultado de una investigación realizada por Jacopo, hijo del escritor, sobre
los reyes daneses del siglo XVIII, analizando especialmente las crónicas,
comentarios y especialmente los diarios que, desde el siglo XV, acostumbraban a
escribir aquellos personajes -gente común o famosa- que tenían práctica en las
letras. Basándose en esos documentos, Dario Fo reconstruye los sucesos, a la
vez grotescos y trágicos que tuvieron lugar en Escandinavia desde mediados del
siglo XVIII hasta mediados del XIX, y cuyo principal protagonista fue Cristián VII, rey de Dinamarca y Noruega, un
monarca loco o perturbado al que Dario Fo rescata del olvido, tanto en sus
vivencias existenciales como en la acción de gobierno de un rey visionario que
aconsejado por Johann Friedrich Struensse, el médico ilustrado alemán que
alcanzó el puesto de primer ministro y el de amante de la joven reina Carolina
Matilde, y que promovió reformas de gran calado anticipándose a la Revolución francesa.
Cristián VII asciende al trono con dieciséis
años. Alterna periodos de gran lucidez con otros de absoluta perturbación
mental. Contrae matrimonio con una princesa de dieciséis años, Carolina Matilde
de Hannover, hermana del rey Jorge III de Inglaterra. Soporta a una madrasta
terrible, la reina madre Juliana María, que conspira para derrocarlo y permitir
así que ocupe el trono su hijo. Como en muchas de sus obras teatrales, Dario Fo
recurre a la figura del loco o perturbado cuando sus dardos se dirigen contra
la arrogancia del poder o pretende revelar verdades incómodas. En esta ocasión,
Dario Fo las lanza a través de una historia de amor y de locura. Una historia
poco conocida pero que el dramaturgo italiano recuperó documentalmente y pudo
así reconstruir el puzle de acontecimientos dramáticos entretejidos de ideales
políticos, pasiones amorosas y luchas por el poder.
En no pocas ocasiones, la Historia da giros
radicales debido a eventos impredecibles como la locura. En este caso, el motor
de esos cambios fue la demencia de un rey, unida a las aspiraciones utópicas de
un médico ilustrado y revolucionario y a la complicidad de la joven reina
consorte. Las tres piezas claves de un triángulo amoroso hacen posible que en
Dinamarca se instauren reformas revolucionarias, impensables en aquellos
momentos en Europa, como la libertad de prensa y pensamiento, la abolición de
la tortura y de la esclavitud, la promoción de la cultura y la instrucción,
legislaciones para acabar con privilegios de la nobleza, eliminación de la
corvea real, entre otras muchas.
Es cierto que, en su deteriorado estado de
salud mental, el rey reconocía
públicamente que no amaba a su joven esposa. Fue una prostituta, Støvlet-Catherine quien le adiestró en los juegos del
sexo. En un golpe de estado organizado por la reina madre viuda y por la corte,
Struensee fue acusado de ofender a la monarquía por haber mantenido una relación
extramarital con la joven reina. Fue condenado a muerte por descuartizamiento.
Cristián VII firmó la sentencia porque le convencieron de que el médico alemán
tenía planes para asesinarlo. Carolina Matilde, por su parte, fue deportada al
castillo de Celle, en las inmediaciones de Hannover. Jamás volvió a convivir
con sus hijos. Se abolieron las reformas, pero años más tarde, Federico, el
príncipe heredero, tras un golpe de palacio, fue nombrado regente. Eso impidió
que muriese el sueño de la revolución ilustrada. Será Federico quien la lleve
adelante al asumir el poder.
Una atractiva novela histórica en la que
Dario Fo alza, como ya había hecho con Lucrecia Borgia, a los caídos de la
Historia. Estructurada como una pieza narrativa, Hay un rey loco en Dinamarca rompe con los cánones genéricos. En la
novela intervienen distintos narradores y se alternan varios formatos:
memorias, narraciones, cartas, reflexiones… Todo ello perfectamente amalgamado
por una gran frescura estilística, adscribidle a la escritura irreverente y
excesiva; y toques teatrales que, herencia de la condición de dramaturgo de
Dario Fo.
Francisco
Martínez Bouzas
Fragmentos
“Dio
comienzo de inmediato mi interrogatorio al joven quien me respondió cohibido,
lo que resulta del todo natural. Me confió que, dos años antes, mantuvo
relaciones con una chica, concretamente una prima más joven que él. Una
experiencia que acabó en un pequeño desastre: la chica no dejaba de reírse ante
su flagrante inexperiencia. Con la ayuda de unos amigos mayores trabó
conocimiento, esta vez de forma mucho más positiva, con una prostituta. «Era muy simpática»
me contó, «y, sobre
todo, de los más desinhibida. Hacía que me sintiera cómodo, me besaba por todas
partes, pero en el ápice del juego que quedé bloqueado. De repente
aquel coito me molestaba, o peor aún, experimenté una sensación de miedo,
seguido de náuseas. No tengas miedo, me tranquilizó con dulzura la muchacha.
Son cosas que pasan, sobre todo la primera vez. Estoy convencida de que si
volvemos a vernos redescubrirás el placer que te exaltaba al principio». Pero
no fue así: en la siguiente cita, en cuanto la afable prostituta comenzó a
desnudarse, la detuve y le dejé el dinero en la mesa. Después me puse la
chaqueta, me ajusté el sombrero y salí de la habitación con los zapatos en las
manos, debido a la prisa que tenía por irme de allí.”
…..
“- Sí. Si supieras, padre, cómo me
gusta ver las caras de los eruditos cuando me dirijo a ellos expresándome así.
Es realmente un regalo magnífico. Mamá me quería mucho, y a ti también te
quería, pero ¿por qué tú no la quieres?
-Esta es la pregunta más embarazosa que
me han hecho en estos últimos años. Yo no siempre soy yo, he pasado mor
momentos en los que la idea de estar en el mundo me pesaba como una roca y lo
que más miedo me daba eran los sentimientos de cariño que veía a mi alrededor.
Tú no has hecho nunca le menor alusión a él, pero hay otra persona de la que
deberíamos hablar, me refiero precisamente a Struensse, que sé que me sustituye
con sus atenciones en los años que vivió a tu lado. Era un hombre al que yo
estimaba y que me ayudó a levantar un proyecto que por desgracia quedó sin
efecto.
-Sí, ya sé de lo que estás hablando.
Pocos días antes de que se lo llevaran me dio una especie de conferencia sobre
la situación del reino. Yo era desasido pequeño para entenderlo, pero algunos
trozos me han quedado en la memoria. Uno trataba de la libertad. En concreto me
llamó la atención una frase: «Nos creemos un pueblo civilizado, pero la verdad
es que estamos en la cola del grupo de los países avanzados». Fue eso lo que
dijo, «avanzados». Siempre me he preguntado lo que significaba.
-Significa ser capaces de liberar a
nuestro pueblo de su condición de sometidos, es decir, de súbditos.”
…..
“Recordemos con énfasis que estamos en
1784, es decir, cinco años antes del estallido de la Revolución francesa, la
mayor conmoción social de la historia de la humanidad.
Sin embargo, fue el pequeño reino de
Dinamarca, en general, poco atendido por la historia oficial, el que llevó a
cabo este memorable cambio. En efecto, en 1788, el consejo de Estado aprobó la
reforma agraria, con la que se abolía la servidumbre de la gleba para los
agricultores por debajo de catorce años y por encima de treinta y seis. Habrá
que esperar hasta 1800 para que desaparezca por completo. Pero, mientras tanto,
gracias a los esfuerzos de Federico y de sus ministros, se afirmaba por vez
primera el principio de que los campesinos eran ciudadanos libres que podían
desplazarse adonde quisieran y no estaña ya indisolublemente vinculados a la
tierra que trabajaban.”
(Dario Fo, Hay un rey loco en Dinamarca, páginas
77, 145-146, 173)
Ciertamente interesante...
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