Lola Fernández Estévez
Editnovel, Barcelona, 2016, 284 páginas
Una autora novel debuta en los territorios, muchas veces poco
agradecidos, de la escritura ficcional. Me refiero a la cordobesa de
nacimiento, pero residente en Cataluña, Lola Fernández Estevez, cuya vocación
de escritora la tiene muy clara desde sus años adolescentes, si bien hasta el
año 2010 hubo de posponer sus propósitos. No obstante, había llegado la hora,
una hora que le exigió renunciar prácticamente a todo, a sus negocios y
actividades. Ahora nos sorprende gratamente con Tiempos de sal, novela ganadora del Premio Editnovel. Un título
acertado y muy sugerente rotula una historia en la que confluyen diversos hilos
narrativos, todos ellos, excepto el desenlace, ásperos y amargos como la sal.
Una narradora homodiegética nos cuenta,
desde dentro de la diégesis y como principal protagonista, una odisea
construida de dolores, calvarios, frustraciones, esclavitud. También de
sorpresas y sobresaltos y algún momento de sonrisas y felicidad.
La novela pone en evidencia el dominio del
hombre sobre la mujer. Lo constata Judith, la protagonista principal, que es
testigo de que, en todas las historias que se desarrollan a su alrededor,
siempre había una mujer víctima de los abusos de un hombre. Y ella es la
primera víctima, porque su ilusión de empezar una nueva vida en España y
trabajar durante el período de un año para pagar la deuda contraída con la
agencia ecuatoriana que la había convencido de que le habían encontrado un
trabajo en España, se ve frustrada nada más pisar tierra, al ser secuestrada
por una mafia de trata de mujeres y forzada a ejercer la prostitución. Comienza
así una historia de esclavas que estará presente, como tema subyacente, en
buena parte de la novela; y que la autora desarrolla con realismo, sin
disimular los hechos y los atropellos de una terrible explotación. El mes en el
que la protagonista se vio forzada a
ejercer la prostitución es el cruel paradigma del esclavismo de nuestros días,
debido al afán insaciable y ancestral de
ciertos hombres de someter a los más débiles. Y los más débiles son
primordialmente las mujeres. Lo fueron históricamente y lo siguen siendo en el
presente de nuestros días.
La protagonista conseguirá escapar de sus
depredadores y refugiarse en una mansión-castillo habitada por una señora
ciertamente peculiar. Sin embargo, los proxenetas darán con ella y con una
amiga a la que había conseguido rescatar y la perseguirán; y el mismo hecho de
haber ejercido la prostitución, aunque había sido en contra de su voluntad,
acabará actuando en el subconsciente de la protagonista como una impronta difícil
de borrar. Una marca maldita que estará presente en gran parte de la novela.
Sin embargo, tras un intento de violación, esa mujer especial que la había
confundido con una asistente que una agencia le iba a enviar, cambia su actitud
hacia ella. Y sobre todo se desahoga contándole su vida. Son los años de sal de
Isabel, la moradora del castillo, encerrada por el padre, junto con su madre,
durante cinco años, en un cuarto de tortura por oponerse a su voluntad y ser
madre de una niña. Una tortura que visibiliza a través de una personalidad
desequilibrada. Es la sal negra que alimenta su parte vital que se niega a
emerger. Tiene un pie en el presente y otro en el punzante pasado.
La autora hace transitar con naturalidad y
coherencia la historia de prostitución a la de la lucha contra los proxenetas y
al buceo en el pasado de la dueña del castillo, que convierten al relato en una verdadera novela de aventuras y
en una trama detectivesca, una historia de amor y en un descubrimiento
intensamente gratificante para los personajes que participan en la novela desde
el lado de los “buenos”. Porque, en la novela, aunque sin maniqueísmos, hay
buenos y malos.
El desenlace de la trama que no spoilearé
-esa es la obligación del crítico-, es tan inesperado que se convierte en
inverosímil: se produce lo que el lector difícilmente puede sospechar y que
mantiene en vilo su atención a lo largo de un relato que la autora sabe graduar
con acierto, dosificando a medida que avanza
aquellos datos que considera necesarios para la coherencia de la
historia y para mantener expectante la atención lectora. Pero lo inconcebible e
inverosímil de un desenlace no debe desvirtuar una historia de búsquedas
dramáticas, investigación policial y detectivesca, porque en la ficción - he
aquí su magia- todo es posible.
Con ese final imprevisto se acaban los
tiempos de sal, de dolor, de tortura y frustración. Una novela de esclavitudes,
con buenas dosis de intriga y misterio, dominada por la fuerza de la principal
protagonista que es capaz de soportar y sobrevivir a la esclavitud y opresiones
a las que la someten sus depredadores.
En el haber de la novela registro, sobre
todo, la acuidad con la que Lola Fernández Estévez hace encajar las diversas
piezas de un puzzle complejo. Una
estructura narrativa compuesta, como he dicho, de diversos aportes diegéticos y
que la autora amalgama con coherencia. Es destacable así mismo la destreza de
la escritora a la hora de lograr una perfecta integración de un abanico de
personajes y de sus acciones que se orquestan en una organización superior
dotada de solidez. También reseñable el equilibrio que existe entre los dramas
internos de los personajes y la acción, abundante pero bien dosificada mediante
un ritmo cuidado y la coherente adecuación de los elementos narrativos que
evitan que existan contradicciones en una trama compleja, que formula además
con radicalidad algunas de los grandes interrogantes sobre la enredada y oscura
naturaleza humana. Con dominio de una adecuada plasticidad a la hora de
acompañar a la trama con buenas descripciones, tanto de los espacios y
ambientes como de los fenómenos atmosféricos. Y a los personajes delineados no
solo por sus acciones, sino también por una penetración sagaz en su psicología.
Un estilo de prosa ágil y correcto en el que
abundan elementos metafóricos especialmente en la primera parte. Muchos, quizás
excesivos, y algunos de ellos sin demasiado o con forzado fundamento objetivo
que provocan la impresión de una cierta
artificialidad en la escritura. No deslucen, sin embargo, este plausible debut
de Lola Fernández Estévez en la escritura de ficción, con una historia de
esclavas y de amarga sal.
Francisco
Martínez Bouzas
Fragmentos
“Recuerdo
el caso de una compañera que no regresó a dormir. Madrugada, tras madrugada, la
cama vacía nos recordaba que todavía
podía ser peor. El miedo y alivio de no haber sido elegida para una desgracia
mayor tenía más fuerza para borrarla de nuestra memoria que el transcurso del
tiempo. Otra de las chicas, Sara, una de las más jóvenes y rebeldes, destinada a
trabajos especiales como decían ellos, regresó una noche con los ojos
emborronados de máscara de pestañas y sangre en la boca. Cuando se desnudó le
vi moratones y quemaduras de cigarro por todo el cuerpo, eso, y el labio
partido, dejaban pocas dudas sobre a qué menesteres había sido sometida. Sin
embargo, a pesar de sus diecisiete años
y el aspecto de niña delicada, se introdujo en la cama enroscada como un ovillo
sin emitir una queja. Desde esa noche, la niña frágil ganó mi respeto y el de
las demás, a juzgar por el silencio, igual al que se produce ante las
catástrofes, que llenó la habitación.”
…..
“-También
hay prostitución masculina -lo decía con cautela, temeroso, debido a la
contundencia y seriedad con la que yo hablaba-
-Si
descuentas la demanda gay es un tanto por ciento muy bajo, aquí los explotados
somos las mujeres y los niños. El dato y el hecho es que la mujer no prostituye
sino que es prostituida, ni mata, sino que es asesinada, ni maltrata, sino que
es maltratada. Si no existiera esa demanda por parte de los hombres no habría
mafias que se dedicaran a secuestrar a jóvenes, vender niñas o iniciar a chicas
sin recursos en la droga para anularles la personalidad, enajenarlas y hacerlas
suyas.
-Así
que los culpables somos los hombres.
-Los
que utilizan la prostitución y su condición de machito, sí. Sin ellos el mundo
sería un poco mejor para las mujeres. No somos ovejas o vacas, han sido muchos
los siglos de sometimiento. Nadie debería condicionar a nadie por el sexo.”
…..
“Sobre
la cama, sentada, mi protectora miraba con ojos perdidos a algún lugar del país
«Del Vacío»,
donde seguramente, las gentes vivían en cuevas de sal.. La ventana, vencida de
luz, contenía apurada unos rayos de sol que intentaban colarse por sus ranuras.
Seguía vestida con el albornoz del desayuno y en la parte superior del escote, sobre las puntillas del encaje
del camisón, sobresalían diminutos montículos de sal. Dudé que en aquella
figura petrificada en forma de silla habitara la mujer enérgica de fortaleza
indiscutible que había sobrevivido al libre albedrío de un psicópata llamado
Joan Aristany.”
(Lola Fernández Estévez, Tiempos de sal, paginas 3-4, 199-200, 214)
Interesante...
ResponderEliminarLa esclavitud no se ha abolido, desgraciadamente sigue su camino por todos los rincones de la tierra y de muchas formas es ejercida, ya sea por, el tráfico de personas, en este caso la prostitución que no es una actividad en la que solo las mujeres se vean forzadas a tener sexo sin su aprobación, sino que actualmente también los varones e incluso niños, lo sufren. La venta de servicios sexuales a cambio de dinero, desgraciadamente está vinculada a la mafia, es la escoria de nuestros tiempos. La novela perfila este enfoque de lucha continua de tantas mujeres que son apresadas por seres sin escrúpulos, para ser manipuladas con el único propósito de un poder desmedido, ese poder psicópata e indignante de ciertos hombres y mujeres, que son la peste de este mundo y donde nada vale más, que un cuerpo canjeado por billetes. La demencia no tiene límites. Ésta novela no me la pierdo, creo que estar al tanto de lo que ocurre, nos llevará siempre a luchar con la mejor arma. Gracias, tu reseña como siempre, espectacular. Un abrazo Francisco.
ResponderEliminarLa esclavitud no se ha abolido, desgraciadamente sigue su camino por todos los rincones de la tierra y de muchas formas es ejercida, ya sea por, el tráfico de personas, en este caso la prostitución que no es una actividad en la que solo las mujeres se vean forzadas a tener sexo sin su aprobación, sino que actualmente también los varones e incluso niños, lo sufren. La venta de servicios sexuales a cambio de dinero, desgraciadamente está vinculada a la mafia, es la escoria de nuestros tiempos. La novela perfila este enfoque de lucha continua de tantas mujeres que son apresadas por seres sin escrúpulos, para ser manipuladas con el único propósito de un poder desmedido, ese poder psicópata e indignante de ciertos hombres y mujeres, que son la peste de este mundo y donde nada vale más, que un cuerpo canjeado por billetes. La demencia no tiene límites. Ésta novela no me la pierdo, creo que estar al tanto de lo que ocurre, nos llevará siempre a luchar con la mejor arma. Gracias, tu reseña como siempre, espectacular. Un abrazo Francisco.
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