sábado, 18 de junio de 2016

HISTORIAS TEJIDAS CON LOS HILOS DE LA FANTASÍA



Cuentos de la Cábila
Antonio Pereira
Alianza Editorial, Madrid, 168 páginas
(Libros de fondo)

   Antonio Pereira (Villafranca del Bierzo, 1923 – León, 2009), como el mismo reconoce en el último relato de esta colección de relatos, es un chico de la Cábila que llegó a  ser literato y al que hicieron Hijo Predilecto cuando ya era mayor y le blanqueaba la barba. En efecto, si algo de real habita en estas prosas recogidas bajo el epígrafe de Cuentos de la Cábila (2000) es el hecho indiscutible de que Antonio Pereira se sintió literato  ya desde su adolescencia. En uno de los relatos seleccionado, “La orla”, nos hace partícipes de sus anhelos de colaborador espontáneo y de la emoción del adolescente que ve publicadas por primera vez sus décimas en la hoja parroquial. Versos a palo seco, sin orla, sin adornos. Forjado en efecto en las herrerías de la lírica, Antonio Pereira siempre se sintió poeta. También cuando escribe prosa, sus textos están muy próximos a la poesía. No obstante, Antonio Pereira está reconocido como uno de los máximos cultivadores del relato español contemporáneo. Y sobre todo, como gran narrador oral en ese filandón de las tierras leonesas, en el que las mujeres hilaban la lana y los hombres contaban historias.
   Su nacimiento en Villafranca del Bierzo (León) no fue únicamente un hecho biográfico, porque Antonio Pereira asumió como un verdadero patrimonio el testamento cultural del noroeste, con sus mitos y leyendas, con su clima de misterio que envuelve las cosas y los paisajes en una atmósfera de difícil descripción, que empapa sus narraciones y que nosotros percibimos de forma matizada, como escribe José Enrique Martínez. Y en el padrón del noroeste literario de Antonio Pereira, entra la Galicia de los antiguos líricos y de los fabuladores de hoy; la Asturias de la Regenta y, por supuesto, el Bierzo al que dedicó este libro, y en el que irrumpe con frescura, nostalgia y cierta tonalidad irónica la geografía cordial de su infancia y adolescencia.
   El “cuentista aplicado”, como se autodefinió, escribe “relatos memoriosos” y nos permite disfrutar de un amplio elenco de piezas narrativas que tienen en la brevedad una de sus características formales más peculiares, ya que Antonio Pereira se apuntó, sin ninguna duda, a la religión de Borges y, con el escritor argentino, pensaba que no se deben escribir quinientas páginas para narrar una historia que se puede contar en pocos minutos.
   En cuanto a su temática, se puede decir que Cuentos de la Cábila es una aproximación ficcional a la niñez y adolescencia del escritor en el hábitat de su tierra natal, el país del Bierzo. Un haz de fabulaciones que dan cuenta de las experiencias iniciáticas, de la educación sentimental en el territorio de la infancia, y que tienen como centro neurológico, o quizás más bien cordial, el barrio de la Cábila, el barrio del Otro Lado del río; el más populista, heterodoxo y desclasado de Villafranca del Bierzo. Pero, sobre todo, un barrio vivo que nutre de vivencias y de materia ficcional la pluma del escritor.
   Late en estas brevísimas prosas la riqueza cromática de las experiencias lejanas de ese tiempo fronterizo entre la niñez y la adolescencia, como una manera verdaderamente iniciática en los secretos de la vida. Las pequeñas anécdotas, las minúsculas hazañas y aventuras, recuperadas a través de una mirada que, a la vez, parece ingenua, tierna y festiva. Surge así un universo personal construido por vivencias cotidianas que, a los ojos del adolescente, le parecían, sin embargo, fantasías exóticas y novelescas. El silbido reverente de la locomotora fatigada del tren correo de Galicia cuando llega a la ciudad que tiene obispo pero no gobernador civil; el enamoramiento de la joven forastera que inaugura su educación sentimental y la declaración escrita en un documento mercantil; los nervios y la emoción del examen de reválida. Lo que el niño es capaz de captar de la recién estrenada República: las funciones de teatro y danza, el Progreso, las chicas que se dejan llevar en bicicleta. La Guerra Civil convertida en evocación del arroz caldoso que come la familia una mañana de julio; las compañeras de clase más llenas de carne; los amores menos carnales, puros y románticos; el acrecentado fervor católico; la llegadas de las novicias al convento.
                                                
Antonio Pereira
   Y del mismo talante, docenas de historias. Algunas que el mismo escritor no sabe como concluir, un hecho que le desagrada porque, confiesa, cuando uno se pone a contar una historia, debe saber cómo finaliza. Historias basadas en las experiencias de la vida, pero tejidas  con los hilos de la fantasía y de los sueños. Es por ello que, aunque Cuentos de la Cábila posee un componente claramente autobiográfico y memorial, lo importante realmente es la ficción, como pone de relieve el relato “la ilustre casa de Pereira”
   Relatos que destilan humanidad, humor sutil, pequeñas dosis de erotismo -erotismo diocesano o venial como se ha dicho- y que convierten hechos intranscendentes, las minúsculas vivencias infantiles en material literario en el que la lectura placentera está garantizada.

Francisco Martínez Bouzas

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