miércoles, 8 de junio de 2016

"EL RUMOR DEL OLEAJE": UNA GRAN HISTORIA DE AMOR



El rumor del oleaje
Yukio Mishima
Traducción de Keiko Takahashi y Jordu Fibla
Alianza Editorial, Madrid, 2016, 229 páginas

   La literatura japonesa, incluida la contemporánea, con la excepción quizás de Haruki Murakami, y la que se publicó en el siglo XX sigue siendo no solo la gran desconocida para el lector occidental, sino que incluso suele resultar extraña. Posiblemente uno de los motivos es que, en los novelistas japoneses recientes, domina una cierta tendencia hacia la crueldad. Y en esas coordenadas, el más célebre es sin duda Yukio Mishima (1925-1970), famoso por sus escritos, pero también por su trágico final: tras haber creado un pequeño ejército personal (La Sociedad del Escudo) como expresión de sus fantasías tradicionalistas y militaristas, puso fin a su vida mediante el suicidio ritual de los samuráis. Conocido desde 1941 por un relato breve, Mishima publicó en 1949 su primera novela, Confesiones de una máscara, mas seguramente su novela más conocida es Pabellón de Oro (1956). Mishima es así mismo autor de una producción dramática importante.
   El rumor del oleaje (1954) es posiblemente su novela más optimista y por eso ha sido traducida repetidamente al español y a otras lenguas. Aunque he de reconocer que no está exenta de esa arrebatada pasión de Yukio Mishima por lo tradicional, no le podemos negar que es uno de los más hermosos relatos de amor de todos los tiempos. Un relato que amalgama en su trama los sentimientos, la carnalidad y también las fuerzas de la tradición. La novela está libre  de esas perversas secuencias y escenas propias de la narrativa del escritor nipón. Su núcleo diegético gira en torno a  una sencilla historia de amor con final previsible, en la que los amantes se enfrentan con la oposición familiar.
   El marco espacial donde Mishima desarrolla la trama argumental es una pequeña isla separada de las grandes ciudades. Una situación espacial que ha dado lugar a la interpretación elusiva de las influencias de la modernidad. Son los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. En esa pequeña isla, arrullada por costumbres tradicionales, surge el amor entre Shinji, un joven y humilde pescador, y Hatsue, una joven muy bella, criada en adopción por una familia rica, y ahora reclamada por su padre biológico; y que debe contraer matrimonio para perpetuar la saga familiar. Mas, como suele ocurrir en las sociedades tradicionales, los distintos orígenes de ambos jóvenes actuarán como el gran obstáculo para la relación sentimental.
   Mishima narra de una forma pausada el surgimiento del sentimiento amoroso entre la pareja de jóvenes isleños. Un idilio que nace y se consolida sin apenas palabras, como una explosión silenciosa de ese eros que habita los cuerpos (“Cada uno notaba los latidos del corazón del otro”). Pero, poco a poco la relación prohibida, debido a la desigual condición económica, se convierte en una gran historia de amor, felizmente exenta de tragedias y suicidios.
   Una historia de amor contextualizada en un marco idílico: los habitantes de la isla conviven en armonía, en un microcosmos alejado de la civilización. La novela refleja con habilidad y verosimilitud las formas de vida, las costumbres de los isleños; la sumisión de los hijos a los padres, y, al mismo tiempo, el deseo de estos de verse libres. Por eso mismo, junto a los dos protagonistas, tienen vida en la novela  un gran número de personajes secundarios. Especialmente el mundo de la mujer, el crepuscular fondo marino porque las mujeres de Utajima son buceadoras que se zambullen en las frías aguas para recoger los frutos del mar.
   Destacable así mismo la fuerza del paisaje, tanto en la bonanza como en la negrura de las borrascas, que Mishima describe de forma minuciosa, como marco perfecto de un amor pleno, y como valor característico de la cultura japonesa, especialmente del sintoísmo: la armonía del ser humano con las fuerzas y realidades naturales. Los habitantes  de la isla habían establecido una alianza con las fuerzas y realidades naturales. Y por esa razón el protagonista masculino confiesa que no sentía ninguna necesidad de escuchar música porque la naturaleza era un perfecto sustituto.
   Lo más interesante del libro no es la historia en si, ese idílico e inocente descubrimiento del amor, y la fortaleza de los protagonistas para mantenerlo, sino la tonalidad con la que Mishima nos lo cuenta. El escritor, en efecto, nos hace percibir la naturaleza, especialmente el mar que actúa como un personaje más. Las páginas de El rumor del oleaje hacen que percibamos, con gran fuerza y plasticidad, los olores marinos, el rumor del oleaje o la furia de las tormentas. En resumen, una exaltación de la belleza del amor, su descubrimiento y su cultivo en un marco espacial y en un ambienta atemporal que están en consonancia con la belleza y armonía de los protagonistas. Novela amena, de fácil lectura, que exalta las formas de vida tradicionales de un Japón que emergía derrotado de la Guerra más destructiva y de la ocupación norteamericana, aunque a años luz de la atormentada creación literaria de Yukio Mishima.

Francisco Martínez Bouzas
                                                      
Yukio Mishima
Fragmentos

“La conversación acerca de aquella muchacha y la imagen de la chica que vio el día anterior en la playa se fusionaron de inmediato en la mente de Shinji. Al mismo tiempo recordó con desánimo su condición humilde, y la muchacha a la que el día anterior había mirado fijamente le pareció ahora muy lejana, pues sabía que su padre era Terukichi Miyata, el rico propietario de dos cargueros de cabotaje fletados a Transportes Yamagata, el Utajima-maru, de ciento ochenta y cinco toneladas, y el Harukaze-maru, de noventa y cinco, y un notable cascarrabias, cuyo blanco cabello se agitaba como los bigotes de un león cuando montaba en cólera.
Shinji había sido siempre muy discreto y comprendía que, a los dieciocho años, era demasiado pronto para pensar en las mujeres. Al contrario de lo que ocurría en la ciudad, rebosante de diversiones para los jóvenes, en Utajima no había ni siquiera un salón de pachinko, ni un bar ni una sola camarera, y el sencillo sueño de aquel muchacho no era más que el de poseer algún día un barco con motor y dedicarse al negocio del cabotaje con su hermano menor.”

…..

“-Dios del mar, te pido que el mar esté sereno, que la pesca abunde y que nuestro pueblo sea cada vez más próspero. Todavía soy joven, pero con el tiempo llegaré a ser un pescador más permíteme tener un gran conocimiento de las cosas del mar, de los peces, los barcos, los fenómenos atmosféricos…de todo. Dótame de una habilidad superior en todo…Por favor, protege a  mi bondadosa madre y a mi hermano, que todavía es un niño. Cuando llegue la temporada del buceo y mi madre se sumerja, te ruego que la protejas de los numerosos peligros…Y ahora me gustaría hacerte una petición diferente…Concede algún día, incluso a una persona como yo, una novia hermosa y de buen corazón…digamos una chica como la hija de Terukichi Miyata, que acaba de volver.”

…..

“Se encaminó al rompeolas envuelto en la oscuridad de la noche, y una vez allí se colocó de manera que la brisa marina le acariciara el rostro. Entonces recordó el barco blanco que había visto navegar contra un fondo de nubes iluminadas por el sol poniente, en el horizonte, el día en que Jukichi le informó de la identidad de Hatsue; recordó la extraña sensación que experimentó mientras veía alejarse el barco. Aquello había representado lo «desconocido». Mientras contempló lo desconocido desde cierta distancia, su corazón estuvo en paz, pero una vez subió a bordo de lo desconocido y zarpó, la inquietud y la desesperación, la confusión y la angustia habían unido sus fuerzas y le afligían.”

(Yukio Mishima, El rumor del oleaje, páginas 30-31, 39, 166-167)

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