domingo, 17 de agosto de 2014

"MANAZURU", LA BARRERA FANTASMAL DEL RECUERDO



Manazuru
Una historia de amor
Hiromi Kawakami
Traducción de Marina Bornas Montaña
Acantilado, Barcelona, 2013, 214 páginas.

   Hiromi Kawakami es en la actualidad una de las más reputadas narradoras japonesas, aunque no se dio a conocer hasta comienzos de los ochenta, publicando con el heterónimo Yamada  Hiromi literatura de ciencia ficción. En 1994 apareció su primera novela, Kamisama y dos años más tarde Hebi wo fumu. Ninguna de las dos han sido traducidas al español. Acantilado, sin embargo, ha editado su producción literaria más reciente: Abandonarse a la pasión (1999), El cielo es azul, la tierra blanca (2001), El señor Nakano y las mujeres (2005) y Manazuru (2006), traducida hace unos meses al español.
   Esta novela, narrada primordialmente por mujeres, es un texto con una gran tonalidad melancólica que explora sentimientos amorosos, pero su tema de fondo no es precisamente una historia de amor, como reza el subtítulo, sino la narración de la barrera que se interpone ante el amado, bien sea el marido desaparecido misteriosamente, la hija adolescente que es la razón de la vida de la protagonista, pero que cada día está más distante, o un nuevo amor que llama a su puerta, que hace que vuelva soñar, pero que un arduo duelo no resuelto ni finalizado, le impide atender. Por eso mismo, si por algo puede atrapar a los lectores Manazuru, no es por un ritmo trepidante ni por un inesperado desenlace, sino, como ha escrito algún crítico, “por la armoniosa cadencia del texto, por la sutileza de sus descripciones o por la humanidad y cercanía de sus personajes” (Rafael Martín).
   La trama argumental de Manazuru se ajusta perfectamente a tales marcas de escritura. Como ya se ha dicho, en el núcleo diegético  de la novela están mujeres, tres mujeres: la narradora, su hija y su madre. En su órbita giran dos hombres: el marido de la protagonista que un día se evaneció  sin dejar rastro, aunque sí una única y oscura huella, y el amante que solo lo es entre interrogantes. Kei es una mujer madura. Su marido Rei había desaparecido de una forma brusca y enigmática hace más de diez años. Kei vive con su madre y con su hija cuyo amor la mantiene  a flote. Un nuevo hombre, Seiji, hombre  de negocios, casado, con hijos y muy ocupado, parece haber entrado en su vida, aunque solo la ama en su presencia. Mas la protagonista tampoco exige más, porque esa nueva relación atormenta su alma ya que su marido había dejado una pequeña anotación en su diario: la palabra Manazuru, el nombre de una pequeña población situada en la costa nipona. En búsqueda de una respuesta (saber si Rei está vivo o muerto o el motivo de su desaparición), Kei toma el tren a Manazuru una y otra vez. Pero en la localidad costera no está la respuesta. Una vez allí, realidad y fantasía se funden en un relato onírico y fantasmal: un mundo de espectros conversan con la protagonista y sus recuerdos cobran vida y se materializan en vivas escenas.
   La novela de Hiromi Kawakami puede ser leída  como el relato del proceso catártico  de una mujer que mora en una pausa permanente, impedida por el insalvable muro de los recuerdos. La autora, más que en los acontecimientos externos que rodean a la protagonista y sus preocupaciones familiares, se centra en el gran desasosiego que bloquea su corazón: el hecho de seguir amando al hombre que desapareció de su vida de forma repentina y misteriosa. Por eso mismo, y esa es en buena medida la estrategia narrativa de la escritora, todo lo que narra, todo lo que acontece se halla intensamente mediatizado por la subjetividad de la protagonista, hasta el punto de que todo lo que ocurre a su alrededor, así como sus sueños, visiones y expectativas terminan configurando una indescifrable amalgama entre realidad y ficción.
   Una pequeña obra de arte, narrada con estilo aparentemente muy simple, contenido, con ausencia de grandes énfasis y empaque. Un falso estilo plano, con diálogos perfectamente articulados, símiles insólitos y muy apropiados, una perspicaz mirada sobre la realidad inanimada y, sobre todo, esa tonalidad delicada que sale a flote, incluso en las escenas más fuertes como los tsunamis o en la que narra una carnalidad muy explícita (las escenas de sexo con el marido Rei o con el amante Seiji), y que convierten a Manazuru en un verdadero mapa de los sentimientos.

Francisco Martínez Bouzas




Hiromi Kawakami

Fragmentos

“Aquel paisaje me inspiraba tranquilidad. No recordaba cómo había sido mi vida durante los dos primeros años tras la desaparición de mi marido. Le pedí a mi madre que se instalara en mi casa, aceptaba todos los trabajos que me encargaban y conseguí salir adelante. Conocí a Seiji en esa época. Enseguida empezamos una relación. Ahora que lo pienso, ¿qué se entiende por relación?
Cuando Momo acababa de nacer, me sentía muy cerca de ella mientras la amamantaba, muy próxima. Incluso más cerca que cuando la llevaba en mi vientre. No era afecto ni ternura lo que sentía, sólo proximidad.
Relacionarte con alguien no significa estar cerca de esa persona, aunque no esté lejos de ti. Tengas o no una relación, siempre hay cierta distancia inevitable.”

…..

“Quería enamorarme. Cuando noté que Seiji me atraía, quise enamorarme de él. Él no me rechazó. Mi amor fluyó hacia él. Era mi forma de amarlo. Mis sentimientos, más o menos intensos, se dirigieron hacia Seiji o hacia su entorno. Le agradecí que no me rechazara. Rei había desaparecido  y yo no sabía adónde ir ni adónde dirigir mis sentimientos. Si no hubiera encontrado un lugar donde depositar mi amor, me arriesgaba a perder la noción del espacio y a desorientarme. Era el miedo a no poder determinar en qué dirección fluye la corriente de un río, a no poder distinguir el curso superior del inferior.
Cuando hacemos el amor, Seiji grita de vez en cuando. Cuando ríe, en cambio, no emite ningún sonido.”

…..

“Cayó la noche.
El hotel se llenó de ruidos: el murmullo de las olas, el rugido de los camiones que circulaban por la autopista, el crujido de la silla que ocupaba el cansado vigilante del turno de noche, el zumbido de numerosos insectos que revoloteaban en el exterior de las ventanas…
Hundí la cabeza en la almohada e hice un esfuerzo para recordar lo que había olvidado, lo que había querido olvidar.
La voz de Rei pronunciando mi nombre. Cada vez que me llamaba, el dolor atormentaba una parte de mi cuerpo. La voz de Rei se me clavaba como un cuchillo romo. No podía evitar amarlo. Estaba atrapada en sus redes. Me casé con él, tuve una hija con él y creía que, compartiendo nuestras vidas, conseguiría aplacar aquella pasión obsesiva, pero no pude.”

(Hiromi Kawakami, Manazuru. Una historia de amor, páginas 11, 25, 123)

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