Pascal Quignard
Traducción de Manuel Arranz
Editorial Elipsis, Barcelona, 200 páginas
(LIBROS DE FONDO)
El importe del más famoso galardón literario
francés, el Premio Goncourt, sigue siendo diez euros, el mismo con el que inició
su andadura en 1903, año de su creación. El Premio, administrado por la
Academia Goncourt que está formada por diez mujeres u hombres de letras,
pretende premiar la obra en prosa más imaginativa publicada en el año anterior.
Los miembros de la Academia, tal como estipula el testamento de Edmond
Goncourt, asumen la obligación de reunirse una vez al mes y así poder discutir
acerca de las últimas creaciones literarias. En el encuentro de noviembre de
2002, el libro ganador de la edición de ese año del Goncourt fue Les ombres errantes de Pascal Quignard (Verneuil-sur-Avre,1948),
traducido y editado en su día por la barcelonesa Editorial Elipsis. Un premio
sumamente polémico porque Las sombras
errantes no es propiamente narrativa, es poesía, aforismos y con frecuencia
pensamiento filosófico. Un producto literario híbrido, tanto en el contenido
como en su propia arquitectura que se yergue a base de saltos en el tiempo, notas autobiográficas,
religión, amor, muerte. Rehúye además cualquier clase de estructura canónica
compacta (planteamiento, nudo desenlace).
Les
ombres errantes, primer volumen de la serie “Dernier Royaume”, así como otras piezas
literarias que completan esta pentalogía
como Sur
les jadis, Abismes, Les Paradisiaques, Sordidissimes, nos hace entrar en un
extraño laberinto donde la organización del texto (fragmentos cortos que se
suceden unos detrás de otros), la singularidad del pensamiento y los personajes
que nos aguardan, nos dejan realmente perplejos. En efecto, leer a Pascal
Quignard es a la vez un ejercicio de higiene mental y un quedar poseídos por
una estética cimentada en el sentido de las palabras y en el sonido de las
frases al escuchar en la lejanía el murmullo y el estruendo de todo aquello que
hoy está en juego: la situación del individuo, el papel de la ciencia, el espíritu
de observación por encima de los sistemas.
Pero la escritura de Pascal Quignard es
sobre todo una invención de la soledad. La sociedad, confiesa el escritor,
lleva mucho tiempo fraguando mitos para hacernos creer que precisamos de los
otros, hecho que contradicen los fenómenos periféricos y las prácticas chamanísticas.
El deseo de no nos solidarizar con el grupo no es solamente un fenómeno humano;
al contrario, es una invención animal, como lo demuestran múltiples ejemplos:
el comportamiento de los jabalíes o de las aves de rapiña, entre otros. Y
afirmar, como se hace casi a diario, que somos seres de lenguaje es
radicalmente falso, puesto que no nacemos como seres hablantes, sino que es una
meta a lograr en nuestro desarrollo infanto-juvenil. Por eso mismo, no poseer
facilidades para el lenguaje es responder a lo más originario y esencial de
nosotros mismos. El lenguaje es una adquisición frágil y precaria que no se
halla ni en nuestro origen ni en nuestro final como seres humanos, pues la
palabra anda frecuentemente errante y se disipa muchas veces como una sombra,
antes del final de nuestra existencia.
Las
sombras errantes, escrito con prosa torrencial, compuesto de capítulos
breves como teselas de un gran mosaico capaces de atrapar al lector desde el
primer párrafo, es sobre todo un libro profundamente crítico y radical.
Contiene, como ya señalé, múltiples implicaciones autobiográficas y muestra con
absoluta claridad la voluntad del autor con relación al mundo contemporáneo: el
incontestable deseo de levantar una ermita y trepar desde allí hacia la
inseguridad del pensar, justamente cuando la sociedad en la que vivimos,
pregona lo contrario, cree en el monoteísmo y en la pacificación imperial. Una
situación ya vivida, muy semejante a la que precedió el final del Imperio
romano que provocó la aparición de numerosas ermitas con la soledad como antídoto frente a la atmósfera
y a los valores dominantes. Un libro que quizás se nutre más del sueño y de la
alucinación que de la realidad y se incrusta en un género omnívoro, pero que
introduce al lector en una aventura intelectual y estética de primer orden, sin
comparación en la literatura de los últimos
tiempos.
Francisco
Martínez Bouzas
Pascal Quignard |
Fragmento
“El grito que pide socorro, una vez convertido en
canto, ya no se dirige a nadie. Las artes no tienen por destino,
como hace la Historia, organizar el olvido. Ni dar un sentido a lo Otro del
sentido. Ni manchar y engullir el tiempo pasado de la tierra. Ni aniquilar in
situ la otra parte del tiempo. Ni proscribir los lenguajes anteriores a todas
las lenguas naturales. Ni emparedar lo Abierto. Hay que ser nazi para pensar
que el arte es una mentira decorativa. Hay que ser comunista para pensar que el
arte divierte. Hay que ser burgués liberal para pensar que alegra. Sólo en los
regímenes totalitarios el arte es concebido como una estetización del
sometimiento, una mitificación del pasado, una falsificación constante de la
hora que llega y pasa. El artista no puede tomar parte en el funcionamiento de
la comunidad humana desde el momento en que se esfuerza por desprenderse de
ella. Ni siquiera tiene derecho a recibir un sueldo como contrapartida de su
obra. Está más cerca del duelo que del sueldo. Menos olvidadizo que la memoria
voluntaria. Menos interesado que el dinero en el intercambio. El arte no tiene
como función negar lo Otro en lo social.
El individuo es como la ola que se levanta en la superficie del agua. No puede separarse de ella completamente. Y vuelve a caer rápidamente en la masa solidaria, que se la traga. Vuelve a caer una y otra vez continuamente con el movimiento irresistible de la marea que la arrastra. Pero ¿por qué no levantarse una vez, y otra vez, y otra vez?”
El individuo es como la ola que se levanta en la superficie del agua. No puede separarse de ella completamente. Y vuelve a caer rápidamente en la masa solidaria, que se la traga. Vuelve a caer una y otra vez continuamente con el movimiento irresistible de la marea que la arrastra. Pero ¿por qué no levantarse una vez, y otra vez, y otra vez?”
(Pascal Quignard, Las
sombras errantes, capítulo 37)
Buen resumen...
ResponderEliminarSaludos
De este autor leí Las solidaridades misteriosas, un libro maravilloso y en el que incide en el tema de la soledad, como una opción. O el silencio.
ResponderEliminarSaludos