Patrick Deville
Traducción de José Manuel Fajardo
Editorial Anagrama, Barcelona, 2014, 234 páginas
Abundantemente documentada, adecuadamente
ficcional, intensamente épica. Una sola línea que bastaría para describir lo
más externo de esta novela de Patrick Deville. Pero es mucho más. Cimentándola,
en efecto, en testimonios y documentos científicos y comerciales, así como en
las cartas que Alexandre Yersin cruzó con su madre y hermana y en el testimonio
de personas que lo conocieron en vida, el escritor y viajero francés Patrick
Deville ha reconstruido a Alerxandre Yersin: sus aventuras y avatares vitales y sobre todo los descubrimientos científicos
-el bacilo de la peste bubónica (“Yersinia pestis”) especialmente- transitando
por el Extremos Oriente, explorando la jungla, por Aden y Madagascar y siendo testigo de guerras y de la opresiva
colonización europea.
Todo ello en esta obra excepcional, que ha
sido calificada como “novela de aventuras de verdad”, novela de invención sin
ficción, que se ha hecho acreedora de numerosos premios, en especial, el “Prix
des Prix de 2012”
en su segunda convocatoria. Es Peste
& Cólera (2012) traducida y editada en español hace apenas dos meses
por Anagrama. Otra obra maestra del escritor y viajero francés, la mayoría de
cuyos libros (Pura vida, Equatoria,
Kampuchea) recuperan los periplos de exploraciones y rescatan del baúl de
los olvidos a figuras que han creado la Historia, pero que al mismo tiempo han
huido de la fama, como es el caso del suizo-francés Alexandre Yersin, a la vez
científico y aventurero, que en 1885 se instala en París para colaborar con
Louis Pasteur. A pesar de sus méritos -libró al mundo del innombrable azote de
la peste bubónica, cuyo bacilo descubrió durante la gran epidemia de Hong Kong en
1894, así como la vacuna o suero antipeste, investigó en Indochina las causas
del cólera, y ya había descubierto junto a Émile Roux la toxina diftérica-
Yersin es un ser olvidado, una víctima de la desmemoria de la Historia. Patrick
Deville, en un relato vivaz que da lugar a un gran ejercicio literario, rescata
a Yersin de la invisibilidad y lo convierte en un personaje legendario, un
verdadero adalid de la experimentación médica a finales del siglo XIX, en el
contexto del abyecto colonialismo europeo. Es quizás su libro la historia con
minúscula que suele pasar desapercibida para la Historia oficial.
Esta novela de aventuras de verdad no nace
de la nada. Sabemos, precisamente desde Pasteur, tan presente en este libro,
que nada nace de la nada. Patrick Deville levanta su extraordinaria recreación
de la existencia de Alexandre Yersin empleando como cimientos las cartas del último
superviviente de la banda de Pasteur a su madre Fanny, a Émile su hermana, a los
pasteurianos Roux y Calmette, las
recomendaciones del propio Pasteur y otros testimonios que constituyen el
verdadero relato, los diarios del hombre que sabe en la soledad de su vivienda
de Hon Ba que, a pesar de sus incontables méritos, no dejará tras de sí más que
dos palabras latinas:”Yersinia pestis” conocidas únicamente por el gremio de
los médicos.
La novela presenta a Yersin como un
activista de la revolución microbiana, pero explora así mismo sus otras muchas
facetas, porque si alguna tacha se le puede achacar a su actividad científica,
es la dispersión. Hombres jóvenes y con coraje que, con escasos medios, se
abalanzan sobre las epidemias. Es la
banda de Pasteur en competencia en medio mundo con la de Koch. Yersin es uno de
ellos. Su vida, en el retrato que de la misma hace Patrick Deville, se nos
muestra como una emocionante epopeya de lindes conradianos. Un viaje de aventuras sí, pero no al estilo
tradicional con ataques de tigres o con la percepción de lánguidas princesas
indígenas de senos puntiagudos, sino como un relato en el que Yersin no solo se
adentra en la investigación médica, sino
en otros muchos saberes y exploraciones, comenzando por la topografía, “la
poesía de los útil” (página 84).
El libro es pues un apasionante derrotero en
búsqueda de los vestigios de Yersin en el contexto de las guerras
franco-alemanas y de los grandes acontecimientos políticos de finales del siglo
XIX y de la primera mitad del XX, el siglo de la barbarie infinita. Por
ejemplo, Yersin se entera y se duele en el año 1941 de que los descubrimientos
pasteurianos sirvan para fabricar armas bacteriológicas.
Vestigios que el autor halla en Europa y en
Asia: el abandono de Suiza por Francia donde Yersin descubre a Pasteur, los
experimentos con la vacuna de la rabia, se doctora en medicina a los
veinticinco años; un curso de dos meses en Alemania con Robert Koch; abandono
del Instituto Pasteur por el mar (médico de a bordo en Asia), consagrando su
tiempo libre al cabotaje por los ríos y a la investigación etnológica. Aburrido
del mar, después de dos años de navegación, se instala en Nha Trang donde abre
una consulta en la que cobra a los notables y ricos y atiende gratuitamente a
los pobres. Se convierte en un nuevo Livingstone: explorador y agrimensor a
sueldo del gobernador general de Saigón. A petición de Roux y Pasteur se dirige
a Hong Kong para investigar la Peste Neumónica Manchuria y, en una choza de
bambú y paja y sin que los ingleses le proporcionaran ningún cadáver (sí en cambio los obstine el
japonés Kitasato), observa el bacilo de la peste: un verdadero puré de
microbios en los bubones, logra aislarlos e identificarlos, descubre la vía de
transmisión a los humanos desde los
roedores, aunque no será él, sino Simond el hombre de la pulga. Y prueba con
éxito el suero-vacuna contra la peste bubónica. Por todo ello le hubieran dado
el nobel, pero aún no existía tal galardón.
Yersin escoge la soledad y, como hiciera
Pasteur con la rabia, no registra sus descubrimientos. Algunos, como la
“Yersinia coca” (“Coca-Canela” es el nombre que él le da), de haberlos
patentado le hubieran convertido en el millonario inventor de la Coca-Cola! Pero hay nuevos abandonos, regresos y nuevos apegos: la
etnología, la agricultura, la arboricultura, -rey de la quinina y del caucho en
Oriente-, la arquitectura…. También meta la nariz en la literatura, en el latín
y en el griego al final de su vida. Y lo
último de lo último, la anotación de mareas en Nha Trag.
Patrick Deville apenas se refiere a la vida
personal de este viajero e investigador que sale de la Historia y que vive en
una aldea de pescadores como un campesino. Únicamente hace alusión a su
negativa a casarse porque la prometida que le busca su madre, esperaba leer
inflamados sonetos alejandrinos y Yersin le escribe como si fuera una
exposición sobre la difteria. Concluye pues que tener una esposa pegada a los
faldones no habría tardado en ser un estorbo” (página 31). También hace una
breve referencia a la leyenda negra que le rodeo durante un tiempo: las patrañas
de ciertos periódicos que le adjudicaban descendencia con una indígena de las
montañas.
Peste
& Cólera no es una novela plana como alguien ha afirmado, ni
propiamente un libro de aventuras, ni una novela al cien por cien, sino el
magistral redescubrimiento de una gran personaje, prácticamente invisible hasta
ahora: Y justifico esta apreciación por las siguientes razones: el autor narra
con el talante ágil de un periodista y sin caer en la hagiografía una
“apasionada aventura humana y científica” que convierte a su protagonista en un
personaje legendario, a pesar de su ocultamiento hasta el presente. La
narración le sirve a la vez a Deville para captar la evolución humana y
científica desde el último tercio del siglo XIX hasta la actualidad. Recrea y caracteriza
con gran profundidad psicológica personajes, principalmente los de Yersin y Pasteur.
Con gran verosimilitud compone y dibuja escenarios, tiempos y espacios en base
a un ingente trabajo de documentación. Es muy hábil a la hora de integrar un
amplio abanico de personajes y hechos paralelos que funde en una estructura
superior, sólida y bien elaborada. Es reseñable así mismo el buen tino del
autor a la hora de hacer progresar su relato a la hora de forma dosificada, procedimiento con el que
logra mantener la atención lectora y la tensión narrativa.
Vivienda y laboratorio en Hong Kong donde Yersin aisla el bacilo de la peste |
Acierta, en mi opinión Patrick Deville con
la estructura en paralelo que introduce en el relato: narra la aventura vital
de Yersin desde el punto de vista de un hombre de setenta y siete años que, en
el verano de 1940, mientras viajaba en un hidroavión hacia Saigón huyendo de
los nazis, piensa que la vida se borra y el mundo se viene abajo. Por eso al
autor realiza un adecuado juego de saltos en el tiempo de la historia (analepsis
y prolepsis) que nos permiten captar la
visión que el personaje tiene de su vida, en especial de sus años jóvenes y del
marco histórico, político y cultural en que se desarrolla la pluriforme
actividad de Yersin y la de la banda de los pasteurianos, un verdadero
ensalzamiento, si bien crítico, de la modernidad, de las luces de la razón en
la lucha emancipadora con el obscurantismo. Atina igualmente Patrick Deville en
el procedimiento de las vidas paralelas: a pesar de que Yersin no es un hombre
de Plutarco y nunca ha querido hacer Historia, Deville lo presenta en
paralelismo, no con los traidores como en algunos casos de Vidas paralelas, sino con científicos, poetas, viajeros (Rimbaud,
Livingstone, Stanley, Brazza, Conrad). A la luz del otro, especialmente de
Rimbaud retratado con pinceladas certeras, frecuentemente dramáticas, la
existencia del protagonista aparece como un hombre simple, recto, que “intenta
gobernar su barca en solitario”, pero al que también empuja el espíritu
aventurero de Livingstone.
Finalmente, el estilo de la prosa, claro y
conciso, adopta, con cierta frecuencia una tonalidad épica. Eso y un acertado
manejo del color y de la frescura narrativa son capaces de enardecer mentes y
sentidos. Recuperación pues de la aventura vital, que también es su mitificación,
de un hombre, Alexandre Yersin, que como el otro gran pasteuriano Émile Roux,
no tuvo descendencia, excepto la mítica y esas dos palabras latinas: “Yersinia
pestis”.
Francisco
Martínez Bouzas
Patrick Deville |
Fragmentos
“Mientras
Yersin prepara sus expediciones, se produce la caída del caballo en Diré Daoua.
Righas, el amigo griego de Rimbaud, escribe que a éste «se le dislocó la
rodilla y se desgarró con un pincho de mimosas». Tienen eso en común, la
soledad y el irse a ver otros lugares y avanzar a la cabeza de caravanas,
intentando hacer más y hacerlo mejor que sus padres ausentes. Ir más lejos, en
la ciencia y en la geografía, de lo que fueron esos padres a los que no
conocieron. Uno con el microscopio y el bisturí encontrados en el granero de
Morges. El otro con el Corán y la gramática árabe encontrados en el granero de
Roche. Se trata de ir más lejos que aquel capitán Rimbaud de la banda de los
saharianos, y abrir la ruta de Entotto a Harar. Se trata de ir más lejos que el
intendente de la fábrica de explosivos, y abrir la ruta de Nha Trang a Phonom
Penh. Los calores atroces y la sed se los contarán a las mujeres, a las
sedentarias madre y hermana que nunca han salido de Suiza ni de las Ardenas, y
lo harán ocultando su nombre ,firmando brutalmente con el apellido, como
padres: uno, Rimbaud; el otro Yersin.
No
haber descubierto el bacilo de la peste hubiera condenado a Yersin a morir como
un explorador desconocido. Bastó un pinchazo en la punta de un dedo, como en
los cuentos de hadas. Pero la vida novelesca y ridícula de los hombres es
siempre así. Ya curen la peste o mueran de gangrena.”
…..
“Yersin
desembarca en Hong Kong a mediados de junio y acude al hospital Kennedy Town,
que dirige el doctor Lawson.
Desde
su llegada al puerto, bajo una lluvia torrencial, ha visto cadáveres de
apestados por las calles, entre los charcos, en medio de los jardines, a bordo
de juncos fondeados. Los soldados británicos se llevan a los enfermos a la
fuerza y vacían sus casas, lo amontonan todo y lo queman, echan cal y ácido
sulfúrico, levantan muros de ladrillos rojos para impedir el paso a los barrios
infestados. Yersin toma fotografías, escribe durante la noche sus primeras
visiones de ese infierno bajo el cielo gris y el diluvio de los aguaceros. Los
hospitales inundados se colman en vano. En una antigua fábrica de cristales o
en un matadero en construcción, en chozas de paja requisadas, Lawson abre por
aquí y por allá lazaretos que se tornan morideros. Allí se echan sobre el suelo
esteras que acabarán quemadas junto con sus ocupantes. La muerte llega en pocos
días. A través de las cortinas de lluvia cálida de la borrasca, ruedan el paso
de las carretas cargadas de cadáveres apilados. «Me he fijado que hay muchas
ratas muertas que yacen en el suelo.» La primera nota garrapateada por Yersin
esa misma noche se refiere a las cloacas desbordadas y a las ratas en
descomposición. Desde Camus es algo evidente, pero entonces no lo era. He ahí
lo que Camus le debe a Mersin cuando escribe su novela justo cuatro años
después de la muerte de éste.”
…..
“Yersin
vuelve a sentir el regocijo parisino de las probetas como volar cometas. «El
bubón está muy definido. Lo extraigo en menos de un minuto y lo subo a mi
laboratorio. Hago rápidamente una preparación y la pongo bajo el microscopio.
Identifico a primera vista un verdadero puré de microbios, todos parecidos. Son
pequeños bastoncillos rechonchos con las extremidades redondeadas.»
Todo
está dicho. No hay ninguna necesidad de escribir un libro de memorias. Yersin
es el primer hombre que observa el bacilo de la peste, como Pasteur había sido
el primero en observar los de la pebrina del gusano de la seda, el carbunco de
las ovejas, el cólera de las aves o la rabia de los perros.”
(Patrick Deville, Peste
& Cólera,páginas 100, 113-114, 115-116)
No hay comentarios:
Publicar un comentario