K
Lilian Elphick
Portada: escarabajo en la tumba de Franz Kafka (foto de
L. Elphick)
Ceibo Ediciones, Santiago de Chile, 2014, 75 páginas
La vendedora de flores del nuevo cementerio
judío Zizkov, Praha 3, donde Franz Kafka
está enterrado no conoce al autor de La
metamorfosis. Pero Lilian Elphick se interna por los vericuetos de la
última morada y en la tumba de Kafka deposita unos narcisos amarillos, sin que
se haga presente esa horda de turistas que la escritora chilena esperaba encontrar.
Y del sepulcro de Kafka recibe la sincronía del no-tiempo de las fabulaciones.
Mas este libro de minificciones, escrito por una de las voces más potentes de
la narrativa hiperbreve en lengua española, ya estaba cocinado y bien sazonado
antes de ese encuentro. Hoy se lo regala al genio checo, se lo regala a ella
misma y a todos los lectores amantes de la minificción, escrita con agudeza e
ingenio, prosa briosa rebosante de destellos y tonalidades filosóficas,
literarias y poéticas. Un libro empapado de estética, de poesía en formato
minificción. Empapado, sobre todo, de Franz Kafka.
No importa que esa necesaria visita a la sepultura
de Kafka, los cientos de besos que Lilian Elphick no fue capaz de depositar en
la losa o los escarabajos que por ella
reptan, fijados e inmortalizados en las fotos que la escritora tomó, no se
hallen en el origen de este libro. No importa la ausencia del Franz Kafka
muerto, porque está presente el Franz Kafka vivo, su escritura. Extraigo esta
información, a modo de anécdota vivencial del epílogo de K (“Recorrido K”, páginas 74-75), después de haber hallado profundidad
y hermosura en cada página y gozado con los cuarenta y nueve microrrelatos,
escritos sobre lo escrito por el escritor que sí, ha permanecido siempre barro,
pero nunca un viejo cadáver. Y claro que sí, Lilian Elphick se introduce en el
mundo Kafka, fue de algún modo habitada por el escritor checo y este libro es
el resultado y el reflejo de su segunda metamorfosis, o al menos de una sugestiva
amalgama que sutura realidad y ficción.
No se trata simplemente de un juego
intertextual; como reconoce la misma autora, Lilian Elphick escribe sobre lo
escrito por Kafka, lo reinventa en numerosos textos, especialmente en los
microrrelatos de la sección “Nomen est Omen”. Nutrirse en Kafka y recrearlo con
voz y acento propios, dialogar con su herencia escrita, afortunadamente no
quemada por su “concesionario” Max Brod. El resultado: metaliteraratura
auténtica y original que permite que la obra de Kafka deje de ser tan difícil e
imprevisible como todo lo kafkiano.
Esta recreación de Kafka, íntimamente
perturbador, exagerado hasta el límite, da lugar al “nido de historias” que
Lilian Elphick estructura en cuatro secciones. En todas ellas el lector se
encontrará con el mismo tema, con Kafka, con el desarrollo “ad absurdum” de una
idea sin lógica interna que entronca a Borges, del que también se empapó la
autora, con el escritor checo; con sus sueños y pesadillas, siempre perturbadoras
que nos hacen revivir la ambigüedad que a veces arrastramos durante el día,
ante la lógica del mundo despierto y la paralógica de lo que soñamos. Mas
también con aquellos personajes y terrores reales, igualmente inquietantes, algunos
verdaderas y presentidas congojas, como el nazismo, el Holocausto, “el humo de
los hornos”, “los trenes de la muerte” que convirtieron en víctimas a familiares directos de Kafka. También a la
larga a Milena Jesenká, uno de sus
grandes amores.
Bosquejo de Kafka (Museo casa natal del escritor) |
“Los graznidos”, la primera aproximación, la
voz de esos pájaros que graznan en las cornisas de la imaginación (página 13),
de ese grajo (Kafka en alemán es “Dohle, grajo, grajilla), cuya negrura es
propia de no pocos de los personajes kafkianos y que avisará de la partida de
Gregorio Samsa. Los “Lugares” (segunda
parte), comenzando por esa Praga devastada en los sueños del escritor, en cuyas
calles encharcadas Kafka parece un fantasma; en la oficina, que nos retrotrae
con palabras kafkianas al Chile de la dictadura; en la escritura, devorado
mientras escribía, sin rescatar del amor una sola palabra; en tierra de nadie y
en ese siniestro barracón número 5, Birkenau
que cobijará el horror de Ana y Margot Frank. “Nomen es Omne”, la tercera
sección, que enumera con rótulos latinos seres humanos, pájaros, insectos…,
capaces algunos de dictar “las leyendas del aire”, o que vigilan el despertar
de Gregorio, convertido “en un horrible ser humano”. Finalmente, “Pequeñas
variaciones”, con diálogos entre el presente y el futuro, revirtiendo el tiempo
que hace posible la presencia de Borges, Monterroso o el escribiente Bartebly
en los sueños de Kafka; o la tos de lobo de los tuberculosos. Y en una
prolepsis perfectamente lograda se vislumbra el Tercer Reich “como un lobo
verdaderamente feroz” (página 68).
K es un libro de escasas páginas pero de
absoluta excepcionalidad. Los recursos en los que Lilian Elphick se apoya (la
rehechura de un Kafka al que, por cierto, la escritora pide perdón por ese
atrevimiento; la capacidad condensativa; una prosa primorosa preñada de poesía;
la arquitectura teatral de algunos “textículos” como escribiría Cortázar; la
competencia emulativa que le permiten reescribir posibles cartas de Kafka que
no le desmerecen, la tonalidad existencial, entre otros muchos haberes, que
estas páginas dejan entrever en su tercio no sumergido) son sobrados avales para que este lector ose afirmar que K es la más consistente y brillante
escritura metaliteraria en formato breve, erguida sobre lo escrito por Kafka.
Francisco
Martínez Bouzas
Lilian Elphick |
Fragmentos
K en la escritura
“Me interrumpían los grajos y el silbido
de mis bronquios a media noche; me interceptaba mi padre con sus bastonazos.
Cuando quebró los diez dedos de mis manos, escribí con la boca. Me molestaban
los dientes y la baba que mojaba la historia, haciéndola inverosímil.
Luego, el amor. Ni una sola palabra. Un
silencio estúpido. Dora, Milena y Felice paseaban por mis desgarraduras.
El tiempo me devoró, mientras escribía.
Hice lo que pude.”
…..
K en tierra de nadie
“Está
oscuro. Oigo el chillido de los ratones. Hay excrementos, cadáveres, llantos de
hombres solos. Afuera el humo de los hornos.
Barracón
número 5, Birkenau. Mi última patria después de muerto.
Sé
que ana y Margot Frank tienen tifus y ya no necesitan mantas para cobijar su
horror.
Mañana
moveré piedras de aquí a allá, sin propósito alguno. Un kapo gritará su látigo en mi espalda.
Una
mañana me arrestaron.
Todos
fuimos a los trenes de la muerte.
Josef
Mengele movía el pulgar hacia arriba o hacia abajo.
Me
preguntó si tenía un hermano gemelo. Le respondí que sí, que su nombre era
Gregorio. ¿Y dónde está entonces?, bramó. Escondido, señor en un cuaderno.
Nunca lo podrá encontrar.”
…..
Blatta orientalis
“Un
corrido mexicano me inmortalizó. Su música es pegajosa, como yo. Pero, hay algo
que inquieta: un hombre escribe de insectos. Él no me ve cundo paso entre sus
zapatos y no sospecha que cuando duerme yo trepo a la mesa y cabalgo las hojas
tatuadas. Leo y leo; no me canso. A veces, mastico las esquinas. Su sabor es
muy similar a la corteza de los árboles. Al amanecer vuelvo a mi escondrijo y
sueño con Gregorio y Grete, con esas vidas tan trágicas. Sueño con Ottilie,
Gabriele y Valerie exterminadas en Auschwitz y Chelmno; sueño que no puedo
comer y que muero en un sanatorio creyéndome un grajo.”
(Lilian Elphick, K, paginas 28, 30, 58)
Kafka me fascina!!!!
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