Albert Sánchez Piñol
Traducción de Claudia Ortego Sanmartin
Edhasa, Barcelona, 283 páginas
(LIBROS DE FONDO)
En su edición original en catalán (La
Campana, 2002), La pell freda de
Albert Sánchez Piñol fue un rotundo éxito de ventas y sus derechos de
traducción han sido cedidos a treinta y siete idiomas, entre ellos al gallego, lengua
en la que la novela apareció en el año
2007 editada por Ézaro. Algo similar sucedió con la versión al español (Edhasa,
2003). En la actualidad la novela ha vendido cientos de miles de ejemplares. En
su día ganó el premio Ojo Crítico y solamente el Nobel J. M Coetzee privó al
debutante Sánchez Piñol del premio “Llibreter”, creado y otorgado por el gremio
de libreros catalanes con la finalidad de rescatar del anonimato obras de
calidad que frecuentemente pasan inadvertidas entre el alud de novedades
editoriales. Sin alardes promocionales y basándose en el boca a boca de los
lectores, el libro del escritor y antropólogo catalán se convirtió en el gran
best seller de la literatura catalana en los primeros años del presente siglo.
Y sin duda alguna en una de las novelas de género de nuestros días más
internacional.
La trama del texto de Sánchez Piñol es
compleja, entre otras razones porque el argumento no explica de todo la novela y permite muchas y
variadas lecturas. Pero, sin ninguna duda, el autor se estrenó de forma muy
notable con un relato que rescata el placer de la aventura, la épica
aventurera, en la senda de las grandes novelas de Jules Verne, pero con
indiscutibles lazos con los horrores marinos y las andanzas terrestres de
Lovecraft, Hogdson, Stevenson y con connotaciones filosóficas así mismo con
Conrad (relación de dependencia entre protagonista y antagonista, presentes
sobre todo en la última parte de la novela). Y con Karel Capek y su conocida
obra, La guerra de las salamandras
(1936).
El
relato de La piel fría se abre con
una afirmación categórica que ya anuncia por donde van a ir los tiros: “Nunca
estamos infinitamente lejos de aquellos a quienes odiamos” (página 9). Acto
seguido, el narrador nos sumerge en los entresijos de la peripecia vital de un
fugitivo de la independencia irlandesa que, a principios del siglo XX, quiere
romper con su pasado y acepta el puesto de oficial atmosférico en una isla
remota, próxima al continente austral. El protagonista, que carece incluso de
nombre, busca la paz de la nada, pero, en vez del silencio, se encuentra con la
compañía de un farero, un hombre primitivo, y un verdadero infierno lleno de monstruos.
Unas extrañas criaturas anfibias, los “carasapos”, de piel húmeda, fría,
glacial que semejan escualos con patas y salen por la noche de las profundidades
para atacarlos. La existencia en el faro se convierte así en la más absurda de
las epopeyas: resistir como sea a las acometidas de estas máquinas de matar, experimentando
tanto de día como de noche todos los matices del miedo. Mas con el convencimiento
de que cuando estamos rodeados de depredadores, la causa del ser humano
solamente puede ser una: sobrevivir. Sin embargo, en un cuerpo a cuerpo de
guerra y de genitalismo, el protagonista empieza a sospechar que, por debajo de
los cráneos pelados de los monstruos anfibios, puede haber algo más que simples
instintos y que se limitan a defender su territorio contra los intrusos que los
masacran. Se da cuenta pues de que lo único sensato es pactar.
La
piel fría es claramente una novela de aventuras, pero como ya apunté, su
temática va mucho más allá de las tramas aventureras. Del relato de Albert Sánchez
Piñol emerge una precisa y conspicua lección sobre la incomprensión y el rechazo
que sentimos con relación a todo aquello que nos resulta extraño y desconocido.
La novela encierra por consiguiente un claro valor metafórico: “bestializamos”
al adversario para justificar la guerra, despreciamos y rechazamos todo aquello
que escapa a nuestra comprensión. Por todo esto, La piel fría es en el fondo un alegato contra la xenofobia, el
racismo y la intolerancia que muchas veces parecen inherentes al ser humano.
Con estilo directo, aséptico y una
estructura lineal que no pretende complicarle la vida al lector, Sánchez Piñol
retorna a la novela de aventuras del siglo XIX, pero su escritura va mucho más
allá de la simple aventura y mantiene de forma inequívoca una tesis y una
conclusión: el ser humano no es el rey del universo, sino una fracción más de
la naturaleza y el mundo es definitivamente un lugar previsible.
Francisco
Martínez Bouzas
Fragmentos
“Nunca
estamos infinitamente lejos de aquellos a quienes odiamos. Por la misma razón,
pues, podríamos creer que nunca esteremos absolutamente cerca de aquellos a
quienes amamos. Cuando me embarqué ya conocía este principio atroz. Pero hay
verdades que merecen nuestra atención, y hay otras con las que no conviene
mantener diálogos.
Tuvimos
la primera visión de la isla al amanecer. Hacía treinta y tres días que los
delfines habían renunciado a nuestra popa y diecinueve que la tripulación
arrojaba nubes de vaho por la boca. Los marineros escoceses se protegían con
manoplas que les llegaban hasta el codo. Vestían pieles tan contundentes que
hacían pensar en cuerpos de morsa. Para los senegaleses aquellas latitudes frías
eran un suplicio, y el capitán toleraba que empleasen grasa de patata como
maquillaje protector, en las mejillas y en la frente. La materia se diluía y se
les filtraba por los ojos. Lloraban pero nunca se quejaban.”
…..
“Medito
sobre las pretensiones que me trajeron a la isla. Buscaba la paz de la nada. Y
en vez de silencio, encuentro un infierno repleto de monstruos. ¿Qué nuevos
significados deberían descubrir mis ojos? ¿Cuál sería la interpretación
correcta, según mi tutor? Pienso mucho en él. Por más que me lo pregunto, por más
que me interrogo, sólo puedo constatar una evidencia espantosa que todo lo
invade: monstruos, monstruos y más monstruos. Nada que ver, nada que juzgar,
nada que considerar.”
…..
“A
veces la compasión se nos aparece como un paisaje detrás de la última colina.
Me pregunté si aquel mundo submarino debía ser tan distinto del nuestro: sin
duda tenían padres y madres, y la existencia del triángulo demostraba que también
tenían huérfanos. No pude soportar sus llantos. Lo cargué al hombro, como un
saco. Lo llevé al granito y seguí cosiendo. De nuevo se agarró a mi cuerpo y me
lamió la oreja, y así se durmió. Yo simulé indiferencia.”
(Albert Sánchez Piñol, La piel fría, páginas 9, 134, 236)
Una trama muy interesante...
ResponderEliminarSaludos