Giovanna Rivero
Caballo de Troya (sello de Peguin Randon House),
Barcelona, 2014, 174 páginas.
Giovanna Rivero (Santa Cruz,
1972) es una de las grandes promesas de la literatura boliviana; en buena
medida convertida ya en realidad, sobre todo en el relato breve, como muestra, los
volúmenes de cuentos Las bestias
(1996) y Dueños de la arena (2005),
ambos galardonados con premios. Ha publicado otros libros de cuentos, y narraciones
suyas forman parte de distintas antologías. En 2011 la Feria Internacional del
Libro de Guadalajara la seleccionó entre “Los 25 secretos mejor guardados de
Latinoamérica”. 98 segundos a la sombra
es su novela más reciente, publicada además por un sello editor como Caballo de
Troya que dota al libro de un plus de internacionalidad. Es pues Giovanna
Rivero una de las autoras/es bolivianos que abren las puertas del mundo a la “encuevada
literatura boliviana”.
La novela se inscribe en el subgénero de la
educación sentimental, la maduración e una adolescente en condiciones tan
adversas como incitativas en el Culo del Mundo, en una provincia montereña boliviana,
en constante contradicción entre el provincialismo que viven sus habitantes
cada día y el señuelo de la modernidad, del extranjero percibido como si se
tratara de un espacio exterior liberador. Ambienta la autora la novela a
mediados de los años 80, años, por un lado ingenuos y maravillosos, hermosos
pero llenos de desazón, dice la autora. Pero en esa época y a ese lugar perdido
del Sur está llegando la modernización de la mano del negocio negro del narcotráfico
y del capitalismo feroz. Un laberinto abigarrado, repleto de fantasías que
surgen del subconsciente y de la lucha por convertirlas en realidad.
En esa situación contextual coloca Giovanna
Rivero a su protagonista, a la vez heroína y antiheroina, la adolescente
Genoveva, así mismo voz narradora de la trama ficcional. La autora centraliza
la trama en la vida de esta adolescente, en la que constantemente afloran sus
impulsos y pulsiones subconscientes. Genoveva es una chiquilla alejada de sus
padres: odia a su padre, un desfasado
excomunista, un cobarde al que el mundo le hace orinarse en los
calzoncillos, pero se excusa diciendo que eso de irse a otro país con mejores
horizontes vitales, es ser vendepatrias, “irse de yanquis”.. Y la madre,
callada y resignada, que nunca se harta, o apela ante la adolescente la explicación de las “etapas”:
crecer, estar triste, asfixiarte.
Además la protagonista cursas sus estudios
en un colegio de monjas que le transmiten unos valores y una única idea de la feminidad, en completa
contradicción con lo que observa en su casa y también en el ambiente
provinciano de ese Culo del Mundo. Todavía hay más: una abuela con el modo de
pensar más salvaje y brutal, aunque sincera; un hermano con cierto retraso
mental y la amiga Inés con la que se sincera compulsivamente y le habla de su
deseo de escapar. Para ella cuentan los segundos y da rienda suelta a sus manías
infantiles. Por eso mide el tiempo, expresa sus secretos y anhelos de irse y
alejarse. Y sobre todo nos deja entrever su intimidad juvenil, con muchos claroscuros:
un imaginario de creencias, exóticos
encuentros con extraterrestres, escapes siderales provocados por hojas
lisérgicas.
La novela, apunta el escritor boliviano
Edmundo Paz Soldán, muestra un registro engañoso: habla con absoluto control de
una adolescencia descontrolada. La protagonista adolescente cree saberlo todo,
pero realmente sigue siendo una niña que solo quiere, y precisa urgentemente y
cada día, creer en algo.
Novela pues cuya temática es la búsqueda
desesperada de la felicidad, que desempeña en el texto una función de ruptura,
subversión y furor compulsivo contra el orden establecido en un país sumergido
en la lucha dialéctica de la tradición secular provinciana y los deseos de
cambio. La novela es además el espejo de otras coordenadas y esferas de la
realidad colombiana a mediados y a finales de los años 80, años “a medio camino
entre la apoteosis del pop y el apocalipsis del fin del siglo”, tal como la ha
definido la propia autora. La juventud ante esa tesitura solamente es dueña de
dos opciones: extraviarse o radicalizarse. Opciones proyectadas en “98” segundos de profundas e
intensas vivencias, metáforas de un ser que busca y pelea por la libertad.
Francisco
Martínez Bouzas
Giovanna Rivero |
Fragmentos
“Siempre
he sabido que no soy la hija que padre anhelaba, él quería un chico, y para lo
me importa. Hay que verlo cuando me acerco a poner la mesa o a ayudar con las
cosas de Nacho, ¡podría calcinarme con la mirada! No le deseo una muerte
dolorosa, lenta, no es eso, bastaría con una soga en perfectas condiciones,
estoy harta de que vivamos fingiendo. Madre no me conoce bien, no puedo
mostrarle mi verdadero ser. Nadie me conoce. Y
a decir verdad, yo tampoco entiendo mucho a Madre. No terminó la escuela
porque se empreñó, justo un año antes de graduarse, de mi, de mi existencia;
tuvo que asistir a una secundaria nocturna para adultos y desde entonces, según
yo, asocia el estudio con la luna y el ocultismo. Sin embargo, eso debe ser lo
que nos ha mantenido unidas, a pesar de
que no siempre me gusta lo que en verdad hay debajo de sus vestidos, de su
carne. A las dos nos encanta el cielo. El cielo de noche. A eso yo le llamo una
«paradoja».”
…..
“Mi
vida es la imposibilidad. La caca de Dios. Excremento sideral. Supongamos que
la Revista Duda
tiene razón y atravesamos un montón de vidas antes de ser personas más o menos
aceptables. Supongamos que es así. Entonces podría decir que he equivocado rotundamente
el momento y la carrera. Avanzo entre escombros, basura que tiró otra gente,
deshechos de Padre, cáscaras de Madre. Dios hizo el tiempo, dice sor
Evangelina, para pulir el carbón que es el ser humano y cumplir la promesa de
su semejanza. Eso soy yo, puro carbón.”
(Giovanna Rivero, 98
segundos sin sombra, páginas 9, 59)
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