Generación perdida
Francisco Castro
Tradución: Moisés Barcia
Pulp Books (sello de Rinoceronte Editora), Cangas do Morrazo, 2011, 150 páginas.
Francisco Castro (Vigo, 1966), autor de Generación perdida, es uno de los más versátiles narradores gallegos. Así lo acredita su dominio de todos los registros narrativos, desde el relato histórico a la narrativa erótica, desde la literatura infantil y juvenil hasta la novela negra. Como muestra, su última aportación a este subgénero, In vino veritas, uno de los libros del verano para los lectores gallegos. En el año 2004 publicaba la versión original, Xeración perdida, cuya traducción al español edita ahora Pulp Books en ese plausible propósito de dar a conocer lo más original de la narrativa que se escribe actualmente en Galicia.
Hay novelas que son ajustes de cuentas, otras, la recuperación necesaria de la memoria histórica olvidada. Pero también se puede mirar hacia el pasado para radiografiarlo y al mismo tiempo hacer una catarsis. Y esta es la meta que persigue Francisco Castro con Generación perdida: hacer catarsis consigo mismo, con Ricardo el personaje central de la trama y, sobre todo, con su generación, la generación de aquellos jóvenes vigueses nacidos, como el autor, en la mitad de los 60 y que alcanzaron la pubertad y la juventud en las dos décadas siguientes. Por eso mismo, la novela se convierte en historia de la memoria.
Generación perdida, no será, como se nos recuerda en las últimas páginas, la novela de la explicación definitiva, el relato de las grandes teorías y de las grandes soluciones. Es una novela de los recuerdos que brotan de nuestros ojos siempre con muchos rasgos subjetivos. Asentando su voluntad creadora en Borges (“Un hombre es su memoria”), Francisco Castro pretende acercarnos, con intención catártica, a la memoria de la generación de la juventud viguesa que vieron la luz, como ya quedó apuntado, en la mitad de los 60 y que, desde el barrio de Teis fueron protagonistas pasivos de la movida viguesa de los 80, de aquellas “paridas”, subvencionadas oficialmente y publicitadas con aquel invento mediático de “Madrid escríbese con V de Vigo”.Detrás de aquella gran mentira quedó atrapada una buena parte de la juventud, pringados y camellos, que se inició en la droga en una de las primeras actuaciones de Siniestro Total y Golpes Bajos, una noche de 1983 en Castrelos. La mayoría quedó en el camino, victimas del caballo, del sida y algunos todavía luchan para salir del agujero.
A través de tres personajes, Changüi, Calbot y sobre todo Ricardo, víctima, cabello y pringado respectivamente, aunque ninguno bueno o malo de forma absoluta, la novela radiografía el mundo de la droga, su penetración entre la juventud viguesa y la movida de la ciudad olívica de los años 80, con sus luces y sombras, más abundantes las últimas que las primeras. El verdadero protagonismo de la novela le corresponde a toda una generación, la generación de los niños “bonitos”, que sucedió a la generación progre (la que luchó contra el franquismo), que creció delante de Barrio Sésamo, comiendo bocadillos de nocilla, en una atmósfera de gran permisividad y pagó un alto precio por vivir. En la novela, en efecto, se nos permite ver lo más emblemático del Vigo de aquellos años y sobre todo el dibujo del barrio de Teis: el Vitrasa, los cines Fraga y Rosy, los conciertos musicales de Castrelos, las últimas escuelas unitarias, el barrio de Vichita, el instituto de la Guía, las katiuscas y coreanas. Y sobre todo el imparable avance de la droga.
Francisco Castro |
Pero si algo debe de ser destacado en esta novela, este algo son las innovaciones formales que el autor introduce en el relato. Entre ellas destaco las siguientes: un autor omnisciente que rompe conscientemente los géneros. Escribe un primer capítulo paradigmático en este sentido. Francisco Castro se convierte en protagonista y rreflexiona sobre el acto de escribir, sobre la potencia creadora de sus personajes que le permiten existir como escritor. Y así mismo, la importancia de la historia, no de la verdad ni de la versomilitud. La hibridación genérica y un cierto talante ensayístico de la novela no se detienen en estas páginas introductorias. Con ánimo critico y con frecuencia mordaz, la voz narradora lanza constantes reflexiones, a la vez que piensa que tiene derecho a inyectar ráfagas meditativas en medio de la ficción, porque es la voz del creador y hace lo que apetece. Novela, pues, con mitin por medio como se autodefine a si misma.
Son constantes las reflexiones del novelista sobre el avance del relato y sobre sus dificultades. La novela comienza hablando de si misma, en el primer capítulo, y el relato de la historia está acompañado constantemente por el relato de la elaboración de la propia novela. He aquí pues el carácter metaliterario al que ya aludimos. Y por último el fragmentarismo, reconocido por el propio autor: “esta es una novela del siglo XXI: fragmentaria, caótica, desordenada como el mismo siglo”. La historia se nos va narrando a trozos, con puntos y aparte, mezclando intencionadamente fragmentos del pasado, con cortes y paradas, con el presente. Novela pues que precisa de un lector participativo. Novela así mismo catártica, purificadora, en la que el escritor, como Carlos Fuentes, afirma tener fe en el poder salvador de la literatura.
Fragmento
“Pasó el tiempo y pasaron los recuerdos. La memoria. Esta es la novela de la memoria, la novela de una generación que se perdió y que aún lucha por salir del agujero. La novela de una generación perdida. Van a tener razón los sociólogos, esa gentecilla simple. Aún están vivos. Hechos polvo, es cierto, pero vivos. Y esta es su novela: Generación perdida, he aquí su título.
Reitero: somos nuestra memoria. ¿Qué quedan cosas sin explicar? Puede ser. Pero esta no es la novela de las grandes explicaciones definitivas, y de los ajustes de cuentas, de las teorías y soluciones. Ya hay quien lo ha escrito o quien lo escribirá. Seguro que si.
Hay tantos escritores en el mundo como gotas de agua en el mar.
Gabriel García Márquez escribió en el primer tomo de sus memorias que la vida de uno no es lo que sucedió sino lo que uno recuerda y cómo lo recuerda. Pues eso. Esto es lo que sucedió. Ahora queda para siempre en la Memoria, es decir en la Literatura, esa bicha malhadada, grande y maravillosa”.
(Francisco Castro, Generación perdida, páginas 149-150)
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