El asiento del conductor
Muriel Spark
Traducción de Pepa Linares
Prólogo de Eduardo Lago
Contraseña Editorial, Zaragoza, 2011, 127 páginas.
Precedida de un buen prólogo de Eduardo Lago, que nos proporciona las claves biográficas y literarias de Muriel Spark, una escritora muy poco conocida en España, Contraseña Editorial pone a disposición del lector una novela corta, cuya proteica y perturbadora trama se ajusta a las intenciones de la escritora escocesa:”aterrorizar deleitando”. Una rápida aproximación a la figura de Muriel Spark, permitirá hacer más familiar la figura de Muriel Sarah Camberg, que firmó su obra escrita con el apellido de su esposo. Nacida en Edimburgo de padre judío y madre anglicana en 1918, falleció en 2006, a los ochenta y ocho años en la localidad Toscana de Civitella della Chiana. Un año antes, vio la luz su última pieza literaria, The Finishing School , en la que retoma las obsesiones que impregnaron su literatura: la envidia y el proceloso mundo de los internados. En 1938 se casó y con su marido se afincó en Rodesia. Se divorcia a los siete años y regresa en 1944 a Londres donde trabajó en el contraespionaje británico de forma muy eficiente. Fue allí donde conocería a Graham Greene que le brindará su apoyo en un momento de profunda crisis existencial y de salud. En la década de los setenta se trasladó a vivir a Italia que, desde entonces, se convierte en epicentro de su vida. Primero en Roma y al poco tiempo en la localidad Toscana, donde le sobrevino la muerte.
Su universo literario es inclasificable, debido a su diversidad temática, pero todo él, está tamizado por su tendencia a amalgamar lo trágico con lo cómico y lo grotesco. Entre sus obras más representativas cabe destacar La plenitud de la señorita Brodie (1961), The Finishing School (2004), Curriculum Vitae (1993) y por supuesto El asiento del conductor (1970). La mirada fría e intelectualizada de Muriel Spark pone en evidencia el lado más obscuro y absurdo del comportamiento humano, señala el prologuista Eduardo Lago. Sus novelas rebosan de acontecimientos y crímenes que la escritora narra en un tono indiferente y sin emitir juicios puritanos acerca del bien y del mal, porque es consciente de que Dios no pone orden ni justicia en el mundo narrativo. La omnisciencia divina nada tiene que ver con la omnisciencia ficticia de la novela.
El territorio narrativo en el que mejor se mueve Muriel Spark, es el de la media distancia, en la que una prosa rápida y precisa no deja nada sin diseccionar. El asiento del conductor es su perfecto paradigma. Una enigmática narración, cuyo final nada tiene que ver con lo preanunciado al comienzo, da cuenta de su competencia y nos introduce en esa casa encantada, ajustada definición de John Updike de la narrativa de Muriel Spark. Novela negra, rebosante de intriga y tensión que destroza las pautas canónicas del género y nos enfrenta con unos personajes perturbados y una trama inesperada, en la que la autora rompe las expectativas del lector con el que juega mediante con un intratable sentido del humor.
Es preciso dejar al margen nuestros conceptos tópicos de asesinos y víctimas, ya que en El asiento del conductor nada es lo que parece, hasta el punto de que la supuesta víctima, a la que percibimos como cebo propiciatorio de algún perturbado asesino, se metamorfosea a lo largo del relato de tal modo que, en la mente lectora, surge la convicción de que es ella la verdadera asesina. Una asesina que actúa de forma vicaria y, tras su deambular por la ciudad, encuentra al que resulta ser su verdugo.
La narración da comienzo de forma a la vez grotesca e hilarante. Iniciamos la lectura y nos quedamos boquiabiertos, al igual que los dependientes de la tienda que vende vestidos a prueba de manchas, ante el excéntrico comportamiento de Lise, la protagonista. Y para curar sus paranoias, su jefe la “obliga” a tomarse unas vacaciones. Embutida en vestidos psicodélicos, Lise, que sostiene no ser de ningún sitio en concreto, viaja al sur, un sur colorista y luminoso que tiene todos los indicios de ser el sur italiano.
Muriel Spark |
Se ha iniciado la comedia preñada de un salvaje y sardónico sentido del humor. Así, por ejemplo, es antológica la escena de la seducción interactiva en el interior del avión entre Lise y el Iluminado Maestro macrobiótico que precisa un orgasmo diario como parte esencial de su dieta. Pero muy pronto el deleite de la farsa se transmuta en una historia de intriga y tensión, cuyo desenlace, en forma de asesinato en la penumbra de un parque, la autora no tiene reparo en revelar recién iniciado el relato de la trama. Mas nada es lo que parece y Lise no es la mujer desvalida, cosida a puñaladas por un maníaco sexual. Es ella la que ocupa el asiento del conductor, la que guía una historia, la verdadera criminal que encomienda a otra persona la comisión de un asesinato, cuya victima será ella misma.
La comedia ha cambiado de rostro y se ha transformado en trhiller de una forma perturbadora. Y Muriel Spark ha sabido hacerlo combinando la amenidad, técnicas de entretenimiento y un estilo directo, claro y escueto. Un marco textual sutil,de fácil lectura para revelar el fondo perturbador e inquietante que se oculta en la novela. De este modo, Muriel Spark entra a formar parte de la nómina de los pocos autores que han sido capaces de anular las distancias entra las llamadas bajas y altas literaturas.
Fragmento
“(…)Lise desenfunda el abrecartas, comprueba el filo y la punta y comenta que no son muy cortantes, pero que servirán.
-No te olvides que es curvo.
Mira la funda grabada en su mano y, con indiferencia, deja que se le escurra entre los dedos.
-Cuando lo claves, cerciórate de tirar hacia arriba para que penetre bien.
Le hace una demostración con la muñeca.
-Te cogerán, pero te queda la ilusión de poder huir en el coche. Así que al
acabar no pierdas tiempo mirando lo que has hecho, lo que acabas de hacer.
Se tumba en la grava y coge el abrecartas.
-Antes átame las manos –dice, cruzando las muñecas-. Átalas con el pañuelo.
Él le ata las manos y Lise le recuerda con voz apremiante e imperiosa que coja la corbata y le ate los tobillos.
-No –dice él, arrodillándose sobre ella- los tobillos, no.
-Nada de sexo..Puedes hacerlo después. Me atas los pies, me matas y se
acabó. Los que vengan por la mañana lo recogerán.
Pese a todo, se hunde en ella al mismo tiempo que levanta el abrecartas.
-Mátame –dice y repite ella en cuatro idiomas.
Cuando el cuchillo desciende hasta su garganta, lanza un grito. Es evidente que ha percibido has qué punto es definitivo el final. Grita y la garganta deja escapar un gorjeo cuando él la apuñala con un giro de la muñeca, siguiendo al pie de la letra las instrucciones. Después, clava donde le apetece, se levanta y contempla su obra”.
(Muriel Spark, El asiento del conductor, paginas 125-126)
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