lunes, 12 de septiembre de 2011

"DONDE NADIE TE ENCUENTRE", CON LA VITOLA DEL PREMIO NADAL


Donde nadie te encuentre
Alicia Giménez Bartlett
Ediciones Destino, Barcelona, 2011, 509 páginas.

Tengo ante mi la novela ganadora del Premio Nadal 2011, publicada por Ediciones Destino en la ya mítica colección Áncora y Delfín. En atención a mis amigos lectores / escritores latinoamericanos y de otras latitudes, considero que no está de sobra recordar que el Premio Nadal, a pesar de su relativamente modesta dotación económica (18.000 euros), goza de un gran prestigio, fundamentalmente por dos razones: es el más antiguo en España (concedido desde el año 1944) y, entre sus ganadores, figuran escritores de una gran categoría literaria. En la actualidad el Premio Nadal no pretende descubrir nuevos valores literarios, sino premiar figuras consagradas.
El prestigio del Premio Nadal y la innegable categoría literaria intrínseca de la novela galardonada este año, explican que Donde nadie te encuentre camine en estos momentos por la séptima edición.
Alicia Giménez  Bartlett (1951), creadora de la serie policíaca Petra Delicado, recupera para la escritura de esta, sin duda, excelente novela, su maestría y buen hacer en el género detectivesco. Pero no es, en efecto, esta una novela negra, ni tampoco una novela histórica como ella misma ha declarado en infinitud de entrevistas, concedidas a raíz de la concesión del Premio. Tampoco estamos ante una “non-fiction novel” que narre hechos y acontecimientos reales con los recursos de la ficción. Donde nadie te encuentre es la historia de una pesquisa y al mismo tiempo, la huida de un personaje convertido en mito, a través de la geografía, sobre todo social, de la España trágica y negra de 1956.
Un personaje central con una sexualidad ambigua: nacida como Teresa por ser inscrita como mujer, murió el 1 de enero de 2004 llamándose Florencio, porque en el años 1980 se resuelve el expediente gubernativo de cambio de sexo oficial, conforme al informe forense (falso hermafroditismo masculino). Mas Donde nadie te encuentre es o pretende ser una ficción, aunque al servicio de un hecho real: las cuadrillas  del maquis en las zonas de Maestrazgo y Els Ports (Provincia de Castellón) en los años posteriores al final de la Guerra Civil. Y de manera singular, del personaje central, “La Pastora”, último superviviente de los luchadores del maquis en aquella zona.
La autora estructura su ficción alrededor de dos personas que siguen el rastro de “La Pastora” y están ansiosos -especialmente uno de ellos- por encontrarse cara a cara con ella. Surge así un libro de aventuras, investigación e itinerancia cuyos actantes fundamentales son un psiquiatra francés experto en psicopatías y mentes criminales y el periodista barcelonés Carlos Infantes. El primero viaja a la Barcelona de 1956 interesado en realizar un estudio sobre el caso de Teresa Pla Maseguer, conocida como “La Pastora”, el maquis más buscado por la Guardia Civil. El segundo, mostrando siempre una actitud cínica, le servirá de guía y enlace por una zona de paisaje agreste, tanto a nivel natural como humano, porque existe entre sus moradores una verdadera “omertà”.
En los registros de la Guardia Civil y en las mitologías populares, “La Pastora” es un ser extraño, huraño que arrasaba los mas castellonenses y acosaba  a las fuerzas represoras. El casi imposible objetivo se esconde en tierras de Maestrazgo. Ante el material recogido a través de la indagación  del periodista barcelonés, copiando en no pocas ocasiones los esquemas detectivescos de sus novelas negras, el lector quedará fascinado con la reproducción de la dramática experiencia vital de la figura de “La Pastora” (Teresa, Teresot, Florencio), a la vez que se sentirá dolorosamente estupefacto ante el clima humano y social de la España rural de aquellos años: odios, traiciones, soplones, heridas que siguen supurando, condena social de los que no comulgan con las ideas imperantes… Una sumersión sin escafandra y protectores sentimentales en la España negra de los años cincuenta.
Alicia Gómez Bartlett recrea con habilidad este transfondo seco de miedos, terror, represalia y, sobre todo, silencio, esgrimidos por las fuerzas del poder como medida represiva y aceptado por los habitantes de la comarca como estrategia defensiva.
Y a la par de este relato indagatorio-itinerante, Donde nadie te encuentre intercala un monólogo interior en primera persona. Son las confesiones íntimas de “La Pastora”, narradas reproduciendo el habla oral, y ajustadas a la escasa formación intelectual del personaje. A través de estos capítulos -en mi opinión lo más fresco de la novela- nos llega la voz poderosa, rudamente vitalista de “La Pastora”. La voz de un personaje semisalvaje y misterioso, de un ser humano maltratado, masacrado, sin haber recibido jamás una mirada piadosa, recrea con gran verosimilitud su vida: una infancia difícil, una juventud oliendo a oveja y durmiendo al raso, las horripilantes escenas de la guerra defendiéndose de los soldados moros violadores, las obscenas brutalidades de los guardias y somatenes, el enlace con los maquis, los únicos que le tratan como persona… Son episodios que pertenecen a la biografía real del personaje. Son también auténticos los hechos narrados en otras partes de la novela donde interviene “La Pastora” Todos ellos basados en la “realidad” del libro de investigación del periodista José Calvo La Pastora. Del monte al mito.
La autora rechaza, como ya señalé, que su relato sea una novela histórica, pero admite que su ficción está basada en material histórico verificable. No estamos pues ante una novela en la que la ficción y la realidad se reflejen mutuamente. Pero al inyectar ficción en la realidad histórica, aquella, como marcador semántico que es, transforma todo lo que toca, en el sentido de que lo convierte en ficción, como señaló Álvaro Pombo. En este caso concreto, la escritura ficcional de Alicia Giménez Bartlett explica e ilustra bellamente la historia de “La Pastora”, un ser humano cuyos restos descansan, no en esa Pirámide del Jardín del Recuerdo del cementerio de Valencia como se afirma en la nota final, sino en un lugar “donde nadie te encuentre”, título de la novela que, en este caso, le hace justicia a la realidad.

                                       
Fragmento

“Aquello de ser enlace de los maquis me gustaba. No sólo por el dinero que me daban, sino porque además me trataban bien, como a una persona, con respeto (…) Me daban la lista de lo que necesitaban para que se la llevara a El Cabanil y se la pasara a Francisco Gisbert (…) Las risas más grandes las teníamos cuando Gisbert les vendía latas de las que les daban de ración a la Guardia Civil (…) Solían ser chorizos y latas de carne de vaca. Parecía de risa pero la cosa estaba clara: Gisbert vivía delante de la casa cuartel, tenía buena relación con los guardias, que nunca sospecharon nada hasta que lo trincaron (…) ¡Pobre Gisbert, era tan buen hombre, tan trabajador! No se merecía lo que le hicieron esos hijos de puta. Todos dicen que cuando lo detuvieron después del asalto que los civiles hicieron a El Cabanil delató a mucha gente y por eso hubo tantos arrestos de masoveros que vivían cerca. Pero con todo lo que le hicieron yo también hubiera cantado seguramente. Hay un punto en el que el ser humano ya no puede soportar más lo que le hacen (…) Lo peor fue el final que tuvo. Lo tenían recluido en Morella y un buen día, seguramente cuando ya le habían sacado todos los nombres que le podían sacar, lo bajaron a la prisión de pobla de Benifassá. Lo visitó su madre y la pobre mujer, antes de entrar,  les preguntó a los civiles que lo custodiaban si sabían qué sería de él. La engañaron, le dijeron que lo dejarían en libertad. La madre entró a verlo muy contenta y, como lo vio hecho un guiñapo, sólo quería decirle algo que pudiera hacerle bien (…) Entonces lo llevaron un montón de guardias a El Cabanil para que les enseñara algo, a lo mejor algún rincón que la casa tenía para esconderse y que no habían encontrado aún. Pues bueno, llegan allí y les enseña lo que tuviera que enseñarles y luego salen y le dicen: «Ya es suficiente, hemos terminado contigo. Ahora te puedes marchar». Cuando había caminado diez o doce pasos le arrearon una ráfaga de metralleta por la espalda, y adiós Francisco Gisbert. Se quedó allí muerto (…) Les dieron el cadáver a los familiares para que lo enterraran y cuando lo desvistieron para asearlo se dieron cuenta de que le habían arrancado los testículos. Tal como yo se lo cuento así fue. Yo puedo haber sido maquis y bandolera y haber hecho cosas que no estaban bien, pero díganme cómo hay que ser y qué entrañas hay que tener para arrancarle a un hombre los cojones”

(Alicia Giménez Bartlet,  Donde nadie te encuentre, páginas 245-247)
Alicia Giménez Bartlett (Foto Efe)

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