jueves, 29 de septiembre de 2011

"LECTURAS Y LUGARES": LOS VIAJES DE LA MEMORIA

Lecturas y lugares
José Luis García Martín
Ediciones Traspies, Granada, 2011, 61 páginas.

El sello Vagamundos de la pequeña editorial granadina Traspies suele agasajar a sus lectores con libros de paginación corta pero que encierran verdaderas joyas literarias, tanto por sus textos como por sus paratextos. La excelente edición nos ofrece un continente que cautiva la sensibilidad del lector desde la primera aproximación. Libros minúsculos, que huelen a libro, con la delicada textura del papel y excelentes portadas e ilustraciones que nos permiten viajar con sumo placer por su interior.
Hoy he recalado en uno de sus más recientes puertos de acogida, porque también la metáfora del puerto puede servir para definir un libro. En el libro nos refugiamos, en él descansamos cuando las tormentas de la vida o los trajines diarios rompen la calma de nuestro mar vital.
José Luis García Martín, profesor, poeta y crítico literario, es sobre todo viajero. No un turista que se desplaza con sus rutinas de perpetuo fin de semana. Un viajero de geografías literarias. Viaja en las páginas de Lecturas y lugares por ciudades emblemáticas, con escudo e impronta literaria y por las que transitaron grandes escritores. Las fotografías, tomadas por el propio autor, actúan como guías para la narración de las vivencias.
La ruta da comienzo en Nápoles, ese “paraíso habitado por diablos” del dicho popular, donde recaló Leopardi para morir en una ciudad  devastada por el cólera. Hoy en la memoria del viajante la “Gomorra camorrista” se estremece con las estrofas de Leopardi, las erudiciones de Benedetto Croce o los versos de Garcilaso. En Coimbra el viajero se emborracha, y nos emborracha, de melancolía. Coimbra donde Eça de Queirós se encontró con el mismísimo demonio en el atrio de la Sé Velha y donde el adolescente enamorado Eugenio de Andrade halló el lenguaje de la felicidad. Coimbra en la que  no estuvo Fernando Pessoa, pero donde tuvo lugar el comienzo de su gloria, porque un grupo de estudiantes supo ver en él al Gran Maestre de la masonería  de la modernidad. La derrota lleva al viajero a una villa medieval de la Costa Azul, Èze, un buen lugar para topar y para leer a Nietzsche, porque en el camino que baja hasta la playa -hoy bautizado con el nombre “Chemin Frederic Nietzsche”- escuchó el autor de Aurora la voz que le iba dictando toda su filosofía lírica. El camino lleva al viandante a Roma y lo introduce en el Cementerio Acatólico, más allá de Porta San Paolo, que tanto amó Axel Munthe, el médico sueco. Un herético oasis  con gatos que guían por el laberinto de muertos ilustres y “anónimas desdichas”. En la puritana Ginebra se encuentra el viajero con Amiel, el profesor rutinario y oscuro que, pasados los sesenta años, fascinó póstumamente al mundo con su diario y que, como Pessoa vivió de todas las maneras -también como Casanova-, pero solo en la fantasía. Y un día recala el viajero en Nueva York. Nueva York con sus fantasmas, con el fantasma de Constancia de la Mora, la nieta de Antonio Maura, que rompió con su propia clase para ponerse al servicio de la causa popular. Constancia de la Mora, intensamente amiga de Eleanor Roosvelt. En el periplo no podía faltar Lisboa. En el mirador de San Pedro de Alcántara, un monumento a la melancolía, lee el caminante la historia sobre los orígenes del fado: el viento del sur hizo tañer las diez mil guitarras abandonadas después de la derrota del rey Dom Sebastián. Su eco de dolor, tristeza y muerte llegaría hasta la costa de Portugal
José Luis García Martín
A Venecia llega el viajero siguiendo los pasos de Henry James, pero, a través del gondolero literato, con quien se encuentra es con Cortázar, el Julio Cortázar de los años cincuenta, cuando aún no era un escritor  famoso. En Venecia, una ciudad   en la que nunca se está de paso, la ciudad donde Freud no quiso psicoanalizar a Thomas Mann (“para un artista no hay mejor terapia que el propio arte”, página 55), el viajero se imbuye con la historia del Conde Cini, su matrimonio con Lyda Barelli y sus amores con la condesa Dal Pozzo.
El último descubrimiento de García Martín se llama Cáparra, muy cerca de su pueblo natal, un día, hace veinte siglos, bulliciosa ciudad romana. Bastó la mano del tiempo para arrasarlo todo. El peso de los siglos no pudo, sin embargo, con el orgulloso arco que queda ahí, en solitario, en el entrecruce de caminos del mundo.
Un libro humilde pero bello, escrito con los fulgores de una prosa intensamente poética, que nos ofrece los frugales placeres de la memoria viajera amalgamada con la memoria literaria. Libro de evocaciones de un viajero que es también poeta y cierra su periplo con el retorno a la  Ítaca natal, que le convierte en ciudadano del mundo, sabedor de que cualquier punto de llegada es así mismo punto de partida.
                                      

Fragmentos

“(…) Fue en Coimbra donde Antero de Quental un día de tormenta subió a una colina, sacó su reloj y con voz firme dijo: «Dios, si existes, te doy cinco minutos para que me lo demuestres enviando un rayo que me destruya». Pasaron cinco minutos y no pasó nada. Dios, desdeñoso, no quiso tomarse la molestia de hacer lo que el propio Antero haría de un pistoletazo poco tiempo después.
Fue en Coimbra donde un adolescente enamorado, Eugenio de Andrade, encontró el leguaje de la felicidad: «solo tus manos traen los frutos».
Si, yo también estuve en Coimbra y probé de esos frutos. Algo de su sabor me queda todavía en la boca.
Anochece en la colina de la Universidad. Poco a poco ha ido cesando el bullicio estudiantil y ya solo hay lugar para los fantasmas. He subido la escalera monumental y me he detenido frente a la estatua del rey Dom Dinis, un mamotreto que no parece adecuado para quien escribió: «Ai flores, ai flores de verde pino, / si sabedes novas do meu amigo? / Ai  Deus , e eu é?» (…)
Sí, todo el mundo estuvo en Coimbra, salvo Fernando Pessoa, aunque fue precisamente aquí donde tuvo lugar el comienzo de su gloria. Cuando no era más que un borroso oficinista que perdía su tiempo en los cafés lisboetas, un grupo de inquietos estudiantes supo ver en él al Maestro con mayúsculas, al Gran Maestre de la masonería de la modernidad”.

(José Luis García Martín, Lecturas y lugares, páginas 11-12)

miércoles, 28 de septiembre de 2011

ANA MARÍA SHUA, EQUILIBRISTA DE LA MINIFICCIÓN


Fenómenos del circo
Ana María Shua
Páginas de Espuma, Madrid, 2011, 190 páginas.

La consideran la reina del microrrelato y no falta quien la haya proclamado la emperatriz del género en un país como Argentina que engendró esta nueva categoría. No ya una modalidad del relato, sino un género independiente. Allí en Argentina y en general en América Latina están los reyes, los grandes de las pequeñas ficciones: Borges, Bioy Casares, Cortázar, Augusto Monterroso. Un género muy exigente que demanda un lector imaginativo, participativo y que hoy en día sigue teniendo en Latinoamérica su semillero privilegiado. El microcuento, que es sumamente exigente, tiene sus propias leyes que, en una minidefinición, Ana María Shua resume así: “un texto que contenga algún elemento narrativo y no más de veinticinco  líneas”. Pero, ojo, advierte la narradora: un mal narrador puede tener un momento de talento y hallar una frase genial. Mas la gran escritora argentina (poeta, novelista, autora de literatura infantil, guionista de cine) supera con creces la prueba del algodón de la minificción, no solo por sus cuatro libros anteriores de microrrelatos, sino, sobre todo, porque es capaz de mantener el aliento y fabricar, con aparente facilidad, cientos de frases geniales en un libro monotemático: todo es circo en los más de ciento treinta microcuentos que le dan forma y vida a este libro. Y la autora, la gran malabarista que consigue  hacernos ver el circo como una nueva metáfora de la vida, de las cientos y miles de acrobacias y piruetas existenciales que el ser humano es capaz de hacer para obtener el aplauso.
Pasemos pues y veamos / leamos esta fabulosa caterva de magos y magias que, entre el brillo de los oropeles, el humor, la ironía y grandes dosis de patetismo y melancolía, montan el circo de la vida. En el microcosmos del circo, podemos dirigir nuestra mirada al circo en su conjunto, a los oficios, a los freaks a los animales o contentarnos con perdernos en la fabulosa historia circense. Son las cinco  grandes secciones de una historia poco menos que infinita, en las que Ana María Shua estructura su libro, anclado entre la realidad, la investigación y la imaginación.
Ana María Shua
Tras su inauguración, se nos permite penetrar en las interioridades del circo: el circo soñado, el circo fantasma, al que nunca han limpiado con aserrín y viruta y donde el trapecista hace de mono amaestrado y los elefantes trabajan de acomodadores. Es un circo pobre, pero nos rodea, nos invade, se filtra por los intersticios en una función en la que el público es de piedra. Y después de poner nuestros pies en la arena de este circo, desfilan ante nuestros ojos los artistas con su perentoria necesidad de sorprender a los espectadores: los acróbatas que repiten siempre las mismas figuras y hasta hay un ganador, “un delicado artista húngaro…que sorprende al tribunal con un salto mortal fuera de la realidad, pero no consigue volver para recibir el premio” (página 44). Los tragasables que viven en una constante desventura: el público solo puede ver una parte de su número, pero alguno ha habido que se tragó a un espectador escéptico. Trapecistas que se plagian a si mismos  y, en busca de la originalidad, se lanzan por el aire sin red, sin cable de seguridad, sin trapecio. En los circos reales también actúan los freaks  a los que no les basta su deformidad para entretener al público. Precisan de una actuación en la que su monstruosidad se destaque y se supere y en el circo del minicuento también realizan su número. Al igual que los animales, a veces actores disfrazados u hombres amaestrados. Las historias del circo, unas un derroche de fantasía, otras que no dejan ningún resquicio para la imaginación (página 162), clausuran las minificciones de Ana María Shua, pero no el libro que se prolonga en un apéndice de datos fehacientes y comprobables de las personas mencionadas en los microrrelatos.
Este es el microcosmos del circo, plagado de trucos como la vida misma, que Ana María Shua ha logrado condensar, a pesar de su riqueza y proteica variedad, en un libro de buena literatura, la de la recompensa inmediata, gobernado, sin embargo, por exigentes leyes propias.

                                         
Crestomatía de Fenómenos del circo


Magia

“Un macho y una hembra de la misma especie (homo sapiens incluido) unen ciertas zonas de su cuerpo, aquellas por las que más se diferencian. En el interior del vientre de la hembra se fusionan a su vez el principio femenino con el masculino y de esa unión comienza a formarse un nuevo ser que nacerá en un tiempo variable de acuerdo con la especie: casi dos años en el caso de los elefantes, nueve meses en el caso de los seres humanos, mucho menos en los insectos. Exige paciencia porque es un número lento, pero resulta muy impresionante, sobre todo para los niños. Se conocen muchos de los procesos físico-químicos concomitantes, pero hasta ahora nadie ha logrado descubrir el truco, ni copiarlo”

Demostración

“Los trapecistas, los payasos, los contorsionistas, los acróbatas, los caballistas, los forzudos, exhiben alegremente sus habilidades. Pero los tragasables, que no pueden mostrar más que una parte de su número, se pasan la vida tratando de demostrar que la otra parte es auténtica. A los demás nos pasa lo mismo. Nuestra vida transcurre tratando de demostrar que no fingimos, que es realmente así, que nos tragamos la aguja de tejer, el bastón, los cuchillos, la espada hasta la empuñadura misma. A diferencia de los tragasables, todos sabemos que es un truco”.

Ventajas femeninas

Quién si no las mujeres, siempre dispuestas a doblarnos (los hombres son tan derechos), con nuestro estilo complicado y retorcido (los hombres son tan simples), con nuestras articulaciones laxas (las de los hombres son tan rígidas), quién si no las mujeres y las serpientes para contorsionistas, empecinadas en ese nudo obsceno, tentador, reprobable, que sin embargo non exigen, nos aplauden”

(Ana María Shua, Fenómenos del circo, páginas 65, 75, 88)

sábado, 24 de septiembre de 2011

"GENERACIÓN PERDIDA", RADIOGRAFÍA DE LA GENERACIÓN "BONITA"


Generación perdida
Francisco Castro
Tradución: Moisés Barcia
Pulp Books (sello de Rinoceronte Editora), Cangas do Morrazo, 2011, 150 páginas.

Francisco Castro (Vigo, 1966), autor de Generación perdida, es uno de los más versátiles narradores gallegos. Así lo acredita su dominio de todos los registros narrativos, desde el relato histórico a la narrativa erótica, desde la literatura infantil y juvenil hasta la novela negra. Como muestra, su última aportación a este subgénero, In vino veritas, uno de los libros del verano para los lectores gallegos. En el año 2004 publicaba la versión original, Xeración perdida, cuya traducción al español edita ahora Pulp Books en ese plausible propósito de dar a conocer lo más original de la narrativa que se escribe actualmente en Galicia.
Hay novelas que son ajustes de cuentas, otras, la recuperación necesaria de la memoria histórica olvidada. Pero también se puede mirar hacia el pasado para radiografiarlo y al mismo tiempo hacer una catarsis. Y esta es la meta que persigue Francisco Castro con Generación perdida: hacer catarsis consigo mismo, con Ricardo el personaje central de la trama y, sobre todo, con su generación, la generación de aquellos jóvenes vigueses nacidos, como el autor, en la mitad de los 60 y que alcanzaron la pubertad y la juventud en las dos décadas siguientes. Por eso mismo, la novela se convierte en historia de la memoria.
Generación perdida, no será, como se nos recuerda en las últimas páginas, la novela de la explicación definitiva, el relato de las grandes  teorías y de las grandes soluciones. Es una novela de los recuerdos que brotan de nuestros ojos siempre con muchos rasgos subjetivos. Asentando su voluntad creadora en Borges (“Un hombre es su memoria”), Francisco Castro pretende acercarnos, con intención catártica, a la memoria  de la generación de la juventud viguesa que vieron la luz, como ya quedó apuntado, en la mitad de los 60 y que, desde el barrio de Teis fueron protagonistas pasivos de la movida viguesa de los 80, de aquellas “paridas”, subvencionadas oficialmente y publicitadas  con aquel invento mediático de “Madrid escríbese con V de Vigo”.Detrás de aquella gran mentira quedó atrapada una buena parte de la juventud, pringados y camellos, que se inició en la droga en una de las primeras actuaciones de Siniestro Total y Golpes Bajos, una noche de 1983 en Castrelos. La mayoría quedó en el camino, victimas del caballo, del sida y algunos todavía luchan para salir del agujero.
A través de tres personajes, Changüi, Calbot y sobre todo Ricardo, víctima, cabello y pringado respectivamente, aunque ninguno bueno o malo de forma absoluta, la novela radiografía el mundo de la droga, su penetración entre la juventud viguesa y la movida de la ciudad olívica de los años 80, con sus luces y sombras, más abundantes las últimas que las primeras. El verdadero protagonismo de la novela le corresponde a toda una generación, la generación de los niños “bonitos”, que sucedió a la generación progre (la que luchó contra el franquismo), que creció delante de Barrio Sésamo, comiendo bocadillos de nocilla, en una atmósfera de gran permisividad y pagó un alto precio por vivir. En la novela, en efecto, se nos permite ver lo más emblemático del Vigo de aquellos años y sobre todo el dibujo del barrio de Teis: el Vitrasa, los cines Fraga y Rosy, los conciertos musicales de Castrelos, las últimas escuelas unitarias, el barrio de Vichita, el instituto de la Guía, las katiuscas y coreanas. Y sobre todo el imparable avance de la droga.
Francisco Castro
Pero si algo debe de ser destacado en esta novela, este algo son las innovaciones formales que el autor introduce en el relato. Entre ellas destaco las siguientes: un autor omnisciente  que rompe conscientemente los géneros. Escribe un primer capítulo paradigmático en este sentido. Francisco Castro se convierte en protagonista  y rreflexiona sobre el acto de escribir, sobre la potencia creadora de sus personajes que le permiten existir como escritor. Y así mismo, la importancia de la historia, no de la verdad ni de la versomilitud. La hibridación genérica y un cierto talante ensayístico de la novela no se detienen en estas páginas introductorias. Con ánimo critico y con frecuencia mordaz, la voz narradora lanza constantes reflexiones, a la vez que piensa que tiene derecho a inyectar ráfagas meditativas en medio de la ficción, porque es la voz del creador y hace lo que apetece. Novela, pues, con mitin por medio como se autodefine a si misma.
 Son constantes las reflexiones del novelista sobre el avance del relato y sobre sus dificultades. La novela comienza hablando de si misma, en el primer capítulo, y el relato de la historia está acompañado constantemente por el relato de la elaboración de la propia novela. He aquí pues el carácter metaliterario al que ya aludimos. Y por último el fragmentarismo, reconocido por el propio autor: “esta es una novela del siglo XXI: fragmentaria, caótica, desordenada como el mismo siglo”. La historia se nos va narrando a trozos, con puntos y aparte, mezclando intencionadamente  fragmentos del pasado, con cortes y paradas, con el presente. Novela pues que precisa de un lector participativo. Novela así mismo catártica, purificadora, en la que el escritor, como Carlos Fuentes, afirma tener fe en el poder salvador de la literatura.

                                        
Fragmento

“Pasó el tiempo y pasaron los recuerdos. La memoria. Esta es la novela de la memoria, la novela de una generación que se perdió y que aún lucha por salir del agujero. La novela de una generación perdida. Van a tener razón los sociólogos, esa gentecilla simple. Aún están vivos. Hechos polvo, es cierto, pero vivos. Y esta es su novela: Generación perdida, he aquí su título.
Reitero: somos nuestra memoria. ¿Qué quedan cosas sin explicar? Puede ser. Pero esta no es la novela de las grandes explicaciones definitivas, y de los ajustes de cuentas, de las teorías y soluciones. Ya hay quien lo ha escrito o quien lo escribirá. Seguro que si.
Hay tantos escritores en el mundo como gotas de agua en el mar.
Gabriel García Márquez escribió en el primer tomo de sus memorias que la vida de uno no es lo que sucedió sino lo que uno recuerda y cómo lo recuerda. Pues eso. Esto es lo que sucedió. Ahora queda para siempre en la Memoria, es decir en la Literatura, esa bicha malhadada, grande y maravillosa”.

(Francisco Castro, Generación perdida, páginas 149-150)

jueves, 22 de septiembre de 2011

"FLORES DE VERANO", UN IMPRESCINDIBLE RECORDATORIO DEL HORROR

Flores de verano
Tamiki Hara
Traducción de Yoko Ogihara y Fernando Cordobés
Editorial Impedimenta, Madrid 2011, 120 páginas.

Tamiki Hara (Hiroshima, 1905) estaba allí el 6 de agosto de 1945 a las ocho y quince minutos cuando estalló la bomba. Pudo sobrevivir pero vivió en primera persona las traumáticas experiencias de la primera bomba nuclear lanzada sobre un núcleo humano. Y en los tres relatos que componen este volumen, recuerda y presta testimonio de aquel acto superlativo de horror. Sus relatos son un ejemplo paradigmático del subgénero literario japonés “literatura de la bomba” (genbaku bungaku), una perfecta vía para presentar los más intensos horrores de los que es capaz la especie del hombre sabio. Aquellos profundos y pavorosos acontecimientos, sufridos en propia carne, marcarían el norte de la vocación literaria de Tamiki Hara y también su vida, hasta el punto de acabar lanzándole a la vía de un tren (marzo de 1951).
Editorial Impedimenta publica ahora, en una de sus esmeradas ediciones a las que nos tiene habituados, la trilogía de relatos en los que Tamiki Hara plasmó sus vivencias de aquel fatídico día 6 de agosto y de los días y meses posteriores. En la presente edición Impedimenta no respeta el orden en el que originariamente fueron escritos y publicados los relatos, sino una cronología más coherente con la línea temporal lógica de los acontecimientos.
Tres textos pues plasman el bombardeo de Hiroshima. Textos escritos por un hibakusha (persona bombardeada). El primero de los relatos, “Preludio a la aniquilación”, el de mayor amplitud y último en ser escrito, nos presenta a un alter ego del propio escritor. Tras el fallecimiento de su esposa, regresa al hogar y nos pone al corriente de su situación familiar al mismo tiempo que describe el día a día de la vida en Hiroshima en el período previo a la tragedia. Un sentimiento de premonición y de espera fatalista recorre las páginas de este primer relato. Hiroshima era una ciudad reservada por los americanos para la comprobación in situ de los efectos de la bomba. Por eso los habitantes de la ciudad viven y duermen con la convicción de que el fin se acerca de forma irremisible. Hara nos traslada con maestría ese clima de angustiosa espera, con unos ciudadanos que se debaten ante la esperanza del fin de la guerra o el temor a la aniquilación. La vida y la muerte jugando una vez más su partida.
Tamiki Hara
El segundo relato, “Flores de verano” es bastante más breve, pero profundamente aterrador. El lector asiste horrorizado a un minucioso registro de la tragedia, del día en que cayó la bomba a través de las vivencias del protagonista-narrador. Sin que nadie fuera capaz de comprender y explicar el porqué y el de dónde provenía aquella inmensa devastación. Los supervivientes huyen de un lado para otro, elevando sus dramáticos lamentos, aunque en consonancia con el espíritu nipón: la resignación, la aceptación del destino, conteniendo su dramatismo y también su ira.
Finalmente, “De las ruinas” narra el viaje del protagonista a una población rural cercana y su posterior regreso a la ciudad aniquilada. Focalizando la narración en las experiencias más próximas, su propia familia, Tamiki Hara atisba los efectos de la radiación, un dramático y desconocido elemento maligno que contamina el aire y destroza los cuerpos.
Tamiki Hara narra en primera persona, la voz testimonial más creíble. Y narra sin ninguna concesión al adorno, lo que vio y experimentó, la secuencia vertiginosa de horrores, sin efectos especiales, como alguien ha subrayado, que marcaron su propia existencia y la de miles de conciudadanos. Textos directos y sencillos, sin truculencias, también sin piedades, que supuran un inmenso dolor,  pero con un final que no le cierra la puerta a la esperanza y a la solidariedad: “Incluso entonces, en Hiroshima, siempre había alguien que buscaba a alguien” (pagina 120).

                                            
Fragmento


“El carro se dirigió hacia Kokutaiji. Al cruzar el puente de Sumiyoshi hacia Koi, se nos ofreció una visión panorámica de las ruinas. Bajo el sol cegador, en la plateada desolación que iluminaban sus rayos, había caminos, ríos, puentes y también había cadáveres abotargados y enrojecidos dispersos hasta donde alcanzaba la vista. Era, sin duda, un nuevo infierno, planificado con precisión y destreza. Allí todo lo humano había sido exterminado, como si las expresiones de los rostros de los cadáveres hubieran sido sustituidas por un único molde fabricado en serie. Sus extremidades eran presa de una especie de ritmo diabólico: el rigor mortis parecía  haberlos atrapado en el último estertor de su agonía. Los cables eléctricos, caídos y enmarañados, y los incontables cascotes diseminados por doquier propiciaban una atmósfera de angustia y crispación, de caos en medio de la nada. Al ver los tranvías, descarrilados y reducidos a ceniza en un instante, y los caballos tendidos sobre sus inmensos vientres tumefactos, uno pensaba que había entrado de cabeza en un cuadro surrealista (…) Por la calle, humaredas; el intenso hedor de la muerte lo invadía todo”

( Tamiki Hara, Flores de verano, página 90)

lunes, 19 de septiembre de 2011

LAS CINCO MUERTES DEL BARÓN AIRADO

Las cinco muertes del barón airado
Jorge Navarro
Seix Barral, Barcleona, 2011, 333 páginas.

Con Las cinco muertes del barón airado debuta Jorge Navarro en  la narrativa con mayúsculas, en la novela de formato largo y lo hace de la mano de una marca editorial de gran prestigio, la centenaria Seix Barral y en su colección emblemática: Biblioteca Breve. La novela, que comenzó siendo un relato con el que el autor obtuvo el premio literario Federico Muelas-Ciudad de Cuenca, reposaba en el cajón del escritor desde el año 1996. En aquellas fechas, Pere Gimferrer la descubrió, decidió publicarla, pero “los hados se torcieron” hasta 2009 en que definitivamente se enmendó su destino de novela impublicable.
Jorge Navarro agasaja al lector ante todo con una novela de intriga y ambientación costumbrista, que amalgama perfectamente historia y ficción, si bien con el predominio de esta última, en el turbulento final del siglo XIX barcelonés, un escenario literario privilegiado, entre dos acontecimientos que marcan fronteras: el atentado del Liceo contra el capitán general Martínez Campos y el crimen de Castelldefels. Es una época de grandes agitaciones, una época híbrida en la que conviven, en evidente disonancia, las viejas querencias de una sociedad cerrada, clasista, rebosante de temores ancestrales, odios, caciques que ejercen el poder, y lo nuevo, los nuevos fermentos generados o auspiciados por el sufragio universal, las ideologías revolucionarias, el progreso, la industrialización, el ferrocarril…
En esa precisa época (1893), sitúa Jorge Navarro una narración que pivota  entre la figura y avatares del gran protagonista de la historia, Amadeo Castellfullit y Rocafort, barón de Castellfullit, uno de los hombres más ricos y poderosos del país, personaje inventado, si bien apropiándose de ciertos rasgos, guiños y magnificencias del banquero Manuel Girona. Y el crimen de Castelldefels en el otro extremo de la narración
El barón de Castellfullit es el estereotipo de los prohombres de la rancia nobleza de la España decimonónica: prepotente, manipulador, megalómano. Par él la única ideología válida es la del dinero y el poder (página 33). Ante las autoridades eclesiásticas pasa por ser un hombre justo y virtuoso, porque sufragaba los gastos de la Iglesia. Pero su personalidad se construye sobre los cimientos de la hipocresía y la inmoralidad. Viaja a Madrid -así da comienzo la narración- con la intención de convencer a la Reina Regente y a los destacados miembros del poder y del partido conservador, de la necesidad de orquestar un golpe de fuerza (“La Gran Causa” eufemismo de una dictadura militar). Desde ese momento se convierte en un grave problema que es preciso eliminar. Pero son muchas más las personas, comenzando por su esposa, que le detestan. Todas tienen motivos para desear su muerte, que de hecho planean, aunque de forma ineficaz. En la órbita de este tirano soberbio actúan una serie de personajes de lo más variopinto. Algunos como su mujer Eulalia, Sofía Reina y el pintor Ramón Casas, coprotagonistas; otros, secundarios que se mueven en distintos  planos.
Audacia y mérito del narrador es sin duda unir, sin discordancias, esta historia ficticia con el crimen de Castelldefels, un hecho real que conmovió a la sociedad barcelonesa de entonces, causando perplejidad y estupor en la opinión pública, y que llevó al garrote vial a Joaquín Higueras / Figueras. El escritor conoce perfectamente los entresijos de este crimen y los del juicio posterior, por ser coautor del estudio El crimen de Castelldefels (1999). La novela desfigura ciertos datos, como el número de asesinados y el nombre de algunos personajes, pero, en general, es fiel a la realidad, hasta el punto de reproducir literariamente, con pequeños adornos, los discursos de los actores del juicio. Un jurado popular, manipulado por “la grandilocuencia y la chispa humorista” del Presidente del tribunal, apoyando siempre los argumentos del fiscal y burlándose de los de la defensa, condenó a muerte al inculpado, que sería ajusticiado poco después, vistiendo la misma hopa con la que fue ejecutado Santiago Salvador, el acusado del atentado del Liceo.
En la narración de este crimen y posterior juicio y ajusticiamiento del acusado se pone de relieve la hipócrita paradoja de la doble moral de la época: ciertos prohombres de aquel momento defienden y consideran aleccionadora la pena de muerte, mas, al mismo tiempo, pretenden liberarse del sentimiento de culpa, realizando súplicas humanitarias a las altas instancias de la nación.
La novela insiste en la repercusión expiatoria de Castellfullit, consciente de que se ejecuta a Higueras / Figueras para disimular errores cometidos; el más importante de todos, el hecho de que el barón siga vivo.
Jorge Navarro
En el haber del debut de Jorge Navarro, subrayo desde mi punto de vista, su competencia para mantener la intriga a lo largo de más de trescientas páginas; la integración de un amplísimo número de personajes; su modulación hasta el punto de lograr personajes redondos, que evolucionan a lo largo del relato (son antológicos los del barón, su esposa Eulalia y el pintor Ramón Casas); el trabajo de documentación que le permite crear con gran verosimilitud escenarios, tiempos y, sobre todo, ese espacio costumbrista de la Barcelona finisecular. La audacia así mismo para atrasar o adelantar acontecimientos  históricos, justificable debido al carácter ficcional de una obra paradigmática desde el punto de vista de la inyección de elementos novelescos en los acontecimientos históricos. Son los “desmanes” que el escritor confiesa haber cometido, pero de los que no se arrepiente porque favorecen la “redondez” de la novela (página 332).
Y en el debe de Jorge Navarro mi lectura anota una cierta lentitud, premiosidad y sobreabundancia de detalles. Y, sobre todo, un final poco creíble: un barón airado y prepotente que, de pronto, cae del caballo y se impone una penitencia que se convertirá en venganza para toda su dinastía, no deja de ser una contrición inverosímil.
                                              


Fragmento

“El mayordomo la había aleccionado convenientemente la noche anterior: «Será el señor quien la desvista. Cuando el señor empiece a besarla, no tenga miedo, baje los ojos y déjese hacer todo los que el señor desee», le dijo levantando el dedo índice. «Mas un consejo le doy, señorita: no lleve nunca la iniciativa, ya  que al señor le gustan las mujeres pasivas y carentes de imaginación. La señora que me la ha recomendado afirma que usted es completamente inexperta en estas lides. Si eso es cierto y por la mañana resulta que se ha comportado como una chica obediente, se le recompensará con generosidad y se le volverá a llamar, téngalo en cuenta» (…)

   “-Es bien conocido por todos los presentes que el Excelentísimo señor Amadeo Castellfullit ha cumplido de manera espléndida el generoso ofrecimiento que le hiciera hace seis años en la silla catedralicia de construir a sus expensas la fachada de la catedral. Según los cálculos que obran en mi poder, la suma pagada hasta la fecha asciende a un millón de pesetas.
La cantidad expresada hizo que las exclamaciones de admiración llenaran  completamente el espacio de la sala. Murmuró el deán:
   -El barón es, sin duda alguna, un hombre bueno.
Musitó el canónigo magistral:
   -Un santo varón.
Manifestó con marcado acento de Vich, el chantre:
   -Un hombre justo como no los hay”

(Jorge Navarro, Las cinco muertes del barón airado, páginas 12, 59-60)

miércoles, 14 de septiembre de 2011

CHEQUEO DE LA NOVELA LATINOAMERICANA


l8 escritores
La novela latinoamericana contemporánea
Paz Balmaceda
Ediciones Barataria, Barcelona, 2010, 246 páginas.

Este libro tiene su germen en un artículo que Lolita Bosch publicó en El País el año 2009. La escritora se había propuesto leer cien autores latinoamericanos que escribieran en lengua española. Pero, tarea imposible. Los libros de esos escritores no están ni en librerías ni en bibliotecas públicas ni en centros de estudio. En efecto, más allá de los escritores del boom, desconocemos casi por completo la buena literatura que se hace en la lengua común en otras latitudes. Aquella que no se ha hecho merecedora de los premios nacionales o que no haya logrado la apuesta de algún editor independiente. Es un mundo entero por descubrir y en el que zambullirse.
Pero el prólogo de Lolita Bosch es sumamente revelador: los buenos lectores y escritores de otras tradiciones desconocen por completo lo que se escribe en otros países hermanados por la lengua. Apenas existen vislumbres narrativos o poéticos que superen los horizontes nacionales o “el tajante filo de las editoriales españolas”. Vivimos pues sin una ansiada y necesaria globalización literaria entre países hermanos y hermanados por el mismo idioma y tradición cultural. Y todo ello a pesar de ese canal transoceánico que es Internet. La literatura no viaja o viaja muy poco. Solo la de aquellos escritores que escriben literatura de kiosco o de las grandes superficies comerciales y la de los grandes narradores posteriores al boom, Bolaño, Piglia, Pitol, César Aira, entre otros.
La chilena Paz  Balmaceda (Santiago de Chile, 1983) recogió el guante implícito en la propuesta de Lolita Bosch: reunir a escritores latinoamericanos de distintas estéticas y que pudieran aportar una perspectiva muy personal. El colectivo FU, constituido por lectores y con sede virtual en Barcelona, seleccionó a dieciocho autores para un encuentro, Fet a Amèrica, que se celebró en Cataluña en 2010, con la finalidad de que dialogaran sobre la narrativa contemporánea que, en lengua española, se escribe en América.
Aquel encuentro apareció hace unos meses convertido en libro y pone en diálogo a varias generaciones de escritores originarios de catorce países distintos. El aglutinante unificador fue el hecho literario en sus diversas dimensiones, y por parejas estos narradores dialogan con Paz Balmaceda buscando puntos de confluencia. Así pues un estimulante libro de conversaciones conducido por Paz Balmaceda, sobre algunas de las encrucijadas de la actual novela hispanoamericana:
“El contexto social como eje del mundo literario” (Israel Centeno y Luis Humberto Crosthwaite); “¿Cómo ser uno mismo sin repetirse? La identidad literaria” (Tomás González y Antonio José Ponte); “Tradición y modernidad” (Inés Bortagaray y Slavko Zupcic); “La reflexión literaria” (Pola Oloixarac y Marta Aponte Alsina); “La manipulación del tiempo” (Javier Vásconez y Lina Meruane); “La fragmentación ideológica en el lenguaje” (Diamela Eltit y Horacio Castellanos Moya); “Lo complejo y lo simple en la novela” (Sergio Chejfec y Carlos Velázquez); “La lectura: Cómo usamos lo leído en el texto” (Iván Thays y Giovanna Rivero); “La ternura y la crueldad en el discurso narrativo” (Yuri Herrera y Pablo Ramos).

Paz Balmaceda

Temas de gran calado, interpretados por nombres que apenas nos suenan, pero que están ahí, hacen buena literatura, experimentan. El diálogo, en general, fluye a buen ritmo, otras veces, de forma más pausada. Pero, sobre todo, permite  descubrir las inquietudes, temas, estilos y los ejes reales sobre los que orbita una parte muy importante de la narrativa de formato largo que se escribe actualmente en español.
Y con conclusiones poco alentadoras en algunos temas: las lecturas de referencia suelen ser, no las obras escritas en su misma lengua, sino la de los escritores norteamericanos; casi ninguno de los entrevistados conoce a sus propios contemporáneos nacionales y, en mucha menor medida, a los de los países de la órbita hispánica. Y los textos en los que fundamentan sus propia intertextualidad  acostumbran ser los que se cuecen en Argentina, España y sobre todo los “made” in USA que han alcanzado estatuto canónico.
Concluyo con una modesta llamada para repetir encuentros de esta naturaleza en otros géneros y subgéneros, tendentes a romper fronteras geográficas. El relato breve, por ejemplo, tiene hoy en Latinoamérica su campo de cultivo más fértil y dinámico. Un encuentro que reuniera a Lilian Elphick, Rosy Paláu, Antonio Ortuño, Rogelio Guedea, María Elena Lorenzín, Ana María Shua, Paola Tinoco, Jorge Volpi, Isabel Mellado, Eduardo  Berti, entre otros rompería igualmente lindes nacionales y permitiría conocer la realidad del otro en el género de la recompensa inmediata o del premio a corto plazo.
                                          

Fragmento

-“Paz (Balmaceda): ¿Les interesa lo que se escribe actualmente? ¿Siguen la literatura contemporánea? ¿Qué otras expresiones artísticas les llaman la atención?

-Lina (Meruane): Hay escrituras que me interesan y otras que no, pero lo importante es poder acceder a los libros que se escriben o circulan en otros lugares para poder encontrar esas escrituras propositivas, porque siempre las hay. No siempre son las más visibles, no siempre son las más comentadas, pero una pertenece a una comunidad de lectores que recomiendan, que envían, que regalan o prestan libros. Así he ido encontrando autores que se han mantenido o incluso complejizado su propuesta, y también he encontrado jóvenes completamente nuevos para mí que me han llegado a fascinar.
Los talleres literarios son otro espacio que puede ser interesante. De pronto surgen grupos o individuos muy talentosos, y poder entablar un diálogo con sus propuestas siempre resulta desafiante y enriquecedor. Con esto quiero decir que la literatura, la capacidad de la ficción, sigue estando presente como zona de reflexión sobre el mundo, la ficción sigue diciendo a su manera muchas verdades actuales, planteando interrogantes necesarios”

(Paz Balmaceda, 18 escritores. La novela latinoamericana contemporánea, páginas 141-142)



lunes, 12 de septiembre de 2011

"DONDE NADIE TE ENCUENTRE", CON LA VITOLA DEL PREMIO NADAL


Donde nadie te encuentre
Alicia Giménez Bartlett
Ediciones Destino, Barcelona, 2011, 509 páginas.

Tengo ante mi la novela ganadora del Premio Nadal 2011, publicada por Ediciones Destino en la ya mítica colección Áncora y Delfín. En atención a mis amigos lectores / escritores latinoamericanos y de otras latitudes, considero que no está de sobra recordar que el Premio Nadal, a pesar de su relativamente modesta dotación económica (18.000 euros), goza de un gran prestigio, fundamentalmente por dos razones: es el más antiguo en España (concedido desde el año 1944) y, entre sus ganadores, figuran escritores de una gran categoría literaria. En la actualidad el Premio Nadal no pretende descubrir nuevos valores literarios, sino premiar figuras consagradas.
El prestigio del Premio Nadal y la innegable categoría literaria intrínseca de la novela galardonada este año, explican que Donde nadie te encuentre camine en estos momentos por la séptima edición.
Alicia Giménez  Bartlett (1951), creadora de la serie policíaca Petra Delicado, recupera para la escritura de esta, sin duda, excelente novela, su maestría y buen hacer en el género detectivesco. Pero no es, en efecto, esta una novela negra, ni tampoco una novela histórica como ella misma ha declarado en infinitud de entrevistas, concedidas a raíz de la concesión del Premio. Tampoco estamos ante una “non-fiction novel” que narre hechos y acontecimientos reales con los recursos de la ficción. Donde nadie te encuentre es la historia de una pesquisa y al mismo tiempo, la huida de un personaje convertido en mito, a través de la geografía, sobre todo social, de la España trágica y negra de 1956.
Un personaje central con una sexualidad ambigua: nacida como Teresa por ser inscrita como mujer, murió el 1 de enero de 2004 llamándose Florencio, porque en el años 1980 se resuelve el expediente gubernativo de cambio de sexo oficial, conforme al informe forense (falso hermafroditismo masculino). Mas Donde nadie te encuentre es o pretende ser una ficción, aunque al servicio de un hecho real: las cuadrillas  del maquis en las zonas de Maestrazgo y Els Ports (Provincia de Castellón) en los años posteriores al final de la Guerra Civil. Y de manera singular, del personaje central, “La Pastora”, último superviviente de los luchadores del maquis en aquella zona.
La autora estructura su ficción alrededor de dos personas que siguen el rastro de “La Pastora” y están ansiosos -especialmente uno de ellos- por encontrarse cara a cara con ella. Surge así un libro de aventuras, investigación e itinerancia cuyos actantes fundamentales son un psiquiatra francés experto en psicopatías y mentes criminales y el periodista barcelonés Carlos Infantes. El primero viaja a la Barcelona de 1956 interesado en realizar un estudio sobre el caso de Teresa Pla Maseguer, conocida como “La Pastora”, el maquis más buscado por la Guardia Civil. El segundo, mostrando siempre una actitud cínica, le servirá de guía y enlace por una zona de paisaje agreste, tanto a nivel natural como humano, porque existe entre sus moradores una verdadera “omertà”.
En los registros de la Guardia Civil y en las mitologías populares, “La Pastora” es un ser extraño, huraño que arrasaba los mas castellonenses y acosaba  a las fuerzas represoras. El casi imposible objetivo se esconde en tierras de Maestrazgo. Ante el material recogido a través de la indagación  del periodista barcelonés, copiando en no pocas ocasiones los esquemas detectivescos de sus novelas negras, el lector quedará fascinado con la reproducción de la dramática experiencia vital de la figura de “La Pastora” (Teresa, Teresot, Florencio), a la vez que se sentirá dolorosamente estupefacto ante el clima humano y social de la España rural de aquellos años: odios, traiciones, soplones, heridas que siguen supurando, condena social de los que no comulgan con las ideas imperantes… Una sumersión sin escafandra y protectores sentimentales en la España negra de los años cincuenta.
Alicia Gómez Bartlett recrea con habilidad este transfondo seco de miedos, terror, represalia y, sobre todo, silencio, esgrimidos por las fuerzas del poder como medida represiva y aceptado por los habitantes de la comarca como estrategia defensiva.
Y a la par de este relato indagatorio-itinerante, Donde nadie te encuentre intercala un monólogo interior en primera persona. Son las confesiones íntimas de “La Pastora”, narradas reproduciendo el habla oral, y ajustadas a la escasa formación intelectual del personaje. A través de estos capítulos -en mi opinión lo más fresco de la novela- nos llega la voz poderosa, rudamente vitalista de “La Pastora”. La voz de un personaje semisalvaje y misterioso, de un ser humano maltratado, masacrado, sin haber recibido jamás una mirada piadosa, recrea con gran verosimilitud su vida: una infancia difícil, una juventud oliendo a oveja y durmiendo al raso, las horripilantes escenas de la guerra defendiéndose de los soldados moros violadores, las obscenas brutalidades de los guardias y somatenes, el enlace con los maquis, los únicos que le tratan como persona… Son episodios que pertenecen a la biografía real del personaje. Son también auténticos los hechos narrados en otras partes de la novela donde interviene “La Pastora” Todos ellos basados en la “realidad” del libro de investigación del periodista José Calvo La Pastora. Del monte al mito.
La autora rechaza, como ya señalé, que su relato sea una novela histórica, pero admite que su ficción está basada en material histórico verificable. No estamos pues ante una novela en la que la ficción y la realidad se reflejen mutuamente. Pero al inyectar ficción en la realidad histórica, aquella, como marcador semántico que es, transforma todo lo que toca, en el sentido de que lo convierte en ficción, como señaló Álvaro Pombo. En este caso concreto, la escritura ficcional de Alicia Giménez Bartlett explica e ilustra bellamente la historia de “La Pastora”, un ser humano cuyos restos descansan, no en esa Pirámide del Jardín del Recuerdo del cementerio de Valencia como se afirma en la nota final, sino en un lugar “donde nadie te encuentre”, título de la novela que, en este caso, le hace justicia a la realidad.

                                       
Fragmento

“Aquello de ser enlace de los maquis me gustaba. No sólo por el dinero que me daban, sino porque además me trataban bien, como a una persona, con respeto (…) Me daban la lista de lo que necesitaban para que se la llevara a El Cabanil y se la pasara a Francisco Gisbert (…) Las risas más grandes las teníamos cuando Gisbert les vendía latas de las que les daban de ración a la Guardia Civil (…) Solían ser chorizos y latas de carne de vaca. Parecía de risa pero la cosa estaba clara: Gisbert vivía delante de la casa cuartel, tenía buena relación con los guardias, que nunca sospecharon nada hasta que lo trincaron (…) ¡Pobre Gisbert, era tan buen hombre, tan trabajador! No se merecía lo que le hicieron esos hijos de puta. Todos dicen que cuando lo detuvieron después del asalto que los civiles hicieron a El Cabanil delató a mucha gente y por eso hubo tantos arrestos de masoveros que vivían cerca. Pero con todo lo que le hicieron yo también hubiera cantado seguramente. Hay un punto en el que el ser humano ya no puede soportar más lo que le hacen (…) Lo peor fue el final que tuvo. Lo tenían recluido en Morella y un buen día, seguramente cuando ya le habían sacado todos los nombres que le podían sacar, lo bajaron a la prisión de pobla de Benifassá. Lo visitó su madre y la pobre mujer, antes de entrar,  les preguntó a los civiles que lo custodiaban si sabían qué sería de él. La engañaron, le dijeron que lo dejarían en libertad. La madre entró a verlo muy contenta y, como lo vio hecho un guiñapo, sólo quería decirle algo que pudiera hacerle bien (…) Entonces lo llevaron un montón de guardias a El Cabanil para que les enseñara algo, a lo mejor algún rincón que la casa tenía para esconderse y que no habían encontrado aún. Pues bueno, llegan allí y les enseña lo que tuviera que enseñarles y luego salen y le dicen: «Ya es suficiente, hemos terminado contigo. Ahora te puedes marchar». Cuando había caminado diez o doce pasos le arrearon una ráfaga de metralleta por la espalda, y adiós Francisco Gisbert. Se quedó allí muerto (…) Les dieron el cadáver a los familiares para que lo enterraran y cuando lo desvistieron para asearlo se dieron cuenta de que le habían arrancado los testículos. Tal como yo se lo cuento así fue. Yo puedo haber sido maquis y bandolera y haber hecho cosas que no estaban bien, pero díganme cómo hay que ser y qué entrañas hay que tener para arrancarle a un hombre los cojones”

(Alicia Giménez Bartlet,  Donde nadie te encuentre, páginas 245-247)
Alicia Giménez Bartlett (Foto Efe)

miércoles, 7 de septiembre de 2011

"EL ASIENTO DEL CONDUCTOR", UNA COMEDIA QUE SE TRANSFORMA EN TRHILLER


El asiento del conductor
Muriel Spark
Traducción de Pepa Linares
Prólogo de Eduardo Lago
Contraseña Editorial, Zaragoza, 2011, 127 páginas.

Precedida de un buen prólogo de Eduardo Lago, que nos proporciona las claves biográficas y literarias de Muriel Spark, una escritora muy poco conocida en España, Contraseña Editorial pone  a disposición del lector una novela corta, cuya proteica y perturbadora trama se ajusta a las intenciones de la escritora escocesa:”aterrorizar deleitando”. Una rápida aproximación a la figura de Muriel Spark, permitirá hacer más familiar la figura de Muriel Sarah Camberg, que firmó su obra escrita con el apellido de su esposo. Nacida en Edimburgo de padre judío y madre anglicana en 1918, falleció en 2006, a los ochenta y ocho años en la localidad Toscana de Civitella della Chiana. Un año antes, vio la luz su última pieza literaria, The Finishing School , en la que retoma las obsesiones que impregnaron su literatura: la envidia y el proceloso mundo de los internados. En 1938 se casó y con su marido se afincó en Rodesia. Se divorcia a los siete años y regresa en 1944 a Londres donde trabajó en el contraespionaje británico de forma muy eficiente. Fue allí donde conocería a Graham Greene que le brindará su apoyo en un momento de profunda crisis  existencial y de salud. En la década de los setenta se trasladó a vivir a Italia que, desde entonces, se convierte en epicentro de su vida. Primero en Roma y al poco tiempo en la localidad Toscana, donde le sobrevino la muerte.
Su universo literario es inclasificable, debido a su diversidad temática, pero todo él, está tamizado por su tendencia a amalgamar lo trágico con lo cómico y lo grotesco. Entre sus obras más representativas cabe destacar La plenitud de la señorita Brodie (1961), The Finishing School (2004), Curriculum Vitae (1993) y por supuesto El asiento del conductor (1970). La mirada fría e intelectualizada de Muriel Spark pone en evidencia el lado más obscuro y absurdo del comportamiento humano, señala el prologuista Eduardo Lago. Sus novelas rebosan de acontecimientos y crímenes que la escritora narra en un tono indiferente y sin emitir juicios puritanos acerca del bien y del mal, porque es consciente de que Dios no pone orden ni justicia en el mundo narrativo. La omnisciencia divina nada tiene que ver con la omnisciencia ficticia de la novela.
El territorio narrativo en el que mejor se mueve Muriel Spark, es el de la media distancia, en la que una prosa rápida y precisa no deja nada sin diseccionar. El asiento del conductor es su perfecto paradigma. Una enigmática narración, cuyo final nada tiene que ver con lo preanunciado al comienzo, da cuenta de su competencia y nos introduce en esa casa encantada, ajustada definición de John Updike de la narrativa de Muriel Spark. Novela negra, rebosante de intriga y tensión que destroza las pautas canónicas del género y nos enfrenta con unos personajes perturbados y una trama inesperada, en la que la autora rompe las expectativas del lector con el que juega mediante con un intratable sentido del humor.
Es preciso dejar al margen nuestros conceptos tópicos de asesinos y víctimas, ya que en El asiento del conductor nada es lo que parece, hasta el punto de que la supuesta víctima, a la que percibimos como cebo propiciatorio de algún perturbado asesino, se metamorfosea a lo largo del relato de tal modo que, en la mente lectora, surge la convicción de que es ella la verdadera asesina. Una asesina que actúa de forma vicaria y, tras su deambular por la ciudad, encuentra al que resulta ser su verdugo.
La narración da comienzo de forma a la vez grotesca e hilarante. Iniciamos la lectura y nos quedamos boquiabiertos, al igual que los dependientes de la tienda que vende vestidos a prueba de manchas, ante el excéntrico comportamiento de Lise, la protagonista. Y para curar sus paranoias, su jefe la “obliga” a tomarse unas vacaciones. Embutida en vestidos psicodélicos, Lise, que sostiene no ser de ningún sitio en concreto, viaja al sur, un sur colorista y luminoso que tiene todos los indicios de ser el sur italiano.

Muriel Spark

Se ha iniciado la comedia preñada de un salvaje y sardónico sentido del humor. Así, por ejemplo, es antológica la escena de la seducción interactiva en el interior del avión entre Lise y el Iluminado Maestro macrobiótico que precisa un orgasmo diario como parte esencial de su dieta. Pero muy pronto el deleite de la farsa se transmuta en una historia de intriga y tensión, cuyo desenlace, en forma de asesinato en la penumbra de un parque, la autora no tiene reparo en revelar recién iniciado el relato de la trama. Mas nada es lo que parece y Lise no es la mujer desvalida, cosida a puñaladas por un maníaco sexual. Es ella la que ocupa el asiento del conductor, la que guía una historia, la verdadera criminal que encomienda  a otra persona la comisión de un asesinato, cuya victima será ella misma.
La comedia ha cambiado de rostro y se ha transformado en trhiller de una forma perturbadora. Y Muriel Spark ha sabido hacerlo combinando la amenidad, técnicas de entretenimiento y un estilo directo, claro y escueto. Un marco textual sutil,de fácil lectura para revelar el fondo perturbador e inquietante que se oculta en la novela. De este modo, Muriel Spark entra a formar parte de la nómina de los pocos autores que han sido capaces de anular las distancias entra las llamadas bajas y altas literaturas.
                                          

Fragmento

“(…)Lise desenfunda el abrecartas, comprueba el filo y la punta y comenta que no son muy cortantes, pero que servirán.
-No te olvides que es curvo.
Mira la funda grabada en su mano y, con indiferencia, deja que se le escurra entre los dedos.
-Cuando lo claves, cerciórate de tirar hacia arriba para que penetre bien.
Le hace una demostración con la muñeca.
-Te cogerán, pero te queda la ilusión de poder huir en el coche. Así que al
acabar no pierdas tiempo mirando lo que has hecho, lo que acabas de hacer.
Se tumba en la grava y coge el abrecartas.
-Antes átame las manos –dice, cruzando las muñecas-. Átalas con el pañuelo.
Él le ata las manos y Lise le recuerda con voz apremiante e imperiosa que coja la corbata y le ate los tobillos.
-No –dice él, arrodillándose sobre ella- los tobillos, no.
-Nada de sexo..Puedes hacerlo después. Me atas los pies, me matas y se
acabó. Los que vengan por la mañana lo recogerán.
Pese a todo, se hunde en ella al mismo tiempo que levanta el abrecartas.
-Mátame –dice y repite ella en cuatro idiomas.
Cuando el cuchillo desciende hasta su garganta, lanza un grito. Es evidente que ha percibido has qué punto es definitivo el final. Grita y la garganta deja escapar un gorjeo cuando él la apuñala con un giro de la muñeca, siguiendo al pie de la letra las instrucciones. Después, clava donde le apetece, se levanta y contempla su obra”.

(Muriel Spark, El asiento del conductor, paginas 125-126)


martes, 6 de septiembre de 2011

"DE VIDAS AJENAS": CRÓNICA DE DUELOS Y DESGARROS

                                       
De vidas ajenas
Emmanuel Carrère
Traducción de Jaime Zulaika
Editorial Anagrama, Barcelona, 2011, 260 páginas.

En pocas ocasiones como en esta se hace preciso un acercamiento a la génesis de esta novela, De vidas ajenas. Lo demanda la naturaleza non ficcional de la misma y las profundas raíces de dolor real que la generaron y de las que Emmanuel Carrère fue testigo. El mismo escritor francés, que se consagró como narrador, acercándonos la figura criminal de  Jean-Claude Romand en su novela El adversario, reconoce que en De vidas ajenas narra experiencias vitales de gran dureza, pero que las encaró con cierto confort psicológico porque le amparaba la legitimidad. Todo lo que aquí narra Carrère es absolutamente verídico. La certeza y la claridad de la vida frente a la brutalidad de la muerte transformaron al escritor hasta permitirle narrar a corazón abierto todo aquello que contempló: dos dolorosas muertes.
Emmanuel Carrère es escritor, guionista y realizador de cine y televisión. (Con el título D’autres vies que la mienne y dirigida por Philippe Lioret acaba de adaptar su novela al cine). En el año 2004 se encontraba de vacaciones con su esposa en Sri Lanka. El matrimonio hacía aguas, pero allí fueron testigos del brutal desbordamiento de otras aguas: las del tsunami que arrasó el Sudeste Asiático. Ellos estaban a salvo en su hotel, pero vieron de forma muy directa la hecatombe y la desgracia de una pareja de compatriotas cuya hija de cinco años había sido tragada por la ola. Y les acompañaron en su recorrido por las diferentes morgues del país para encontrar el cadáver. A los pocos meses, ya de regreso en Francia, otra ola: Juliette, la hermana de su mujer fallece víctima de un cáncer. En esos momentos, un familiar le propone relatar esas historias, pero le pareció “obsceno y fuera de lugar”. Sin embargo visitó a un juez Étienne, amigo de su cuñada, que en su juventud también había padecido un cáncer que le provocó la amputación de una pierna. El juez le habló de su amistad con su cuñada, del trabajo en común y de las experiencias de la enfermedad y le convenció de que todas esas experiencias extremas debían ser contadas.
Fue Susan Sontag quien postuló el requisito de la necesidad para la literatura. De vidas ajenas cumple con esa exigencia más allá del cien por cien y en todos sus polos o centros de interés narrativo. Y cumple porque todo eso aconteció y Emmanuel Carrère lo cuenta de forma objetiva y honesta.
La catástrofe natural, el gigantesco tsunami en Sri Lanka fue algo que pasó. La ola arrastrándolo todo, la pareja francesa que presencia la desaparición de su hija entre miles de muertos. Sin poder hacer nada. Y el escritor y su esposa Hélène, sintiéndose débil ante una experiencia que les unirá: “Estuvimos un largo rato frente  a  frente, bajo el débil chorro de agua. Sentíamos frágiles nuestros cuerpos. Yo miraba el de Hélène, tan hermoso, tan aplastado por la fatiga y el pavor. Yo no sentía deseo, sino una piedad desgarradora, una necesidad de cuidarla, de protegerla, de conservarla. Pensaba: hoy podría estar muerta. Hélène me es preciosa. Preciosísima. Quisiera que un día sea vieja, que su piel sea vieja y desvastada y seguir queriéndola” (página 58).
Pero la mayor parte del libro está consagrado, a través de los testimonios de las personas próximas, a recuperar a su cuñada y su especial relación profesional y amical con un colega, con Étienne. Ambos jueces, ambos compartiendo una cojera secuela de sendos cánceres sufridos en sus juventudes, ambos apasionados por la justicia, una pasión nada revolucionaria. Simplemente luchaban a favor de la gente con problemas de crédito y sobreendeudamiento, para construir una sociedad un poco más justa. Hasta que surge otra vez la catástrofe. Esta vez una catástrofe íntima: el cáncer que de nuevo hace que Juliette, con poco más de treinta años y madre de tres niñas que todavía no habían alcanzado la adolescencia, comience a morirse.
Emmanuel Carrère narra este veloz deslizamiento hacia la muerte no como una historia triste, aunque no aporte esperanzas ni existan referencias a la fe religiosa. Pero su escritura,  a la vez que supone un estremecedor acercamiento antropológico a la manera occidental de asumir la muerte, ensalza la vida que late con fuerza por debajo de ese río imparable que es el morir. Por eso al concluir la lectura de este texto, sentimos el confort y la alegría ante la parte de felicidad de la que nos hemos podido apropiar, sin dejarla escapar.
Al leer la relación profesional y de amistad entre la pareja de jueces, una relación no amorosa, exclusivamente amical y su pasión “no revolucionaria” por la justicia, me resulta imposible impedir que en mi memoria surjan las palabras con las que Jorge Herralde, director y editor de Anagrama, definió a estos dos jueces: “santos laicos”. Es aquí donde la novela cobra una indudable dimensión social y política. La pasión de ambos jueces por la justicia, vinculada quizás a las injusticias que ellos habían sufrido y a la constatación de cómo las grandes entidades crediticias engañaban a la gente sencilla. Por eso los dos eran capaces de consagrar decenas de horas para demostrar que los intereses y penalizaciones practicadas por algunos bancos sobrepasaban el límite de la usura y que aquella manera de sangrar a la gente no solo era inmoral, sino también ilegal. Y todo ello sin ser nada extravagantes  ni jueces estrella. Simplemente aspiraban a un mundo en el que se tenga derecho a violar la ley y a hacerla respetar como jueces. Absoluto liberalismo, como comenta Étienne.
De vidas ajenas no es una novela siniestra, pero si espeluznante y al mismo tiempo estimulante. Un libro sobrecogedor que profundiza en la tragedia y en el dolor pero huye de la sensiblería y de los recursos lacrimógenos. De la lectura de este texto non-fiction, desnudo y sin efectivismos, pero escrito con gran vitalidad narrativa y que se sirve de los más eficaces recursos ficcionales para contar hechos reales, brota la misma experiencia que el psicoanalista y “canceroso” Pierre Cazenave extrajo de su arte: “una solidariedad incondicional con la congoja insondable que entraña la condición humana”


Fragmentos

“(…) Hombres, mujeres, niños, ancianos, nativos y occidentales, con el rostro enmarcado, deteriorado, tumefacto y los ojos abiertos o cerrados, desfilaron decenas, la pantalla dedicaba unos segundos a cada foto y después, automáticamente, pasaba la siguiente, y por fin apareció la de Juliette. Hélène estaba al lado de Jérôme. Le vio mirar la foto de su hijita muerta. Vio cómo la miraba. Cuando otra foto sustituyó a la de Juliette, Jérôme enloqueció. Se precipitó sobre el ordenador, pidió a gritos que volviese atrás. El empleado pulsó el ratón y consultó la ficha que acompañaba a la foto: Juliette ya no estaba allí, la habían trasladado la víspera a Colombo. Su foto fue reemplazada de nuevo y Jérôrome sucumbió de nuevo al pánico y le pidió que volviera atrás: no conseguía separarse de la pantalla ni aceptar que Juliette desapareciera. El empleado pulsó varias veces seguidas para detener el desfile automático. Jérôme miraba ávidamente la cara de su hija, sus cabellos rubios, los tirantes del vestido rojo sobre los hombros redondos y bronceados. Cada vez que aparecía una nueva foto suplicaba: again! Again, again”.
…..

“(…) Habló de la justicia, de la manera como Juliette y él administraban justicia. En el tribunal de Vienne se ocupaban sobre todo del derecho al sobreendeudamiento y del derecho a la vivienda, es decir, de asuntos en los que existen pudientes y desposeídos, débiles y fuertes, aunque a menudo es más complicado (…) Étienne decía que a Juliette no le habría gustado que dijeran que estaba del lado de los desheredados: sería demasiado simple, demasiado romántico, sobre todo no sería jurídico, y ella se obstinaba en ser jurista. Ella habría dicho que estaba en el bando del derecho, pero llegó a ser, los dos llegaron a ser virtuosos en el arte de aplicarlo realmente. Para ello eran capaces de consagrar decenas de horas al estudio de un plan de reembolso, a descubrir una directiva en la que otros nunca habrían pensado, capaces de apelar al Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas (…) Sus sentencias fueron publicadas, discutidas, violentamente atacadas”.
…..

“(…) Le pidió que le llevara en coche a casa de Aurélie, que también vivía en Sceaux, y que pasara a recogerle más tarde. Salía con Aurélie desde hacía dos años y habían tenido juntos su primera experiencia sexual. Ella era muy bonita, muy fina, y él todavía piensa hoy que muy bien podrían haberse casado. Se acostaron en la cama y él le dijo: el lunes van a cortarme la pierna, y por fin rompió a llorar. Mientras iba anocheciendo, se quedaron horas abrazados, o más bien él permaneció en los brazos de ella, que le estrechaba con todas sus fuerzas y le acariciaba el pelo, la cara, el cuerpo entero, quizá hasta la pierna que pronto ya no existiría. Ella le decía en voz baja palabras tiernas, pero cuando él le preguntó si le seguiría queriendo con una sola pierna, ella fue honesta: no lo sé”
…..


“(…) Hubo aún otro silencio y luego Juliette dijo que no quería que la desposeyeran de su enfermedad, como habían hecho a los dieciséis años. Sus padres habían puesto todo su amor, toda su energía, toda su ciencia para protegerla, si hubieran podido habrían sufrido el cáncer en su lugar, pero ella ya no quería que otros sufrieran por ella. Quería vivirlo plenamente, hasta la muerte, si es lo que la esperaba al final, como parecía probable, y contaba con Étienne para que la ayudase”

(Emmanuel Carrère, De vidas ajenas, páginas 46-47, 88, 110, 214)
Emanuel Carrère