lunes, 9 de marzo de 2020

SEÑALES QUE ESCONDEN LAS PIEDRAS


Invisible en la piedra

María Antonia Ricas

Editorial Celya, Toledo, 79 páginas.



    


   También la lírica, como ya he reiterado en alguna ocasión, lo aprovecha todo, sin excluir de su temática y de su espinazo a la piedra, a las piedras, elementos físico-químicos aparentemente poco propicios  para ser cantados por los poetas. Sin embargo, a lo largo  de los longevos años de la vieja literatura, lo han hecho, entre muchos otros Octavio Paz, Cesar Vallejo, José Hierro, Pablo Neruda, Carlos Drumond de Andrade o Miguel Hernández, si bien más que de piedras habla de la fortaleza de Líster al que compara con la dureza de la piedra. O Gabriela Mistral, “poeta de las piedras”, según Octavio Paz. Lo mismo hizo hace dos años una poeta toledana de largo recorrido, María Antonia Ricas. Y no me cabe duda de que el gran paradigma de la poesía sobre las piedras será su poemario Invisible en la piedra, en el que, partiendo de una cita   del libro Piedras de Robert Caillois, un poema en prosa que poetiza las piedras que contemplan impasibles el paso del tiempo. Un poemario en el que la autora hace poesía sobre las piedras preciosas (veintidós en total, comenzando, como no podía ser menos, por el diamante: “Qué cercana la perfección”), sobre la piedra volcánica y sobre materiales orgánicos que compiten en valor con las anteriores.

   Pero los poemas  sobre las piedras de María Antonia Ricas, desbordan la sustancia mineral u orgánica, y descubren el velo de otras realidades inasibles y se convierten en sentimientos, en  denuncias o en pensamientos, en operaciones de verdad y no solamente en un sencillo o florido encantamiento retórico. Si Piedras resume parte de la ductilidad del pensamiento de Callois, Invisible en la piedra lo hace con el de María Antonia Ricas.

   Si bien es cierto que en cada poema, ante una piedra preciosa o  un material orgánico, la poeta es prisionera de esa piedra cuando es tallada por el hombre, en mi apreciación lo más interesante del poemario es la historia hecha de pensamientos, de denuncias y de sentimientos, a veces dirigidos a seres  íntimos y familiares, que la poeta extrae al ver, con la lupa de la poesía, la belleza de una piedra.

   Aunque a la piedra le despreocupe su belleza, como afirma la autora en las conclusiones, he  cribado el poemario en búsqueda de esas acciones de pensamiento, sentimientos y denuncias y, entre otros, hago referencia a algunos de ellos: la transparencia del diamante “que tiene textura de sangre sin consuelo”; huesos ahogados, convertidos en gemas que nadie reclama; el anillo de rubí de la madre, recién fallecida que se había alisado;  la niña que, huérfana de su hermana pequeña, “solo tiembla con el idioma de la vieja piedra sabia (turquesa). No precisa de las burbujas del llanto, inicio de la piedra, pero ahí está ante nuestros ojos insensibles el aire de la mirada de los que desde las bravas agua miran hacia arriba, hacia los cascos modernos  de los barcos. El niño que no quiere el Grial, la vida verde de la esmeralda, solo desea estar donde su padre y su madre que cayeron por escapar. El amarrado en brazos y piernas por la mujer sin nombre; el amor que le arrancó los dientes de un golpe. El cristal breve de la amatista que la niña de labios pintados para simular que no tiene diez años, lleva bajo la piel para que no duela demasiado el desgarro rápido al que el esposo tiene derecho. O la pequeña asesinada porque jugaba a hacer pulseras con piedra pómez en vez de jugar a las casitas. ¿Qué importa el tiempo ante los millones de años que tardó en formarse el azabache. Denuncia también  del comercio carnívoro de depredadores por tener un peine de carey.

   La autora emplea con acierto la emotividad de los vocablos, metaforiza abundantemente, pero huye de las florituras y de los cultismos. Libro construido en parte con la voz de Robert Caillois. Tonalidad versal bastante uniforme, algunos poemas en prosa. Y aunque pueda parecer carmínica, la actitud de la poeta al cantar a piedras de distinta textura, en el fondo, como ya quedó señalado, lo que subyace es la denuncia, el sentimiento amoroso y el pensamiento convertido en poema, como en “la edad de los poetas” que diría Alain Badiou.



Francisco Martínez Bouzas





María Antonia Ricas



Breve selección de poemas



“Ella, una mujer sin nombre, pisó el regalo de la mariposa cuando consiguió levantarse para ir al hospital. Dicen que la mariposa de jade es el amuleto infalible del amor. Ella no necesitaba  tantísimo amor amoratado en brazos y piernas, al menos no ese amor que le arrancó los dientes de un golpe.”



…..



Amatista:



“Con el velo blanco y acicalada como su madre o su

abuela cuando la compraron.



Ojos pintados, labios pintados por simular que no

No tiene diez años y menstrúa y sabe caminar con

Tacones.



Igual que el cuarzo más escogido ella es añil, morada

y tierna.



Lleva tatuada, oculta, una lágrima violeta de cristal benigno en la entrepierna; así tal vez olvide que fue

una niña cundo jugaba a las bodas y las despedidas.



Y lleva bajo la piel otro cristal breve, púrpura para

que no duela demasiado

            el desgarro

            repetido

           al que el esposo tiene derecho.”



…..



Rojo cereza



“Las tormentas se sucedían

durante semanas; el rayo

prendía todos lo oloroso.

Después la lluvia. El líquido

espeso  tomaba la sangre

del pasado. Tan solo es eso

a veces: un rojo  temblor

paralizado donde el fuego

habitaba.”



…..



“Hemos amado siempre entre la sal, cogidas

a la piedra,

habitando la piedra.



Y

 seguiremos amando.



Los delfines traerán noticias del aire

despejado, de la luz, de otros cuerpos breves.”



(María Antonia Ricas, Invisible en la piedra, páginas 31,33 57,61 )

sábado, 7 de marzo de 2020

UNA HISTORIA EN LA QUE NO HAY MISERICORDIA


Un fuego azul
Pedro Feijoo
Traductor: Pedro Feijoo
Ediciones B (Penguin Random House), Barcelona, 2020, 528 páginas.

    


    En mi opinión, esta es la novela más dura  publicada en la narrativa gallega, lengua en que apareció por primera vez, aunque casi de forma simultánea  a la de la edición en español. Tan inhuma, tan violenta que, aún teniendo mucho de thriller, seguramente sería preciso  encuadrarla en otro subgénero: novela de la maldad. La novela no se compadece con la amenidad de  Os fillos do mar / Los hijos del mar, la novela con la que debutó Pedro Feijoo  en la narrativa, el año  2012, ni con otras de sus novelas publicadas a lo largo de estos años.
   Un fuego azul  es una novela que, si en la narrativa hubiera una deep web, una red invisible como la de internet, debería estar en ese precipicio profundo. Porque lo que Pedro Feijoo nos ofrece es una pesadilla tan monstruosa y abominable que difícilmente tiene cabida en la narrativa normal: lo macabro asentado en la ciudad de Vigo y en sus alrededores. Todo da comienza  con una casa que arde y con un cuerpo echado al pié de la escalera, pero la mujer no había muerto debido al incendio. Tiene el cuello estrangulado. Es solamente el prólogo de una historia de maldades, cuya lectura a veces resulta inaguantable; y en la que difícilmente se puede ir más lejos en el ensañamiento. Es por eso posiblemente que para el autor no resultó fácil escribir esta larga novela de más que quinientas páginas, en una estructura no de todo lineal, en la que abundan los flashbacks. Y para el lector asimilar algunas de sus páginas resulta vomitivo. Con victimarios que primero fueron víctimas y sufrieron todo tipo de vejámenes, abusos y el asesinato del ser más querido.
   Bastara con mostrar, a modo e imágenes “expresionistas”, breves rasgos de algunas secuencias: un “matrimonio republicano”: dos viejos, desnudos, ahogados  y desangrados en una bañera, amarrados con alambre con puntas, y con las manos cortadas; un enorme cerdo ocupado en devorar a un hombre vivo: primero le come la mano, después un brazo y finalmente le deja la mejilla hecha trizas, despedaza por una mordedura en un túnel de  Cabo Silleiro; un policía modélico, tan modélico que había sido torturador, metido en todos los tinglados. Ahora ya jubilado, encerrado en una caja con el cuerpo untado de manteca, atacado primero por un ejército de garrapatas y luego devorado lentamente por las ratas, porque lo quieren ver morir de forma lenta y dolorosa, devorado vivo por las  alimañas; un médico crucificado, clavado sobre una pared de hormigón.
    Sin embargo, no fueron estas, las víctimas, las que habían tomado las decisiones importantes y cuyas consecuencias pagan. Los auténticos depredadores son otros: una larga estirpe de poder y de corrupción moral.
   Y ese atropello de los poderosos sobre la gente humilde está muy presente en la novela. Mientras tanto, la policía se enfrenta a los casos, y por ellos sabemos cómo va avanzando la investigación criminal. Y un narrador que lo hace en tercera persona, nos informa sobre la suerte de las víctimas /victimarios.
   
                                        
Pedro Feijoo


    Esta novela es el paradigma de la violencia más cruel. Su lectura provoca el enojo de pensar que la condición  humana es capaz de llevar a cabo las peores bajezas, porque  los que deciden es la gente de poder.
   El autor articula un trabajo encomiable con una estructura apropiada: el lector siempre sabe más de lo que descubre la policía. Echa mano de las necesarias analepsis, emplea una lengua coloquial, muy apropiada para entender una historia donde la misericordia está a años luz de los seres humanos.

Francisco Martínez Bouzas

jueves, 5 de marzo de 2020

LA LEYENDA DEL SANTO BEBEDOR


La leyenda del santo bebedor
Joseph Roth
Traducción y epílogo de Ibon Zubiau
Alianza Editorial, Madrid, 2020, 120 páginas.

    


   Alianza Editorial se suma, con la suya, a las  múltiples ediciones de este libro (Die Legende von heiligen Trinker) que han visto la luz, que traduce y para la que ha escrito el epílogo Ibon Zubiaur. Cuando el libro se editó por primera vez en 1949, Joseph Roth ya había fallecido, y llevaba una década prácticamente olvidado. Murió en una habitación de un viejo hospital parisino, exiliado, alcoholizado, y arruinado.
   La leyenda del santo bebedor, cuyo original fue escrito en 1939, fue el último manuscrito que el autor nos legó. Un personaje que se retrata en el relato hasta el punto de que antes de su fallecimiento, se describió a sí mismo, en una suerte de testamento vital como “maligno borracho y poco lúcido”. Causa, sin duda paradójica extrañeza que este hombre convirtiera al protagonista de esta historia, Andreas Kartak, un vagabundo proveniente de de Silesia, en el santo bebedor. Buena parte de la obra de Joseph Roth se perdió en el momento en que los nazis arrestan a la mujer que conservaba su archivo..
   La leyenda del santo bebedor es un relato autobiográfico de Roth. Albert de Lange, editor de Amsterdam, lo publicó póstumo. Toda la dispersa vida de Roth, especialmente sus últimos años,  ase contrae en París, donde actúa por última vez con lucidez. Y parece que en secreto fue fiel a su única y aparentemente inútil promesa.
   Solamente los grandes genios de la escritura son capaces de mantener su talento hasta el final. Josph Roth no fue una excepción, y en su postrer relato, nos regala una historia extraordinaria, en la que, en muy pocas páginas, fue capaz de atesorar y dar visibilidad a todo su genio. Es La leyenda del santo bebedor, su último que conecta con sus últimas experiencias como clochard  en París.
   La trama, situada probablemente en 1934, sigue los acontecimientos de un alcoholizado, Andreas Kartak. Reside bajo los puentes del Sena. Y había llegado a París proveniente de las regiones orientales del imperio austrohúngaro, donde había trabajado como minero y había matado al marido de su amante. Una tarde recibe doscientos  francos de un hombre que había decidido convertirse al cristianismo. Le ordena que  devuelva el dinero ofreciéndoselo a Santa Teresa de Lisieux  al concluir la misa. Andreas se empeña en restituir el dinero en múltiples ocasiones. Pero el destino parece mimarlo y es protagonista de una serie de milagros, en forma de dinero que le dan o encuentra. Ese dinero le ayuda aponer orden en su vida, habituarse a hábitos decorosos, a contactar con amigos de antaño y con la mujer amada, Karoline que había envejecido y con la que hace un viaje, se enfadan y pasan la noche juntos, pero, al amanecer, Andreas   la encuentra pálida, hinchada y con una respiración pesada. Es el sueño matutino de la mujer que envejece.
   Se viste y sale furtivamente. Compra una cartera usada, y dentro de la misma halla un billete de mil francos. Un antiguo compañero de escuela, ahora futbolista famoso, lo alberga y le viste desde la cabeza a los pies. Tiene aventuras con una bailarina del casino que le roba la mayor parte del dinero, pero él  no se ofende, porque “el placer  se paga”. Pero sigue pensando  que los milagros iban a continuar todavía más durante un cierto tiempo, y hace lo que hacen los pobres acostumbrados a la bebida. El domingo siguiente se acerca a la iglesia, y antes de poder devolver el dinero, se siente enfermo y muere en la sacristía, “porque los curas -piensa- algo entienden de morir y de la muerte.”
  

                                          
Joserph Roth (archivos)



 Uno de los principales temas de fondo de la novela es sin duda la incierta colocación social que Roth refleja en sus novelas y relatos. Andreas, al recibir la primea donación de dinero, quiere saber cómo la va a devolver porque él es un hombre de palabra y posee una cierta dignidad. Andreas Kartak se mueve en la zona insegura que media entre el bienestar y la aberración, participando, sin darse cuenta, en los ritos de la burguesía que  a la vez lo atrae y lo disgusta. Entre el autor y Andreas existe una cierta similitud: los dos provienen del imperio austrohúngaro conquistado por los nazis. Los dos consumidos por el abuso del alcohol. Y sin embargo, mágicamente atados a la vida y a sus inexplicables eventos. Llenos e esperanza y seguros de su propio valor, a pesar de la indiferencia de quien los mira.

Francisco Martínez Bouzas

domingo, 1 de marzo de 2020

UNA RECREACIÓN DEL MITO DE FAUSTO


Enoch Soames

Max Beerbohm

Traducción de  Javier Fernández de Castro

Acantilado, Barcelona, 2019, 71 páginas.



    


   En un pequeño volumen independiente, Enrique Anderson Imbert afirmó que Enoch Soames  de Max Beerbohm es el mejor cuento que jamás había leído. Publicado originalmente en 1916, fue incluido más tarde en la recopilación Seven Men (1919) y Borges, Casares y Ocampo lo incluyeron así mismo en la mítica Antología de Literatura Fantástica (1940). Acantilado nos lo orece ahora como volumen independiente, como una extraordinaria pieza de literatura humorística.

    El cuento es en buena medida una recreación del mito de Fausto por parte de un autor Max Beerbohm, poco conocido, pero autor de buenos relatos.

   En una breve sinopsis, se puede decir que el autor nos presenta a un curioso aspirante a poeta maldito de nombre Enoch Soames. Alberga el convencimiento de  que su obra de la que apenas vendió tres ejemplares, merece perdurar en el futuro. Y por eso se acerca a todo aquel que lo pueda inmortalizar. Se define como “satánicamente católico”, y su existencia está asegurada por la renta familiar. Ese es el motivo que le permite escribir y escribir obras que nadie compra, y hacer gala de su arrogancia como camino hacia la fama.

   Ignora y deprecia a los poeta malditos como Baudelaire o Verlaine, a los románticos, y se mira en el espejo de Milton que lo convirtió al satanismo. Un día de junio de 1897, Beerbohm y Soames están almorzando  en el Soho. Soames se halla deprimido ya que está convencido de que es un gran escritor al que la sociedad no reconoce como tal, pero está seguro de su fama póstuma. Es entonces cuando el diablo, que lo está escuchando en una mesa vecina, se le presenta. Y a cambio de la posesión futura de su alma, le transporta en el tiempo cien años hacia adelante. Pasa una tarde en el Museo Británico para descubrir como lo tratará el futuro. Acto seguido, será devuelto a su tiempo presente y al mismo lugar. Y el diablo obviamente cobra su precio.

   No spoiliaré el desenlace sorprendente que determina el destino de Soames. El relato de Max Beerbohm es una pieza corta magistral, rebosante de figuras de la literatura fantástica (trato con los demonios, viajes en el tiempo). Incluye así mismo un tonalidad ciníca. En la parte final abundan los toques surrealistas que asemejan al cuento, en algunos aspectos, a Un mundo feliz.

   Destacan así mismo los aspectos paródicos. El propio autor se somete a la parodia y se burla de sí mismo - lo descubrimos autoparodiado en todo el cuento como un ingenuo que transita  desde la admiración por el personaje carente de éxito en su obra, a la conmiseración por el mismo motivo-.

    

                                    
Max Beerbohhm, 1901, retocado





   En el cuento aparece con toda su crudeza la realidad. Al margen de la trama fantástica, la realidad que no se transmuta con buenos deseos, ni con pactos con el diablo, se camufla en los personajes. Tanto en uno como en otro, hay aspectos obscuros que ceden a la vanidad. La vanidad y el ansia de inmortalidad literaria le cobran su factura a los personajes.

   En resumen, un relato perfectamente articulado y escrito en el que nada sobra ni nada falta. Por eso Enoch Soames sigue siendo una obra imperecedera. Y a su autor, Maz Beebohm, autor de otros relatos, le seguimos conociendo gracias a este.



Francisco Martínez Bouzas