jueves, 12 de diciembre de 2019

BOGOTÁ, "CRÓNICA URBANA DE UNA DESESPERANZA"


Los parientes de Ester
Luis Fayad
Edición y prólogo de José Manuel Camacho Delgado
Ediciones Cátedra, Madrid 2019, 383 páginas.

  

   En un prolijo prólogo del editor, José Manuel Camacho Delgado del que tomo muchas ideas en esta reseña, se argumenta que fue tal el prestigio del realismo mágico a partir de la publicación de Cien años de soledad, que toda la literatura colombiana y de otros países quedó ligada a Macondo. Solamente algunos seguidores y amigos de García Márquez como Álvaro Cepeda o Álvaro Mutis quedaron incluidos en el canon narrativo de García Márquez. El resto de los escritores estaban apegados al costumbrismo o a la literatura terrígena. Los narradores nacidos en las décadas de los años cuarenta y cincuenta quedaron anclados entre estas dos corrientes.
   La exclaustración del macondismo se inicia y progresa a partir de la publicación de Los parientes de Ester, en 1978 de Luis Fayad, nacido en esa Bogotá “remota y lúgubre donde estaba cayendo una llovizna desde principios del siglo XVI” tal como lo describe Gabo.  Mas, frente a esa imagen, Bogotá fue, desde los años cincuenta, una ciudad muy dinámica, poseedora de un gran potencial literario y artístico. Nuevos nombres cincelaron los diferentes rumbos del país andino. Luis Fayad se interesó desde el primer momento por la literatura existencialista, por Kafka y por los grandes escritores norteamericanos: Hemingway, Fulkner o John Dos Pasos, junto a Cortázar o Juan Rulfo. De ellos bebe y en ellos se inspira.
   Múltiples relatos de su autoría describen esta Bogotá inhóspita y violenta. Viaja a Europa y en Berlín escribe los cuatrocientos folios que originalmente tenía Los parientes de Ester. Una novela elaborada artesanalmente. Tanto Los parientes de Ester como otras novelas posteriores suyas es preciso contextualizarlas en la fase que va desde 1950 a 1980, época en la que se producen los peores momentos de la violencia, en connivencia con los clanes de la droga, así como con el crecimiento urbanístico.
   Los parientes de Ester fue una obra publicada a contracorriente de modas y de tendencias narrativas. Y es la primera novela de un autor prácticamente desconocido en Colombia, autor únicamente de libros de relatos. Publicada por Alfaguara, y con múltiples ediciones, fue presentada como la gran renovación de la narrativa hispanoamericana. Recibida con el aplauso de la crítica: la mejor novela de la época para Ricardo Cano Gaviria. Será Carmen Martín Gaite quien en 1979 deje marcadas las grandes claves de la novela. Por mi parte me parece una temeridad escribir una sola línea más allá de los que en su día hizo la narradora española, cuya crítica publicada en Diario 16 en 1979, reproduzco porque ella nos ofrece una adecuada sinopsis y las grandes claves de la novela:
   “A la muerte de su mujer, Gregorio Camero, oficinista irresoluto, mediocre y débil de carácter se va dejando atrapar insensiblemente por los tentáculos familiares que desde el mismo día del velatorio, empiezan a tenderle los parientes de la muerta, empecinados en hacerle ceder a su acoso creciente e impecable y en atraerle a su círculo infernal de influjos, emulaciones, consejos y normas, abortando así la expectativa de independencia que él y sus hijos pudieran abrigar, anexionándolos y disolviéndolos como individuos en la uniforme marca corrosiva de la institución familiar.
   Alrededor de este tema central, bifurcados en bloques narrativos independientes que refluyen luego al caudal común, el colombiano Luis Fayad en su primera novela (…) ha elaborado, con un pulso narrativo poco común en un escritor novel, una crítica agudísima de las relaciones de parentesco. La novela que se inicia en la casa de Gregorio Camero el día del velatorio, nos va asomando luego, con una técnica de perceptibles enlaces, a las vidas, casas y lugares de trabajo de los demás parientes, cuya intrincada jerarquía acaba erigiéndose en protagonista principal, a costa de desdibujar y anular los perfiles individuales (…) Y así desfilan por las páginas del libro, desintegrándose progresivamente, los parientes políticos de Gregorio Camero como buitres alertados y congregados al menor tufo de calamidad en torno a las enfermedades y desgracias, oficiosos, mezquinos, emulativos, enredosos, presos en la maligna tela de araña que sustituye su verdadera identidad. Los hombres débiles anulados bajo el sutil yugo del imperio doméstico, las mujeres fiscalizadoras, viviendo por delegación los apuros y frustraciones de los hombres a quienes en todo momento se consideran en la obligación de amparar. Gentes que se ignoran, se entorpecen y odian mutuamente, pero que, en nombre de una simbiosis fatal basada en la economía, se ven obligados a vivir unos a la sombra de otros, a sentir la asfixia de la presencia ajena, a implicarse en alianzas y bandos que nada tienen que ver con sus sueños de escapatoria, sustituyendo irremisiblemente estos sueños por la gris movilidad de la resignación.”
     
                                                    
Luis Fayad
 
   El perfil psicológico de los personajes es posiblemente más importante que la acción narrativa. Por eso se ha escrito que es una novela de ambiente; una ficción urbana que genera una atmósfera escorada hacia el pesimismo y hacia la desesperación. En la novela hallamos una topografía de Bogotá, con sus calles, plazas, edificios y barrios que muestran a la vez una capital pujante y un espacio urbano en deterioro. Quizás lo que más destaca en la escritura de Luis Fayad son sus pequeños dramas, sus conflictos vecinales o parentales, sus engaños y sus contratos. Todo en la novela es mérito de sus personajes; hay un protagonista, Gregorio Camero. El resto tiene razón de ser debido a las historias particulares que los involucran.
   Como contrapunto al realismo mágico, Luis Fayad escribe una novela de forma fragmentaria, atendiendo a los detalles, a veces esperpénticos -es el caso del velatorio de Ester-. Con espacios para la picaresca, aunque sin estar encuadrada en este subgénero.
Los parientes de Ester es un regalo oculto de la narrativa colombiana, referencia obligada de la novela colombiana contemporánea, capaz de crear una nueva visión de la capital colombiana y de sus habitantes.

Francisco Martínez Bouzas

miércoles, 11 de diciembre de 2019

RASGANDO EL MANTO DE LA DESMEMORIA


Expediente Artieda
Luis Rei Núñez
Alianza Editorial, Madrid, 2001 280 páginas


   En estos días en los que el negacionismo comienza a tomar impulso en España y hay grupos y personas que hablan del “buenismo” de la Dictadura y de la Guerra Civil, considero oportuno releer y comentar una novela editada hace 19 años, Expediente Artieda de Luis Rei. Desde entonces la imagen de la Guerra y Posguerra, de la Dictadura tanquista no solo no ha merecido su merecido sino que ha ido a mejor; y son muchos los que sienten nostalgia de aquellos años de piedra y plomo.
   Expediente Artieda fue merecedora del Premio Xerais. Y en el años 2001 aparece su versión española. Expdiente Artieda es una novela social, un tipo de literatura absolutamente necesario tanto en la escritura gallega como en la española, ya que ayuda a  romper la capa de desmemoria, permitiendo que salgan a luz, aunque sea de forma ficcional, muchas coas de nuestro pasado franquista. Aquí munca se hizo justicia con los que se rebelaron con los genocidas, con los torturadores -hasta desde Chile nos lo han recordado-, y hasta no hace muchos años daba la impresión que los argumentos de la Guerra o de la Posguerra en Galicia o bien no interesaban o existía el acuerdo tácito de no remover en el asunto. Sin embargo, a finales del siglo pasado y a comienzo del actual ciertos narradores como Anxo Angueira en  Pensanao o Luis Rei con Expediente Artieda, dos novelas  en absoluto maniqueas, se comprometen con la historia y la verdad.
   La novela de Luis Rei es un relato complejo y muy rico que admite varias lecturas. Una narración comunal -novela coral- ante todo que, como en un enorme friso expresionista, desarrolla la vida en una ciudad, A Coruña, veinte años después del final de a Guerra. La ciudad que guarnece en su seno las camadas de los ganadores, A Coruña del  poder franquista, representada por personajes como el gobernador Valeriano de Frutos, un falangista en toda su chulería, que le pone los cuernos a su mujer y al Caudillo que no perdona los pecados de la cintura para abajo. Como el delegado de abastos, o Ventura Bugallo, el negro del gobernador, criticado por no emplear un estilo suficientemente imperial. También aquellos que ficharon por el ministerio del terror y tienen en el policía Pombo, capaz de apagarle para siempre la luz a un viejo sindicalista mediándole con sus propias garras cal viva en las pupilas de los ojos. A Coruña franquista arrodillada delante del Generalísimo, que en el Pazo de Meirás y sin que le tiemble el alma, pone con su mano tan so dos palabras: “garrote y prensa” al frente de las protocolarias sentencias del Tribunal Especial.
   A su lado y bajo su yugo, los verdaderos protagonistas de la vida y de la novela, la inmensidad de A Coruña  doliente, la ciudad de ciento cincuenta mil almas en pena, como afirma un personaje, miles de figurantes anónimos que se preguntan que hicieron para ser merecedores de tanta miseria, tanta vesania, tanto miedo.
   La novela refleja perfectamente el heroísmo de la existencia cotidiana de esta gente, la mayoría de la población que calla y soporta en sus carnes las aberraciones del franquismo, por puro instinto de supervivencia, en un tiempo de vómitos de sangre y esgarros nauseabundos -metáforas de la miseria- en la funda del colchón. También el valor de unos pocos, la última partida de los maquis gallegos, militantes antifascistas, sobre todo los comunistas que, a pesar de las decisiones desmovilizadoras que toma un alejado Comité Central en París, se entregan a sus ideales, con inaudito sacrificio y sintiéndose derrotados, en la Posguerra tardía, en la ciudad herculina.
   Luis Rei rehace, sin alterarla, la historia, de los perdedores que jamás recibieron una pizca de reconocimiento. La historia de aquellos que, en tiempos desesperanzados, jamás cantaron, resistieron las descargas eléctricas seguidas en los testículos, hasta quedar reducidos en su incomparable heroísmo a un montón de escombros. Pero también la heroicidad de aquellos que no soportaron la tortura y hablaron. Porque ¿cuál es la vara de medir el heroísmo?, como interroga, en pregunta inocente, un inocente
   Novela, así pues, política, comprometida humildemente con la realidad, con la historia, que toma partido por los inmolados, por las víctimas. Una invención de Luis Rei, pero nuca carente de verosimilitud, ya que detrás de cada página, se halla el aval de un trasfondo histórico y todo el martirologio laico gallego, empezando por Gayoso y Seoane, torturados escrupulosamente, pero que nunca hablaron.
  

                                          
Luis Rei

  
Luis Rei escribe una novela compleja y muy rica como ya quedó apuntado. Un inicio lento en el que el lector difícilmente capta la trama, porque el autor se recrea en la minuciosidad, y porque articula el desarrollo diegético a través de una estructura fragmentaria, con una verdadera maraña de personajes. Poco a poco se nos va presentado la trama argumental y por medio de escenas y acontecimientos aparentemente inconexos, en una primera visual. Con un desarrollo no lineal, sino entrecruzado, en el que se mezclan la voz narrativa en tercera persona y otras muchas que lo hace en primera. Esa lentitud inicial se aviva sin embargo por medio de  estrategias narrativas, como pueden ser las referencias que de pronto aparecen con relación al tema de la traición y de la venganza presentida. La inicial confusión desaparece hacia la medad de la novela, cuando comienzan a confluir todos los hilos narrativos. Y en el último tercio, el relato se convierte en muy vivo y apasionante, aunque un final un poco peliculero -también necesariamente desesperanzador- puede disminuir la seriedad de este ajuste de cuentas literario con el pasado.
   Novela basada en gran medida en el diálogo, en el relato de acciones con pequeñas escenas descriptivas. Y en la habilidad del autor para reflejar el ambiente y la atmósfera gris y opresiva de aquellos días, con protagonistas así mismo oscuros en búsqueda de un protagonismo grupal.

Francisco Martínez Bouzas

viernes, 6 de diciembre de 2019

UNA NOVELA DE SERES HERIDOS



Las lealtades
Delphine de Vigan
Traducción de Javier Albiñana
Editorial Anagrama, Barcelona, 2019,  200 páginas.

    


   La escritora francesa  Delphine de Vigan (Boulogne-Billancourt), autora de de noevelas de gran éxito como Nada se opone a la noche, Días sin hambre o Basada en hechos reales no tiene reparo en admitir que su propia experiencia personal está en eje de esta novela. Admite, sin ambages, que la disfuncionalidad interna de la familia en la que creció, fue el gran alimento de algunos de sus libros; una forma de descubrir las heridas que esa desestructuración sufrida en la infancia sigue influyendo una vez que nos hemos convertido en adultos. Y ello, a pesar de que la experiencia de su niñez y adolescencia se aleja radicalmente de la vida de los dos chicos adolescentes retratados en la novela, y de la pulsión autodestructiva que el abuso del alcohol está provocando en tantos jóvenes y adolescentes.
   Las dificultades de ser jóvenes hoy en día es posiblemente el leimotiv de esta novela en la que seres humanos que se hallan en el momento crucial de sus vidas, expresan sus angustias que están en sintonía con una buena parte de los adolescentes en Francia. Quizás por ello podamos ser complacientes con una de las ideas de Delphine de Vigan: la ficción que transmite, ilustra una faceta muy concreta del comportamiento humano: el alcoholismo en la adolescencia.
   Las lealtades es una historia contada a cuatro voces, aunque con dos narradores: Uno lo hace en primera persona (Hélène)  la profesora que sospecha que uno de sus alumnos es objeto de malos tratos. La otra es una voz triple que se focaliza en Théo, su amigo Mathis, en Cécile, la madre de Mathis que descubre la doble vida de su marido. La novela formará un díptico con Les gratitudes, aún por editar.
   El principal protagonista de la novela es Théo Lubin al que su profesora percibe como enclaustrado en sí mismo. Hélène detecta que sufre maltratos. Padres separados. Su progenitor, sumido en una depresión, no sale de su apartamento. La madre vive con referencias a su ex al que odia absolutamente por haberla abandonado por la otra, la “zorra”. El alcohol será para Théo la vía de escape. Son las heridas de la infancia que la autora cuestiona que puedan ser reparadas. Y la presencia de la gran paradoja: los niños nunca han sido tan mimados y privilegiados, pero al mismo tiempo nunca han estado tan solos.  Esta reflexión es el centro, digamos externo, de su trabajo.
   Otro personaje fundamental es Hélène, profesora de Théo y de Mathis que arrastra, como ya quedó señalado, un pasado duro: padre posesivo y violento. Muy pronto detecta en la conducta de Théo que puede tener problemas. Intervienen así mismo otros personajes como Céline, madre de Mathis, que, pese a vivir para su marido y sus hijos, se siente un cero a la izquierda, a pesar de los cual mantiene lealtad con su marido.
   Todos estos personajes son seres magullados, marcados por sus dolencias internas y por las demenciales circunstancias externas. La angustia en la que viven les llevará a la autodestrucción. La familia, en vez de ser un terreno de acogida amorosa, se convierte en algo hostil y peligroso. Esto lo sabe la profesora como si lo hubiera vivido. Competiciones entre adolescentes a ver quién bebe más vodka y las cabezas basculando. Théo además es un espectador oculto entre su padre y su madre, divorciados  y viviendo cada uno al otro lado del frente de batalla (“al otro lado”). Cécile, la madre de Mathis, por su parte descubre en el ordenador de su marido un fango hediondo, un torrente de lodo en el que se revuelca como un monstruo para ella desconocido.
   Es tal la desestructuración  familiar y personal que Théo con trece años bebe el alcohol como si quisiera morirse, llegando a preguntarse si merece la pena ser adulto.
   No es preciso que Delphine de Vigan insista en ello: los actantes de esta novela son seres solitarios, sumidos en la mentira, los autoengaños, en el alcohol. Todos, seres solitarios, en camino hacia la autodestrucción. Quizá alguna lealtad como la de la profesora Hélène les pueda echar una mano, pero nadie más.
    

                                            
Delphine de Vigan


   Una novela relativamente corta porque esa parquedad le permite a la autora contar la realidad de una forma más hiriente y penetrante, a través de cuatro protagonistas que alternan sus voces para retratar un universo adolescente y familiar. En definitiva un escalofriante viaje al descubrimiento de los mimbres más íntimos y esenciales del comportamiento humano.
   La autora no juzga de forma explícita ninguna conducta de sus personajes, Tampoco tiene compasión de ellos, ni siquiera de los más desvalidos. Solamente muestra cómo son y cuál es el camino hacia la autodestrucción. Estilo conciso, sin concesiones ni florituras. Cuenta lo imprescindible de una forma directa. Un final en cierta medida repentino y quizás abrupto que deja en el aire lo sucedido con el principal protagonista: Théo Lubin.

Francisco Martínez Bouzas

lunes, 2 de diciembre de 2019

"DOS VERSIONES DEL AMOR PERDIDO, O DE LA LLUVIA"


Dos amores perdidos
Juan Villoro
Menoscuarto  (Ed. Cálamo), Palencia, 2019, 105 páginas.

   


    Dos historias sobre la forma en que el afecto y la memoria recuperan amores que no se pueden dar en la vida real, saben o intentar saber cómo sobrevivir en la vida real, es una de las novedades con la que Menoscuarto emprende una renovación, con una única colección de narrativa, y con el propósito de renovar la calidad literaria, incorporando a autores conocidos y de gran valía o al menos prestigio. Dos textos breves, “intermedio” el primero de ellos “Llamadas de Ámsterdam”. Y el segundo “Conferencia sobre la lluvia”, concebido originalmente como monólogo teatral.
   En la calle Ámsterdam de la ciudad de México, en la que los caballos decidieron el destino, sitúa el autor el juego de fortuna de una historia de amor, al menos una posible posterioridad para la pasión no correspondida. Todo ello en un prólogo esclarecedor de la autoría de Juan Villoro que aporta algunas claves de lectura de ambos textos.
   Dos historias de amor figuran como tema central de ambos relatos. No obstante, no se trata de dos historias de amor convencional. En la primera de ellas, “Llamadas de Ámsterdam”, el autor habla del amor y de sus territorios. Tras la ruptura de una relación amorosa, así como de la reflexión de los propios protagonistas sobre el fracaso de su pasión, con un balance crítico de su existencia. Realmente el relato tematiza la obsesión humana por el amor, lo que llegamos a hacer por el amor, aunque sea un amor perdido en las nieblas del pasado, y aunque la deseada conexión amorosa solamente dure unos minutos. Sus protagonistas son Juan Jesús y Nuria. El primero recuerda la vida de pareja con Nuria con sus recovecos (retrasos, olvidos…) y otros desastres menores. También el querer de Nuria con amorosa  aquiescencia. Pero se separan y Nuria desaparece de su órbita camino de Nueva York. Él, no obstante, sigue pensando quizás demasiado en su mujer, perfeccionándola en su imaginación “para hacerse el mayor daño posible” (página 49). Debido a una enfermedad familiar, Juan Jesús había cancelado un viaje a Ámsterdam. Se divorcian sin aspavientos. El azar le impulsó una noche a llamarla. Dialogan y se entera de que Nuria está casada, con una vida feliz y al margen de él. Llamándola desde Ámsterdan, como ella llega a creer, mantiene la ficción con Nuria, aunque en realidad está al otro lado de la esquina. Así recobra virtualmente los recuerdos de Nuria, a veces la imagina. Pasan los días, conversaciones virtuales desde la Ámsterdam mexicana. Una ciudad, no te vayas a mojar, acaba con cualquier intento de recuperar la relación con la ex mujer. Pero la simple posibilidad del reencuentro es en cierto sentido una nueva relación.la conexión, aunque no sea sentimental, los acerca.
   El segundo relato “Conferencia sobre la lluvia” es un monólogo teatral convertido en la narración de un bibliotecario que se ve obligado a improvisar una charla sin guión fijo porque  ha perdido las anotaciones para su conferencia sobre la relación entre la lluvia y la poesía amorosa. No obstante, sigue adelante e improvisa una charla sobre el amor fracasado ante un auditorio expectante, con la posibilidad de quedarse perdido. Por eso mismo opta por la solución de contar, de forma improvisada, su vida personal, sin excluir el relato de sus fracasos amorosos. Antes de eso citará a poetas y a escritores. A Mallarmé: “E mundo existe para convertirse en libro”. Pero él no pretende ser autor, herrar un volumen con su nombre. Y mantiene que los poetas se liberan del mundo con la lluvia (César Vallejo), recuerda así misdo la “lluvia oblicua” de Pessoa.
   Una chimicheca, Soledad, controladora de sus libros se cuela en su conferencia y en su cama. También Laura que se acerca  a la biblioteca para investigar y de la que termina enamorado: “Llovió encima de mí”, y será su rehén amoroso. Una conclusión justifica la conferencia no impartida académicamente: A veces es bueno no encontrar las cosas, porque difícilmente se puede hablar de la lluvia y de la poesía con la prestancia con la que lo hace el bibliotecario olvidadizo de todo menos del amor.
    
                                                
Juan Villoro
 
   Juan Villoro nos deleita con dos obras menores, dos relatos que sin embargo confirman que en las distancias cortas también es una de la voces más destacadas de la literatura latinoamericana. Con profundidad y al mismo tiempo con gestos de humor, le muestra al lector como recuperarnos ante amores imposibles en el mundo fáctico. El estilo de la prosa de estas dos novelas breves -en el fondo la personalidad del escritor- es elegante, cadenciosa y nos desprovista de gotas de ironía.
   Un libro breve, remanso para el escritor y sutil gozo para los que gozamos de los textos “intermedios” o con conferencias con guiones extraviados.

Francisco Martínez Bouzas