El pasado día 19 de mayo fallecía en Lake Worth
(Estados Unidos) Martin Amis, unos de los grandes novelistas británicos del
último tercio del pasado siglo y del actual. Hijo del escritor Kingsley Amis,
se inició en la narrativa con un comienzo brillante, El libro de Rachel (Premio Somerset Maugham en 1973). Madurado en
la crisis del 73, el desmoronamiento del estado de bienestar, la desilusión con
el régimen cubano y las alternativas de izquierda seguidoras de la URSS y el
giro conservador de su país, poco a poco va reflejando en sus novelas un negro
pesimismo provocado por el descubrimiento del mal, cuyo paradigma es sin duda
Stalin, protagonista de Koba el Temible, un pretendido ajuste de cuentas
equivocado con la tolerancia de la intelectualidad de izquierdas..
Sin embargo su nombre se codeaba con Julian
Barnes, William Boyd, Kasuo Ishiguro, Ian McEvan, Salman Rushdie o Graham
Swift. Miembro de la Generación Granta
(la revista que en 1983 publicó la lista de los que consideraba eran los mejores
escritores británicos jóvenes.
Reconociendo sus aportaciones a la literatura y
sus desvíos ideológicos, considero que debe ser recordado. En esta bitácora he reseñado
cuatro de sus obras. Reproduzco una de ellas sobre el libro La casa de los encuentros (House of Meetings, 2006), traducido por Editorial
Anagrama en 2008, como homenaje a un escritor al que los cambios ideológicos hicieron
que no llegara a ser el gran escritor que prometía.
“LA CASA DE LOS ENCUENTROS”.
LAS OBSESIONES DE MARTIN AMIS
La casa de los encuentros
Martin
Amis
Traducción
de Jesús Zulaika
Editorial
Anagrama, Barcelona, 2008, 264 páginas
(Libros
de fondo)
No hace mucho tiempo, y sobre todo en geografías anglófonas, se hablaba
de él, de Martin Amis, siempre con frases muy elogiosas: “Me encantaban sus
libros”, “Amis era tan buen escritor”. En efecto, el enfant terrible de las
letras británicas, hijo de otro famoso escritor, Kingsley Amis, descubierto en
la primera hornada de la revista Granta, tiene en su haber algunas de las más
importantes obras de la ficción contemporánea. Libros versátiles y repletos de
talento, como Money (1984), The Information (1995), Yellow Dogs (2004); junto con libros
autobiográficos como Experience
(2002) y otros productos híbridos entre el ensayo y el relato ficcional, como Koba the Dread o The Second Plane (2008). Algunos analistas consideran que Martin
Amis es oscuro y desagradable; otros por el contrario opinan que es uno de los
más ingeniosos escritores satíricos contemporáneos.
House
of Meetings, editada en español por Anagrama como La casa de los encuentros, ha recibido no pocos juicios elogiosos,
pero también valoraciones muy negativas. No falta quien considera La casa de los encuentros como la mejor
novela de Amis. Una novela que supedita el gusto por la pirotecnia posmoderna a
las exigencias de la historia; un texto
tan fascinante como denso, con fuerte tufillo
a violencia y a gotas de intriga, sin olvidar un cierto adorno pasional.
Para otros críticos, los elementos ficcionales de la novela son muy tenues. En
el inicio de la obra se dejan sentir repetidos presagios de que está en camino
un buen cuento chino. Pero no: el tema de fondo que finalmente aparece, es la
clásica rivalidad amisiana entre dos hermanos, y un largo dietario de los
actuales intereses y obsesiones de Martin Amis, sazonadas con ciertas dosis de
imaginación, agudeza y hermosas florituras verbales. Porque ningún escritor
inglés actual -podemos citar a Barnes, McEvan o Rushdie- es capaz de someter el
idioma como Amis. Sin embargo, en esta ocasión, Amis machaca al lector con el
empleo de un pretencioso registro lingüístico. Y además lo sumerge en una historia
extraída del cajón de sastre de sus actuales obsesiones. Amis dejó de escribir
buenos libros satíricos para convertirse en un indiscutible perseguidor de
atrocidades. Ofertas inabarcables como los asesinos en serie, el Holocausto, el
Gulag o el 11 de Setiembre, los errores o excesos de la revolución feminista…
¡Como si el hecho de escribir sobre acontecimientos realmente perversos o
catastróficos convirtiera a un autor en un buen escritor!
Para el comentarista La casa de los encuentros es una buena introducción al archipiélago
Gulag para aquellos lectores que nada saben del mismo. El recorrido que Amis
hace por los males de la sociedad soviética después de la Segunda Guerra
Mundial, nos llega servido a través de un triángulo amoroso-sexual entre dos hermanos,
los dos presos políticos en un gulag siberiano, y la mujer a la que ambos aman,
que acude a visitarlos. Un narrador innominado, uno de los hermanos presos, más
tarde ex preso, le cuenta a Venus, su hijastra americana, sus experiencias en
el campo de trabajo siberiano y más tarde fuera de él. Había participado en la
Segunda Gran Guerra, había sido herido y condecorado y así mismo había tomado
parte en las violaciones masivas del
ejército soviético al invadir Alemania. Más tarde cae en desgracia y, junto con
su hermano, es enviado al campo de trabajo, donde estarán retenidos durante
diez años. Allí reciben la visita de Zoya que atraviesa medio continente para
poder pasar una noche en la “casa de los encuentros” En 1954 habían comenzado
efectivamente las visitas conyugales a los campos de trabajo soviéticos. Para
los hombres estos vis a vis eran sinónimo de rapado de la cabeza, desinfección,
duchas prolongadas con una manguera de incendios. Para las mujeres que acudían
a la casa, el encuentro constituía por sí mismo una verdadera categorización:
las transformaba sin más en esposas de los enemigos del pueblo.

Martin Amis
El prolongado monólogo del protagonista
relator se convierte en una reflexión, no solo sobre sus propias experiencias
vitales, sino también acerca del destino de Rusia y de las diferencias entre
dos paraísos (el comunista y el capitalista), entre los que conocen el lado
obscuro de la historia y los que todavía ignoran tales horrores. Así pues, una
reflexión sobre el mal, sobre el terror que jamás será borrado del todo. El
narrador le advierte a la destinataria de sus misivas que nunca existe un
cierre definitivo para personas como él, que nadie se recupera jamás de nada ni
es capaz de pasar página.
La
casa de los encuentros desmiente a aquellos que piensan que los lectores de
Amis siempre se ven sorprendidos, porque el escritor retoma en la novela el
tema de la Unión Soviética, ya tratado en sus alegaciones antistalinistas de Koba the Dread: la atrocidades del
Gulag. Sin embargo, la novela es todo aquello que no llegó a ser el libro sobre
Stalin. Sin dejar de ser un libro político, por mucho que Amis reitere que su
ideología es la no ideología, La casa de
los encuentros es fundamentalmente ficción. Ficción sobre las pesadillas de
la sociedad soviética stalinista. Ficción sobre esa condición predadora de los
seres humanos que con tanta exactitud había reflejado la metáfora de Hobbes.
Francisco
Martínez Bouzas
Fragmentos
“Estoy a punto de describir a una jovencita
extraordinariamente atractiva, y la experiencia me dice que no va a gustarte,
porque eso es lo que tú eres también. Estoy seguro de que piensas que has
evolucionado y te has librado de ello -de la envidia-. Pero la evolución no es
cosa de una tarde. Y la experiencia me dice también que una mujer atractiva no
quiere ni oír hablar de otra mujer atractiva. Y aún te va a resultar más
problemático, quizá, por el hecho de que va a despertar en ti un ánimo
protector hacia tu madre, lo cual es natural. Así que te invito a ponerte en la
piel de cualquier fémina contemporánea de Zoya. Tenía diecinueve años, y, ya
desde el principio, su reputación era francamente terrible. Seguro que eso te
anima. Y, aun así, las otras chicas la veían como un ser excepcional.
Instintivamente la disculpaban, pues veían en ella una figura de vanguardia
-l’esprit fort-. Vivía más que ellas, pero también sufría más que ellas; y les
mostraba posibilidades.
Solía decirse que Moscú era el pueblo más grande de Rusia. En los arrabales, en
invierno, había pequeños senderos en la nieve que comunicaban cada casa con las
paradas de tranvía y las tiendas de comida (Leche, decían los letreros), y la
gente andaba de un lado para otro arrastrando los pies como rústicos, con sus
abrigos cortos de piel de borrego, y parecía que en cualquier momento ibas a
ver un mamut o un iceberg. Pero es un recuerdo de la niñez (hoy día no hay
leche). El panorama cambió: una maraña primitiva en la que se habían incrustado
varios altos hornos y fundiciones y fábricas de gas y curtidurías en medio de
las casitas y los empedrados. Teníamos un pueblo dentro del pueblo (el distrito
del sureste conocido como El Codo), y cuando Zoya entró en él, en enero de
1946, cayó como un rapapolvo contra las condiciones imperantes, la falta de
comida y combustible, la falta de libros, ropa, cristal, bombillas, velas,
cerillas, papel, goma, pasta de dientes, cuerda, sal, jabón. No, más: era como
un acto de desobediencia civil. Zoya era temerariamente llamativa, y judía -un
blanco natural para la denuncia y la detención-. Porque así era como se
resolvían en mi país desde hacía siglos los resentimientos y las envidias. Así
era como podía resolverse de forma maravillosamente simple, por ejemplo, un «triángulo
amoroso.»
…..
“Teniendo en
cuenta la variedad e intensidad del sufrimiento que casi siempre causaba, me
dejaba perplejo cuán anhelada y perseguida seguía siendo aquella casita de la
colina. Yo fui un estudioso atento de aquel rito de paso (aunque bastante
irreflexivo, he de admitir, sobre todo al principio). Para los maridos, la
visita conyugal significaba el afeitado de cabeza, la desinfección, el largo
chorro con la manguera de incendios. Salían de las duchas irreconociblemente
restregados, escocidos, alertados, con ropas tiesas no por la suciedad sino por
el efecto de los detergentes feroces. Luego, como la viva estampa del apetito y
el brío, flanqueados por una pequeña escolta, se encaminaban con prisa hacia La
Casa de los Encuentros. Y al día siguiente, viéndolos bajar uno por uno,
tambaleantes, hechos auténticas ruinas o apariciones, yo solía sorprenderme
pensando: lo pedíais a gritos, luchamos por ello, ¿qué os pasa ahora?”
(Martin Amis, La casa de los encuentros)