Vidas provisionales
Gabriela
Adameşteanu
Traducción
del rumano de Marian Ochoa de Eribe
Acantilado,
Barcelona, 2022, 483 páginas
Gabriela Adameşteanu (Targu Ocna, Rumanía, 1942) es una escritora importante en el actual panorama europeo. Activista democrática durante la época comunista de su país, periodista y traductora del francés, inició su carrera literaria a los treinta y tres años, porque fue reacia a publicar bajo el régimen de Ceauşescu y el “realismo socialista” imperante en los países comunistas. Sus inicios definitivos en la literatura se remontan al año 1975 que por sí solo lo dice todo: El mismo camino de todos los días, un notable éxito editorial con el que la escritora describió, de forma difícilmente superable, la educación sentimental en Rumanía durante la década de los sesenta. Pero no sería hasta la publicación de Una mañana perdida (1983) cuando su obra alcanza una proyección internacional.
Si hay algo que caracteriza la temática de Gabriela Adameşteanu es el hecho de que en sus obras siempre hay una mujer que recuerda y que vive bajo un régimen opresivo. La autora además es capaz de describir, como pocos escritores lo han hecho, el aire de la época, en el caso de Rumanía, sobre todo la intrusión de lo político en lo cotidiano, y el miedo en el que se mueven los ciudadanos bajo el régimen comunista.
También esta novela está escrita a partir de recuerdos y vivencias de una mujer, Letiţia, casada con Petru, al que no soporta, y mucho menos la mano que la acaricia o el cuerpo del marido que se abalanza sobre ella sin ninguna consideración para satisfacer sus instintos. Su único consuelo es Sorin, su amor extramatrimonial. Es en lo único en que piensa Letiţia Branea que narra su historia en primera persona. Su único deseo, poco menos que utópico es escapar, convencida de que, en su vida anodina no sucederá nada relevante, tan solo fracasos y frustraciones, igual que ocurrió con su madre y con su tío. Sorin, al contrario, llega siempre cargado de dulzura y con la promesa de una ternura infinita. Es la relación de fuerzas entre la pareja en la que ha brotado el desamor y los momentos de sosiego y dulzura con su amante, Sorin que es vulnerable y sumiso, mientras que Letiţia parece estar protegida por la indiferencia, pero sin dejar de ser mimosa: la calma la envuelve cuando desnuda lo abraza en la cama. La vida de Letiţia transcurre entre sábanas arrugadas. Son las horas dedicadas al amor, no con su marido, sino con Sorin.
Gabriela Adamesteanu
La novela describe pues cómo es la vida, incluidas las fiestas, en la Rumanía comunista. Letiţia representa una perfecta metáfora de su tiempo y de un país entero, con generaciones que pasan de la violencia de la guerra a vivir en un régimen autoritario y represor que asfixia a sus habitantes, y mucho más cuando, como en el caso de Letiţia y Sorin, luchan por mantener una relación extramatrimonial, asunto harto difícil especialmente si eres funcionario de una institución cultural en la Rumanía de la década de los 70 cuando el control gubernamental del régimen de Ceauşescu lo invade todo y obliga a la gente a hacer operaciones estéticas de sus biografías ante el temor de que el régimen haga revivir el pasado.
Por eso lo único en que piensa Letiţia es escapar, convencida de que está abocada al fracaso y de que nunca sucederá nada relevante, como les había ocurrido a su madre y a su tío.
La autora, Gabriela Adameşteanu, es una maestra a la hora de describir la intrusión de lo político en la vida cotidiana de las personas; y lo hace mediante un espléndido relato sobre la educación sentimental en el comunismo.
Francisco Martínez Bouzas
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