Muhsin
Al-Ramli
Traducción
del árabe de Nehad Bebars
Alianza
Editorial, Madrid, 2019, 357 páginas.
Escribe Muhsin Al-Ramli que si cada víctima tuviera un libro, todo Irak
sería una enorme biblioteca imposible de catalogar. Muhsin Al-Ramli es el autor
de Los jardines del presidente, una
apuesta por la amistad en medio de la opresión, relatada en una epopeya de la
vida en un territorio de guerra. Y todo lo que es escritor narra está basado en
historias reales. La novela nos proporciona un relato épico de los múltiples
avatares sangrientos que ha sufrido Irak desde 1980.
El autor confiesa que inició la escritura
del libro en 2006, tras recibir la noticia del asesinato de nueve de sus
parientes. La gente de la aldea halló sus cabezas en cajas de plátanos, junto
con sus documentos de identidad. A sus almas está dedicado este libro. Pero su
propósito se amplía hasta transcribir lo que la gente común lleva sufriendo
debido a la violenta tragedia de Irak en la época moderna. El hallazgo de las
cabezas le motivó a escribir Los jardines
del presidente, enmarcando la historia de tres amigos Abdullah, Tareq e
Ibrahim, contextualizada en la tragedia de Irak.
Estamos ante una narración intrahistórica
llena de acontecimientos, fechas y personajes. Y entre ellos sobresale Tarek,
Ibrahim Quisma y Abdullah Kafka. La novela relata sus vidas, y a través de
ellas, percibimos gran parte de la historia de Irak. Tarek, de vida acomodada,
maestro de escuela y al que siempre sonrió la vida. Abdullah, “príncipe de los pesimistas”, al
que llaman Kafka por su manera de pensar, que escribe los acontecimientos
contemporáneos como historias antiguas,, relatos de pérdida y muerte.
La novela está centrada en Ibrahim Quisma
cuya conducta es una gentil resignación. Estéril a causa del gas venenoso en la
guerra contra Irán, queda además cojo durante la invasión de Kuwait. Halla
trabajo en los jardines del presidente. Allí, en espacios secretos dentro de
Bagdag, rodeados de los palacios de Sadam Hussein, todo aparentemente es
paradisiaco, pero los horrores acechan bajo la superficie.
Ibrahim asciende socialmente y se siente
avergonzado de su padre. Su pueblo natal donde “cada historia llega a todos los
oídos”, es un escenario mágico y macondiano.
En la novela existen diferentes subtramas. Por
ejemplo el confinamiento doméstico, metáfora del encarcelamiento organizado por
el estado. O la situación de Kuwait, ocupado por reclutas iraquíes saqueando la
ciudad y quemando los pozos petrolíferos. También las representaciones, llenas
de dureza de la carnicería en la carretera a Basora bombardeada por los
norteamericanos. Así como la caída de Bagdad en el año 2003.
La novela está construida a partir de
historias reales. Realismo alucinatorio, mezclado con detalles simbólicos con
cierto aire “tolstoyano” en los enfoques
sobre la interacción de los personajes, el río del tiempo “que fluye a través
de ellos y sobre ellos”.
La sombra de Sadam Huseim planea sobre las
vivencias de todos los iraquíes. En la novela Al-Ramli jamás cita su nombre
porque, piensa, todos los dictadores son intercambiables, pero describe su vida
como gobernante déspota. La caída del dictador, sin embargo no supuso la
liberación del país. La invasión americana acrecentó las desgracias, así como
comportamientos vejatorios, tan bien descritos plásticamente por Fernando
Botero. O los agravios contra las mujeres, tales como los crímenes de honor:
una huérfana es violada por el hijo de sus
padres adoptivos. Y no es él el castigado, sino ella, asesinada para
preservar su honor.
Una novela, de gran calidad literaria,
humana y política que, desde la ficción, asentada en la realidad, nos da una
idea de lo acontecido en Irak en las últimas cuatro décadas.
Francisco
Martínez Bouzas
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