domingo, 27 de mayo de 2018

EN MEMORIA DE PHILIP ROTH




   El pasado 22 de mayo fallecía a los 85 años en gran escritor americano Philip Roth. El eterno candidato y merecedor del Nobel de Literatura que nunca le fue concedido. Un viaje de varios días hizo imposible un mínimo recordatorio del narrador norteamericano que más admiro. Lo hago hoy publicando de nuevo este reseña del primer volumen de su “Trilogía  americana”, American pastoral (1979). Un modestísimo  homenaje y recordatorio del mejor narrador norteamericano de los últimos treinta y cinco años






Pastoral americana

Philip Roth

Traducción de Jordi Fibla Feito

Editorial  Debolsillo (Penguin Random House Grupo Editorial), Barcelona, 2016, 512 páginas

(Libros de siempre)



   Philip Roth (Newark, Nueva Jersey, 1933), eterno candidato al Nobel, es posiblemente el escritor norteamericano de su generación más premiado. Entre otros galardones literarios, dos de sus novelas han obtenido el National Book Adward, Premio Príncipe de Asturias de las Letras, ganador del Pulitzer en 1998 precisamente con American Pastoral. Pero, sobre todo era y sigue siendo uno de los grandes narradores norteamericanos vivos junto quizás, como opina Harold Bloom, con Thomas Pynchon. DonDeLillo y Cormac Mc Carthy. Una relación a la que yo añadiría el nombre de E.L. Doctorow, fallecido en el año 2015. En una encuesta realizada en el año 2006 por el por The New York Times Book Review, un centenar de críticos, editores y entendidos en literatura, eligieron los mejores veintidós libros. Entre ellos, seis novelas de Roth. En el ensayo que acompañaba a la encuesta, el crítico A.S. Scott afirmaba: “Si hubiésemos buscado el mejor escritor de los últimos veinticinco años, él (Roth) sería el ganador”. Está pues en posesión el escritor nacido en Newark de todas las consagraciones paraliterarias a las que puede aspirar un autor: el reconocimiento de la crítica, los grandes premios nacionales e internacionales, con excepción del Nobel. Mas la verdadera sacralización de la que sus obras son merecedoras es la traducción de la mayoría de ellas a múltiples lenguas, entre ellas al español. Entre las más emblemáticas y conocidas en España, Portnoy Complaint (1969), traducida con el título discutible, El mal de Portnoy y, sobre todo, la “Trilogía americana” de la que forman parte American Pastoral (1979), I Married a Communist (1998) y The Human Stain (2000).

   Pastoral americana es una de las grandes novelas de Philip Roth. En ella, el escritor norteamericano supo reflejar como nadie los problemas de la asimilación y de la identidad de los judíos en los Estados Unidos y escudriñar así mismo en la naturaleza de las pulsiones sexuales, de la autocomprensión y también la génesis psicológica y el derrumbamiento del sueño americano. Ese desplome de un sueño y la quiebra de los valores, idealizados hasta el paroxismo a finales de los años sesenta, constituyen el telón de fondo sobre el que Philip Roth yergue la historia y la trama de Pastoral americana.

   La novela, en efecto, puede ser leída casi como una saga sobre el declive y la brecha de una familia americana a finales de los sesenta. Está narrada por Nathan Zuckerman, escritor y alter ego de Roth, que aparece de forma muy frecuente en otras de sus  novelas. El íncipit de la narración es el encuentro entre el narrador y Seymour Levov, el Sueco. Un encuentro en el que se habla de las excepcionales cualidades de los miembros de la familia Levov. Tras una reunión con un hermano, Philip Roth pone en escena la primera analepsis: un salto hacia el pasado que nos permite percibir la infancia del narrador y la de Seymour Levov, su juventud en la que se convierte en ídolo de sus compañeros: buen hijo, estudiante aplicado, deportista… un modelo paradigmático del american way of life, con la que se fantaseaba en los años cuarenta. Hereda de su padre la fábrica de guantes, levantada hacía tres generaciones, contrae matrimonio con una ex miss Nueva Jersey, cambia su hogar por la casa de sus sueños, tienen una hija….

   Todo parece indicar que la familia Levov está sumergida en una verdadera sinfonía pastoral, la feliz pastoral americana. Pero todo empieza a hundirse cuando la hija Merry lleva sus ideales políticos de oposición a la guerra de Vietnam hasta el extremo de hacerse miembro de una secta y convertirse en terrorista. Entonces Symour Levov se ve obligado a transitar desde esa idílica pastoral hasta la ruina y el drama que cierran el relato.

   Philip  Roth ilustra de forma magistral la disolución  de esta manera de ver la realidad, el sueño americano, la idea de que todo el mundo, a pesar de sus orígenes humildes, puede triunfar en los Estados Unidos. Mas ese sueño esconde una bestia de mil caras que explota en el seno de la “feliz” familia. Para lograr el efecto perseguido, el escritor inserta la narración en el contexto histórico de la guerra de Vietnam y de las protestas que generó, sobre todo entre la juventud. Y también en el contexto sociológico. La radiografía y la puesta en cuestión de ese ideal americano como tierra de infinitas oportunidades. Da cuenta así mismo con gran destreza de los cambios sociales y económicos de los años sesenta y del choque cultural entre generaciones. Sin embargo, más que el relato sobre la figura de un personaje en honda relación con su momento histórico, Pastoral americana es sobre todo el relato de una nación tras la Segunda Guerra Mundial a la que la enajenada y a la vez ardiente realidad hizo despertar de las fantasías soñadas, convertidas en lema y volubles sostenes a los que se aferra todo un pueblo porque creían en lo que creían.









Philip Roth con el Presidente Obama




Fragmentos



“Creímos sin reservas en la vida, nos conducían sin vacilar en la dirección del éxito: nuestra existencia iba a ser mejor. La meta consistía en tener metas, el objetivo en tener objetivos. A menudo este edicto formaba una maraña con la histeria, la histeria fortificada de aquellos a quienes la experiencia les ha enseñado cuán poca hostilidad se requiere para arruinar irremisiblemente una vida.”



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“Criado para ser tonto, hecho para las convenciones, y así por el estilo. Se atenía a las normas sociales y nada más. Un alma bendita. Pero lo que intentaba hacer era sobrevivir, manteniendo a su grupo intacto. Procuraba salir con su pelotón intactos de la refriega. Finalmente, fue una guerra para él. Tenía un lado noble, se sometió a numerosas renuncias, se vio envuelto en una guerra que él no había causado, luchó para salir a flote, pero se hundió.”



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“El Sueco tal como siempre le había conocido, aquel Seymour Levov bien intencionado, de conducta intachable, ordenado, se evaporó, y sólo quedó en su lugar el examen de conciencia. No podía dejar de lado la idea de que era responsable, como no podía recurrir a la idea tentadoramente diabólica de que todo era accidental. Había tenido acceso a un misterio todavía más desconcertante que el tartamudeo de Merry: ya no había fluidez en ninguna parte. Todo era tartamudeo. Por la noche, en la cama, imaginaba la totalidad de su vida como una boca tartamudeante y un rostro que hacía muecas: la totalidad de su vida sin causa ni sentido y desperdiciada por completo. Ya no tenía ningún concepto de orden. No existía el orden, de ninguna clase. Imaginaba su vida como el pensamiento de un tartamudo, frenéticamente fuera de su control.”



…..



 “… No podía evitar nada, nunca había podido, aunque sólo ahora parecía dispuesto a creer que fabricar espléndidos guantes de señora en un surtido de tallas no era ninguna garantía de que lograría llevar una clase de vida perfectamente adaptada a todos sus seres queridos. Las cosas no eran así, ni mucho menos. Uno cree que puede proteger a una familia y resulta que ni siquiera puede protegerse a sí mismo. No parecía quedar nada del hombre al que era imposible desviar de su tarea, que no descuidaba a nadie en su cruzada contra el desorden, contra el problema constante del error y la insuficiencia humanos. Allí en la cocina, no se veía nada del hombre enérgico e inflexible que, sólo media hora antes, adelantaba la cabeza para combatir incluso con sus aliados. El combatiente había soportado toda la decepción que podía. No quedaba en él nada contundente para acabar a golpes con la desviación. Lo que debería ser no existía. La desviación prevalecía. Era imposible detenerla. Por improbable que fuera, lo que no debería haber sucedido había sucedido y viceversa.

El viejo sistema que creaba el orden ya no funcionaba. Todo lo que quedaba era el temor y el asombro del anciano, pero ahora sin nada que los ocultara.”


(Philip Roth, Pastoral americana, páginas 60, 90, 122, 509)

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